Ricardo Peña Barrenechea

 

   
(Lima 1905) El aroma en la sombra (1926), Cinema de los sentidos puros (1931), Elegía a Bécquer y retorno a la sombra (1936)
 

V
X
XXV
Discurso de la niña ausente

 

V

En malva azul tendida niña,
geranio de ojos de gacela
sobre el cristal de la campiña.

La pierna corre por la arena
—lebrel de espuma que despide
la nalga limpia azul morena.

Es negro el pelo que la encinta
desde la nuca hasta el ombligo
—azul morena y verde en pinta.

Fulgor de aristas y querubes.
Jugando a solas con el sexo
se van sus ojos por las nubes.

 

X

Naranjas niñas del sol.
Por cielo y mar las gaviotas
a lomos de caracol.

Senos de rubias doncellas.
Brisa enana y destos ángeles
saludan hoy las estrellas.

Tarde de otoño marino.
La luna rota en las manos,
y todo el mar en el vino.

Cielos de piel ambarina
con olor a carne virgen
y sabor de golondrina.

 

XXV

Niña del cielo por abril florido.
Jilguero tornasol —pluma nevada
con la niebla del canto en la mirada
y el fuego de la mar en el vestido.

Del campo desdeñé pájaro ido
por asir de su lengua el pez espada;
y a la espiral del aire la enconchada
prendido a la metal de su sonido.

Al claro día di la herida espalda.
Y al marfil de su cuerpo el ojo-velo;
desnudo ya en su gruta de esmeralda.

Carrousel de la dicha y los dolores.
—oh fuego de la mar, rosa del cielo—
de estirpe y manantial de ruiseñores.

(Eclipse de una tarde gongorina).

 

Discurso de la niña ausente

Damita mía que vienes
a despertar mi silencio.
Damita de un cielo blanco
rubia como un largo beso.

Naciste un día de júbilo
cuando el sol era una lámpara
que alumbrara mi camino
todo velado de lágrimas.

Durante siete veranos
te di mi alma enamorada;
y siete nieves te he amado
dándome tú tu alma blanca.

Siete primaveras de oro
deshojé sobre tus manos;
y siete lunas de otoño
me dieron tus ojos cándidos.

Siete serafines rojos
custodian tu seno pálido;
siete golondrinas rápidas
tus cabellos amasaron.

Damita de larga cola
toda vestida de ensueño,
entre tus tórtolas manos
se abre la flor del silencio.

Lejos de ti tu presencia
me invita a seguir amando
mi soledad —campo abierto
que me ha sido siempre amargo.

   

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