Tu cuerpo, esos cuerpos
recién formados para el mundo,
esos cuerpos hormonales manifiestos y pujantes
que insinúan fantasías
y que no controlan sus respuestas;
esos cuerpos con sabor a pan
a cerveza recién tirada de la grifa,
a maicena y a pastas humeantes,
esos cuerpos con olor a inocencia y a esperanza,
a desafío permanente e inconcreto,
a placer prohibido y rebuscado,
a pecado...

Me perdería cualquier luna
en tus curvas sin un ápice de grasa,
en tus ingenuas ferormonas
que bombardean incesantes
todos los escondrijos de mi cuerpo apagado
y que se enciende en mil pirotecnias
de placeres rebuscados.

Me cobijaría cualquier año
en tus montes universales,
redondos, turgentes, tensos y precisos
como dos abanderados provocantes
de sueños procelosos.

Me quedaría, cualquier hora,
colgado de tus nalgas, de tu cintura
infinita e incógnita, acariciando
incesante la suave línea
del movimiento continuo y ondulante
de tus caderas que huelen a infierno.

Me comería tu sonrisa, los jóvenes
lóbulos de tus orejas,
tu sexo tierno y reticente,
tu barbilla inmaculada, tus ojos
que chispean entre confusos y engañados...

Pero tu cuerpo es tuyo,
fruto prohibido de un árbol
demasiado ácido y espléndido
para ser tan solo soñado
por este pobre pescador
de cuerpos y de almas emergentes.

8/9/99

( Poema: Luis E. Prieto )
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( Foto de algun lugar de la red )