Mario Florián

Pastorala
Labriego del Perú

 


Pastorala

Pastorala,
más hermosa que la luz de la nieve,
más que la luz del agua enamorada,
más que la luz bailando en los arcos iris.
Pastorala.
Pastorala.

¿Qué labio de cuculí es más dulce
que la lágrima de quena más mielada
que tu canto que cae como lluvia
pequeña —pequeñita— sobre flores?
Pastorala.
Pastorala.

¿Qué acento de trilla — taqui tan sentido,
qué gozo de wifala tan directo
que descienda —amancay— a fondo de alma
como baja a la mía tu recuerdo?
Pastorala.
Pastorala.

Por mirar los jardines de tu manta,
por sostener el hilo de tu ovillo,
por oler las manzanas de tu cara,
por derretir tu olvido: ¡mis suspiros!
Pastorala.
Pastorala.

Por amansar tus ojos, tu sonrisa!
perdido entre la luz de tu manada
está mi corazón, cual huérfano allko
cuidándote, lamiéndote, llorándote...
Pastorala.
Pastorala.

 

Labriego del Perú

Labriego del Perú, pajita brava
en la peña eternal roja del tiempo;
¿por qué tu cruz inédita de mártir,
la explosión de tu sangre, tu lamento?

Ya que el maguey más alto no es medida
de la alta soledad de tu tristeza,
ya que el Ande no alcanza a tu sollozo:
¡vámonos de esta tierra!

Si la luna y el sol detienen las pupilas
sólo por ver las llagas de tu carne;
si la muerte derriba tus columnas:
¡vámonos de esta tierra!

Vámonos sin regreso
adonde estén el árbol, la majada;
el influjo terríjena, sagrado;
la belleza, el hogar, el dios, la tierra.

Vámonos para siempre
sin adioses llagando los caminos;
como fugas sin huella, como galgas
¡vámonos sin destino!

Entonces hasta el labio que define
nuestro sabor de sangre, hasta las manos
que golpean, las voces como fuetes
de violentos, la hambruna sin bocado,
nuestro dolor más triste que la quena,
nuestro caudal de lágrimas ardiendo:
¡cómo se enlutarán por nuestra ausencia!

Entonces hasta el cóndor y los muertos
y el lúcido rebaño de la hacienda
y la chacra y el agua y el arado
y la flor y la luz y la tiniebla
y la coca y la sangre y el espacio:
¡mucho nos llamarán con mucha pena!

Mas, no. Madre común es nuestra tierra...
Amor, soga. Raíz que nos sujeta.
¿Quién nos apartará? ¡Como rastrojos
finaremos en ella!

   

Última actualización: 17 de diciembre de 1997.