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Justin Podur

¿Hay algo que pueda parar la borrachera de crímenes de los Estados Unidos?

 

10 / 12 / 01

 

 

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ZNet, 8 de diciembre. Título original: Can anything stop the US killing spree? Traducción: R. D.

 

Parece que la derrota, la destrucción, la rendición del enemigo no son suficientes para detener la matanza. ¿Hay algo que pueda hacerlo? La consigna del movimiento antiguerra era "Justicia, no Venganza". Pero las cosas han ido mucho más allá de la venganza. ¿Deberíamos cambiar la consigna por esta otra: "Venganza, no carnicería interminable e indiscriminada"?

Cuando el Talibán dijo: "Dénnos la evidencia, y entregaremos a Bin Laden", los EE.UU. contestaron: "No hay negociación". Cuando el Talibán dijo: "Están asesinando a civiles", los EE.UU. contestaron: "Dejen de usar escudos humanos" (traducido: los civiles no nos importan"). Hoy el Talibán dijo: "Nos rendimos", y los EE. UU. contestaron: "No hay amnistía para el Mullah Omar".

Para nuestra propia claridad, recordemos de qué se acusa al Mullah Omar. No se trata de misoginia y fanatismo intolerante (aunque si éste fuera el caso, ¿sería legítimo acusar de ello a Omar y no a la casa de Saud? ¿O a la casa de Bush?) Se trata de albergar a un terrorista. "Hay entre los líderes talibanes quienes tienen las manos definitivamente tintas en sangre, y es de esperar que sean llevados ante la justicia", tales fueron las palabras del portavoz de EE.UU. en Bonn.

¿De modo que ahora llevaremos ante la justicia a quienes tienen las manos tintas en sangre? ¿Es éste el asunto en el que andamos? ¿Cuál es la cantidad de sangre requerida para someter a alguien a la justicia? ¿O tal vez la cuestión consiste más bien en a quién pertenece la sangre que se requiere, ya que la sangre afgana aparentemente no despierta ninguna preocupación por la justicia?

¿Y cuáles son los principios de esta "justicia" que los EE. UU. van a traer?

Lo que se nos viene a la cabeza es esto: si el crimen es lo suficientemente grave, la ejecución sumaria de todos los sospechosos y de cualquiera vinculado con ellos y de cualquiera en la vecindad está bien, incluyendo los miembros de su familia (el Talibán, la mujer de Bin Laden y sus hijos); las masacres están bien (en Mazar-e-Sharif y en cualquier otra parte); un día de bombardeo en los EE.UU. por terroristas internacionales de Arabia Saudí, Egipto y otros países puede ser devuelto con dos meses de bombardeo en Afganistán; miles de asesinatos cometidos por unos individuos pueden ser respondidos con miles, quizá centenares de miles, quizá millones, de asesinatos de inocentes.

¿Cuál es el juego que se traen con el Mullah Omar? ¿Por qué deciden de repente que también a él lo quieren muerto? ¿Es realmente porque es amigo de Bin Laden o porque, como el bombardeo de Afganistán, no tiene de verdad nada que ver con él?

Los EE.UU. piden la cabeza del Mullah Omar no porque quieran su cabeza, sino porque pretenden mostrar al nuevo gobierno afgano quién manda. Para decirlo con las palabras del Dawn, el periódico anglopaquistaní: "La primera decisión tomada por el jefe del nuevo gobierno provisional, Hamid Karzai, de conceder una amnistía general ha sido vetada por la coalición liderada por los EE.UU." Se le dijo a Karzai que él no tiene ninguna capacidad para tomar decisiones.

No es necesario que se lo digan los EE.UU. Los señores de la guerra ya han empezado a retirarse del "acuerdo" de Bonn, con el general Dostum boicoteando el proceso (ese general Dostum que capturó Mazar-e-Sharif, donde ocurrió poco después la carnicería, y que fue figura clave en la devastación de Kabul y en las muertes de 50.000 personas en dicha ciudad, entre 1992 y 1996).

Los señores de la guerra han hecho imposibles los esfuerzos de ayuda que son necesarios para impedir la muerte de millones de personas en Afganistán. Las agencias de ayuda han solicitado una fuerza internacional que asegure las rutas de aprovisionamiento. Sin estas rutas desde las fronteras de Afganistán, millones de afganos no obtendrán la ayuda que necesitan para sobrevivir. A riesgo de ser repetitivo, esto significa que millones de personas pueden morir.

La necesidad principal, pues, consiste en asegurar las rutas de la ayuda humanitaria. Después de esto, un proceso de reconciliación, quizás una elección con observadores internacionales dignos de confianza, repare el daño hecho.

Y los EE.UU continúan bombardeando.

Lo último es que "tienen la confianza de que capturarán pronto a Omar. Dudan de que sea atrapado con vida". Parece que hay una nueva categoría legal para los enemigos en esta guerra. Si hubiesen sido enemigos en otra, habrían estado amparados por la convención de Ginebra sobre el trato de los prisioneros de guerra, a la que, por ejemplo, estuvieron sujetos los nazis en la segunda guerra mundial. Si hubiesen sido criminales, tampoco se habría permitido su ejecución sumaria en el campo de batalla. Pero si son enemigos en la guerra del terror, ninguna atrocidad es demasiado atroz si se comete contra ellos o contra cualquiera de quienes los rodean.

¿Por qué los EE.UU mantienen levantada la barrera que les permite continuar con la matanza? ¿Quizás la matanza es ahora una finalidad en sí misma? Existen realmente dos razones. Primero, las élites hacen esto porque pueden hacerlo. Segundo, lo hacen para demostrar que lo pueden hacer. Quieren probar que no hay ningún freno para su poder de masacrar a cualquiera que se les antoje, si ello está de acuerdo con sus intereses. Ningún freno moral, ningún freno militar, ningún freno político. La única cuestión es: ¿quién no entiende esto en el mundo?

La gente de los países pobres lo entiende, y siempre lo ha entendido. Después de todo, son los únicos que han sido masacrados durante décadas. Las élites de los países pobres lo entienden también. Por eso son tan obedientes. Los terroristas, por definición, lo entienden: sus cálculos morales los autorizan a matar a personas inocentes en la persecución de sus objetivos. ¿Lo entendemos nosotros?

Madeleine Albright dijo en 1996 que la muerte de 500.000 niños iraquíes era un precio alto pero que valía la pena pagar. La mayoría de la gente ve esto como un raro momento de honestidad. Realmente, no lo es. Honesto habría sido decir: "En verdad, los niños muertos no tienen ningún precio para nosotros, a menos que tengan el efecto de transformar a nuestra población en menos obediente". Tampoco las muertes en las torres gemelas tienen un precio para Bush. Son muertes que están siendo usadas para servir a la causa de más muertes. Y las élites no van a detenerse ante millones en Afganistán, más de un millón en Irak, decenas de miles en Sudán: van a seguir masacrando hasta que podamos demostrarles que se equivocan, hasta que podamos levantar el freno político de una población desobediente.