1. INTRODUCCIÓN.
El ser humano practica ciertas actividades a lo largo de su vida, denominadas
lúdicas, que le sirven de distracción, relajación,
entretenimiento..., de otras actividades consideradas más serias,
las laborales.
Sin embargo, cuando nos centramos en la figura infantil y nos fijamos
en sus comportamientos y actividades, observamos que el juego no podemos
encuadrarlo en las líneas anteriormente descritas ya que para el
niño es mucho más, el juego envuelve su vida y forma parte
de sus intereses. El juego infantil se convierte así en un medio
de aprendizaje espontáneo y de ejercitación de hábitos
intelectuales, físicos, sociales y morales.
Estas características hacen del juego una herramienta importante
para la consecución de determinados objetivos, de todo tipo y en
todas las áreas, de una forma motivante para los alumnos.
Por otra parte, la aparición de juegos de tipo televisivo y
de juguetes cada vez más sofisticados donde el niño pierde
ese papel activo para convertirse en mero espectador hacen que el maestro
deba considerar el juego como un fin en sí mismo. Hay que
plantearse, cada vez más seriamente, el mostrar al niño otras
formas de juego distintas de las actuales, donde él se convierta
en el protagonista del juego, lo dirija, lo modifique..., en definitiva,
el que lo controle.
A lo largo del presente artículo analizaremos el concepto de
juego, la importancia del mismo en la vida del niño y sus posibilidades
de utilización en el medio escolar.
2. EL CONCEPTO DE JUEGO.
El juego es una actividad espontánea que exige el cumplimiento
de una o varias reglas, libremente elegidas, o vencer deliberadamente un
obstáculo. Se puede considerar al juego como la actividad más
importante de la infancia, hasta el punto de que hay autores que definen
al niño como “ser que juega”. A través del juego, el niño
desarrolla una serie de hábitos intelectuales, físicos, morales,
sociales, etc. que tendrán trascendencia en su vida futura.
Muchos han sido los teóricos que han definido el juego. Sería
interminable exponer una relación con todas las definiciones que
del juego se han dado; no obstante, de entre todas ellas podemos destacar,
a modo de ejemplo, las siguientes:
-
HUIZINGA: “El juego es una acción o una actividad voluntaria realizada
en unos ciertos límites fijos de tiempo y lugar, según una
regla libremente consentida pero absolutamente imperiosa, provista de un
fin en sí misma, acompañada de una sensación de tensión
y de júbilo y de la conciencia de ser otro modo que en la vida real.
-
ARNALF RUSSEL: “El juego es una actividad generadora de placer que no se
realiza con una finalidad exterior a ella, sino por sí misma.”
-
GUY JACQUIN: “El juego es una actividad espontánea y desinteresada
que exige unas reglas que cumplir o un obstáculo deliberadamente
puesto para vencer.”
-
CH. BÜHLER: “El juego puede ser definido como la actividad orientada
al gozo producido por el perfeccionamiento.”
-
PIAGET: “Acción libre considerada como ficticia y situada al margen
de la vida real, capaz de absorber totalmente al individuo que la practica.”
-
La Real Academia Española de la Lengua define al juego como “actividad
placentera, realizada por sí misma, sin referencias a un propósito
ulterior o satisfacciones futuras.”
Analizando estas definiciones podemos extraer una serie de elementos
comunes a todas ellas:
-
1-. Todas consideran al juego como una actividad voluntaria y placentera
que absorbe totalmente al niño.
-
2.- Además, tiene una finalidad intrínseca, en sí
mismo.
-
3.- Supone para el niño una forma de análisis de sus propias
posibilidades, de la realidad que lo rodea, de las relaciones sociales
y su dinámica..., sirviéndole de medio para progresar hacia
estadios superiores.
-
Existen también infinidad de autores que, desde diferentes enfoques,
han tratado de dar respuesta al porqué el niño juega, recurriendo
a teorías de todo tipo sin que hasta la fecha se haya dado una respuesta
completamentamente satisfactoria a esta pregunta. Desde mi punto de vista
abordar el porqué el niño juega es como tratar de responder
a por qué el hombre es hombre. El niño juega porque, como
niño que es, no puede hacer otra cosa que jugar.
3. EL JUEGO COMO ACTIVIDAD FUNDAMENTAL EN EL NIÑO.
Generalmente el adulto considera el juego como un mero pasatiempo, una
forma de distraer al niño de sus estudios. Por eso, su intervención
se limita, en la mayoría de los casos, a acabar con el juego puesto
que para él no es más que una pérdida de tiempo. Sin
embargo, para el niño la actividad lúdica es fundamental
ya que a través de ella:
-
El niño descubre y hace suyo el entorno que le rodea.
