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José Paulo Bandeira da Silveira

Pestes

26/2/02

 

 

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Hace una década, los científicos anunciaron una nueva era de pestes para la especie humana. En la década de los ochenta, Baudrillard –el intelectual posmoderno más brillante– hablaba ya de una era vírica para la humanidad. Como las previsiones científicas y las profecías posmodernistas no alteran el orden natural de las cosas en Brasil, la clase dirigente brasileña ignoró solemnemente el único conocimiento útil y no-capitalista para la defensa de la población del país. En la década del noventa del siglo XX, la clase dirigente brasileña –formada por políticos y partidos importantes, aparatos de poder gubernamentales, cúpulas de las universidades y grandes científicos gubernamentales, y el grupo dirigente de las industrias de la comunicación– resolvió, con un amplio apoyo de la mayoría de la población, destruir el Estado populista brasileño. Las clases dirigentes usaron y abusaron del odio que la población sentía por el Estado brasileño. Este odio al Estado aumentó con la dictadura militar. Y las luchas contra la dictadura militar acabaron legitimando el odio de la población contra el Estado. Parece que la clase dirigente brasileña hizo su posgrado en la Lapa del Río de Janeiro antiguo. Son unos malandrines. Un compositor paulista famoso creó una música sobre el malandrinazgo generalizado en Brasil. Pero no fue muy afortunado. No habló del malandrinazgo generalizado en la clase dirigente brasileña. Sin embargo, el pueblo brasileño y las clases medias no son unos malandrines. Desgraciadamente, esta música es, en el terreno del lenguaje estético, un arma más en manos de los poderosos. Constituye una especie de cortina de humo que oculta el malandrinaje de la clase dirigente brasileña.

El verdadero malandrinaje destruyó el Estado brasileño. Desmontó el sistema de seguridad de la salud pública del país. Al hacer tal cosa, esta clase dirigente malandrina instaló en Brasil la guerra en el territorio de la vida. Abrió las puertas del castillo medieval a un enemigo histórico de la especie humana: la peste. En este mismo período, al contrario del «tercer mundo», los centros hegemónicos del capitalismo tomaron una serie de medidas de seguridad contra las pestes anunciadas por sus científicos. Sin embargo, no en todos los países del G7 se hizo esto. Canadá, por ejemplo, terminó siguiendo la política del neoliberalismo tercermundista. En Brasil tal política ya está produciendo sus resultados. En la campaña electoral, enterró la brillante candidatura del partido del gobierno. Como la otra candidatura es meramente ficticia, el gobierno está en una camisa de once mil varas. Señoras y señores, ¡el PODER está confundido! El neoliberalismo tercermundista fue un tiro por la culata. Ahora, ¿qué va a quedar claro para la población? Brasil necesita los médicos de la medicina pública y los científicos no-capitalistas. Éstos son los agentes que, en el frente de la guerra microbiológica, defienden la salud y la vida de las personas individualmente y de la población como un ser colectivo. No es natural ni legítimo que ésta tenga su salud quebrantada o que muera por ataque vírico. Queridos amigos, la naturaleza no existe. Sólo existe como un arma ideológica de los poderosos contra las poblaciones indefensas. ¡Pero entonces todo ser humano tiene derecho a la vida! Es un derecho natural conquistado con el avance de las ciencias del campo de la vida. Este derecho natural es el derecho de las poblaciones contra el PODER de tratar la vida humana como bagazo de caña. Contra el naturalismo del PODER, se alza el naturalismo popular. Sin embargo, cuando un país ve como algo natural que sus artistas más célebres sean desdichadamente alcanzados por las pestes, ¿no habrá algo oculto en esta lucha invisible de las poblaciones microbiológicas contra los seres humanos? En esta lucha, el Estado brasileño ya fue derrotado. Cuando las Fuerzas Armadas son movilizadas para el combate en el terreno microbiológico de la vida, ésta es la señal más clara de la derrota del Estado. Como burocracia pública bajo el mando del gobierno central, aquéllas se ven obligadas a formar parte de la lógica de la sociedad del espectáculo de la malandrina clase dirigente brasileña. Los militares brasileños están tristes y amargados por esta situación. Pero están acostumbrados a obedecer a los mandos legales y legítimos del capitalismo. En el 64, obedecieron al mando de los EE.UU. e impusieron durante veinte años una dictadura cívico-militar. Con este gesto político, ayudaron a desmantelar las bases sociales históricas del Estado brasileño. Después de la dictadura militar, fueron arrojadas al más vergonzoso ostracismo. En la última década, la clase dirigente brasileña destruyó a las Fuerzas Armadas brasileñas como élite militar. Y ahora esta clase dirigente malandrina utiliza a las Fuerzas Armadas en la sociedad política del espectáculo. Desgraciadamente, la época de las pestes está sólo en sus comienzos. ¿Qué hacer? La población necesita construir un nuevo Estado y un Estado de nuevo tipo. ¿Hay fuerzas en la sociedad brasileña para esta empresa? ¿Son dignas de confianza? ¿Confía ya la mayoría de la población en el Partido de los Trabajadores y en los aliados de este partido? No existe un candidato superior al del PT. ¿No es el PT la matriz cultural de un Estado brasileño de nuevo tipo? ¿Tendrá la población brasileña el coraje suficiente para existir como agente de la producción social de un Estado democrático de nuevo tipo, el único Estado capaz de defenderla contra las poblaciones guerreras en el terreno invisible de la microbiología? ¿O prefiere no arriesgar? ¿Será que prefiere la compañía de esta malandrina clase dirigente y de las pestes?

 

Traducción del portugués: R. D.