Egloga simple 

 
  
El paisaje sencillo se me entra en las retinas  
como un camino nuevo lleno de claridad.  
Las hojas amarillas  
se cansan de esperar  
y los troncos nudosos se ponen de rodillas  
ante el milagro unánime de un dorado trigal.  
 
Los Alamos se empinan  
y arrugan los ramajes implorantes  
en una petición de caridad  
que los hace más suaves  
que la misma bondad.  
 
El río corre, hierve y se desliza  
en un milagro de tranquilidad  
que hace más dulce el agua campesina  
a mis pupilas de hombre de ciudad.  
El río fluye como una vertiente  
que en vez de agua trajera castidad.  
Dos mujeres  
hablan y beben agua y comen pan.  
  
 
 
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