Cartas A Pegaso


2. Una Reflexión

______________________________________________ Sarima



Tuvo que suceder porque ambos lo deseábamos...


Tuvo que suceder, ya lo veía yo venir...
Tuvo que suceder porque nuestros ojos se buscaban y chocaban en cualquier esquina de la recóndita oficina de mierda donde enterramos nuestro miedo a la evasión y ganamos nuestro pan con el sudor de nuestras frentes.

Te las arreglaste para mandarme, en busca de no sé qué documentos archivados para la reapertura de un expediente, al sótano del edificio donde se conservan, momificadas, las historias privadas de los clientes del bufete.

Tuvo que suceder porque ambos lo deseábamos, por distintas razones, pero esa misma excitación que provoca el placer de delinquir para mí, de conquistar el fruto prohibido para ti. Lo hicimos suceder porque tu aburrimiento y mi soledad manipularon el día y la hora, el lugar...


Bajé aquellas escaleras 
con el corazón taquicárdico...


Bajé aquellas escaleras con el corazón taquicárdico, alisándome la falda, ajustando los tirantes del sujetador para realzar el pecho y asegurarme de su firmeza. Una mano presta por el pelo acomodó las mechas flácidas por la laca moribunda. Me contrarió el no haber prestado más atención aquella mañana a mi atuendo, sustituyendo la camisa ajustada por un suéter ancho, desfavoreciendo mi figura, y la falda corta por una a media pierna de paño grueso. Las medias finas también las había trocado por unos leotardos bastos. Pensé protegerme mejor así del frío esta mañana de febrero. Recordé mis ojos y temblé de angustia por si la raya azul que los subrayaba hubiese desaparecido. Sentí no tener a mano un espejo para reconstruirla ni mi barra de carmín, para redibujar mis labios. ¡Casi resbalo en el último escalón tan ensimismada me encontraba en realzar mis fallos!

¡Lo tonta que llego a ser! – pensé. ¿Crees que te mandó a los archivos con otro propósito que el de que le encuentres el expediente ese dichoso? Claro que también hubiese podido mandar al nuevo; era una buena ocasión para guiarle en el conocimiento de las dependencias de este tinglado... Bueno, manos a la obra; empezaré por localizar el año ya que están archivados por ese criterio. Bajé del estante la primera tanda de archivadores que encontré con esas características.

No pasaron cinco minutos que ya se oyeron tus pasos acercarse a la entrada del antro de los secretos ajenos. En dos zancadas, me alcanzaste y me asiste por los hombros. Tus manos apartaron el pelo lacio que cubre mi espalda y recorriste mi cuello con tus labios. Sin darme la vuelta, consentí a las caricias que se avecinaban y de que me empujaras contra el rincón más oscuro de la sala. Levantando mis brazos, busqué apoyo en la pared. Me asaltó la primera ola de placer al sentir tus manos adentrarse bajo del suéter.


Te apoderaste de mis pechos...


Te apoderaste de mis pechos, mientras tu boca seguía recorriéndome el cuello. Una de mis manos se liberó para posarse, cual mariposa suave, en el objeto abultado de tu entrepierna. El reconocimiento de nuestras durezas respectivas desató el deseo de reconocimiento de las otras partes de nuestros cuerpos. Pronto sentí mi falda subirse hasta la cintura y una mano recorrer mis partes íntimas camufladas que, a pesar del leotardo, supiste despertar con el simple roce de tus dedos expertos en placeres femeninos. No pudiendo contener por más tiempo el apremiante deseo de besarte, dí media vuelta. Me enfrenté a tu mirada, que clavaste en la mía con el mensaje explícito de desabrochar la cremallera de ese pantalón que retenía tu virilidad creciente. Liberada, cobró su justo tamaño y no pude resistirme a degustarla, iniciativa cuya respuesta fueron tus gemidos. Al tiempo que te saboreaba, mi apetito subía y me recreé imaginando tu pene dentro de mi vagina húmeda. Adivinando mi deseo, me subiste lentamente para que mi lengua siguiera un recorrido hasta tu boca y aplastaste tus labios contra los míos en un beso que no parecía tener fin. Bajaste delicadamente mis prendas inferiores y, de un gesto enérgico, me tumbaste sobre la mesa, no antes de apartar de un manotazo las carpetas que desplacé en el cumplimiento de tu orden. Sentí, poco a poco, un pene durísimo que me catapultó a placeres mayores al ritmo de tu antojo y sabiduría. La excitación de ambos, controlada por la maestría que concede el conocimiento del propio cuerpo y la experiencia de nuestros años, fue ascendiendo hasta llegar al concenso. Culminamos en un orgasmo sincronizado, donde ambos explotamos en una sacudida de placer que nos inundó por entero el alma aletargada.


Exhaustos, nos miramos atónitos, 
con esa satisfacción 
que conlleva reconocer el éxito...


Exhaustos, nos miramos atónitos, con esa satisfacción que conlleva reconocer el éxito. Sin mediar palabra, recompusimos nuestra figura y, no sin antes susurarme un “he estado esperando este momento desde que entraste en este despacho”, te despediste con un último beso cálido en el lóbulo de la oreja.

Sucedió.
Sucedió ese placer, con su combinación de erotismo. Sucedió ese deseo y sensación en la piel. Lo hemos dejado salir libremente, esta mañana fría de invierno...

Ahora no quiero plantearme qué sentido tendrá lo recién vivido cuando vuelva a mi hogar y me rodee ese aburrimiento y rutina que ha mellado mi relación de pareja.

Sólo quiero dejarme ir por la novedad que suponen nuestros ojos chocando y evadiendo los otros ojos; quiero evadirme de las preguntas sobre mañana.

Buscaremos cualquier pasillo y cualquier momento y nos lameremos los labios furtívamente. Acrecentaremos el deseo. Sufriremos la represión. Contendremos el fluído de tus líquidos y de los míos.
Seremos amantes secretos.


Seremos amantes secretos.



( Relato enviado por: Sarima )
http://www.angelfire.com/ak/sarima


( imágenes: The Bikini Collection )
http://www.bikinicollection.com


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