Fantasmas de Oficina
Ver Remedios caseros para combatir la "fobia a las vacaciones".
Pánico a ausentarse del trabajo, llegar primero y retirarse último y la paranoia de ser despedido en cualquier momento, son algunas de las conductas que identifican al nuevo síndrome que amenaza al ejecutivo: la "fobia a las vacaciones".
Son los primeros en llegar a la oficina y los últimos en irse. Viven pendientes del trabajo e, incluso, llevan tareas a casa. No conocen el recreo o el descanso, ni siquiera en la hora de almuerzo. Incapaces de alejarse de la empresa, rechazan tomar vacaciones y odian los días feriados. Pero, al contrario de lo que pudiera pensarse, esta descripción no corresponde a las tan conocidas "ratas de escritorio" ni a los "trabajólicos".
Las primeras suelen permanecer en la empresa más allá de los horarios de trabajo, es cierto. Pero, simplemente porque no tienen nada mejor que hacer; se acostumbran a deambular por la oficina y este hábito se vuelve una rutina. Los trabajólicos, en cambio, pertenecen a esa "nueva cultura" de la que se ha hablado por tanto tiempo: aquella que privilegia el desarrollo profesional como la más importante fuente de satisfacción.
A tal punto, que la identidad de la persona llega a depender de cuán exitosa sea en su desempeño. El asunto es que, a mitad de camino entre ambas conductas, comienza a visualizarse en la empresa moderna un nuevo estilo de enfrentar la tarea diaria: el fóbico. Se trata de aquellas personas que no trabajan en exceso porque les guste o porque no tengan otra cosa en que ocupar su tiempo, sino por el pavor que les provoca la posibilidad de perder el empleo. Y la manifestación más evidente es un miedo casi patológico a ausentarse de la oficina, incluso durante los períodos de vacaciones.
"Los trabajólicos son incapaces de darse un tiempo libre, mientras que los fóbicos sienten la imperante necesidad de estar presentes. Son el antónimo del concepto de ausentismo laboral", comentó a Qué Pasa el sicólogo norteamericano Cary Cooper. El especialista publicó a principios del 97 el libro titulado Managing Workplace Stress, donde explica e inaugura la descripción clínica de esta patología. El temor existente en estas personas a perder el trabajo es tan intenso, que son capaces de hacer cualquier cosa por conservarlo, pues en su mente está la constante idea de que, en cualquier momento, alguien les va a dar "una puñalada por la espalda".
Esta es la razón por la que no se alejan del escritorio. A tal punto necesitan sentirse imprescindibles, que no estar presentes cuando sus jefes toman decisiones importantes para la empresa y los empleados, desencadena en ellos una verdadera paranoia. No quieren oír hablar de reingeniería, nuevo concepto organizacional que implica una reestructuración total. Y, cuando el jefe los manda a llamar y les dice que no está contento con su desempeño, de inmediato se sienten despedidos.
Fuera de lo curioso que puede parecer este cuadro, tales personas se ven inmersas en un laberinto de sensaciones de inseguridad que terminará por incapacitarlas para seguir cumpliendo con el trabajo. Tarde o temprano, llegarán a convertirse en lo que Cooper denomina "fantasmas de oficina". Radicado hace 25 años en Inglaterra, este experto lleva dos años estudiando dicha fobia: "Son fantasmas porque cuando no están físicamente en el lugar de trabajo (muy pocas horas al día), su espíritu está siempre ahí", explica.
Estimaciones del especialista aseguran que para fin de siglo, tan sólo en Inglaterra el 40% de los trabajadores va a ser víctima de fobia a las vacaciones y que, tal tendencia, irá en aumento a nivel mundial. A pesar de que esta patología se manifiesta en países desarrollados, lo cierto es que los más propensos a padecerla son los trabajadores de países en desarrollo. La razón está -en opinión de Cooper- en que dichas naciones se ven forzadas a competir con las otras de su misma categoría para ingresar al "club de los desarrollados". "Para hacerlo, encuentran en las jornadas de trabajo extensas, el método ideal", agrega.
