¡Cacao! Afrodita jardín del puma
Y chocolate de Moctezuma
Ramón
María del Valle Inclán
En
el paisaje fino y exquisito de Madrid, el Manzanares,
a la hora del crepúsculo,
haciendo, al peinar las juncias, un órgano de agua
casi silencioso, pone un centelleo
de plata
Alfonso Reyes
El obligado lugar común ha señalado por lo
general la gran influencia ejercida por el exilio español
afincado en México a partir de la caída de la II
República. Hoy, a más de sesenta años de
finalizada de la guerra civil, resulta efectivamente asombroso
el grado de enriquecimiento cultural experimentado por este
país al recibir a los intelectuales, artistas, obreros,
campesinos, profesionistas o científicos expulsados de la
España en conflicto. Campos tan disímiles como la
actividad editorial, la artística y teatral, la docencia a
niveles de alta especialización o de divulgación
popular, la investigación humanística,
científica y tecnológica recibieron un impulso
definitivo al nutrirse de ese inquieto espíritu peninsular que
no era sino la extensión, en el país americano, del que
irradiaran en España desde mucho antes y durante los mejores
momentos de la II República la Residencia de Estudiantes, el
Centro de Estudios Históricos, El Ateneo Científico y
Literario, el Círculo de Bellas Artes. Este espíritu
que, sin embargo, no resultaba del todo nuevo en México, ya que
recordaba al instante aquel otro que había animado varios
antecedentes mexicanos, algunos anteriores y otros seriamente afectados
por los avatares de la Revolución. Me refiero a la juarista
Academia Nacional de Ciencias y Literatura, creada en 1869 y en
la que tanto intervendría Altamirano; al Ateneo Mexicano de
Ciencias y Artes, fundado por Vicente Riva Palacio en 1882; a la
Sociedad de Conferencias y su continuador, el Ateneo de la
Juventud; a las universidades Nacional y Popular, y a un
proyecto nacido de la confluencia entre los últimos y la
Revolución misma: el vasconcelista de difusión masiva de
la cultura.
Esta suerte de versión oficial mencionada al principio
había venido sacrificando la imagen completa de ese
enriquecimiento cultural que ambos países experimentaron
durante el proceso de atracción y asimilación
cultural al enfocarse sobre uno solo de los rostros de los
acontecimientos y no considerar que el acercamiento se inició
mucho antes del estallido de la Guerra Civil. Además de la
apertura del gobierno de Lázaro Cárdenas y la buena
disposición de los exiliados a integrarse a otro paisaje
físico, social y cultural, para que la obra de la
emigración española fructificara en México
fueron necesarios muchos antecedentes culturales. Contactos previos
en México y España, bajo circunstancias asombrosamente
similares, habían ido preparando con toda naturalidad el
futuro terreno de reencuentro.
La actividad llevada a cabo por los mexicanos dentro de los campos de
la alta cultura, la publicación de libros, periódicos y
revistas, la política o la vida social; esta inicial
colaboración hispanomexicana en las más diversas
áreas de las humanidades, las artes y la política
en España había sido obviada por lo general e
inexplicablemente al hablar de los logros posteriores de la
España republicana y de su extensión a
Hispanoamérica.
Autores como Vicente Riva Palacio, Francisco A. de Icaza, Alfonso y
Rodolfo Reyes, Martín Luis Guzmán o Andrés Iduarte
llegaron a ser piezas clave en instituciones de la importancia del
Ateneo madrileño, el Centro de Estudios Históricos,
la Residencia de Estudiantes o el Círculo de Bellas Artes. O
en publicaciones como La España Moderna, La
Ilustración Española y Americana,España,El
Sol, La Voz, Revista de Occidente,Índice
o La Pluma. Guzmán llegaría al extremo de
influir en algunas decisiones fundamentales de la política
republicana. Pero muchos otros mexicanos radicados en España
por motivos diplomáticos, personales o bien a causa de
esos breves aunque significativos exilios antes mencionados, formaron
parte también, y sin saberlo en ese momento, de la
avanzada que anticiparía circunstancias y, años
después, abriría las puertas al exilio
republicano.
Los mexicanos Juan de Dios Peza, Salvador Quevedo y Zubieta, Amado
Nervo, Luis G. Urbina, Guillermo Jiménez, Carlos Pereyra,
María Enriqueta Camarillo, Francisco L. Urquizo, José
Juan Tablada, Genaro Estrada, José Vasconcelos, Enrique
González Martínez, Enrique González Rojo,
Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, José
Gorostiza, Silvio Zavala, Mauricio Magdaleno, Diego Rivera, Angel
Zárraga, Roberto Montenegro, por mencionar sólo unos
cuantos de los nombres que figuraron en las listas privilegiadas de
las mejores editoriales y publicaciones periódicas de
España, del Ateneo madrileño, el Círculo de
Bellas Artes, algunas universidades o el Centro de Estudios
Históricos, fueron factores esenciales, algunas veces a
mucha distancia geográfica y sin pisar físicamente el
suelo español, del desarrollo de la cultura literaria,
artística y política de la península.
