Principal - Robert D. Brinnsmead
El escándalo de Yeshúah ben Adam, IV
Las raíces de la expiación de sangre
Ninguna expiación en la enseñanza de ben Adam
La cristiana cámara de los horrores
"Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese", Lucas 10:30-35.
Los dichos y parábolas de Yeshúah de Adam expusieron la maldad humana de una manera devastadora. Sin embargo, raramente usó la palabra pecado. No fue parte normal de su vocabulario como lo fue de sus contemporáneos y primeros cristianos.
El pecado pertenece al vocabulario religioso. La religión está preocupada por el pecado y de igual manera todas las personas religiosas.
El judaísmo en el que Yeshúah nació había investido a ciertos días, lugares, instituciones, comidas y costumbres con sagrado significado. Estos iconos religiosos tuvieron que ser reverenciados y observados de una manera prescrita. Se pensaba que cualquier incumplimiento era un pecado contra Dios incurriendo en deshonra y culpabilidad. Los objetos sagrados también eran importantes para santificar la identidad de Israel de ser el pueblo de Dios. Cualquier inconformidad con los tabúes del grupo era un pecado contra todo el sistema tribal de justicia.
Mucha gente de bajo nivel o marginada en la sociedad de Yeshúah, no podía evitar "pecar" porque eran ignorantes de la Toráh (las reglas religiosas). También si estaban enfermos y desamparados era considerado como una señal de desaprobación de Dios. Estaban atrapados, entonces, en doble culpa.
Las personas más privilegiadas se esforzaron mucho observando el código de la pureza para evitar la deshonra. Esta preocupación con la religión y el pecado, impidió que vieran que tan inhumanos eran. Todo su sistema de valores fue torcido. Como Yeshúah dijo, ellos colaban el mosquito y tragaban camellos (animales "impuros"). Una mancha de aserrín en el ojo de un hermano se juzgaba una mayor ofensa que el leño en su propio ojo. Aunque se preocuparon por las pequeñeces religiosas del pecado, descuidaron los grandes problemas de la existencia humana como la justicia, la igualdad (amar al prójimo como a sí mismo), el perdón y la compasión.
La maldad verdadera, según Yeshúah, no tiene nada que ver con los iconos religiosos ya sean comidas, rituales, vestido, días, lugares o cualquier otra cosa. La maldad tiene que ver con la manera en que tratamos a las personas, nada más y nada menos. El Dios viviente nos ha dado un icono o imagen viviente de él y es el hombre. ¡Nada más importa!
Yeshúah señala este punto en la historia del hombre medio muerto al lado del camino. La parábola pone de cabeza al sistema de valores de la época de Yeshúah.
El sacerdote y el levita representaron las elites religiosas, los reconocidos "buenos" de esa sociedad. Fallaron en hacer lo humano, probablemente porque tenían que mantenerse libres y puros para su servicio a Dios. El samaritano tenía una reputación semejante a una prostituta o a un mafioso. Era el "malo" reconocido en la historia. Aún así tuvo piedad por la víctima herida. Puso su vida en peligro cuando se detuvo a ayudar. Él hizo lo humano.
Yeshúah contó este relato en respuesta a una pregunta sobre como encontrar la vida eterna. El relato nos dice que las afiliaciones religiosas, sistemas de prácticas y creencias realmente no cuentan. Lo único que importa es hacer lo humano.
La situación cristiana
Los cristianos pueden agradecer a Dios de que están libres de las regulaciones religiosas del Antiguo Testamento. Pero hay muchísimos iconos cristianos que toman su lugar.
La religión cristiana esta dividida en numerosas sectas, grandes y pequeñas. Cada grupo tiene su propio icono religioso especial. Puede ser la forma de bautismo, una tradición eucarística (la cena del señor), guardar un cierto día de una manera especial, un esquema apocalíptico, una institución religiosa, una creencia teológica única o una práctica religiosa.
Cada grupo deriva de su icono su razón de ser. Usan su icono para santificar su propia identidad como superior a los demás. El icono es el punto de reunión de su justicia tribal. Y consciente o inconscientemente la jerarquía o poder en el grupo usa el icono para mantener a las personas cautivas dentro de su sistema.
