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CARTA A JUEZ DEL 8° J.L. DE MENORES DE SANTIAGO


Santiago, 4 de enero de 2003

Señor Cristián Le Cerf
8° Juzgado de Menores
Santiago
Presente


Estimado Señor Juez:


A raíz de las fiestas de fin de año, impedido de tomar contacto con mis hijos (una vez más ni siquiera he podido hacerles llegar un regalo de Pascua), me he decidido a escribirle esta carta personal. Me mueve el propósito de contribuir desde mi propia experiencia a la Justicia. En efecto, en la entrevista que usted tuvo a bien concederme, me expresó que yo debía tener confianza en la Justicia. Quiero decirle que a pesar de todo lo que me ha ocurrido estoy de acuerdo con usted: no sólo yo, sino que todos los ciudadanos deberíamos tener esa confianza, de otro modo la vida en sociedad sería inviable. Convivir sin ese supuesto de confianza sería tan difícil como conducir en una megaciudad sin semáforos ni códigos de conducta previamente acordados. Al supuesto de la "confianza" debería, sin embargo, pienso yo, agregársele otro: el deber de todo "ciudadano" de contribuir a perfeccionar la Justicia, para que el sistema pueda adoptar en casos complejos o especializados una perspectiva que vaya más allá de los formalismos o tecnicismos, que muchas veces llevan a los jueces a tomar medidas "justas" en el sentido del derecho positivo pero que pueden resultar equívocas y tremendamente injustas en lo sustantivo. Pienso que lo ocurrido en nuestro país con los derechos humanos es, en este sentido, un buen ejemplo. Además de un cambio de clima de época, fue necesaria la organización y contribución de los propios afectados, de sus familiares y de los medios de comunicación (en definitiva de la sociedad civil) para que el sistema judicial variara su perspectiva y empezara a hacer "justicia" no sólo formal sino también en relación al fondo del asunto.

Estoy consciente que el tema de menores es diferente al tema de derechos humanos. Hay empero, algunos puntos en común. También en el tema de menores se da un clima de época, que se expresa en una legislación y en una cultura eminentemente maternalista. Basta que hoy día una madre o una mujer haga una denuncia de maltrato o de abuso para que el supuesto se dé por ocurrido, llevando sin más a presumir la culpabilidad del denunciado. Personalmente yo entiendo que estamos pagando la cuenta de una discriminación que durante largo tiempo favoreció a los padres y al género masculino, llegando incluso a convertir los abusos, acosos sexuales y maltratos realmente ocurridos en un tema tabú o silenciado. Soy partidario - como el que mas - de reparar los derechos de las mujeres y de las madres, sin embargo, también - a raíz de mi caso - me he percatado que el péndulo se ha ido al otro extremo. Si, por ejemplo, yo hiciera una denuncia pública de que se me ha privado de la paternidad y me han secuestrado a mis hijos a través de manipulaciones y mentiras, una actitud de esa índole iría en contra mía, pues se me catalogaría como un individuo descontrolado y agresivo. En cambio, si una madre se sube al capo de un auto (como efectivamente ocurrió hace un tiempo atrás) denunciando que le han quitado a su hijo y alega las mismas razones, la sociedad entera la comprende, e incluso la aplaude. Es como si sólo las madres tuviesen derecho a luchar por sus hijos y a manifestarlo en público, no así los padres. Con el tiempo, probablemente, esta discriminación odiosa se irá corrigiendo y el péndulo volverá a su justo lugar. Se trata, empero, de un clima y una realidad de época, que incide en el tratamiento que le da la Justicia y los medios de comunicación a las denuncias y conflictos post separación. Un clima que incide también en las disciplinas de apoyo a la Justicia en los casos de menores, me refiero, sobre todo, a los "especialistas" en salud mental, Psicólogas y Psiquiatras. Tengo a este respecto, a partir de mi propia experiencia, la peor de las opiniones. Las Psicólogas que vieron a mis niños (en secreto y negándose a recibirme) puede que sean bien intencionadas, pero son más militantes de una causa, que profesionales con prudencia científica. También las Psicólogas del CAVAS. Incluso aquellos Psiquiatras del Instituto Médico Legal o el perito designado por el 8avo. Juzgado de Menores, cuyos informes fueron favorables a mi causa, también ellos me produjeron una impresión verdaderamente lamentable en términos de seriedad y prolijidad profesional, algunos de esos informes carecían incluso de coherencia lógica en términos de principio, medio, fin y conclusión.

En el tema de derechos humanos se encargó a Investigaciones y a las propias Fuerzas Armadas contribuir a buscar la verdad. Son situaciones equivalentes - tanto en menores como en derechos humanos - a dejar al gato a cargo de la carnicería. Estoy consciente que tuve mala suerte y seguramente hay en Santiago muchos profesionales de la salud serios y competentes. Sin embargo, el tema a nivel general es preocupante, pues existen más de 50 universidades que hoy día imparten la carrera de Psicología, la mayoría de ellas con profesores-taxi, sin regulación ni control o, a lo más, con una regulación blanda. Por todas estas razones creo que quienes hemos tenido la experiencia de padecer en carne propia las insuficiencias de la Justicia y de sus disciplinas auxiliares tenemos la obligación de contribuir a que el sistema se perfeccione y vaya tomando conciencia de sus debilidades.

Por mi parte, participó en calidad de socio activo en una Corporación que lucha por los derechos de la coparentalidad y en lo personal he escrito el libro que le acompaño donde - a través de cartas a mis hijos - se relata pormenorizadamente lo que he vivido los últimos años, desde que se me impidieron de hecho las visitas. Por el momento, y teniendo en cuenta que a mi hija se le ha diagnosticado una posible bipolaridad, he detenido la difusión del libro, pero tengo sí, la determinación de darlo a conocer en el futuro, además de guardarlo para cuando los niños sean grandes. Fundamentalmente porque creo que es importante contribuir a que no le ocurra a otros padres lo que me ha ocurrido a mí.

Estoy consciente que enviarle esta carta a usted podría, tal vez, perjudicarme, en el sentido de que no se "usa" que un involucrado en un juicio opine de un fallo que lo afecta. Sin embargo, señor Juez, lo he hecho por que la intuición me dice que usted es una persona correcta y dedicado con seriedad a lo que hace, y por lo tanto mi experiencia y lo que me ha ocurrido no caerá, espero, en el vacío. Por todo esto me he decidido a escribirle esta carta personal, acompañada de un ejemplar del libro. Esperando que no lo tome a mal.

Le saluda muy atte.


Bernardo Subercaseaux
Un Papá Chileno





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