En Chile aún no existen antecedentes clínicos sobre la ocurrencia de esta patología. Sin embargo, no es despreciable el número de ejecutivos que prefieren permanecer en sus puestos de trabajo en lugar de veranear.
Un estudio efectuado en 36 empresas chilenas de alta facturación por la consultora Spencer & Stuart en agosto de 1996, reveló que durante ese año el 56% de los ejecutivos había tomado 15 o menos días de vacaciones, mientras que el resto había optado a un período de descanso de entre 16 y 30 días. Más aún, al preguntárseles cuándo había sido la última vez en que habían veraneado, el 75 % señaló que ese mismo año, pero el 14 % mencionó al año anterior y el 11 %, dos años antes.
Claro que el surgimiento de la "fobia a las vacaciones" no es gratuito. Para Cooper, un factor determinante es la inseguridad laboral que se origina en la disminución de los puestos de trabajo versus el aumento en la demanda de los mismos. Por eso, no es extraño que las personas comiencen a sentir que son absolutamente prescindibles, y el único modo de revertir la situación sea hacerse notar. ¿Cómo?: permaneciendo todo el día (en cuerpo) y toda la noche (en espíritu) en la oficina.
Aunque en todo esto la figura de "el jefe" tiene mucho que decir. "La mayoría de los gerentes crea una cultura de la jornada larga, que deriva en el presentismo laboral. Hoy en día es mal visto que la persona se retire temprano o que se dé una hora para almorzar", agrega el experto.
Una tendencia que en Chile, según muestra el reporte de la World Competitiveness de 1995, se sigue al pie de la letra: el país ocupa el primer lugar en el número de horas trabajadas por año (2.400), que contrasta notoriamente con el tiempo laboral de otros países. Por ejemplo, en Brasil se trabajan 1.842 y en Japón, 1. 893. Lo curioso es que más horas en la oficina no significan mayor productividad: estadísticas de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) aseguran que para el mismo año, la eficiencia de Chile fue de un 3,3 %, mientras que para Brasil de un 7,5 %. En Singapur -país que ocupa el primer lugar de competitividad a nivel mundial- se trabajan 400 horas menos que en Chile.
Además, la actual tendencia a los contratos por períodos cortos y al trabajo a honorarios, no ayuda mucho. La primera provoca en los individuos la sensación de que en cualquier momento se pueden deshacer de él. La segunda, termina por aumentar la paranoia de que los "nuevos" son una competencia y que están ahí para quitar el empleo a los más antiguos. En términos de Cooper, se trata de la short term contract culture ("cultura de los contratos cortos"). Algo en lo que Chile también comienza a plegarse: según Juan Vera, socio director de la consultora C y S Gestión, el sistema de "contrato a honorarios" está en aumento en el país y no sólo en las empresas privadas, sino también en el sector público. Por eso, esta enfermedad encuentra un terreno fértil en profesiones en las que el horario de trabajo es muy flexible o en las que usualmente se trabaja part time. En esta categoría caen abogados, periodistas, médicos, empleados de la bolsa, publicistas y funcionarios de empresas privadas.
Mario Morales, sicólogo de la Universidad Católica, asegura que no ha atendido ninguna persona que presente los síntomas de la fobia a las vacaciones. Sin embargo, explica que es probable que existan, debido a los cambios en el sistema de trabajo que se está dando en el mercado laboral chileno. "Con la modernización, la empresa ya no es capaz de brindarles seguridad a sus empleados. Esto trae como consecuencia que se sientan inseguros y que teman perder el trabajo en cualquier momento", explica.