Si alguien en el grupo cuestiona la gloria o importancia suprema de su icono, las puertas del infierno se abren y por todo el lugar habrá huesos rotos y cuerpos muertos. Sería demasiado fácil dar algunos ejemplos de la vida real iglesia tras iglesia, pero sería demasiado duro y penoso, así que lo evitaremos porque ha habido ya demasiado dolor humano en inquisiciones, herejías, purgas, gente quemada, gente ahogada, azotes, rechazos, excomuniones, presiones sociales, marcas, intimidaciones, tropiezos de culpa y cosas parecidas.
¿Pero quién no ha oído hablar de tales cosas que sucedan en una iglesia porque algunos miembros eran críticos, crueles, déspotas, duros de corazón, rencorosos o de cualquier otra manera verdaderamente inhumana? Incluso aún el robo de un banco no perturbaría tanto al grupo como un pecado contra su propio icono. Las autoridades religiosas se conducen como si la integridad del trono de Dios fuera un premio cuando sólo es un trono humano que priva a las personas de la libertad de ser humano.
La religión cristiana ha creado las mismas distorsiones inhumanas que Yeshúah ben Adam exhibió en sus días. Si el pecado está abandonando los iconos religiosos para unir a la raza humana, entonces "pequemos valientemente" como dijo una vez Lutero.
Hay una sola maldad y es el fracaso de ser humano.
"Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos", (Marcos 10:45).
Esto fue lo que Yeshúah ben Adam dijo que era su misión. Es el vivir y morir por el servicio de las personas. Sin embargo no sólo es su propia misión porque la ofrece a todos los que están deseosos de compartir su visión de liberación humana.
Yeshúah no murió por un icono sagrado o idea religiosa. Nunca ha habido una escasez de personas deseosas de morir por la religión. Millones han muerto por defender sus lugares santos. Así como muchos han muerto para conservar sus sagradas prácticas. Han muerto por el sábado. Han perdido sus vidas por causa de la circuncisión. Han dado su vida por ideas religiosas, sobre todo ideas sobre Dios. Pero Yeshúah no murió por ninguna de estas cosas. Él murió solamente por las personas.
La palabra "libertad" en la declaración de la misión de Yeshúah es una simple metáfora de liberación ¡nada más! Al comienzo de su obra pública citó estas palabras del libro de Isaías:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos", (Lucas 4:18).
Ésta fue una tierna e impresionante visión de la liberación humana. Conceptualizó la liberación de culpas, falsas visiones de Dios, torcidos sistemas de valores, hambres, enfermedades, privaciones, esclavitud religiosa y estructuras de poder inhumanas. Se preocupaba por toda la condición humana.
Cuando Yeshúah lanzó esta misión de liberar a las personas de su situación inhumana, el clima político religioso era sumamente volátil y peligroso. Juan Bautista había perdido su cabeza recientemente. Las autoridades religiosas y los romanos estaban listos para actuar a la primera sospecha de disturbio. Yeshúah trabajó juiciosamente y se movió de lugar en lugar para que no llamara la atención.
Juzgado por los cánones de su tiempo, su enseñanza era blasfema y su misión sediciosa. ¿Cómo podía ser que cualquier sistema, aún el menor, de brutalidad inhumana en sus días, tolerara el tipo de liberación humana que él vislumbraba?
Ben Adam no estaba ciego a los riesgos. Trabajó para sembrar tanta semilla cuando pudo antes que la tormenta inevitable cayera sobre su cabeza. Después de un corto periodo de actividad pública las elites del poder conspiraron para apagar su luz.
Siguiendo a un arresto apresurado a la media noche, la más alta corte religiosa en la tierra lo condenó a la muerte por blasfemia. Después conspiraron para ser crucificado por los romanos. Esto sería una desgracia doble. La Toráh judía decía que cualquiera colgado de un árbol era maldito de Dios.
La muerte de ben Adam fue un suceso apresurado y brutal. La crucifixión fue una manera degradante y humillante de morir. Fue el castigo romano para la sedición. Fue también demasiado para el grupo íntimo de Yeshúah. Uno lo traicionó, otro lo repudió y todos tanto lo abandonaron a él como a su causa condenada. Su muerte intempestiva fue una ejecución absurda, injusta. Fue también un escándalo religioso y una desgracia pública.
