RIMA LXXXIX Negros fantasmas, nubes sombrías, huyen ante el destello de la luz divina. Esa luz santa, niña de negros ojos, es la esperanza. Al calor de sus rayos mi fe gigante contra desdenes lucha sin amenguarse. en este empeño es, si grande el martirio, mayor el premio. Y si aún muestras esquiva alma de nieve, si aún no me quisieras, yo no he de quererte: mi amor es roca donde se estrellan tímidas del mal las olas. |