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    La historia de la controversia religiosa  

    Capítulo 2

  El origen de la religión  

  (Traducción al castellano por Sergio Docal)  

   

            ¿Ha sido revelada la religión?

            Modernas teorías sobre su origen

            Las verdaderas raíces de la religión

            Cómo se hicieron los Dioses

            El ascenso del sacerdocio

            La sicología de la religión

     

¿Ha sido revelada la religión?  

Hace dieciséis siglos hubo un simplón "padre de la iglesia", Firmicus Maternus por nombre, que escribió un libro titulado "Los errores de las religiones profanas". Es el libro más valioso jamás escrito por un estúpido. Los modernos sabios tienen gran dificultad en aprender las verdaderas doctrinas y prácticas de las religiones del mundo romano durante pocos de los primeros siglos de la era cristiana. Fueron suprimidas por ley cuando el cristianismo quedó establecido, y los escritores cristianos, por buenas razones, no nos dicen mucho sobre ellas. Pero Firmicus no era diplomático. Se sentó a escribir todo lo que sabía acerca de las religiones paganas, y sacamos información muy valiosa de sus páginas.  

Firmicus estaba muy perturbado, y si ciertas partes de su libro se tradujesen y publicasen, muchos simples cristianos también se perturbarían. Él encontró que muchas de esas religiones paganas del mundo romano tenían salvadores y redentores. Aprendió que todos los años se celebraba el nacimiento de estos dioses, a menudo en medio invierno, y que todos los años, frecuentemente alrededor de la fecha de nuestra Pascua Florida, se celebraban la muerte y la resurrección de los dioses. Descubrió que en algunas de esas religiones se usaban pan y vino en el altar, y que velas, incienso y agua bendita eran parte de los ritos.  

El infeliz Firmicus llegó a la conclusión de que el Diablo había revelado o inspirado tales cosas a las naciones paganas antes del nacimiento de Cristo, a fin de arruinar el éxito de la iglesia cristiana cuando se fundara. "¡El Diablo tiene sus cristos!", exclamó.  

Lo que todo esto realmente significaba lo veremos más tarde. Es parte del estudio de la evolución. Los credos y leyendas y ritos han evolucionado exactamente como han evolucionado las estrellas y las flores. Pero hasta que se hizo ese maravilloso descubrimiento de la evolución a mediados del siglo diecinueve, la obra de la creación había estado dividida entre Dios y el Diablo. Todas las cosas buenas, especialmente toda la verdadera religión, había venido de Dios. Todo lo malo, especialmente las falsas creencias, habían venido del Diablo. El ser humano por sí mismo era un infeliz maniquí, incapaz de hacer mucho, ni bueno ni malo.  

Ahora tenemos una ciencia de religión, así exactamente como tenemos una ciencia de rocas y átomos, de cuerpos y mentes. La idea común de que la ciencia se encarga de las cosas materiales y la religión de las espirituales está muy descarriada. Una de las más conocidas ciencias en los Estados Unidos es la de la mente, la sicología. ¿Es la mente una cosa material? Tenemos entonces una ciencia de la estética (o del sentido de la belleza), una ciencia de ética (o del sentido de la moral), una ciencia de la sociología, y así sucesivamente. Ciencia significa simplemente el estudio crítico y certero de todo lo que existe. La religión es un sujeto fascinante para el estudio científico, y ahora tenemos veintenas de sabios expertos entregados al estudio del origen y desarrollo de la religión.  

La religión ha desempeñado por largo tiempo, sin duda durante decenas de millares de años, un papel tan importante en la vida humana, que es un asunto de lo más apropiado para el estudio científico. ¡Qué drama, qué epopeya, parecerá al estudiante de épocas futuras si, como yo creo, la humanidad está ahora abandonando toda religión como resultado de su progreso! Vemos las tribus salvajes que nos presentan hoy un cuadro vívido de lo que todos fuimos hace pocos millares de años. La religión los domina y absorbe más hasta que la sensualidad. Todas sus esperanzas y todos sus temores están concentrados en el rústico templo y el sacerdote nativo. El hombre se civiliza, y de todas las grandes ciudades que ha construido poco queda hoy fuera de las ruinas de sus templos. Son los templos de Egipto, los templos túmulos de Babilonia, el Partenón de Atenas, lo que vamos a contemplar. Las catedrales de la edad media sobreviven en todo su esplendor mientras que los hogares de los que las construyeron se deshicieron en polvo hace siglos. ¡El hombre ha hecho tanto por los dioses y tan poco por sí mismo! Ahora la iglesia está perdida en la selva de concreto de nuestras grandes ciudades, y mañana... ¿pasará para siempre la idea que tan estupendamente hubo de llenar el corazón y la vida del hombre durante milenios?  

Esto es muchísimo más digno de estudio que las rimas de un poeta o los huesos de un murciélago. Es de particular importancia estudiarlo al iniciar un estudio de la religión, por dos motivos. El primero, que la mayoría de los escritores sobre la ciencia de la religión, o de la religión comparada, son demasiado tímidos. ¡Siempre parecen estar ofreciendo excusas al mundo por aplicar el espíritu científico a algo tan sacrosanto como la religión! "Por favor entienda", dicen a cada oración, "que no estamos emitiendo opiniones sobre la verdad o el valor de las creencias religiosas".  

El lector, que decida a su gusto. Yo voy a reunir todos los datos disponibles para arrojar luz sobre el origen y temprano desarrollo de la religión. Pero me parece ridículo decir que esto no tendrá nada que ver con la verdad de la religión. Si descubrimos cómo fue que el hombre por primera vez empezó a creer en un alma, en un mundo de espíritus, y en una jerarquía de dioses en el mundo espiritual, hacemos un descubrimiento de importancia práctica. ...    

¿Pero cómo vamos a poder dar información positiva sobre el origen de la religión si, como enseña la evolución, ella brotó en las mentes humanas hace decenas de miles de años? ¿Cómo podremos decir que la religión no fue revelada, sino que creció de un pequeño germen de emoción y conjeturas en la neblinosa mente del hombre primitivo?  

El oponente religioso de la ciencia y la evolución es capaz de desdeñar las declaraciones de los científicos, porque conocen sólo las conclusiones, no los métodos, de los científicos. Esa actitud, de todos modos, está muy mal fundada. Los escritores fundamentalistas que creen ridiculizar a la ciencia, están realmente haciéndose ridículos a sí mismos. ¿Qué? ¿Los hombres que nos han dado el vapor y la electricidad, cuyas labores son la base de toda nuestra química y nuestra textilería, que han medido el universo y doblado la duración media de la vida humana, objeto de la burla de un puñado de panfletistas y predicadores escasamente educados y con muy ordinarias facultades mentales? ¿Es eso probable? ¿No es más probable que sean mal comprendidos y mal representados?  

El escritor de ese tipo de literatura generalmente contesta que reconoce todo lo que debemos a la ciencia en el "lado material". Ahí, dice, la ciencia trata de hechos. Lo que él pone en ridículo es el científico que se sale de los hechos y amontona conjetura sobre conjetura acerca de cosas no materiales, acerca de religión, por ejemplo.  

Ahora bien, cuando un científico dice que cree o que no cree en Dios o en Cristo, esta objeción es válida. Está saliéndose del terreno científico. Pero cuando trata de evolución, o de la naturaleza de la ley moral, o del desenvolvimiento de la religión, está tratando de hechos, y sus métodos son los mismos que cuando mide las distancias al sol y a los planetas. Primero reúne los hechos y después los interpreta. Si la ciencia solamente coleccionara hechos, todavía estaríamos esperando por las maravillas de la química, la medicina y la cirugía, los utensilios eléctricos, los medios de transporte, y el millón de comodidades de los tiempos modernos.  

El origen de la religión es un buen ejemplo. Las primeras vagas ideas o sentimientos religiosos entraron en la mente humana hace milenios. Ahora bien, cosas que han sucedido hace milenios, son aptas para dejar huellas, y podemos descubrir algunas de ellas. Como todo el mundo sabe, el hombre prehistórico dejó tras sí millones de sus herramientas de pedernal, y éstas nos dan una medida de su inteligencia. Inmediatamente puede uno ver que es muy posible adquirir conocimiento positivo hasta sobre el estado de la mente hace cinco mil o cien mil años.  

Pero no encontramos rastro de religión en nada de lo que el hombre primitivo nos ha dejado. Hace unos veinte mil años, el hombre empezó a tallar figuras en marfil y en piedra, y algunas puede que sean de naturaleza religiosa. De cualquier modo, enterraban a sus muertos, y a veces les ponían sus utensilios y adornos de conchas próximos al cuerpo, una clara prueba de que creían que el fallecido había ido al "feliz coto de cacería". Pero eso no es el comienzo de la religión. Debemos probar de otra manera.  