La comunidad post Pascua difícilmente racionalizó el escándalo de la muerte de Yeshúah ben Adam. En su primera predicación dijeron que fue condenado equivocadamente, pero no dijeron que había algún valor redentor en su violenta muerte. Sus buenas noticias eran su declaración de que Dios revertió el veredicto humano elevando a Yeshúah a su mano derecha.
Posteriormente, sin embargo, los cristianos primitivos intentaron dar algún significado a esta escandalosa crucifixión. Se decía que era el sacrificio de sangre, ofrecido en el altar divino, como una expiación o pago a Dios por los pecados del mundo.
La idea del sacrificio de sangre por el pecado no se desarrolla totalmente en el Nuevo Testamento. Lucas que escribió más del Nuevo Testamento que ningún otro, no lo menciona en absoluto. Sin embargo, la idea se desarrolló durante siglos hasta alcanzar su expresión final en lo que se conoció como la teoría de expiación sustitutoria o penal. *
* Esta teoría de expiación alcanzó su máximo desarrollo en el Calvinismo. Para su crédito, la mayoría de los teólogos católicos se detuvieron a corta distancia de la muy legalista "expiación sustitutoria".
Los hechos históricos básicos de Yeshúah ben Adam son bastante claros. Fue condenado a muerte en una corte judía y ejecutado por los romanos. La sola idea de una expiación por el sacrificio de sangre por algún tipo de disposición divina no es historia, sino una interpretación apocalíptica de la historia. Fue una interpretación religiosa de una tragedia, una interpretación motivada por lo menos en parte por la necesidad de racionalizar un escándalo. En lugar de ver a los hombres comprometidos en un acto de matanza sin sentido, Dios se vio matando a su hijo para pagar por los pecados del mundo. Lo que Dios hizo fue ilustrado por la historia del Antiguo Testamento de Abraham, que mata a su hijo como un tipo de ofrenda de pecado a Dios.
Las raíces de la expiación de sangre
Puesto que la expiación de sangre por los pecados no es evidente en los hechos históricos de un hombre que muere crucificado (algo muy común por aquellos tiempos), surge la pregunta: ¿Cómo surgió la idea de un sacrificio de sangre a Dios? ¿De dónde vino? A algunos les puede satisfacer la idea de que la revelación vino milagrosamente del cielo. Sabemos, sin embargo, que Dios generalmente trabaja por procesos humanos menos espectaculares. Las ideas generalmente no brincan hacia el suelo o caen de repente desde el cielo. Estas evolucionan como la humanidad y la historia humana evolucionan.
Los cristianos primitivos tenían una perspectiva global que compartieron con todos los de su época. Compartieron suposiciones acerca de la manera en que la justicia opera en el universo y que era de común circulación en su época.
1. El pago de la justicia
La práctica del sacrificio de sangre, tanto de humanos como de animales, opera a través de la historia desde las culturas más antiguas. Se ha encontrado por todo el mundo. Incluso ha persistido en lugares como la Polinesia y Filipinas hasta muy recientemente.
Los sacrificios de sangre estuvieron vinculados a antiguas nociones de pago de justicia. Se pensó que el orden y equilibrio del cosmos se mantenían por una justicia que exigía "ojo por ojo y diente por diente". La naturaleza lo exigía. Los dioses del cosmos lo exigían. Si una cabeza la robaba una tribu, una cabeza tenía que serle robada. Si no había ninguna represalia para equilibrar el orden del cosmos, los dioses se enfadaban.
El Antiguo Testamento también aseveró que Dios requería esta misma justicia de "ojo por ojo".
Mucho de la cultura popular de nuestros días comparte esta primitiva idea de que la justicia significa "vengarse", "llevar lo que viene", "lo que va, regresa". La clase de ciencia escolar incluso demostró que esto es natural: "Cada acción trae una reacción opuesta e igual". Así también la sabiduría popular dice: "cosechamos lo que sembramos", "obtenemos de la vida exactamente lo que damos", "en algún momento todos conseguimos lo que merecemos", "no hay nada gratis en esta vida", "tarde o temprano tendremos que pagar".
2. Sufrimiento y muerte es el pago de la justicia
Ya sea que fueran los dioses o espíritus o el Dios del Antiguo Testamento, todos eran vistos como los imponedores del pago por justicia. Ellos se "vengaron" castigando el pecado humano con calamidades, enfermedades, hambres, sufrimientos y muerte.
