RIMA LXXXIII

          Una mujer me ha envenenado el alma,
          otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
          ninguna de las dos vino a buscarme,
          yo de ninguna de las dos me quejo.

          Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
          Si mañana, rodando, este veneno
          envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
          ¿Puedo dar mas de lo que a mí me dieron?




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