La evolución no significa en lo más mínimo que toda criatura viviente evoluciona continuamente. Solamente cuando sus condiciones de vida cambian, los animales o las plantas necesitan cambiar. Así pasa también con los seres humanos. Ponga una raza humana en una isla como Australia, no permita la entrada a competidores superiores, y no tendrá motivo para progresar. No hay estímulo para avanzar. Y desde el comienzo de la historia la raza humana ha ido lanzando esas ramas laterales a regiones aisladas. Allí han permanecido generalmente sin progresar, y cuando las encontramos hoy, aprendemos cómo era la raza cuando se separó esa rama diez mil, cincuenta mil o cien mil años antes.  

Esta forma de adquirir información será importante en más de uno de estos capítulos, y la explicaré mejor con el ejemplo de la población de América.  En general, antes de la llegada de los españoles, la población era de pieles rojas (o amerindios). Pero había excepciones, como los muy primitivos yaganes de Tierra del Fuego, y ciertas tribus de las selvas del Brasil.  

Así, pues, hubo dos olas de inmigración, una anterior y otra posterior, de Asia a América. Los indios, con sus armas superiores, empujaron a la cruda población primitiva hacia el sur, o hacia las selvas, de la misma forma en que los que llegaron de Europa habían desplazado a los indios. Los primeros invasores eran parte de la familia humana de hace decenas de miles de años, poniéndolo moderadamente, y nos muestran cómo era el hombre primitivo, cómo pensaba y cómo actuaba. Los indios nos muestran al hombre de tiempos muy posteriores. Los europeos muestran una etapa todavía más adelantada.  

La evolución ha echado así una luz, por vez primera, sobre lo que llamamos razas salvajes y su gran variedad de grados de cultura. Las estamos estudiando por todo el mundo y disponiéndolas por orden de cultura e inteligencia. Cuando ascendemos por ese orden, desde el inferior al superior, vemos casi la historia completa del desarrollo de las ideas y las instituciones humanas. Ello nos permite estudiar la evolución de las ideas morales, religiosas y políticas, exactamente en la forma en que vemos el desarrollo de sus armas, desde la primera piedra al bronce, al hierro, al arte, a la vestimenta, viviendas, etc.  

Así es cómo encontramos una base firme y positiva para el estudio del origen de la religión. Lo que el salvaje está pensando hoy (teniendo el cuidado de separar lo que ha aprendido con el contacto con los blancos), la especie humana entera pensaba hace mucho tiempo. Lo que los más primitivos salvajes piensan hoy es lo que toda la raza humana pensaba en su infancia. Veamos qué luz lanza esto sobre el origen de la religión. Empezó por algo totalmente distinto a una revelación.    

Modernas teorías sobre su origen  

El método que hemos descrito es evidentemente muy prometedor e interesante. Por ejemplo, si usted quiere saber cómo se rasuraban los hombres antes de que hubiese afeitadoras de seguridad, cómo escribían antes de tener papel y estilográficas, cómo araban antes de que las modernas máquinas de acero fuesen inventadas, debe seguir el mismo método. Yo he visto búlgaros arando con un cuerno de vaca al extremo de un palo y (los que sabían escribir) usando una pluma de ave y un cuerno por tintero. Lo mismo con sus medios de alumbrado. Entonces va usted al África y encuentra un nivel aún más temprano. Después querrá ir a Australia, donde los hombres ni escriben, ni se afeitan, ni aran la tierra. Allí encontrará cuchillos de piedra, y escudos contra el viento en lugar de casas. Pero hay un nivel todavía inferior en Tierra del Fuego, en Ceilán y en las Filipinas.  

Al estudiar el desarrollo de ideas religiosas, uno debe tener sumo cuidado en comenzar por el más bajo nivel humano. Oh, sí, dice el crítico, conozco ese "procedimiento científico". ¡Usted busca las tribus con las ideas religiosas más crudas, y entonces dice que ése es el nivel más bajo, porque sus ideas son tan crudas, y entonces Ud. afirmará que la religión empieza crudamente, porque Ud. encontró el nivel más bajo!  

Eso es precisamente lo que no hacemos nosotros. Al hacer mi estudio del origen de las ideas religiosas, que he investigado personalmente y acerca de lo cual he escrito un extenso libro ("The Growth of Religion," 1918), consulté con uno de los principales etnólogos de Europa, mi amigo el profesor Huddon, acerca de cuáles son los pueblos más subdesarrollados de hoy. El resultado se verá después.  

Pero los escritores a veces hacen conjeturas sobre el origen de la religión sin seguir este procedimiento estricto, o sin comenzar por el nivel más bajo. Como consecuencia de ello, tenemos diversas teorías sobre el origen de la religión. La mayoría de ellas tienen ahora solamente un interés histórico, pero es bueno relatarlos brevemente.  

¿Qué es religión? ¿Cuál es el significado exacto de la palabra "religión"?  

Es más difícil contestar estas preguntas que decir en qué forma surgió la religión hace milenios. Empezando por la palabra misma, pertenece a una edad tempranísima del lenguaje latino, y hasta los escritores romanos de los períodos civilizados han perdido el significado de la palabra. Muy a menudo se dice que viene de "ligare" o "religare", y por tanto se alega que significa "que liga al hombre con los dioses". Pero en ese caso la palabra sería "religación", no "religión", y debemos seguir probando. Parece estar relacionada con la palabra latina por "escoger" o "seleccionar", pero lo que realmente significaba para el primero que la usó, no lo sabemos decir.  

Sabemos bien lo que queremos decir hoy con ella, pero el problema es que no todos queremos con ella decir la misma cosa. Hay tanta gente en estos días que quiere conservar la palabra "religión" aunque no creen en Dios, que toda clase de nuevas definiciones son válidas. El Profesor Leubas da cincuenta definiciones diferentes en su "Psychological Study of Religion" (Estudio psicológico de la religión"). H.G. Wells, queriendo escribir un capítulo sobre mí en su obra "God, the Invisible King (Dios, el rey invisible), me escribió: "¿Cuál es su religión, McCabe? o más bien, ¿cuál es su religiosidad? Todo hombre tiene una religiosidad". Le contesté que yo no. Me parece que la palabra religión debe siempre significar "La creencia en dioses y su adoración" (o según el giro idiomático de la lengua inglesa "La creencia en, y la adoración de, dioses"). Sin embargo, mucha gente ahora quiere usar la palabra con mucho del sentido de "idealismo", o reverencia por cualesquiera elevados ideales.  

Aquí uso la palabra en su acepción común: la creencia en Dios y en la inmortalidad, y las prácticas inspiradas por esa creencia. ¡Me alegro de estar de acuerdo una vez con mi amigo fundamentalista! Ciertamente, todo lector debe saber que en su origen y etapas primeras, sobre los cuales escribo, la religión no era lo que es para el idealista refinado moderno.  

Había profusión de escépticos, y había evolucionistas, en Grecia y Roma antiguas, y al parecer deben haber meditado sobre la manera en que el hombre vino a creer en dioses. El poeta romano Lucrecio nos dice quizás el sentimiento general cuando dice: "El temor fue lo primero que hizo dioses en la tierra". Él debe haberse imaginado al salvaje prehistórico encogido de terror por el estallido del trueno, el rugido de la tormenta, el fuego del volcán, el caos de un océano enfurecido, y hasta la ferocidad del cocodrilo o del tigre.  

En el siglo diecinueve, cuando la evolución volvió a ser un pensamiento vivo, muchas conjeturas fueron publicadas sobre el origen de la religión. Mucho se debatió en un tiempo la teoría del gran experto en lenguas, Max Muller, de que la religión era debida a una especie de "enfermedad" o decadencia del lenguaje. Los primitivos hindúes, dijo, hablaban mucho en sus poemas sobre el sol y la luna, el fuego y el agua, etc. Los consideraban solamente elementos de la naturaleza, pero posteriormente los hindúes equivocaron el significado de los padres. Tomaron estos conspicuos elementos de la naturaleza por deidades, y los adoraron. Esta teoría descansa sobre una base muy estrecha, y actualmente nadie la profesa.  

A continuación, Herbert Spencer, el gran filósofo evolucionista, publicó una teoría sobre el origen de la religión. Empezó, dijo, con la creencia de que la sombra de uno sobrevive la muerte del cuerpo, y como un jefe continúa siendo jefe hasta en el mundo de las sombras, famosos jefes fueron honrados, alabados y aplacados como si fuesen dioses. Grant Allen, en su obra "The Evolution of the Idea of God" (La evolución de la idea de Dios), sigue en gran parte esa misma teoría, y cita gran cantidad de material de la vida de las tribus americanas para demostrarla.  