El mundo antiguo del oriente cercano nuclear, tenía sus mitos de la creación. Dichos mitos se reciclaron una y otra vez de país en país, milenios antes de que los hebreos incluso pudieran leerlos en las escrituras babilónicas o copiarlos (modificándolos, por supuesto) en su propia literatura. La substancia de todos los mitos de la creación fue la misma: por un delito menor, el primer hombre y mujer fueron expulsados de un ambiente perfecto (el jardín de la inocencia) y el castigo, aun después, ha sido el sufrimiento y muerte de toda la raza humana.
El mundo antiguo también tenía sus mitos del diluvio. La versión babilónica dice que los dioses ahogaron al mundo en un diluvio, porque las personas acá abajo les molestaban con demasiado ruido. Cuando los hebreos reciclaron este mito dijeron que su muy moral Dios ahogó al mundo como castigo por el pecado.
Con regularidad monótona, sobre todo en la versión de Esdras de la historia llamada Crónicas, el Antiguo Testamento muestra que las calamidades, hambres, cautividad, sufrimiento y muerte eran la manera en que Dios castiga el pecado. Siempre que Israel pecaba, ocurría un desastre. Cuando Israel obedecía la voz de Dios, las personas prosperaban.
Llegó a ser muy fácil concluir que la salud, prosperidad y poder eran el premio de Dios por la justicia mientras que la enfermedad, pobreza y sufrimiento eran evidencia del descontento de Dios. Aunque el libro de Job desafió esta imperante idea del pago de la justicia, esta dominó en su cultura. Existió en el tiempo de Yeshúah ben Adam. Cuando una torre caía sobre las personas o los mataban durante una escaramuza, generalmente se creía que alguien había hecho algo para que merecieran esta manifestación del pago de justicia. Si alguna persona era indigente, estaba enferma, ciega o leprosa, también se veía como el pago a Dios de la justicia, ya sea por lo ellos o sus antepasados hicieron.
El concepto de pago por la justicia no es tan palpable en nuestra moderna sociedad pero aun está ahí, sobre todo en el sistema carcelario donde las personas "pagan por sus crímenes". Cuándo la desgracia ocurre, la víctima pregunta: "¿por qué yo?, ¿qué hice para merecer esto?" O existe la idea popular de lo que "va, regresa". Dios o el destino mantiene la balanza del universo en equilibrio, y mira por que todos consigan exactamente lo que merecen. "Cada acción trae una reacción opuesta e igual".
3. El infierno, el pago final.
Los antiguos griegos y romanos creyeron que los dioses conseguirían su total y final venganza (pago) en el castigo final del Infierno. Cualquier sufrimiento en esta vida era sólo un pago inicial. Si había anomalías en esta vida, como un próspero hombre perverso, las cuentas serían liquidadas al momento del pago final.
Los antiguos griegos y romanos estaban familiarizados con volcanes que erupcionaban fuego y lava fluyendo desde las entrañas de la tierra. En sus mitos, el cielo era la morada de los dioses, mientras que la caldera hirviendo bajo la tierra era el lugar donde los dioses enviarían a aquéllos que les desagradaran. Cuando Cortés y sus españoles católicos llegaron al México azteca, encontraron una civilización que tenía nueve niveles de infierno para el sufrimiento de las almas. El infierno y el pago por la justicia, fueron tan primordiales para la perspectiva global en los días de Yeshúah ben Adam como la perspectiva global post Copérnica es primordial para nosotros.
La única manera de sobrevivir en un universo de pago por la justicia fue mediante la ofrenda de los sacrificios de sangre a los dioses o espíritus del cosmos. La idea de ofrecer sacrificios humanos opera desde las culturas más antiguas. Los sangrientos sacrificios humanos han persistido hasta tiempos muy recientes en la Polinesia, Filipinas, Irian, Jirya y otros lugares.
Joseph Campbell, una autoridad en mitos, da cuenta de la práctica de sacrificar bebes, niños, prisioneros, esclavos y a veces incluso reyes y nobles. La práctica existió en muchas culturas por todo el mundo. Parecía que los dioses tenían un apetito insaciable por niños chillones o adultos aterrados por ser alimento vivo en fosas ardientes, o desmembrados en altares, o cortados en pedazos mientras aun estaban vivos y retorciéndose en un tormento inefable. La expiación, pago por el pecado, era necesaria como propiciación a los dioses y para restaurar el equilibrio del cosmos. Cualquier deuda seria a los dioses tenía que ser pagada en sangre.