Para Morales, el concepto paternalista que ofrecían los modelos de administración como el de Frederick Taylor a principios de siglo ya están obsoletos, lo que ha dejado a los funcionarios de las organizaciones a la deriva, para volverse eventuales presas de este tipo de enfermedad. Un ejemplo lo constituyen -según explica el especialista- aquellas miles de personas que perdieron su empleo durante la recesión de la década del 80 (lo que se tradujo en un 40% real de cesantía) y que, a pesar de haberlo recuperado un tiempo después, nunca más estuvieron seguras de conservarlo.
Pero como en toda patología, no todos quienes están expuestos a los mismos factores tienden a manifestarla. Necesariamente debe existir una predisposición y, en este caso, aquellas personas inseguras, depresivas y que se frustran rápidamente, están más propensas a desarrollarla. Ello, debido a la poca confianza en el trabajo que realizan y a su escasa tolerancia para enfrentar los malos ratos y las discusiones con el jefe o los colegas.
"El problema es que las empresas todavía no entienden que más trabajo sólo significa una cosa: enfermedad", dice Cooper. En efecto, después de un tiempo de sentirse perseguido, temeroso y de rechazar las vacaciones, el individuo empieza a enfermarse. Los primeros trastornos se traducen en un aumento en la frecuencia con que se presentan los resfríos. Esto, además de problemas estomacales, falta de concentración, incapacidad para tomar decisiones, ansiedad, irritabilidad, aislamiento y estados depresivos. Pero luego aparecen los más severos: problemas cardíacos, trastornos mentales y el burn out (que significa "fundirse"), cuando la persona debe dejar el trabajo ya que no es capaz de realizar ningún tipo de actividad pues tanto su mente como su cuerpo están rendidos.
Al ser tan similares a los problemas que acarrea el estrés, la mayoría de quienes tienen fobia a las vacaciones no acuden al médico hasta que es demasiado tarde. Y, cuando por fin lo hacen, el médico se dedica a tratar sus afecciones en vez de investigar el origen del problema. Esto, según Cooper, es el motivo por el cual, en la mayoría de los países en desarrollo, no existen registros del número de personas afectadas. Sin embargo, no resta relevancia a la enfermedad. Por ejemplo, una consultora brasileña encontró que de 1.500 ejecutivos desempleados, el 14% había perdido su empleo cinco días antes o cinco días después de las vacaciones.
Tratar el sentimiento de inseguridad es el único modo de eliminar la fobia. Por ello, en Estados Unidos y Europa se están implementando servicios de ayuda para los empleados. Llamados EAP (Employee Assistance Program) son especialistas ajenos a la empresa, que acogen los problemas del empleado, conversan con él y tratan de darle pistas para poder solucionarlos, así como también llegar al origen de la enfermedad. Otros métodos son los utilizados en Japón, país que -a pesar de levantarse como el máximo exponente de la cultura de las jornadas extensas de trabajo- hoy se ha dado cuenta de que hay que fomentar el modelo opuesto (ver recuadro).
Esta misma actitud es la que están tomando los jóvenes europeos. Según cuenta el sicólogo Morales, "los jóvenes ya se dieron cuenta de que trabajar demasiadas horas al día sólo sirve para empeorar su vida.
Muchos de ellos optan por trabajar medio año y luego darse un semestre de vacaciones". Razones para hacerlo hay de sobra: "Crecieron viendo a sus padres trabajólicos, que terminaron estresados y sin vida personal.
Lo último que desean es repetir la historia", explica.
Angustia laboral: el temor a perder el trabajo ocasiona un desorden sicológico conocido como "fobia a las vacaciones"
A pesar de que en la actualidad el ambiente de trabajo tiene todos los requisitos para desencadenar en el empleado una fobia a las vacaciones, lo cierto es que hay varias medidas que éste puede tomar para mantenerse inmune o prevenir su aparición. Según Cary Cooper, sicólogo norteamericano, la existencia de algunos de los siguientes síntomas podría implicar la amenaza de una fobia:
- Dificultad para dormir en las noches.
- Irritabilidad.
- Agresividad.
- Falta de concentración.