Pero antes de que Grant Allen adoptara la teoría, había sido generalmente desplazada por una nueva concebida por uno de los más famosos antropólogos, Sir E.B. Tylor (Cultura primitiva, 1877). Esta teoría se conoce como "animismo". Así exactamente como las estrellas se forman solamente poco a poco de polvo suelto y difuso, o "niebla de fuego", así, pensó Tylor, la creencia en personas espirituales definidas, en almas y dioses, debe haber sido precedida por una más vaga y más nebulosa creencia. El hombre primitivo generalmente debe haber supuesto que la naturaleza tiene un espíritu animador. Esta animación vaga general se concretó en el curso del tiempo en separadas y definidas personalidades: los dioses y diosas del cielo, del sol y de la luna, del fuego y del agua, los espíritus de los árboles, de las fuentes, de los animales, etc.  

Escritores más recientes piensan que el animismo general de Tylor no fue la primera etapa. Hubo, decían ellos, una etapa más vaga y anterior, que llamaron preanimismo. El germen de la creencia religiosa fue el terror del hombre en presencia de los movimientos poderosos y misteriosos que lo rodeaban en la naturaleza. Al principio no personificó a tales fuerzas, y ni siquiera pensó en una gran animación de la naturaleza, o de un mundo-espíritu (como el Dr. Brinton supone en su obra "Religiones de los pueblos primitivos"). Era solamente una actitud o reacción emotiva, sin razonamiento.  

Los mejores libros que presentan esta teoría de la religión, que tiene muchos partidarios, son tal vez "Threshold of Religion" (Umbral de la religión* de R.R. Moretts, y "Religious Revolution of Today" (La revolución religiosa de hoy) del Prof. J.T. Shotwell. La percepción de los indígenas de Melanesia parece congruente con esta teoría y se cita frecuentemente en su apoyo. Irving King ("The Development of Religion" o "El desarrollo de la religión"), señala que los Indios americanos tenían un sentimiento correspondiente.  

Ésta es la tendencia general de las conjeturas sobre el origen de la religión, aunque hay varias otras teorías. La teoría fálica de que surgió de emociones sexuales se tratará en un capítulo posterior. El Dr. L.R. Farnell, distinguida autoridad en esa ciencia, piensa que el terror del hombre primitivo hacia el derramamiento de sangre y la muerte condujo a la religión ("Evolución de la religión"). M.E. Crawley, otra autoridad, piensa que más bien surgió de la actitud general humana hacia la vida ("The Tree of Life" o "El árbol de la vida"). Otros parten de la temprana religión griega, y piensan que la "madre tierra" fue la primera en inspirar sentimientos religiosos. Algunos, en resumen, como el profesor Leuba, uno de los principales expertos americanos en religión, piensan que la religión tuvo muchas raíces diferentes, no una sola, y reúne todas las teorías en "The Psychological Study of Religion" ("El estudio psicológico de la religión").  

Los que lo deseen, pueden leer las obras que he citado, pero quisiera presentar una o dos reflexiones generales sobre estas teorías. Algunos lectores exclamarán inmediatamente: "¡Ah, lo de siempre! Conjeturas científicas que se suceden y aniquilan unas a otras cada decenio".  

Bueno, la respuesta a ese comentario común es que como regla, las teorías científicas sucesivas no se aniquilan, sino que corrigen, completan y aumentan unas a otras. La primera teoría es demasiado amplia o demasiado estrecha. Encontramos nuevos datos y la corregimos. En todo caso, el comentario es verdaderamente tonto. Porque algunas teorías que se propugnaron hace cincuenta años, cuando nuestros conocimientos eran todavía muy imperfectos, han tenido que ser abandonadas, es absurdo decir que las teorías que se formulan en el presente, cuando nuestro conocimiento de los hechos es diez veces mayor, igualmente serán substituidas.  

Y de primer momento, parece como si tuviésemos aquí solamente un caso normal de la evolución de una teoría. La de Max Muller nunca fue ampliamente acogida. Fue sólo una conjetura inicial, hace casi un siglo. La de Spencer parece sólida hasta ahora. Pero Tylor siguió la pista, o pensó que la seguía, de una etapa más temprana de la evolución de espíritus y dioses, y los preanimistas solamente alegan haber encontrado una etapa todavía más remota. La teoría se amplía o refuerza sucesivamente.  

Pero voy a tratar de mostrar que Spencer tenía la razón, y que las etapas animística y preanimística no precedieron a la creencia en un alma definida o un doble. Las conjeturas sobre este asunto son difíciles y peligrosas. El erudito moderno tiene que situarse en la actitud mental del salvaje: ver cómo reaccionaría la mente del salvaje ante las experiencias cotidianas de la vida salvaje. No puede hacerlo. Se imagina delicadas graduaciones de desarrollo psicológico que son modernas más bien que primitivas.  

La mejor manera es ir entre los más primitivos salvajes y aprender lo que ellos piensan y sienten de verdad acerca de religión. Pero hay que tener sumo cuidado en comenzar por el principio, por el nivel más bajo de vida mental, por el más primitivo tipo de salvaje conocido por nosotros. Esto se hace raras veces. En los días de Herbert Spencer no era posible hacer eso, pues nuestro conocimiento de pueblos más primitivos era todavía imperfecto, y disponerlos de acuerdo con su cultura y desarrollo no era satisfactorio ni mucho menos. Grant Allen se basa casi totalmente en las ideas religiosas de las tribus bantúes de África, que están muy lejos de encontrarse en los niveles más bajos de la humanidad. Algunos estudiantes más recientes comienzan con los melanesios (de Nueva Guinea, etc.), y todavía no alcanzan el nivel más bajo. Otros se basan mucho en los aborígenes australianos, y ahí tampoco hemos llegado al nivel más bajo.  

Eso es, creo yo, el defecto de la teoría de uno de los más grandes escritores de religión comparada, Sir J.G. Frazer ("The Golden Bough" o "La rama dorada"). Piensa él que la magia precedió a la religión. Los hombres trataron primeramente de imponerse a los elementos por medio de prácticas mágicas. Cuando llegaron al grado suficiente de inteligencia para percatarse de que no tenían el éxito deseado, imaginaron poderes personales en la vegetación y en la tormenta, y empezaron a aplacarlos y adorarlos. Una gran autoridad francesa, Salomón Reinach, cree que la práctica del tabú fue una etapa anterior a la de la magia.  

Con todo respeto por estas distinguidas autoridades, soy del parecer que han especulado demasiado y tomado sus datos de tribus que no muestran el nivel inferior del desarrollo humano. Cuando mi libro, que sí comienza por el más bajo nivel humano, apareció hace pocos años, un perito escribió que sabíamos muy poco acerca de los obscuros pueblos que yo escogí, para razonar desde (el punto de vista de) sus sentimientos. Eso no es cierto. Veremos que en la mayoría de los casos disponemos de volúmenes sobre ellos, escritos por sabios de gran reputación, y ningún conocedor discute que sean los más bajos fragmentos de humanidad. Debe ser interesante, de seguro, ver qué religión tienen, si es que tienen alguna.    

Las verdaderas raíces de la religión  

¿Dónde debemos buscar los más bajos fragmentos de la familia humana? 

Recordemos lo que queremos decir por la familia humana. Los salvajes no son pueblos degenerados. Aquí y allá, particularmente en condiciones difíciles, una tribu puede haber degenerado un poco, pero su lenguaje, o algún otro aspecto de su vida, pueden contener trazas del nivel más elevado del cual descendieron. La abrumadora mayoría no muestras tales trazas en ninguna prueba científica. Son fragmentos de la especie, regimientos del ejército humano desprendidos y dejados estancándose mientras la especie adelantó. Con cada nuevo avance de las otras razas, fueron quedando rezagados más y más. Hombres con mejores armas y mejores cerebros los desplazaron y les arrebataron sus tierras. Búsquelos en islas protegidas, selvas resguardadas, y en los extremos de continentes.  

Ahí es donde se encuentran. Son los yaganes de Tierra del Fuego, los botocudos del Brasil, los vedas de Ceilán, los isleños andamaneses, los aetas de las Filipinas, los tasmanes, los bosquimanes del África del Sur. Estos pueblos se reconocen como los más primitivos. No son tribus; no tienen organización tribal ni jefes. La mayoría de ellos no puede contar más allá del uno, o hacer fuego. En todo su sistema de vida y en su físico son los más primitivos seres humanos. En mi obra "The Growth of Religion" (El crecimiento de la religión) he resumido todo lo que las autoridades, cuyas obras nombro, dicen sobre ellos. Aquí debo citar muy brevemente lo que sabemos acerca de su religión.  