Las culturas más humanas como los hebreos sustituyeron los sacrificios animales por los humanos, pero el Antiguo Testamento registra que aun los hebreos de vez en vez revertían a los sacrificios humanos. Había voces iluminadas como las de los profetas que despreciaban los rituales sacrificatorios, pero el culto a los sacrificios de sangre permanecieron firmemente atrincherados en la imaginación. Una historia del Antiguo Testamento ilustra lúcidamente la expiación a través del sacrificio humano:
"Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas... Dijo, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción os daré, para que bendigáis la heredad de Jehová? Y los gabaonitas le respondieron: No tenemos nosotros querella sobre plata ni sobre oro con Saúl y con su casa; ni queremos que muera hombre de Israel... dénsenos siete varones de sus hijos, para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehová. Y el rey dijo: Yo los daré... Y Dios fue propicio a la tierra después de esto" (2 Samuel 21: 1-6,14).
En una serie de cantos sobre "un siervo sufrido", un poeta del Antiguo Testamento describe los pecados de la nación siendo pagados por su destierro en Babilonia (Isaías 42 a 53). La muy imaginativa e incluso inspiradora poesía que celebra el retorno de la nación de su destierro, no tenía la intención de interpretarse literalmente. Sin embargo, aproximadamente trescientos años después algunos judíos que sufrieron persecuciones horribles de manos de un rey sirio, Antíoco Epífanes, empezaron a interpretar el canto del siervo sufrido literalmente. Como los mártires Macabeos torturados por su lealtad al judaísmo, oraron por que Dios aceptara sus sufrimientos como pago de los pecados de su pueblo para que las calamidades nacionales cesaran. Fuera de la violenta guerra con la tirana Siria, allí empezó la tradición de que la sangre de un santo mártir podría expiar los pecados de la nación. La idea allí estaba esperando a ser usada por los cristianos primitivos que estaban ansiosos por explicar el significado de la muerte de Cristo.
En cuanto a las religiones de Babilonia, Egipto, Grecia y en muchas religiones paganas más, ellos agregaron a la idea del sacrificio humano otros mitos acerca de dioses encarnados sufriendo, muriendo y reviviendo. En Egipto había el mito del
Osiris asesinado y resucitado; en Babilonia, Tammuz; en Siria, Adonis; en Persia, Mitra; y en Grecia una plétora entera de ellos, Hércules, Atis, Sandon, Dionsio, sólo por nombrar algunos, "Los cuales proporcionaron modelos a los cristianos primitivos para sus representaciones de Cristo". (Joseph Campbell, Mitos por qué vivir, pág. 10).
"El suceso mitológico recurrente de la muerte y resurrección de un dios, ha sido por milenios el misterio central de todas las grandes religiones del cercano oriente nuclear", (Campbell, La mitología occidental, p. 334).
¡Pago por la justicia! ¡Pago por el pecado mediante el sacrificio de sangre! ¡Un santo mártir que paga por los pecados de las naciones! ¡Dioses encarnados que mueren por los pecados humanos! Allí estaba todo en la cultura del primer siglo. Formaba parte de la perspectiva global en aquella época. Esas ideas, para usar una expresión de Campbell, eran como "los filamentos flotantes del mito suspendidos en el aire". Cuando los cristianos primitivos los recogieron para explicar el significado de la muerte de Cristo, tuvo sentido para las personas de esa cultura así como todavía tiene sentido para un nativo en Nueva Guinea que vive en un mundo de pago por la justicia exigida por los espíritus. Y todavía puede hacer mucho sentido para las personas cristianas encerradas en una perspectiva global con la ley al centro exigiendo una justicia de pago.
Este escritor sabe lo que es cantar desde el corazón canciones como La roca de las edades:
Dejen que el agua y la sangre que fluye de vuesto lado lacerado, sea del pecado la doble cura, lávame de su culpa y poder.