-
Pensemos en juegos como el escondite y sus variantes. El niño descubre
progresivamente el espacio y las posibilidades del mismo. Sabe dónde
puede ir, por dónde, cuánto tiempo tardará, etc.
Poco a poco el niño interioriza ese entorno de juego, lo hace suyo,
y ampliará este conocimiento a otras situaciones de la vida.
-
El niño imita e imagina.
-
¿Quién no ha jugado a piratas? La historia surgía
con el juego. Se improvisaba una situación, alguien sugería
una situación: “¿vale que íbamos a enterrar un tesoro?”,
el grupo lo aceptaba y matizaba: “¡Vale! Enterremos cada uno algo
y busquemos los tesoros”. Al cabo de un rato todos regresábamos
de nuestras casas con aquello que íbamos a enterrar. Al día
siguiente volvíamos a jugar a piratas, pero ese día no enterrábamos
nada, descubríamos una isla, luchábamos, o nuestro barco
se hundía. Infinidad de situaciones surgían de una misma
propuesta inicial. A través del juego el niño de hoy, como
nosotros ayer, imita situaciones, imagina posibilidades y hace que el mundo
irreal sea real por un tiempo limitado.
-
El niño se relaciona, acepta las reglas y a los demás.
La mayor parte de los juegos son colectivos. Esto conlleva la necesidad
de llegar a acuerdos con los otros. Para empezar hay que acordar a qué
se va a jugar, tras algunas deliberaciones el grupo puede decidir que jugará
a “Policías y ladrones”; después hay que saber cómo
vamos a jugar: el espacio permitido y el no permitido, la posibilidad o
no de salvar a los jugadores capturados, etc. Durante el juego surgirán
algunas situaciones conflictivas (“¡Te ha tocado!”, “¡Tocar
no es atrapar!”) que implicarán una matización de las reglas
(por ejemplo, se considera capturado un jugador cuando le han tocado, aunque
no le agarren). También, durante el juego pueden surgir personas
que traten de saltarse alguna de las reglas en su propio beneficio. El
grupo será el encargado de resolver estas y otras situaciones proponiendo
soluciones, impartiendo justicia, etc. y esto lo hará por consenso
colectivo, ya que de lo contrario el juego puede finalizar. A veces, el
niño que no consigue hacer prevalecer su opinión sobre la
del grupo amenazará con dejar de jugar, puede que incluso lo haga,
pero con el tiempo esta situación tiende a desaparecer, al fin y
al cabo ¿qué otra cosa puede hacer? Así, el niño
aprende, poco a poco, a aceptar las reglas del juego, las soluciones impuestas
por el grupo y a sus propios compañeros de juego. Jugar inicia a
los niños en la aceptación de reglas comunes compartidas,
favoreciendo así su integración social.
-
El niño desarrolla habilidades y destrezas motrices.
Durante los juegos el niño corre (pensemos en cualquier juego
de persecución), salta (¿quién no ha jugado a la comba?),
imita gestos (seguir a la madre es un buen ejemplo), lanza y atrapa objetos
(imaginemos el juego de “Pies quietos”), desarrolla su sentido rítmico
(juegos de palmas), etc. Por otro lado, las situaciones de los juegos se
repiten una y otra vez, el niño no se cansa de jugar a lo mismo,
con lo que suponen una buena forma de entrenamiento y desarrollo de estas
habilidades.
-
El niño se conoce a sí mismo y a los demás.
Algunos juegos implican un análisis de la situación
en función de uno mismo y del otro. Pensemos en un juego como “El
pañuelo”, imaginemos una situación cualquiera: la madre ha
dicho un número y hacia el pañuelo corren dos jugadores,
uno de cada equipo. Cada uno de ellos va analizando la situación
y decidirá qué hacer cuando llegue al pañuelo sobre
todo en función de a quién tiene en frente. Luis sabe que
Pedro es mucho más rápido que él así que sus
posibilidades de llevarse el pañuelo son muy pocas, puede intentar
engañar a Pedro para que éste supere la línea o puede
esperar a que Pedro coja el pañuelo para intentar tocarlo en ese
preciso instante, después será demasiado tarde. Para hacer
todo este razonamiento Luis ha jugado infinidad de veces con Pedro a una
gran cantidad de juegos. Conoce sus posibilidades y sus limitaciones,
las acepta durante el juego y se adapta a ellas tratando de sacar de su
conocimiento el mayor partido posible. A su vez analiza las de los demás,
se compara con ellos. Jugar implica aceptar retos, valorando las posibilidades
de éxito y esto significa conocerse a uno mismo y a los compañeros
de juego.