Ante éstos, es preciso que el individuo haga un alto en la rutina diaria y corte el problema de raíz, comenzando por seguir consejos simples:
Salirse de la cultura de jornadas largas
: Implica dejar de quedarse todas las noches en la oficina, cuando el resto del personal de la empresa ya se ha marchado. El individuo debe establecerse un número fijo de horas para trabajar y cumplir con su deber dentro de esos límites. Una vez que el día laboral ha terminado, debe olvidarse del trabajo y poner su mente en otras cosas.Buscar otras actividades
: Involucrarse en actividades que lo distraigan una vez que se ha ido de la oficina. Una de éstas, es la práctica de algún deporte. Cooper recomienda la natación y las caminatas.Además, ir al cine o participar de algún taller de desarrollo personal.
Muchas son las variantes en el comportamiento de quienes padecen de fobia a las vacaciones. Pero no es tan difícil reconocerlo cuando se tiene uno al lado:
- La persona llega una o dos horas antes del horario de inicio de trabajo establecido por la empresa.
- Cuando todos los compañeros empiezan a retirarse entre las cinco y seis de la tarde, por lo general, él permanece en la oficina hasta las ocho o nueve de la noche.
- Debido a que su permanencia en el lugar de trabajo es tan larga, es frecuente que entable amistad (aunque no por ello dedique más de un par de minutos para conversar) con el personal de aseo de la empresa.
- Muy rara vez sale a almorzar, pues prefiere quedarse en su escritorio y comerse algo rápido, que no le tome más de 20 minutos.
- Siempre lleva trabajo a la casa. Es común verlo sentado en el living esperando recibir un fax o una llamada telefónica que lo pone en contacto con la oficina. Y se desespera cuando no llega.
- A pesar de que frecuentemente rechaza sus vacaciones, cuando lo hace -nunca más de una semana al año- lleva trabajo consigo.
- Llama a la oficina o al jefe después del horario de trabajo para crear la sensación de que está profundamente comprometido con la empresa.
- Tiene la persistente sensación de que está siendo perseguido, de que alguien le va a quitar el empleo o que el jefe lo va a despedir.
- Debido al tiempo que pasa en la oficina, a menudo se distancia de su familia y, muchas veces, termina en separación matrimonial
Durante mucho tiempo, Japón creó un modelo de trabajo que consistía en dedicar el mayor tiempo posible a la empresa, para aumentar su productividad. Sin embargo, según explica Cooper, no pasó mucho tiempo para que los "reyes de la eficiencia" se dieran cuenta de que trabajar en exceso atentaba precisamente contra su propio objetivo: la productividad. No por nada, en ese país se creó el término karoshi, que significa "muerte por exceso de trabajo". Causa que motivó -hasta agosto del año pasado- el curso de 200 demandas en la justicia nipona.
Por eso, ahora están dedicados a reforzar otro sistema laboral. La idea es trabajar con horarios establecidos y no excederlos. Sin embargo, la rapidez con que Occidente imitó el primer método japonés no ha sido la misma con la que se apuran en abandonarlo. Pues ni las cifras han sacado a esta parte del hemisferio de la conducta opuesta al nuevo sistema laboral nipón. Por ejemplo, el 36% de ejecutivos de varias compañías de primera línea de Estados Unidos asegura que las empresas necesitan mejorar la calidad de vida que ofrecen a sus empleados para cautivar a los ejecutivos jóvenes. En Chile, basta considerar que el 30% de las licencias médicas se debe a estrés laboral.
La calidad de vida de los empleados es lo que Japón pretende mejorar y maneras de hacerlo no faltan. Quizás la más innovadora es la que tiene una empresa computacional de dicho país: la incorporación del humor a la jornada de trabajo, pues han descubierto que éste es uno de los mejores antídotos contra el estrés. Por medio de actividades relacionadas con el deporte, la capacidad mental y los reflejos, esta empresa aumentó sus índices de productividad en un 30%.
Francisca De la Paz
Edición 1395
6 al 12 de enero de 1998
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