Avanzad tranquilamente,
en medio del ruido y la agitación y recordad la paz
que puede existir en el silencio. Sin alienación,
vivid mientras podáis en buenos términos con todo
el mundo. Decid suave y claramente vuestra verdad, y
escuchad a los demás, incluso al simple y al
ignorante, que también tiene su historia.
Evitad a los individuos
ruidosos o agresivos, que son una vejación para la
mente. No
os comparéis con nadie: podríais volveros
vanidosos. Siempre habrá mayores y mejores que
vosotros. Disfrutad
de vuestros proyectos, tanto como de vuestros logros;
interesaos siempre por vuestra carrera por modesta
que sea: es una auténtica posesión en las
prosperidades cambiantes del tiempo.
Sed prudentes en vuestros
asuntos que el mundo está lleno de engaño.
Pero no seáis ciegos
respecto a la virtud que existe: hay individuos que
buscan grandes ideales y, por todas partes, la vida
está llena de heroísmo.
Sed vosotros mismos,
¡Sobre todo, no simuléis la amistad!
Tampoco seáis cínicos
en el amor, ya que es tan eterno como la hierba
frente a cualquier esterilidad o desengaño.
Aceptad con benevolencia
el consejo de la edad y renunciad con donaire a
vuestra juventud.
Id fortaleciendo la
prudencia de la mente para protegeros en caso de
súbita desgracia. Pero ¡no os entristezcáis con
quimeras! Muchos miedos nacen del cansancio y de la
soledad... Más
allá de una disciplina sana, sed bondadosos con
vosotros mismos. Sois
hijos del Universo, igual que los árboles y las
estrellas: tenéis derecho a estar aquí.
Y, tanto si os place como
si no, sin duda el Universo se desarrolla como debe.
Quedaz en paz con Dios,
cualquiera que sea el concepto que tengáis de él;
y, sean cuales sean vuestros trabajos y sueños,
conservad el ruidoso desconcierto de la vida y la paz
en vuestra alma. ¡Pese
a todos, sus penosos afanes y sus sueños
quebrantados, el mundo en bello!
Tened cuidad... tratad de
ser felices