Veamos primero la América. El continente fue poblado por una invasión de Asia sobre un puente terrestre que antiguamente existía en Alaska. Pero unos cuantos pueblos están tan por debajo del nivel de los indios, que algunos se imaginan que cruzaron desde Europa por un puente terrestre que, según sabemos, en un tiempo atravesaba el Atlántico Norte. Han pasado tantos cientos de miles, si no de millones, de años desde que ese puente terrestre desapareció, que es más seguro pensar en Asia como fuente de todos los habitantes de América. La primitiva tempranísima raza, de la cual encontramos retazos hoy en Ceilán, las Islas Andamán, el Archipiélago Malayo y las Filipinas, parece haber lanzado una rama a América antes de que el gran período glacial bloquease el puente de Alaska. Los posteriores y más adelantados invasores indios, después del período glacial, los desplazaron hacia el sur, y los que quedan de ellos tiritan y se extinguen hoy en las heladas costas de Tierra del Fuego, o vagan por las tupidas selvas del Brasil.  

En Tierra del Fuego hay tres etnias. Nos interesan los primitivos yaganes. Estos parecen haber degenerado en muchos respectos, pero no muestran señas de degeneración desde un nivel religioso más elevado. Afortunadamente, fueron estudiados plenamente durante dos años (1882 y 1883) por dos capacitados científicos franceses mucho antes de que les llegaran ideas modernas, y estos hombres, Hyades y Deniker, dicen: "Nunca hemos percibido la menor alusión a idea alguna de culto o de religión". Citan ellos a un misionero, T. Bridges, que antes que ellos hubo de pasar veinte años entre los yaganes. Dijo él:  "No tienen ni esperanza ni temor más allá de la tumba. Para ellos no hay Dios, ni bien, ni mal, ni espíritus que temer aparte de los fantasmas que les pueden causar daño en este mundo. La muerte es el final de la existencia, y no tienen idea de ninguna vida espiritual o de que el ser humano se compone de un cuerpo y un alma".  

Hagamos una pausa por un momento para comentar sobre otro objeto de controversia religiosa. Se dice constantemente que ninguna tribu ha existido jamás sin creencia en Dios. Hasta el Profesor Leuba, por extraño que parezca, dice en su "Estudio psicológico de la religión" que eso es así. Está muy lejos de ser así.  

De todos modos, no alcanzo a ver qué consuelo puede derivar un cristiano de la declaración de que el más bajo de los salvajes comparte su creencia en Dios. Quizás pueda alegarse que esa creencia universal es indicio de una revelación primitiva, o de un instinto de la naturaleza humana. Si se alega esto último, podemos decir que un instinto que es tan fuerte en el salvaje y tan endeble en el hombre civilizado moderno apenas es merecedor de respeto alguno. Y si se aduce que la universalidad de la creencia señala a una revelación primitiva, tenemos que lamentar solamente que la revelación no haya contenido también la advertencia de que la adoración debería ser libre de derramamiento de sangre, de sacrificios humanos, y de todas las monstruosidades de la religión del salvaje.  

De hecho, es falso que todas las naciones o etnias creen en Dios. Acabo de citar a un expertísimo y devoto misionero que declara que los yaganes no tienen creencias religiosas de ninguna clase, ¡y los misioneros nunca se equivocan en favor del racionalismo! Veremos que ninguno de los pueblos descritos en este capítulo cree en dios alguno, y que inclusive pueblos más elevados, que describiremos después, tampoco tienen dios ni dioses. La especie humana no comienza con monoteísmo, o con una revelación, y degenera de ellos. En todas las estrictas pruebas de los hechos, comienza sin religión, después cree en los espíritus de los muertos, después en politeísmo, y por último en monoteísmo.  

Pero en la cita sobre los yaganes se hace referencia a "fantasmas que pueden causarle daño en este mundo", y puede creerse que ahí tenemos una religión rudimentaria. Hyades y Deniker también dicen que encontraron ciertas ideas que pueden considerarse como supersticiones, aunque su origen fue el temor a individuos maléficos. Los yaganes atribuían la enfermedad y la muerte a ciertos "hombres salvajes de los bosques." Algunos de los yaganes habían visto esos monstruos horribles, que a veces se robaban sus niños, y a veces caían sobre ellos durante la noche. Pero ahí no hay religión. Hyades y Deniker dicen al final: "Los fuegenses generalmente creen que estos hombres salvajes son los Alakolupos ("alacalufes" según el diccionario enciclopédico Larousse, nota del traductor). Los alacalufes son simplemente un pueblo cercano de mayor cultura. En pocas palabras, los yaganes tienen poca magia y ninguna religión. Nunca se han preocupado por sueños, sombras, o poderes de la naturaleza. Así era el hombre primitivo.  

Nos tornamos ahora hacia los botocudos y otras tribus inferiores de Brasil central. Naturalmente, éstos están menos aislados (de otras tribus) que los yaganes, han copiado mucho, y están en un nivel más elevado. Sin embargo, el Dr. A.H. Keane, distinguida autoridad, que estudió los botocudos y que dice que no saben contar más allá del uno, dice que consideran el sol como una entidad buena (pero no lo adoran), y la luna como una entidad maléfica, y la tormenta como llena de malos espíritus. Fuera de eso, no tienen religión. Otros que han escrito sobre ellos dicen simplemente que no tienen religión. Eso también depende de cómo uno define la religión.  

Otras tribus primitivas de Brasil fueron estudiadas cuidadosamente por el profesor K. von den Steinen. Los halló grandes soñadores. Mascan hojas de tabaco hasta alcanzar un grado de estupefacción a fin de tener vívidos sueños. No nos sorprende, por lo tanto, aprender que están muy convencidos de que la persona tiene un doble que abandona su cuerpo durante el sueño, y que, a la muerte, deja de regresar a él. Como dice el profesor, cuando entierran a una mujer con sus utensilios y dicen que es porque los necesitará "en el cielo", están revelando la influencia de los misioneros. Ellos no adoran nada. En sus leyendas hablan de dos poderosos antecesores, y hasta les dan crédito por la creación del fuego y el agua. Pero cuando averiguamos que estos mitos son comunes en América, tenemos que llegar a la conclusión de que fueron tomados de los indios.  

En otras palabras, no tienen dioses ni prácticas religiosas, pero creen firmemente en un doble invisible del cuerpo. Esto está íntimamente relacionado con sueños, pero, nótese esto particularmente, el nombre indígena para él es "sombra".  

En la bella isla de Ceilán, no lejos de la cuna de la especie humana, subsistió hasta hace pocos años otro de esos retazos de primitiva humanidad, los vedas. Naturalmente, la isla atrajo hace largo tiempo a tribus más desarrolladas, y los vedas han adoptado ideas y prácticas tamiles o cingaleses. No obstante, quedaban hasta hace poco algunos "vedas salvajes," y éstos han sido estudiados plenamente por dos científicos, Paúl y Fritz Sarasin.  

Su cultura general es de las más simples, no pueden contar más allá del uno, y sus cerebros son, en relación a su tamaño corporal, los más pequeños de todas las razas presentes. Estamos ahí en el nivel primitivo de la humanidad.  

No tienen religión, y solamente las más ligeras trazas de algo que pudiéramos llamar magia, y ni la más ínfima creencia en un poder impersonal en la naturaleza. Por lo tanto, ellos, como casi todos los pueblos que describo en este capítulo, no encajan en la teoría de Frazer ni en la preanimística sobre el origen de la religión. A lo sumo, algunos sienten alguna reverencia hacia el sol y la luna, pero no con significado religioso. Hablan de un muerto como un Yaka, y los hermanos Sarasin traducen esto como "alma". Pero, admiten ellos, es una palabra cingalesa, y los vedas, que ofrecen arroz al Yaka, dicen que en esto ellos están simplemente imitando a los cingaleses. En cuanto a la pregunta de si los muertos continúan viviendo, contestaban que no sabían; ni siquiera han reflexionado jamás sobre este asunto.  

Hay un segundo estudio importante de los vedas, por el Dr. y la Sra. Seligmann, pero trata de los vedas en conjunto, y reconoce que han adoptado la religión tamil. Los puros vedas, ahora casi extinguidos, no tienen religión alguna; ni siquiera la creencia de que el hombre tiene un doble que sobrevive al cuerpo.    