Confiar en las flagelaciones de Cristo como remedio para la culpa es mejor que probar tratarla con auto flagelaciones o teniendo una mala conciencia que como Shakespeare dijo: "nos hace a todos cobardes". Pero hay otra manera. Es tan radicalmente diferente que es como vivir en otro universo, que de hecho lo es. Es la perspectiva global de Yeshúah ben Adam. Ahora debemos ir a esto.
Ningún pago por la justicia
"Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", (Mateo 5:38-48).
En estos proverbios, Yeshúah no se entrega en algún moralismo superficial. En estas palabras, apoyadas por acciones y parábolas que conecta todos los cánones aceptados de justicia en su cabeza, ben Adam se determina a sí mismo derrumbar el orden mundial entero que tiene el pago por justicia, represalia, venganza, revancha y expiación de sangre en su corazón.
Ben Adam se mantuvo en la tradición de los profetas del Antiguo Testamento que repudiaron los sacrificios de sangre. Ellos demandaron compasión humana y justicia social. Igual lo hizo Yeshúah, pero él fue al corazón del asunto poniendo de lado el concepto entero de la expiación. No practicarán el pago por la justicia, dice Yeshúah, porque Dios no practica ese tipo de justicia. Él derramó sus dones en justos e injustos de igual manera. No lleva ninguna cuenta de equivocaciones, no guarda ningún rencor y no salda sus cuentas devolviendo mal por mal. No guarda una lista negra con nuestras deudas y no espera reembolso por su escandalosa generosidad al que menos lo merece. Como el padre del hijo pródigo, él renuncia a preocuparse por su propio honor. Elimina toda precaución sobre su buena reputación porque se mueve totalmente por el amor, un corazón perdonador y una generosidad intempestiva que echa por suelo todos los cánones conocidos de justicia.
Todos en los días de Yeshúah vivieron en un universo tamaño caja de fósforos con respecto a espacio y tiempo. Pero desafió el orden moral del mismo tamaño de su época, un mundo donde las dan las toman, y un Dios cobrador tacaño o usurero celestial que insistió en tener su pago.
Si usted se comporta como Dios, dice Yeshúah, amará auténticamente y ayudará aquéllos que intentan dañarlo. Incluso pensar en un pago por la justicia, perdonará gratuitamente. No debe haber ningún límite de cuántas veces debe perdonar, ni límite sobre el tamaño de la deuda a perdonar.
Además, no debe esperar hasta que su deudor se arrepienta de su equivocación y pida perdón, sino desde su corazón debe perdonarlo incluso mientras estalle ante usted.
Yeshúah lo hizo en su agonía mortal cuando en su último hálito pidió a Dios que perdonara a sus desalmados torturadores.
También lo hizo cuando dio la bienvenida a cobradores de impuesto ímprobos, prostitutas y poderosos en su mesa. Tal aceptación movió a un endurecido sinvergüenza nombrado Zaqueo que abiertamente anunció que cambiaría su mal camino.
No hay nada en todo el carácter y enseñanza de Yeshúah ben Adam que dé apoyo a una perspectiva global, sobre todo la cristiana, que contenga una expiación (pago por la justicia) como parte central. El hombre fue un gigante, un coloso en el panorama de la historia. Tuvo una nueva visión de la humanidad, una nueva visión de Dios y una perspectiva global totalmente nueva. La expiación o el pago por la justicia no tenían ningún lugar en su visión de relaciones interpersonales, ya sea si dichas relaciones son entre un grupo humano y otro o entre un grupo humano y Dios.
La cristiana cámara de horrores
El contorno estructural del "evangelio" cristiano realmente es muy simple. Es una historia en tres partes: la caída, el infierno y la cruz. La caída habla de la caída del ser humano en un estado pecador que es compartido por todos. El infierno nos habla sobre el castigo final por el pecado. La cruz ("las buenas noticias") nos habla acerca de Cristo pagando el castigo por el pecado para que no lo paguemos nosotros.
A pesar de las distintas maneras en que esta historia de tres partes es contada o aplicada, el contorno esencial es el mismo si es dicho por un catecismo católico o por un folleto del Campus de la Cruzada por Cristo. En cualquier caso es totalmente incompatible con la vida y enseñanza de Yeshúah ben Adam.
1. La caída.
Cuando los hebreos reciclaron el antiguo mito babilónico de la creación y caída de hombre, hicieron algunas mejoras considerables a la historia. La versión hebrea incluyó algunas de las grandes visiones hebreas.