-
El niño se comunica e incrementa su vocabulario.
Durante los juegos el niño verbaliza situaciones, se expresa,
se comunica. Además, existe un vocabulario y unas expresiones propias
comunes a muchos juegos: “quedársela”, “llevarla” o “ligarla” (la
persona que desempeña un rol distinto al de los demás), “perrito
guardián” (vigilante próximo a los capturados), “casa” (lugar
en el que se está a salvo), etc.
-
El niño desarrolla el pesamiento divergente.
La mayor parte de los juegos se desarrollan en lo que se denomina
entornos cambiantes, es decir, situaciones en las cuales se plantean una
sucesión de problemas que el sujeto tiene que resolver en función
de la información que recibe y de sus posibilidades de éxito.
Pensemos en un juego como “El rescate”, imaginemos una situación
en la que hay tres personas capturadas y dos vigilantes. Un jugador valora
si es el momento adecuado de intentar rescatar a los capturados. En ese
momento la situación cambia, uno de los que se la quedan viene hacia
él, ahora hay que escapar. La mente del jugador debe analizar el
cómo, hacia dónde, etc. Durante el juego irán surgiendo,
uno tras otro diferentes problemas, la situación es distinta si
en lugar de una te persiguen tres personas, que deben ser resueltos. Las
respuestas dependerán de la experiencia previa, del éxito
de esas respuestas en situaciones de juego similares. Aún así,
el jugador inventa una y otra vez, respuestas nuevas a nuevas situaciones,
improvisa y evalúa el éxito o fracaso de sus decisiones.
Desarrolla así la capacidad de tomar decisiones, a veces muy
diferentes de las habituales, lo cual es fundamental para una transferencia
a otras situaciones de la vida.
4. EL JUEGO EN EL MEDIO ESCOLAR.
Si hemos analizado en el apartado anterior la importancia del juego
en la vida del niño, resulta lógico pensar en sus posibilidades
educativas. Muchos son los docentes que utilizan el juego como un medio
para que su alumnado alcance otros objetivos relacionados con el aprendizaje.
En este sentido se plantea un primer interrogante; si analizamos las
definiciones que del juego dan los diferentes autores observamos que el
juego infantil se caracteriza, sobre todo, por ser una actividad voluntaria,
algunos hablan incluso de espontánea, que no tiene un fin fuera
del mero placer de jugar. Ahora bien, ¿podemos hablar de juego cuando
un adulto, en este caso el maestro, impone a qué jugar, cuándo
jugar y utiliza el juego como un medio para obtener otros objetivos distintos
del mero placer de jugar? Dicho de otro modo, ¿es posible hablar
de juego cuando la organización, desarrollo y regulación
del mismo viene impuesta por un adulto, cuyos objetivos son bien distintos
del simple hecho de jugar por jugar?
En principio, un análisis frío de las definiciones de
juego nos llevaría a responder que no. No podemos hablar de juego
cuando éste no surge de los propios niños y cuando no son
éstos los encargados de establecer las normas y de resolver los
conflictos que puedan surgir durante su desarrollo. Sin embargo, ¿no
es cierto que cuando, al finalizar una clase de Educación Física
en la cual se han desarrollado diferentes juegos motores, alguien pregunta
a un niño qué es lo que ha hecho, el niño responde
he jugado a esto o a aquello? Y si el niño, que en esto de jugar
es el mayor experto que existe, dice que ha estado jugando ¿por
qué contradecirlo con engorrosas definiciones elaboradas por adultos?
Para tratar de encontrar una solución a este aparente contrasentido
es interesante recurrir a la clasificación que Schwartzman establece
de los juegos. Él diferencia entre juego estructurado por niños
y juego estructurado por adultos. En el primer caso se incluirían
todos los juegos cuando son los niños los encargados de su planificación,
organización y desarrollo. En el segundo caso este papel le correspondería
a uno o varios adultos y los niños se limitarían simplemente
a jugar y a disfrutar del juego.
El juego estructurado por niños se identificaría con
las definiciones tradicionales de juego y el juego estructurado por adultos
nos permitiría denominar juegos a las actividades lúdicas
realizadas fuera del contexto infantil en el que habitualmente se desarrollan.