Igualmente primitivos, lo mismo en costumbre que en idioma y cerebro, eran los indígenas de Tasmania, extinguidos hace medio siglo (dicho en 1929; nota del traductor). Aquí tenemos igualmente una población no muy alejada de la cuna misma de la especie humana, que probablemente fue el sureste de Asia (nota del trad.: como es sabido, en la actualidad, 1995, los científicos concuerdan en que según los últimos descubrimientos, la cuna de la especie humana fue África). Al principio ocuparon Australia, pero los presentes aborígenes australianos los empujaron hasta el extremo sudoriental. Esta parte fue entonces cortada por el mar y se convirtió en la isla de Tasmania, donde detrás de sus fronteras protegidas por el mar, retuvieron las características primitivas de la temprana raza humana hasta el siglo diecinueve. No tenían ideas ni palabras abstractas, y su lenguaje era realmente tan rudimentario, y tenía que ser tan ayudado por gestos, que difícilmente podían conversar en la obscuridad.  

Por suerte, también aquí tenemos el testimonio de un misionero de larga experiencia, el Dr. Nixon, el primer obispo de Tasmania. Dice él: "No puede encontrarse vestigio de prácticas religiosas, y ni siquiera de sentimientos religiosos, entre ellos, a menos que llamemos así a su temor a un espíritu malévolo y destructor que al parecer era su idea predominante, si no la única, sobre el asunto".

Como muestran escritores posteriores y más cuidadosos como Bonwick y Ling Roth, el obispo tenía mucha razón al decir que no tienen dios ni practican adoración de ninguna especie. Pero tienen religión de sobra, de un tipo elemental, en su creencia en "espíritus malignos y destructivos", lo cual es muy importante para nuestro propósito.  

Los tasmanes creen firmemente en magia y en espíritus. Los espíritus de los muertos, además, eran malévolos, se les tenía miedo terrible y nunca se nombraban. Es claro que antes de que el primer viajero las mencionara, tenían vagas ideas adoptadas de misioneros, cuando decían que después de muertos se volverían blancos. Nunca habían visto un blanco hasta el siglo dieciocho. Nos basta, sin embargo, que estaban convencidos de que el hombre tiene un doble que sobrevive al cuerpo, y que el nombre indígena de este elemento equivale a "sombra". Fuera de eso, tenían cierto temor al sol y a la luna, pero no los adoraban.  

Regresando al océano Índico, recogemos otro fragmento de temprana humanidad en el archipiélago Andamán. Sus ideas y prácticas, sin embargo, están grandemente adulteradas por elementos extranjeros, porque las islas están en la ruta de gente marinera, y su religión contiene intrusiones tan obvias como la creencia en la creación, el edén, y el diluvio. Es por ello imposible decir hasta qué punto sufrieron influencia ajena en su leyenda del "gran espíritu" Puluga, que reside en una casa de piedra en el cielo, con esposa y familia. De todos modos, no adoran la naturaleza, y no tienen creencia en una potencia impersonal, pero creen intensamente en los espíritus de los muertos. Puesto que el "alma" es roja, uno puede llegar a la conclusión de que esa idea la sacaron del doble o reflejo propio que veían en la superficie del agua.  

Los samoanos de la Península Malaya son otro evanescente fragmento de la primitiva raza: una raza de negros de baja estatura (negritos) esparcida en grupos a lo largo de la costa asiática y en Tasmania y Sudáfrica. No es un secreto que los samoanos, sin embargo, han adoptado muchas ideas de los malayos. Tienen una especie de deidades llamadas Kari y Ple, y de vez en cuando hacen sacrificios humanos a Kari. En esto, y en sus prácticas y leyendas mágicas no podemos de ninguna manera desenmarañar las ideas nativas de las adoptadas. Es suficiente que creen intensamente en la supervivencia de los espíritus humanos, y que el espíritu es un pequeño objeto rojo que después de la muerte del cuerpo reside en el agua o en la tormenta.  

En las Filipinas la raza, usted ve, se extiende hacia América y proporciona una pista de los botocudos y yáganse, se encuentran unos cuantos miles adicionales de negritos primitivos llamados los aetas. La mayoría de los viajeros dicen que ellos no tienen religión, pero encienden hogueras a la luna (sin rezarle, así que el profesor Brinton no está justificado en llamarla su "principal deidad"). No está claro siquiera si ellos creen en espíritus de los muertos. La única insinuación de tal creencia radica en su caza de cabezas; pero lo más probable es que adoptaron esa práctica de los cazadores malayos de cabezas con quienes han estado en contacto durante milenios.  

Por último, tenemos los bosquimanes de África del Sur. Son lo que podemos llamar la capa más elevada del nivel humano primitivo, y han estado asociados tan íntimamente por milenios con tribus más desarrolladas, y durante un siglo con boers y misioneros, que es difícil llegar a sus indígenas creencias. A veces se dice que alegan creer en un espíritu supremo, 'Kaang, que creó todas las cosas, pero la principal autoridad con relación a ellos nos dice que 'Kaang no era un Dios, y que ellos ni siquiera creen claramente en un espíritu que sobrevive al cuerpo. Dice él: "Todo lo relacionado con su religión, es decir, su terror a algo fuera de sus cuerpos y más poderoso que ellos, era vago e indefinido. No podían dar ninguna explicación sobre ellos, y no todos tenían la misma opinión sobre este punto. Algunos hablaban en verdad de un ser poderoso llamado  Kaang o Cagú, pero cuando los interrogábamos acerca de él, las respuestas indicaban que lo consideraban un hombre como ellos, pero poseedor de encantos y gran fortaleza. Algunos se supone que tenían cierta creencia indefinida en inmortalidad... pero probablemente muy pocos de ellos han cavilado mucho sobre ese asunto". Pueblos de piel amarilla y obscura de África, 1910, p. 50.  

Cuando comparamos las declaraciones con las de otras autoridades, llegamos a la conclusión de que ellos hasta cierto pequeño grado creían en la supervivencia de alguna parte del ser humano, para la cual no tenían un nombre definido, y tienen muchas ricas leyendas acerca de los antepasados, uno de los cuales, 'Kaang, está en camino a tornarse en una especie de dios, aunque no hay razón clara todavía para llamarle un dios, y no se le adora.    

Cómo se hicieron los Dioses  

Una onza de hechos vale lo que una tonelada de discusión, y no hay sujeto en que sea tan útil tener presente este proverbial consejo que en el del origen de la religión. 

He puesto ante los ojos del lector una colección de hechos de la mayor importancia y educación. Estos hechos nos han sido dados por hombres de la mayor autoridad, hombres que personal y científicamente estudiaron los pueblos en cuestión. Además, no hay discusión posible acerca de la posición de estos pueblos. Son los fragmentos más primitivos de la familia humana viviente. No tengo espacio aquí para describir sus vidas, ideas y aspectos físicos detalladamente, aunque muestro mucho de ello en uno de mis libros, pero en todas las pruebas hechas, estas razas primitivas son marginadas por el resto de la humanidad como pertenecientes a una capa más baja y temprana. Son fragmentos que sobreviven, no de la primera familia humana, de ninguna manera, pero sí de una raza mucho más baja que el negro australiano, una raza que corresponde al hombre de la edad de piedra, el hombre de hace más de cien mil años. Desde la cuna de la especie, han vagado a lo largo de las líneas que hemos indicado, y tribus superiores los han desplazado hacia las islas y selvas.  

Nos permiten una ojeada fascinante al hombre primitivo cuando estaba tornándose religioso. Nos muestran la manufactura de la religión. No hay traza de revelación primitiva ni de instinto religioso. No hay traza de animismo ni de preanimismo, y la magia entre ellos parece haberse desarrollado a la par, no antes, que su rudimentaria religión.  

¿Qué nos enseñan? Primero, que originalmente no hay creencia en un dios. Son solamente las capas más elevadas de estos bajos pueblos, o que han estado en contacto con tribus más elevadas, donde alguna especie de ser se destaca como particularmente poderoso, como 'Kaang o Puluga. Es un paso, quizás, en la creación de un dios, pero no hay nada parecido a adoración. Es un hombre fuerte de quien cuentan historias, como los británicos hacían en otro tiempo con "el rey Arturo", o los hebreos con Sansón, o los babilonios con Gilgamesh.  

Algunos de estos pueblos no puede decirse que tuvieran religión alguna, pero están todos a punto de tenerla. Y hace su primera aparición como la creencia en que una parte del hombre sobrevive a la muerte y descomposición del cuerpo. Yo definí la religión como la creencia en dioses y su adoración. En ese sentido, ninguno de estos pueblos primitivos tiene religión alguna, pero voy ahora a ampliar el significado de la palabra para incluir la creencia en espíritus. La primera idea religiosa, no precedida de ninguna clase de conjeturas sobre la animación de la naturaleza o el temor a las fuerzas de la naturaleza, es una creencia en lo que hoy llamamos alma o espíritu.  

Antes de que hiciera mi investigación de las creencias de los pueblos más primitivos, creía yo que probablemente el sol y la luna, el fuego y la tempestad, serían lo que primero había causado impresión en la imaginación del hombre primitivo, dando lugar a sentimientos religiosos. Es claro que no fue así. El hombre creía en su propia alma antes de que fuese lo suficientemente sabio para hacer conjeturas acerca de la causa de los actos de la naturaleza.  

