RIMA LXI

          Este armazón de huesos y pellejo
          de pasear una cabeza loca
          cansado se halla al fin, y no lo extraño;
          pues, aunque es la verdad que no soy viejo,

          de la parte de vida que me toca
          en la vida del mundo, por mi daño
          he hecho un uso tal, que juraría
          que he condensado un siglo en cada día.

          Así, aunque ahora muriera,
          no podría decir que no he vivido;
          que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
          conozco que por dentro ha envejecido.

          Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
          harto lo dice ya mi afán doliente;
          que hay dolor que al pasar su horrible huella
          graba en el corazón, si no en la frente.


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