En ambos casos hablaríamos de juego ya que, aunque el adulto puede
utilizar el juego para obtener fines distintos del mero placer de jugar,
por ejemplo el desarrollo de diferentes habilidades motrices, el niño
vive la actividad propuesta como placentera y disfruta de ella con independencia
del hecho de que el maestro la use con otro fin.
Esta idea enlaza con otra interesante distinción que, aludiendo
al juego tradicional, hace Ronald Renson. Renson habla de texto y contexto
para diferenciar entre el reglamento de un determinado juego y las circunstancias
en las que ese juego se desarrolla.
Según esta idea, en la escuela podríamos introducir el
texto, es decir, las reglas de los diferentes juegos.
Podríamos enseñar a nuestros alumnos cómo jugar
a éste o aquél juego, incluso juegos que hace tiempo que
desaparecieron; sin embargo, en la escuela no podríamos recuperar
el contexto en el que dichos juegos se practicaban o se practican. No podríamos
reproducir las circunstancias que determinan el que los jugadores se decidan
a comenzar éste o aquél juego, ni tampoco los sistemas tradicionales
de transmisión de los juegos.
Ahora bien, ¿no es posible que desde la introducción
del texto en la escuela se pueda influir en el contexto?, o lo que es lo
mismo, ¿es posible que, a partir del trabajo en la escuela, puedan
darse las condiciones para que un juego se desarrolle fuera del contexto
escolar? Desde mi punto de vista esta circunstancia no es sólo posible
sino que además debe ser uno de los objetivos que desde la escuela
debemos marcarnos a la hora de recuperar juegos tradicionales. Imaginemos
a una profesora que descubre que en un determinado lugar del pueblo se
practicaban hace cincuenta años una serie de juegos. En las clases
de Educación Física lleva a su alumnado a ese lugar, les
presenta los juegos y los pone en práctica. Tenemos el texto. Posteriormente,
varios de sus alumnos, en sus ratos de ocio ponen en práctica algunos
de los juegos aprendidos y se los cuentan a otros niños. Con el
paso del tiempo esos juegos se popularizan y aparecen variantes motivadas
de la falta de jugadores o de que hay demasiados, del cambio de un material
por otro, etc. Actuando desde el texto en la escuela se ha repercutido
en el contexto y se han recuperado algunos juegos tradicionales.
El único problema es que al maestro le resulta imposible determinar
y evaluar la influencia de su trabajo en el contexto. Puede valorar si
sus alumnos saben o no jugar a alguno de los juegos explicados, puede observar
incluso cómo resuelven los problemas cognitivos o motores que las
diferentes situaciones de juego plantean, puede incluso saber si algunos
de sus alumnos practican los juegos aprendidos fuera de horas de clase,
pero no puede determinar si ese juego perdurará o no con el paso
del tiempo. En cualquier caso siempre valdrá la pena intentarlo.
5. ACTIVIDADES PARA LA RECUPERACIÓN DE JUEGOS TRADICIONALES.
Desde la escuela se pueden llevar a cabo una serie de actividades orientadas
a que el alumnado valore la importancia de los juegos tradicionales como
parte de su patrimonio cultural y recupere el texto de algunos de estos
juegos.
Algunas de las actividades propuestas son las siguientes:
¿A qué hemos jugado en el recreo?
Se trata de hacer una encuesta donde los niños de la clase expongan
a qué han jugado un día cualquiera en el recreo. Puede pedirse
a varios alumnos que hagan al encuesta en las diferentes clases y así
determinar a qué juegos les gusta jugar a los niños y niñas
del colegio. Después se analiza en clase cuántos de los juegos
son tradicionales. Esta actividad puede servirnos de introducción
para otras.
-
¿Qué juegos tradicionales conocemos?
-
Se trata de hacer una tormenta de ideas para determinar a cuántos
juegos tradicionales, y a cuáles, sabemos jugar los niños
y niñas de la clase. El profesor escribe en el encerado los diferentes
juegos que se nombren tratando de agruparlos por afinidad: juegos de esconderse,
de atrapar y escapar, con un balón, de rayuela, de comba, etc. Otro
día, cada niño trae escrito cómo se juega al juego
que ha nombrado. Los juegos escritos se leen en clase y, entre todos, se
matizan hasta llegar a una redacción definitiva. Se elabora entonces
una ficha con la descripción del juego y un dibujo del mismo y las
fichas forman parte de un fichero de juegos de clase. A lo largo del curso
vamos practicando los juegos recogidos en la clase de Educación
Física, en Música o en Lenguaje, dependiendo del tipo de
juego.
