Poema Erótico.

________________________________ Anónimo.


tu cuerpo desnudo se dibuja 
cual montaña misteriosa 
y prometedora.

Incansable viajero
llego hasta tu tierra sagrada.

En tu lecho, tu cuerpo desnudo
se dibuja cual montaña misteriosa y prometedora.

Paciente explorador, me abandono
lentamente, en tu paisaje.

Mis labios, sedientos
se detienen en la fuente de tu boca
saboreando tu primera miel
de la mañana.

Mis manos, inquietas,
forman un diminuto ejército de dedos
que se apresuran
a perderse
en la expesura de tu cabello.

Despacio, inclino tu rostro dormido
besando tus párpados abandonados.

Mientras tu cabeza
se sumerge en la almohada para recibir el gran sueño,
mis dedos, capitaneados por mis besos,
exploran curiosos la finísima arena de tu piel.

Al descender de tu relajado rostro,
tu cuello indica a mis ojos
el camino de tu cuerpo.
Unos diminutos besos de agradecimiento
y un hasta pronto, son su despedida.

Bajo tu garganta,
dos sinuosas dunas franquean mi camino.
Pero mis dedos, presurosos,
se disponen a escalar,
resbalando una y otra vez,
en su frenesí por llegar a su cima.

En lo alto, dos delicadas rosas
esperan impacientes
con el incipiente ofrecimiento
de sus temblorosos pétalos
llenos de rocío.

Mi boca, sedienta,
aplaca una vez más, la insaciable sed
del maravilloso viaje.

Pero el rocío de tus pechos
es sólo la efímera promesa
de tu próximo valle fértil.

Es la puerta que se abre
hacia la delicada llanura de tu vientre
que se torna cálido
con los primeros rayos de sol
de media noche.

Mi pequeño ejército
abandona celoso y receloso
la cima de tus senos
para llegar a tu llanura impaciente.

Mis dedos,
como pájarillos sorprendidos
por la incipiente tormenta,
buscan cobijo en cada poro de tu ser,
en cada escondite de tu cuerpo.

Fuera, llueve.

Las primeras gotas de pasión arrecian
al besar tu cuerpo encendido,
que se estremece inquieto
bajo los destellos multicolores
del deseo.

Todo la geografía de tu cuerpo sedienta
espera impaciente destellos de relámpagos
anunciando el gran torrente
que arrasa todo.

Finalmente, tu sexo.

Bajo la frondosidad de su vello
se agita una nueva tormenta
recibiendo y regalando
húmedas fragancias.

Bajo mi ser
se abre fértil y ansioso
como fuente de vida
bajo tierra mojada.

La luz, cegadora,
de un rayo purificador
inunda tu ser y el mío
en la explosión de tormentas
que se funden en un sólo suspiro.

Deja de llover.

Los ecos, ya lejanos,
de las últimas gotas de lluvia,
sobre los cristales,
se pierden en la noche.

Y los espíritus renovados
de nuestros cuerpos exhaustos,
en el infinito.


Deja de llover...


( poema Anónimo )

( Imagen de: Sorayama Hajime Naga )


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