Obtenemos entonces importantes indicios sobre el origen de esta creencia en un alma. Recordemos al usar palabras como alma, espíritu e inmortalidad, que estos humanos de cerebros más obtusos no tenían ideas que correspondieran a las nuestras. La parte del ser humano que sobrevivía a la muerte era material, aunque generalmente (después de la muerte) invisible. En cuanto a si vivía para siempre... ellos nunca se hicieron esa pregunta. Contestan sobre ella con incertidumbre. Todo lo que saben es que sigue viviendo.  

Y sacamos una idea muy clara de por qué ellos suponen que hay una parte de uno que sigue viva. La llaman comúnmente "sombra", o es “una cosa roja y pequeña, como la sombra de uno en el agua”. De los nueve pueblos que he descrito, tres llanamente no tienen idea de la supervivencia, dos se muestran muy dudosos, cuatro (los de cultura más avanzada), la creen intensamente. De los cuatro que definitivamente creen en la supervivencia, dos llaman a la parte del cuerpo que sobrevive "sombra", y los otros dos dicen que es un objeto rojo, aunque no he podido encontrar la traducción del nombre que le dan. Ya veremos que hasta las tribus más adelantadas todavía dan el nombre de "sombra" al alma.  

Parece, pues, que hay un significado mayor de lo que creíamos en la frase "sombras de nuestros ante-pasados". No quiero proponer ninguna teoría particular sobre el origen como un hecho exclusivo y universal, pero estos pueblos inferiores muy claramente insinúan que la religión comenzó con crudas suposiciones del hombre primitivo sobre su propia sombra.  

Y esto me parece el curso más probable que la mente del hombre lejano seguiría. La vida sexual no cuenta en la forma temprana de religión. El hombre primitivo considera el acto sexual un hecho, algo así como el alimento. Dejaremos la teoría fálica para una etapa posterior. Por otra parte, la adoración de la naturaleza, o la asignación de almas a la naturaleza, no se encuentra entre las más tempranas etapas. Se dice de algunos de estos pueblos que tienen temor al sol y a la luna. Esto ciertamente es el germen de un sentimiento religioso, pero la religión como una creencia en espíritus personales humanos o dobles, claramente viene primero.  

Si nos situamos en la atmósfera mental de un salvaje muy inferior, podemos comprenderlo. Es incapaz de albergar ideas abstractas. Su mente es totalmente concreta. Una vaga animación general de la naturaleza (es decir, asignación de espíritus a las cosas de la naturaleza, nota del traductor), está fuera de su alcance. Él no hace conjeturas sobre las causas de los movimientos. Pero las cosas definitivamente concretas empiezan a provocar su curiosidad. El sol y la luna son demasiado conspicuos, demasiado solitarios en el cielo, demasiado notables por su movimiento cotidiano a través de él, para ignorarlos. Empieza a sentir algo sobre ellos, pero no una opinión o conjetura definitiva. Pero su sombra está tan cerca de él a todas horas, sus movimientos son tan extraños, tan claramente un doble de cada uno, que es probable que haya sido lo primero de la naturaleza que lo puso a pensar. 

El hombre primitivo no tenía en esa etapa la menor idea de la participación del sol en ese asunto. No sol, no sombra, desde luego; pero le bastaba solamente con mirar en un estanque o en un río para ver su imagen otra vez, un duplicado exacto de sí mismo. Se retraía al interior de sí, brotaba otra vez de sí, iba con él a todas partes. Él debe consistir realmente en dos cosas: un cuerpo y una sombra. Esto le dio una pista sobre la muerte. La parte de sombra se había marchado.  

Pero parece probable que los sueños intervinieron ahí. Mientras dormía en el suelo, alguna parte de él salía a la selva, o al río: la parte sombra. Hemos visto que los brasileños que creían más intensamente en espíritus eran grandes soñadores, aunque la palabra que tenían para el alma era "sombra". La parte de sombra salía a andar de noche. Cuando un hombre aparecía muerto, su parte sombra no había regresado al cuerpo. Seguía rondando, especialmente de noche, cuando rondan las sombras de todo el mundo. El mundo del salvaje se pobló de sombras, con tantos hombres que han muerto.  

No hay mucha "religión" en eso. Los pueblos inferiores, hemos visto, no tenían esa creencia. Para el grupo siguiente, la supervivencia era simplemente un hecho. No les interesaban las sombras. Pero en el grupo siguiente encontramos la creencia de que las sombras son maléficas. Entre los pueblos más retrasados pocas son maléficas. Como veremos en el estudio de la evolución de la moral (capítulo VI), los pueblos inferiores no tienen idea de ninguna ley moral, pero tienen muy pocos vicios. Viven en sociedad. La conducta empeora según se elevan en cultura, ya veremos por qué, y los delitos violentos se multiplican. Y así igualmente se multiplican las sombras malévolas. Deben andar con cuidado de noche.  

Esto es lo que encontramos en los niveles más bajos de la evolución humana cuando pasamos por alto ideas y prácticas ajenas adoptadas. Es el comienzo, el germen, de religión. Fue una suerte que tantos retazos de la especie sobrevivieron hasta nuestra edad de curiosidad científica. Antes de terminar este siglo probablemente todos se habrán extinguido, como los tasmanes y los puros vednias.    

Desde esta etapa hacia adelante todavía podemos trazar la evolución de la religión por medio de los salvajes que permanecen en la infancia de la especie. Pero las tribus ahora son más numerosas, las culturas son más variadas, y se necesitaría un gran volumen, o una serie de volúmenes, para explicar, por medio de unos pocos pueblos en diferentes etapas, cómo el hombre llegó a creer en dioses, a tener sacerdotes y templos, a adorar y sacrificar. Empezaremos por la evolución de los dioses.  

Pero ¿qué es un dios? Ya hemos visto que en la mente del hombre primitivo ciertas figuras o sombras indefinidas se elevan a una posición predominante. Los vedas y otros no tienen espíritus, así que no tienen concepto de un dios. Otros, como los tasmanes, tienen espíritus, pero no algo que sobresalga y pueda llamarse dios por mucho que se esfuerce la imaginación. Por otra parte, los bosquimanes tienen a 'Kaang, los andamanes tienen a Puluga y un segundo "poder", y los samoanos tienen a Kari y Ple.  

No debemos prestar mucha atención a estos. 'Kaang para los bosquimanes es un gran hombre del remoto pasado. Nunca lo adoran. Puluga y su poder acompañante, dice un estudiante de los andamanes, son simplemente los monzones, y Kari y Ple parecen haber sido copiados de los malayos. La verdad es que estas razas primitivas, como he dicho, no tienen organización tribal ni jefes. Los espíritus de los muertos son iguales, como son los vivos.  

El indicio de la evolución de los dioses, en otras palabras, es la elevación del hombre a organizaciones tribales con jefes. Cuando los hombres son cazadores y peleadores, al más fuerte o astuto lo escogen como jefe. La jefatura se vuelve hereditaria. Y como el mundo de los espíritus es un duplicado del mundo de los vivos, también hay espíritus más poderosos que otros más allá de la tumba. Famosos antepasados, o antiguos miembros de la tribu se elevan en la memoria tan por encima de los espíritus ordinarios, que pasan individualmente al olvido. Están en camino a ser dioses. Pero es un proceso muy gradual, con toda clase de matices de creencia, todos los grados de endiosamiento podríamos decir.

Hasta ahora Herbert Spencer y Grant Allen parecen tener razón. Los dioses al principio endiosados (glorificados) son jefes o antepasados. Pero no podemos suponer que la religión se desenvolvió en la misma forma precisa en todas partes. La glorificación o deificación del sol y de la luna y otros elementos de la naturaleza iría prosiguiendo al mismo tiempo. Parece, no obstante, que el ser humano creía definitivamente en espíritus humanos, algunos de los cuales descollaban sobre los otros, antes de que se imaginasen espíritus correspondientes en la naturaleza. El "temor" que a veces muestran a las fuerzas de la naturaleza, el sol, la luna, la tempestad, no está muy alejado del sentimiento que uno puede a veces deducir de la expresión de un perro que observa la tempestad, o un león que se amilana ante el fuego. Hay una gran distancia de esto a la suposición de que la tempestad o el fuego visibles deben tener una causa invisible. La creencia firme en espíritus tiene que venir primero.  