-
¿A qué jugaban nuestros padres y abuelos?
-
A partir de un modelo de ficha, facilitado por el profesor, los alumnos
preguntan a sus padres y abuelos, sobre los juegos que practicaban ellos
cuando eran niños. Los juegos recopilados se ponen en común,
se eliminan los repetidos, se matizan las reglas y se redactan. Después
podemos establecer una comparación, descubriendo cuáles de
aquellos juegos se practican todavía hoy en día. Con los
juegos recogidos se hace un cuadernillo que queda en la biblioteca de la
clase.
-
Construimos materiales para jugar.
-
A partir del cuadernillo anterior se construyen, en las clases de Educación
Artística, diferentes materiales para jugar. Para ello se utilizan,
muchas veces, materiales de desecho.
-
Una vez fabricados los materiales, se prueban durante la práctica
de los juegos.
6. A MODO DE CONCLUSIÓN.
A lo largo del presente artículo hemos abordado el juego y la
importancia que tiene para el niño, hemos reflexionado acerca de
si es viable el utilizar el juego en la escuela como medio para obtener
otros objetivos educativos y, finalmente, hemos propuesto una serie de
sencillas actividades que podemos poner en práctica con nuestro
alumnado para recuperar algunos juegos tradicionales infantiles. Me gustaría
terminar con una frase de Pablo Neruda que creo resume perfectamente la
importancia que el juego tiene en la vida del niño y, por qué
no, del adulto: “El niño que no juega no es un niño, pero
el adulto que no juega ha perdido para siempre el niño que lleva
dentro de sí”.
¿EXTINCIÓN DE LOS JUEGOS POPULARES INFANTILES?
Se plantea la pregunta de si realmente los juegos populares infantiles
están en proceso regresivo y, en caso de respuesta afirmativa, cuáles
son las causas.
Para responder a esta pregunta, el primer elemento que debemos analizar
es la forma de difusión de estos juegos. El proceso estaba prácticamente
centrado en la transmisión oral y gestual de estos juegos de generación
en generación. En muchos casos el niño aprende las retahílas
y cancioncillas asociándolas a gestos que forman también
parte del juego. Este mecanismo de fijación va unido a un mecanismo
de olvido, que puede ser parcial o total.
Si el olvido es parcial, aparecen en el juego variantes y modificaciones
que, con el transcurrir del tiempo, pueden dar lugar a nuevos juegos. A
veces lo que sucede es que el juego en sí no se modifica pero sí
la retahíla o canción a la que va unido que, en el peor de
los casos puede llegar a perderse. Un ejemplo claro lo encontramos en el
juego de las cuatro esquinas, donde hoy en día no encontramos fórmula
oral alguna vinculada al juego aunque por textos sabemos que ésta
existía.
Si, por el contrario, el olvido es total, el juego desaparece. Así,
encontramos documentados una serie de juegos que hace ya tiempo que no
se practican; por ejemplo el ladrillejo.
Sin embargo, no sólo la forma de difusión y las interferencias
en este proceso hacen que un juego desaparezca; existen otros factores.
Entre ellos destacamos:
* La desaparición o modificación del entorno en que se
practicaban. El niño crea espacios de juego en función de
las características del medio en el que se mueve. Habrá una
serie de juegos que resultarán impracticables en un entorno determinado;
por ejemplo, el juego del gua en un terreno asfaltado, que desaparecerán
rápidamente. Otros sufrirán modificaciones para adaptar el
juego al nuevo espacio del que se dispone, pudiendo dar lugar a nuevos
juegos.
*La desaparición o sustitución del material de juego.Existen
una serie de elementos que, hoy en día, resultan poco menos que
imposibles de encontrar. Los mecheros han sustituido a las cerillas y resulta
utópico hacerse con los cartones de las cajas de éstas, los
cromos de volver sólo se encuentran en tiendas de regalos como un
tesoro del pasado y a precios realmente abusivos, etc. Esto hace que el
juego tienda a desaparecer o, en el mejor de los casos a modificar el material
empleado en su práctica; se deja de jugar con cartones y se juega
con cromos o, simplemente, se deja de jugar.
*El poco tiempo dedicado por los padres a jugar con sus hijos resultado
de la sociedad de consumo en la que vivimos, donde se relaciona, equivocadamente,
la posesión de bienes con la calidad de vida, con todo lo que ello
implica: obsesión de consumo ----> más trabajo ----> menos
tiempo libre
----> menos comunicación con los hijos
----> desaparición de fórmulas de transmisión
oral ----> desconocimiento
de los juegos por los hijos ----> proceso
regresivo de los juegos ----> desaparición.