Primero, incluyó su herencia monoteísta. Segundo, no confundió la distinción entre su Dios y su creación. Tercero, su Dios no actuó caprichosamente en sus tratos con el hombre, sino en una justicia moral estricta acorde a su ley.
Muchos cuyas tradiciones religiosas están arraigadas en la historia del Antiguo Testamento admitirán que la historia es un mito que ni es literalmente verídico ni acorde a la realidad científica. Ellos señalan que el propósito real del mito es personificar importantes verdades acerca de Dios y del hombre. De buena gana estamos de acuerdo en que los mitos han sido vehículos indispensables para llevar verdades importantes. Incluso estaríamos de acuerdo de que el mito de la creación y caída sirvió como un propósito útil para dar sentido a su origen, profesión y destino a las personas. Pero también necesitamos confrontar las serias falacias transmitidas en esta muy fundacional historia.
En primer lugar, es totalmente erróneo sugerir que cualquier pecado humano (mucho menos un delito menor) trajo la ruptura y muerte a este mundo. Millones de años antes de que cualquier hombre recorriera esta tierra allí habían agitaciones, destrucción de especies al por mayor y demasiada muerte continua en el mundo suficiente para hacer ríos de combustible fósil.
En segundo lugar, si Dios es el autor de la vida también es el autor de la muerte. No podría haber ningún desarrollo ni avance de cualquier especie sin la muerte. Asumir en la humanidad la responsabilidad de causar la muerte no sólo es una carga espantosa, sino dañina y falsa.
El peor aspecto de la historia, sin embargo, es que transmite un concepto de pago por justicia retributiva tan horrendo que incluso desafía los rudimentos del buen sentido. Por un delito menor el hombre y la mujer perdieron el paraíso para sí y para la raza humana entera. El castigo fue sufrimiento y muerte no sólo para ellos sino para billones de personas milenio tras milenio.
Mi bisabuelo fue puesto en una nave con convictos en Inglaterra y transportado a las regiones más bajas de la tierra (la colonia penal de Australia), por un pequeño error. Estaba recogiendo hierbas a lo largo de la ribera del río para su viuda madre cuando desvió su camino hacia la propiedad de un Señor inglés. Tenía sólo diecisiete años, más nunca vio de nuevo a su madre o familia. Ésa era la justicia británica en aquellos viejos y malos días, un tipo de retribución que ultraja todo sentido de justicia y sensibilidad humana. Sin embargo, el castigo impartido en las cortes británicas son como un capricho inocente comparado con el horrendo decreto de Dios: "una huelga y están fuera". Este es el pago de la justicia cuyo horror desafía toda la imaginación. Sin embargo, la absoluta locura de todo ello se pone peor. ¡Mucho peor!
2. El infierno.
Según este reciclado mito pagano, la paga por la justicia apenas había comenzado con toda la miseria, sufrimiento y muerte temporal de este mundo. El castigo pleno de la caída humana, cuya culpa descansa en todos, se dice que es la condenación en el infierno. En la ortodoxia cristiana, el infierno es un lugar de castigo interminable, de tormentos indecibles, interminables.
Con el infierno, el pago por la justicia de Dios toma proporciones infinitas. Se dice que el pecado es una ofensa contra una majestad infinita que merece castigo infinito. Así que Dios pasa la eternidad vengándose, cobrándole a la gente por ofenderlo.
Bueno, aquí paramos, ya se ha dicho bastante, porque la doctrina cristiana acerca del infierno es una desgracia absoluta. A la iglesia se le tiene que cobrar por contaminar al mundo con sadismo y pornografía religiosa. Ninguna mente humana debe dejarse distraer por tan enfermas imágenes inhumanas cuya personificación ha causado a muchos desfallecer, enloquecer, vivir en el terror, obedecer constricciones religiosas con temor, o rechazar creer totalmente en Dios. Millones se han vuelto ateos en lugar de creer en fábulas que insultan todo el sentido de la decencia humana.
Afortunadamente, no todos los cristianos han creído o continúan creyendo en este tipo de ortodoxia cristiana. Una conciencia humana avivada lleva a cada vez más clérigos y teólogos a reinterpretar el infierno de una manera más humana o abandonar la idea completamente. Después de todo es un antiguo mito pagano que se ha usado en la religión cristiana para justificar el pago por la justicia a un nivel infinito de absurdo infinito.