También extendió su influencia sobre la vida social y
cultural española de entonces el devenir del proceso
revolucionario mexicano, con sus hechos de armas y su
repercusiones sociales, con sus logros en el ámbito de la
cultura. Porfirio Díaz, Venustiano Carranza, Álvaro
Obregón; las relaciones conflictivas entre la iglesia, el
Estado y la colonia española, o entre México y los
Estados Unidos; los programas educativos y de difusión cultural
de José Vasconcelos, el apoyo oficial a las artes fueron
temas cotidianos, en ocasiones de primera plana, de la España
anterior a la guerra civil.
Tanto en el mantenimiento de la tradición como en la
consolidación de las tendencias vanguardistas, los autores
antes mencionados, y otros tantos mexicanos, fueron en su
tiempo ampliamente reconocidos como piezas clave por los
más variados autores peninsulares e hispanoamericanos que
radicaba y publicaban en Madrid y otras provincias por entonces.
Hombres comprometidos con México, pero sobre todo interesados en
mayor o menor medida por el país americano, fueron José
Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Rafael Altamira, José
Gaos, José Bergamín, Cipriano Rivas Cherif, Enrique
Díez-Canedo, Gabriel Alomar, Luis Araquistáin, Corpus
Barga, Benjamín Jarnés, Concha Espina, Ramón del
Valle-Inclán; los vanguardistas Guillermo de Torre, Ernesto
Giménez Caballero, Antonio Espina y Rafael Cansinos Assens;
los americanos Gabriela Mistral, José María
Chacón y Calvo, César E. Arroyo. Y muchos otros
políticos, periodistas y autores hoy olvidados. No obstante,
diversos acontecimientos políticos, sociales y editoriales
propiciarían que muchas de las opiniones de mayor peso de y
sobre México cayeran con el tiempo en un olvido casi
absoluto.
Cabe señalar que entre los libros producidos por los autores
mexicanos en España durante esa época que
antecedió al exilio republicano, o que, aparecidos en
México, reflejan las anécdotas e influencias
allí vividas o las aportaciones mexicanas a España
se encuentra una buena cantidad de títulos fundamentales
dentro de la historia literaria mexicana e hispanoamericana. Y
asimismo, muchos de los autores exiliados, independientes y con
puestos diplomáticos fueron colaboradores asiduos de algunas
de la principales publicaciones periódicas españolas
de finales del siglo XIX y del primer cuarto del XX.
HéctorPerea **
Centro de Estudios Literarios
Instituto de Investigaciones
Filológicas
UNAM
* Este archivo digital, que reúne
más de mil materiales entre ensayos, artículos, poemas,
narraciones e ilustraciones, producto de la actividad de los mexicanos
radicados en España entre 1880 y 1936, pero también de
la imagen que este país proyectaba por entonces en la
península, es un complemento al libro La rueda del
tiempo (México, Cal y Arena, 1996).
** Héctor Perea nació en la ciudad
de México en 1953.
Narrador y ensayista, es licenciado en periodismo por la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en la misma
disciplina por la Universidad Complutense de Madrid. Ha formado parte
del Sistema Nacional de Creadores de Arte y fue becario del Centro
Mexicano de Escritores, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Instituto de
Cooperación Iberoamericana de Madrid.
Ha publicado 20 libros, entre los que se cuentan España en
la obra de Alfonso Reyes (antología), Cartas echadas.
Correspondencia Alfonso Reyes-Victoria Ocampo (cartas), Martín
Luis Guzmán en su centenario (ensayo), La caricia
de las formas. Alfonso Reyes y el cine (ensayo), A contraluz (cuentos),Nuestras
naves (antología), La rueda del tiempo. Mexicanos en
España (ensayo), México: crónica en
espiral (crónica), Fray Servando Teresa de Mier
(antología), Aguasvivas (cuentos), de la antología
colgada en internet Cinco décadas de cuento mexicano
y del hipertexto Una escritura de la mirada. El arte en las letras. Las
letras del arte.
Ha obtenido los premios nacionales “Rosario Castellanos de Periodismo
Cultural” (1989) y “José Revueltas de Ensayo Literario” (1994) y
es Socio Honorario de la Sociedad Nacional Hispánica
Sigma, Delta, Pi; capítulo Mu Epsilon (USA) desde
1999.
Es colaborador en México de revistas y suplementos dedicados a
la literatura y el arte y, en España, lo ha sido de Diario 16,
el suplemento Culturas, Ínsula y la Revista
de Libros. También ha publicado ensayos y ficciones en
revistas de los Estados Unidos, Finlandia e Italia.
Dentro de ámbito de la literatura y las artes de
Hispanoamérica y España, pero también en el de las
nuevas tecnologías, ha impartido cursos y
conferencias en México, España, Colombia, Estados
Unidos, Argentina e Inglaterra.
En la actualidad es investigador del Centro de Estudios Literarios del Instituto de
Investigaciones Filológicas de la UNAM y profesor del Sistema
de Universidad Abierta de la UNAM, en donde imparte un curso virtual sobre
literatura mexicana y arte.
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