*El poco tiempo libre del que disponen los niños para jugar.
Ya, desde pequeños se les educa como futuros trabajadores. En una
sociedad competitiva, donde la posesión de bienes es símbolo
de calidad de vida, el niño debe prepararse para llegar a ocupar
los puestos más altos de la sociedad que le permita acceder a todo
lo que quiera poseer. Para ello, son necesarios una serie de conocimientos
que la escuela no siempre ofrece (informática, idiomas,...); otras
veces se trata de que el niño no quede “descolgado” del grupo en
el que está (clases particulares). Además, la sociedad actual
ofrece una serie de alternativas organizadas para que el niño ocupe
su tiempo libre como más le guste. Los colegios, ayuntamientos y
otras entidades, públicas y privadas, ofertan gran cantidad de actividades
extraescolares de ocio y tiempo libre: deportes, bailes..., que, en casi
ningún caso, contemplan el juego con un finalidad en sí mismo.
El niño tiene ya de antemano ocupado el tiempo libre, ¿de
dónde va a sacar tiempo para jugar?
*Por último, un elemento importantísimo en el proceso
de regresión de los juegos populares son los reclamos publicitarios
tendentes a la venta de sofisticados juguetes donde el niño juega
un papel pasivo o activo individual; ejemplo de ello lo encontramos en
las consolas de videojuegos donde el niño juega un papel activo
pero en solitario, con todo lo que ello implica.
Analizando detenidamente las causas señaladas como activadoras
del movimiento regresivo en la práctica de los juegos populares
infantiles observamos que todas ellas están íntimamente ligadas
al tipo de sociedad actual. Podemos suponer que el paso de una sociedad
rural a una sociedad urbana, orientada al consumo, produce un cambio en
la forma de jugar del niño.
Si bien hasta ahora todo parece indicar que se tiende a la desaparición
progresiva de la mayor parte de los juegos tradicionales, planteamos el
siguiente interrogante: ¿cómo es posible que, a pesar de
tener todo en contra existan juegos, que ya se practicaban hace cientos
de años, que conviven actualmente con otros, tan sofisticados y
apoyados por la publicidad, como son los actuales?
Posiblemente la necesidad de movimiento del niño, unido a las
reglas sencillas de los juegos populares y a la imposibilidad de utilizar
determinados juegos y juguetes sofisticados en los recreos de la escuela
hacen que algunos juegos, generalmente los más sencillos, permanezcan
en la sociedad actual; no obstante, cada vez resulta más difícil
observar juegos de persecución (cadeneta, tiente,...) cuando hay
un balón disponible, sobre todo entre los alumnos más mayores,
que suelen ocupar los espacios más amplios. Sólo entre las
niñas y los niños más pequeños, que suelen
quedar relegados a los rincones que les dejan los mayores, es posible encontrar
juegos del tipo de la comba, la goma, alguna clase de rayuela, etc., y
otros del tipo del escondite, o de persecución, donde, a pesar de
necesitar un espacio amplio, pueden compartirlo con el de los mayores.
Juegos del estilo de las canicas, las peonzas, los cromos de volver
o las tabas (hoy en día de plástico) quedan vinculados a
modas. Se practican cuando los comerciantes exponen estos objetos y sólo
las modalidades más sencillas de los juegos practicados el siglo
pasado. Cuando “se pasa la moda” resulta casi imposible encontrar algunos
de estos materiales de juego.
Podemos concluir que el proceso regresivo al que se están viendo
sometido los juegos populares infantiles llevará a la desaparición
de la mayor parte de éstos si no surgen una serie de actividades
orientadas a su conservación y difusión. Estas actividades
deben favorecer no sólo el que los niños conozcan los juegos
tradicionales sino también el que puedan practicarlos. De nada sirve
que el niño conozca el juego del hinque si no tiene un hinque con
que jugar y un espacio de juego donde jugar.
Se hace, por tanto, imprescindible la creación de espacios de
juego, de zonas sin asfaltar, de espacios libres,... Algo que con sencillas
modificaciones en los patios de los colegios se puede conseguir.
Desde la escuela se pueden promover una serie de actividades que nos
permitan alcanzar no sólo estos objetivos sino también otros
de las distintas áreas curriculares. La escuela se convierte, pues,
en un vehículo para la conservación de estos juegos y todo
maestro debe ser consciente de ello.
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