El modo más apropiado de seguir el rastro de las etapas sucesivas en la evolución de la religión sería disponer tribus salvajes por el orden de su nivel cultural y desarrollo general, y entonces ver cómo la religión se eleva de nivel en nivel. La mayoría de los escritores sobre religión comparada, en vez de hacer eso, citan una tribu tras otra sin hacer notar el nivel cultural a que cada una pertenece. El resultado es contradictorio y desorganizado, y las teorías yerran. Naturalmente, nadie puede esperar en un corto capítulo como éste un esfuerzo por realizar esa sistemática labor. Pero echaremos una mirada a unos pocos pueblos que están en el nivel cultural inmediata-mente superior a los que hemos descrito antes en este capítulo.  

Los aborígenes australianos están en el nivel cultural siguiente al que hemos descrito. Entraron en Australia hace milenios. Yo diría, seguramente hace por lo menos cincuenta mil años; porque corresponden al ser humano de la edad de piedra en Europa, y no obstante, en algunos aspectos se elevan sobre él. En todo caso, no se discute que representan el nivel siguiente en la evolución humana, y son, por lo tanto, del mayor interés desde nuestro presente punto de vista. Muchos de ellos han estado en contacto con blancos hace un siglo, pero competentes expertos en los australianos los han estudiado en sus más puras formas y nos han dado descripciones valiosas.  

De estas descripciones, "Northern Tribes of Central Australia (Tribus norteñas de Australia central) y "Native Tribes of Central Australia" (Tribus indígenas de Australia central), de Spencer y Gillen, son las más autorizadas, y los autores nos dicen que los aborígenes, que no tienen número arriba del tres, "no creen en cosa alguna como un ser supremo". Hositt, la otra gran autoridad, dice que si por religión entendemos la adoración de un dios, los australianos "no tienen ninguna religión". Por otra parte, C. Streklow, que también los conoce bien, asegura que algunas tribus tienen una especie de ser supremo. Como siempre se menciona a los australianos en un sentido o en otro cuando surge la pregunta de si todos los pueblos, hasta los más primitivos, creen en un dios, nos parece que tenemos aquí una perturbadora contradicción.  

Pero, aparte del hecho de que los australianos no son de ninguna manera los salvajes más inferiores, se trata de una cuestión de semántica. Streklow dice que la tribu que él estudió describe a su "gran ser" como un hombre enorme de cabellos rojos, con pies muy grandes. ¿Es eso una deidad? Algunas tribus dicen sobre este ser, conocido por varios nombres distintos, que “hizo el mundo”, pero aquí nos encontramos claramente con ideas tomadas de misioneros. Por otro lado, las tribus generalmente creen que hubo un tiempo lejano en que sus antepasado eran seres dotados de poderes maravillosos, que podían hacer un río o una cadena de montañas; tal como los bosquimanes creen que algunos de sus maravillosos antepasados pudieron hacer el sol y la luna lanzando sus calzados hacia el cielo.  

En una palabra, todos los australianos creen en una parte espiritual que hay en el hombre, y en la reencarnación o incorporación sucesiva, de esa parte inmortal. Creen en la magia con igual intensidad, y no tenemos motivo para pensar que una creencia precedió a la otra. Creen también que algunos de sus antepasados eran seres poderosos, y que continúan siendo poderosos en el mundo de los espíritus. Nunca rezan, ni suplican, ni adoran, a tales seres, y no tienen código moral sobre el cual aquellos presiden. Los grandes antepasados, ahora grandes espíritus, son simplemente hechos. No tienen sacerdotes ni templos; pero tienen escondites para sus objetos ceremoniales que pudiéramos considerar como gérmenes de templos. Realmente, algunas tribus escogen uno entre los espíritus ancestrales, Bungil, Baiame, Altjira, etc., como especialmente poderoso. No observan ninguna especie de adoración de la naturaleza o animismo.  

Todo esto confirma la idea del origen y desarrollo de la religión y los dioses que he mostrado. Ahora, en este nivel más elevado, no hay duda ninguna sobre una parte espiritual humana. La especie humana ha progresado más allá. Ahora bien, como la gente está organizada por tribus, y las tribus tienen jefes, hay jefes o cabecillas en el mundo de los espíritus. Ya no es una democracia completa. Finalmente, en algunas tribus un espíritu particularmente poderoso se elige sobre todos los otros. No es un dios, pero no está muy lejos de serlo.  

En las islas al norte y al este de Australia hay otra raza negra, y estos "Melanesios" son de un nivel superior al de los australianos, aunque inferior al de la mayoría de los africanos. Su palabra para la parte espiritual humana se relaciona con la palabra para "sombra", y podemos asumir que su creencia surgió de la manera descrita. No obstante, todavía son imprecisos acerca de una vida futura, y aunque ponen las armas de los muertos en sus sepulturas, niegan que eso signifique que crean que el espíritu va a hacer uso de ellas. Algunas tribus creen definitivamente en el castigo en una vida futura. Sírvanos de advertencia de no leer ideas "espirituales" nuestras en la mente del salvaje, el conocer que ese castigo se aplicaba en la parte donde las antiguas maestras de escuela acostumbraban castigar a los niños.  

Todavía no hay dioses, pero igual que en Australia, hay aproximaciones a una condición divina. En muchas de las islas se veneran espíritus particularmente poderosos, y en algunos casos se dice que son los espíritus de seres humanos que vivieron antes, a veces jefes. Se hace sacrificios a ellos, se invoca su ayuda, y pequeñas casas que se construyen sobre sus supuestos restos representan el germen de templos.  

A esas alturas, apareció algo parecido a sacerdotes, aunque no formales. El mago, o el jefe, tiene que ofrecer los sacrificios propiciatorios y adquiere una personalidad casi sagrada. Los melanesios son particularmente interesantes porque creen en una especie de influencia sobrenatural e impersonal difundida por la naturaleza, que llaman "mana". Un buen cuchillo, un tiburón, una piedra peculiar, o un árbol, pueden tener mana. El hombre quiere tenerlo, con un sentido de vigor, energía, y cree que la adquiere comiéndose a un hombre fuerte. Bien, hemos visto que una de las teorías corrientes sobre el origen de la religión es que comenzó por ser una vaga creencia en una fuerza o virtud así en la naturaleza en general, y que los que aceptan esa teoría la aclaran por medio del mana de los melanesios. Pero los melanesios están muy lejos de ser primitivos. Sus ideas confirman enteramente la línea evolutiva que he sugerido.  

Los polinesios de las islas del Pacífico constituyen una raza mucho más adelantada, y se cree que están emparentados con los europeos. Su palabra equivalente a "alma" no es "sombra" pero cuando un hombre muere una muerte violenta, extienden una tela blanca sobre el suelo, y cuando la cruza la primera hormiga, dicen que ésa es la sombra del hombre, y la entierran con él. Aquí otra vez la idea de un alma aparece relacionada con sombra, en una práctica antigua.  

Pero el siguiente nivel sobre los melanesios es el de los negros africanos, o los negros sudaneses en particular, y aquí obtenemos una sorprendente confirmación de nuestra teoría. Ahora son comunes los dioses, y es igualmente común encontrar que son considerados espíritus de antepasados glorificados. Uno de los más notables escritores entre los primeros misioneros, D. Macdonald, dijo: "Los espíritus de los muertos son los dioses de los vivos", y el antropólogo Dr. A.H. Keane nos dice que esa formula "se aplica igualmente a los sudaneses de la Alta Guinea, y a la población bantú de Uganda, la costa este y Damaraland".  

No obstante, hay otro punto que considerar. Hemos tratado mucho sobre la evolución de la religión sin mencionar la deificación del sol y de la luna y las fuerzas de la naturaleza. ¿Qué decir del culto del sol o del mito de la teoría solar de la religión?  

Bien, debemos guiarnos por hechos. Cuando empecé a cavilar sobre el origen de la religión, me parecía cierto que el hombre primero deificaría, o adscribiría potentes espíritus a cuerpos tan conspicuos como el sol y la luna, la lluvia y el fuego. Ahora lo que creo es que el hombre primitivo era muy poco inteligente para pensar en causas. Empezaba por algo concreto, su sombra. Esto no era una deducción, sino algo que veía. Obviamente, consistía él en dos partes. Según su mente creció, empezó a pensar en una parte espiritual, y más tarde, cuando empezó a cavilar sobre la vida de la naturaleza, puso espíritus en ella para explicar sus energías y movimientos.  

Los hechos que hemos narrado prueban esto. Solamente a un nivel superior al de los melanesios empezamos a encontrar dioses de la naturaleza. Empezamos a encontrarlos entre los bataks de Sumatra, los papúes, que son melanesios con una pizca más elevada de cultura. Su crecimiento es más pronunciado entre los negros africanos, aunque inclusive ahí mismo las deidades de la naturaleza que encontramos son de mucho menor importancia que los antepasados deificados. Están muy alejados, y no tienen el mismo peligroso interés en la vida de los hombres. Cuanto más elevada es la tribu, mayores se vuelven sus dioses. En general, hasta en África los dioses (y diosas) son secundarios. Entre los indios americanos y otros, los dioses de la naturaleza eran mucho más importantes, pero aquí se trata de un nivel más elevado, una etapa posterior, de la evolución religiosa.    

