RIMA LX

     Como se arranca el hierro de una herida
     su amor de las entrañas me arranqué,
     aunque sentí al hacerlo que la vida
         me arrancaba con él!

     Del altar que le alcé en el alma mía
     la Voluntad su imagen arrojó,
     y la luz de la fe que en ella ardía
        ante el ara desierta se apagó.

     Aún turbando en la noche el firme empeño
     vive en la idea la visión tenaz...
     ¡Cuándo podré dormir con ese sueño
        en que acaba el soñar!


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