En la teología cristiana la cruz y el infierno son las dos caras o las dos fases de una realidad. El credo de los apóstoles dice que Cristo descendió al infierno. Él cargó en sí mismo la ira de Dios contra el pecado, los sufrimientos infinitos en el infierno, para salvarnos de ese castigo. Por su amor, se dice que Dios ha dado en sacrificio sangriento a su propio hijo para hacer expiación (pago, compensación, retribución) por los pecados humanos. También se decía que Cristo sería uno con el Padre al ser la víctima sangrienta de la expiación. El acuerdo, se dice, sería negociable. Cristo, el inocente, fue tratado como nosotros lo merecíamos y nosotros, los culpables, fuimos tratados como él lo merece. Dios le traspasó los pecados del mundo y lo castigó como si fuera todos los pecadores. *
* Se dice que la naturaleza humana de Cristo fue sustentada por su naturaleza divina, para soportar un castigo infinito haciendo posible una expiación aceptable por los pecados del mundo.
Si se preguntara: "¿Por qué era necesaria esta expiación?" la respuesta es que Dios no podía perdonar el pecado a menos que satisficiera su ley o principio de justicia retributiva. Anselmo dijo que la indemnización o la compensación adecuada tenían que ser hechas por el afrentado honor de Dios debido al pecado del hombre.
La verdadera razón por la que Dios ofreció el sacrificio sangriento de su hijo y de que Cristo se ofreciera como la víctima es, por consiguiente, no salvar a las personas sino justificar la administración divina, para satisfacer la justicia de Dios, para honrar y glorificar a Dios, etc. Charles Hodge, el sistemático teólogo calvinista, va incluso más allá. Puesto que Dios es el Movedor inamovible que no puede ser influenciado por nada fuera de él, dice Hodge, cuando ama o es misericordioso hacia nosotros sólo se ama y es misericordioso para sí mismo. Así que el asunto principal es que Cristo no murió principalmente por las personas como lo hizo Yeshúah ben Adam, sino que murió por el principio de la ley y el pago por la justicia.
Si Dios no puede perdonarnos a menos que Cristo pague nuestra deuda, entonces realmente no perdona en absoluto. Si una deuda ha sido pagada, entonces no hay nada que perdonar. Por consiguiente, la expiación y el perdón son exclusivos mutuamente.
El rasgo mitigante de esta teología de verdugo son las declaraciones que dicen que Dios nos amó y dio a su hijo para pagar nuestra multa. Es bueno que la mayoría de las personas nunca lean las declaraciones de los teólogos que podrían destruir fácilmente las alusiones acerca del amor de Dios que es altruista. Muchos que todavía viven con una perspectiva general legalista o con un universo de pago por la justicia en su corazón, encuentran apoyo y confort en Dios que ofrece a su hijo como expiación. Afortunadamente nunca se han expuesto a visiones "buenas" y divinas como la teología sistemática de Augustus Strong quién dice que la justicia, en lugar del amor, es el atributo principal de Dios.
Resumen
La caída, el infierno y la expiación por el sacrificio de sangre son la estructura que delinea la religión cristiana ya sea católica o protestante.
Cada uno de estos tres elementos es un mito pagano reciclado.
Cada uno tiene como parte central el pago por la justicia.
Juntas las partes forman una estructura. La caída es el principio de la historia. La historia tiene un infierno con fin. Enmedio está la expiación por medio del sacrificio de sangre. De inicio a fin, es una cámara de horror. Es totalmente incompatible con la vida y enseñanzas de Yeshúah ben Adam.
Como hemos visto, ben Adam echó abajo totalmente la perspectiva general de su época. Quitó el pago por la justicia en su visión de una nueva sociedad humana. Tampoco la había en su visión de Dios. Su enseñanza fue como el nuevo vino que, dijo, no debía ponerse en odres viejos.
Sin embargo, eso es exactamente lo que pasó. La iglesia puso el nuevo vino de admirable generosidad y amor en odres viejos de mitos paganos y pago por la justicia.
Continuará...
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Duranbah Road, por Robert D. Brinsmead
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2487 Australia.