El ascenso del sacerdocio

Hemos visto que Sir J.G. Frazer, uno de los más influyentes escritores sobre religión, la considera derivada de la magia, o del fracaso de la magia. Se alega a veces que la magia, en los albores de la humanidad, era la religión del individuo, y que según la evolución social progresaba, la religión se iba convirtiendo en la magia del grupo social. Parece haber dos errores en esto. Primero, que la magia, como hemos visto, no precedió a la religión. Se desarrolla al mismo tiempo, y en igual proporción que ella. Segundo, que la religión, como nos muestran los hechos, surgió de experiencias individuales y no de influencia social.  

Pero llegamos ahora a un nivel humano en que el crecimiento de la vida social influye sobre la evolución de la religión. La vida social siempre significa la división de las labores, el aumento de expertos y mediadores. Además, con la aparición de la agricultura (que es desconocida entre las clases inferiores que primero hemos estudiado), el curso de la naturaleza se torna en asunto de profunda ansiedad. ¿Lloverá en la estación debida? ¿Traerán los espíritus de los árboles y del trigo su usual abundancia?  

La enfermedad es ahora considerada algo debido a los espíritus. En realidad, puesto que los espíritus están en todas partes, en el tiburón y el cocodrilo así como en las nubes y los árboles, un hombre tiene un terrible número de potenciales amigos y enemigos por quienes preocuparse. Quiere expertos, o gente con dones especiales. Así surgen los curanderos, los convocadores de la lluvia, los magos y los sacerdotes.  

Vemos la aparición de estos intermediarios como un desarrollo muy natural cuando ascendemos de las tribus inferiores a las más elevadas. Los australianos no tienen sacerdotes, pero, desde luego, las mujeres y los niños son excluidos de las ceremonias importantes por ser más débiles, y son los ancianos particularmente los que manejan los misterios de las tribus.  

Entre los melanesios, en el nivel siguiente, encontramos expertos que van apareciendo. No hay casta profesional, pero un hombre puede adquirir o comprar el arte de hacer sacrificios y aplacar a los espíritus, y se convierte en una especie de mago o sacerdote, que vive de su arte. Entre los mucho más desarrollados polinesios hay definitivamente sacerdotes. Entran en comunión con los dioses, lo cual se demuestra con convulsiones y contorsiones, inducen al dios a hablar con el adorador (poniendo un ayudante fuera de la vista a desempeñar el papel de Dios), piden obsequios en nombre del dios. La astucia sacerdotal es tan vieja como el sacerdocio.  

Los indígenas de la Costa de los Esclavos están un poquito más adelantados, y sirven de ejemplo de un grado más alto de desarrollo religioso. Los espíritus pequeños se tornan menos importantes. Los grandes espíritus ocupan la atención más y más. El espíritu realmente mayor, Mawu, el dios del cielo y la lluvia, todavía no inspira temor. Es una especie de padre bonachón en el cielo. El dios de los relámpagos es mucho más importante, porque los rayos causan mucho daño en la región. Así, pues, sus sacerdotes y sacerdotisas (que son "esposas del dios") crecen en importancia. Cuando la choza de un hombre es destruida por un rayo, estos sacerdotes y sacerdotisas vienen y examinan las ruinas. En secreto, todos son expertos prestidigitadores, deslizan una flecha con punta de pedernal en los escombros, y entonces la extraen y la muestran a los asombrados indígenas como prueba de que la catástrofe había sido "un acto de Dios".  

Entonces hay una deidad fálica; y hacemos notar que es aproximadamente en este nivel donde el elemento fálico entra en la religión. Los nativos se deleitan con los sueños eróticos, y los sacerdotes los conservan en buenos términos con el dios del amor. El órgano sexual aparece tallado por todas partes.  

Más allá de estos espíritus mayores están las legiones usuales de espíritus de animales temidos, del fuego y el río, la selva y la cosecha, la enfermedad y el parto, y así sucesivamente. Lo que más nos interesa es que algunos espíritus están alzándose sobre la muchedumbre primitiva hacia el nivel de algo parecido a Dios, y Ellis nos dice que esto no es un desarrollo natural, sino que ha sido "facilitado por el sacerdocio." Las ambiciones y rivalidades entre distintos grupos de sacerdotes dan por resultado que se empiece a fabricar dioses. Su espíritu, dice cada grupo, es el verdadero gran espíritu, el que en realidad cuenta. Debemos tener cuidado en no suponer que la deificación de un gran antepasado, o la veneración de un gran elemento de la naturaleza, era la sola forma de fabricar dioses.  

Vemos la elevación de entre un corro de espíritus, de unos cuantos espíritus sobresalientes que, impulsados por la influencia de los sacerdotes, se han tornado en lo que pudiéramos llamar dioses. Vemos los dioses de la naturaleza gradual, pero lentamente, elevándose en importancia por encima de los antepasados deificados. Vemos rústicas chozas sobre los restos de un jefe o sobre fetiches, agrandándose hasta llegar a ser templos tallados. Vemos sacerdocios ganando en poderío, riqueza y organización. Vemos los espíritus de los que han partido gradualmente adquiriendo una casa, al principio en el bosque o más allá de las colinas o en otro lugar indefinido, después bajo tierra, más tarde con los grandes espíritus del cielo. Vemos, en resumen, una fuerte tendencia en todas partes a un gran espíritu, y muy comúnmente el dios celestial predomina. La historia completa de la evolución religiosa humana yace ante nosotros, no en forma de una crónica muerta y especulativa, sino en retazos vivientes que quedan de las distintas épocas por las cuales la raza ha pasado. La ciencia no es "una serie de adivinanzas". Es una cuidadosa interpretación de hechos cuidadosamente observados.    

La psicología de la religión  

No hay una psicología de religión; es decir, hay un millón. La psicología religiosa del tasmanio no es la del australiano, y difiere también según ascendemos al africano, al polinesio, al amerindio, al mongol, o al campesino europeo. La psicología religiosa de la dama de Minneapolis, con su tremendo puritanismo y fervor social, no tiene la menor relación con la de la dama de Madrid que piensa que la Iglesia existe principalmente para perdonar indiscreciones, o la de la moza suditaliana, o búlgara, o griega, que permite el vicio contra la naturaleza y se ruboriza y persigna en presencia de un protestante. La psicología religiosa de un hombre no es la de una mujer, y no hay siquiera cosa tal como una psicología general del mismo sexo en la misma secta o congregación.  

Es un tema muy extenso. Todo lo que podemos hacer aquí es indagar si hay características comunes en el estado mental que llamamos religioso.  

Es muy difícil encontrar tales características comunes. ¿Y la reverencia por lo desconocido? Bueno, el Espiritualista es religioso, pero los objetos de su religión, él no cree en Dios necesariamente, no inspiran asombro ni reverencia, y no admitiría que son desconocidos. Probablemente la gran masa de católicos romanos, los mexicanos y peruanos analfabetos, los campesinos italianos y españoles, etc., sienten reverencia tan raras veces, que no podemos considerarla esencial... Pregúnteles qué es religión y contestarán: creencia justa, casual asistencia a la iglesia, y el reconocimiento (en teoría) de las obligaciones morales de la cristiandad. 

La religión no es una reacción emocional al universo o a las fuerzas que parecen manifestarse en él. Los expertos dicen esto, y la gente religiosa no sabe qué le quieren decir. ¿Son religiones el budismo (como lo enseñó Buda) y el confucianismo? Se describen generalmente como tales. Pero Buda y Confucio eran agnósticos, como veremos, y por lo menos el confucianismo ha sido fiel a su fundador. ¿Era el estoicismo, uno de los más elevados sistemas morales, una religión? Pero el estoico era completamente indiferente a dioses o a cualquier cosa excepto a la vida del hombre aquí y ahora.  

Los hechos no dan indicio alguno de la existencia de un instinto religioso, o de un sentido o impulso interior, o cualquier nombre nuevo que se le invente. Desde el principio hasta el fin es cuestión de "llegar a conclusiones erróneas desde hechos observados" la sombra, el sueño, la pesadilla, la enfermedad, la muerte, los movimientos del viento y el río, la lluvia, el sol y la luna, el nacimiento y muerte anuales de la vegetación. El único impulso fuera del sutil de los sacerdocios es la curiosidad del hombre. Siente la comezón de hallar la explicación de las cosas. De principio a fin la religión es una explicación o interpretación de cosas ocultas y obscuras.