Josep
El Prestige: último servicio al Capital
1/12/02
El
desastre del petrolero Prestige pertenece a esa clase de accidentes
cuyos efectos son padecidos por toda la sociedad. Por toda la sociedad y por
el hábitat en el cual ésta se desarrolla. Por esto la primera
reacción es de estupor ante la inexistencia absoluta de medidas de
prevención de los
mismos.
Vivimos en una sociedad organizada bajo un único principio: todo está
subordinado a la obtención de un beneficio económico, del dinero.
El Prestige es un claro exponente de este principio por el cual al
cabo de 26 años de navegar por todos los mares y océanos transportando
petróleo, ha acabado contaminando las costas gallegas con una marea
negra de consecuencias catastróficas.
El principio del beneficio privado se ha impuesto al principio de la vida.
Cuando se trata de poner a buen recaudo los beneficios obtenidos con la explotación
del trabajo humano, siempre se toman todas las medidas de seguridad que están
a su disposición. Transportes blindados, fuerzas de seguridad y excelentes
comunicaciones. Todos los gobiernos vigilan para que el dinero llegue a su
destino. Para el Prestige, para los pescadores y mariscadores, para
la fauna marina y para el medio marino nunca hay recursos.
Dicen que el petrolero salió del Báltico con 70.000 toneladas
de fuel rumbo a Singapur: yo no me lo creo. Lo que creo es que salió
para ir al fondo del mar delante de las costas de cualquier país africano
de esos que llaman tercermundistas. No me lo creo por varias razones:
1. Al poco de salir ya dejaba una estela de crudo, pero continuó rumbo
sur.
2. El destino declarado, en el archipiélago indonesio, es uno de los
mayores productores de crudo del mundo. ¿Por qué dar la vuelta al mundo
con una carga de crudo cuando si algo sobra y es abundante en Indonesia es
precisamente el petróleo?.
3. La póliza del seguro es más elevada que el valor del buque,
cuyo fin era el desguace inmediato.
4. Cuando la catástrofe ya estaba anunciada, la compañía
propietaria ordenó poner rumbo sur hacia las costas africanas.
Tampoco me creo a ningún gobierno cuando dice que tomará medidas
para evitar futuras catástrofes. Nunca las han tomado y siempre han
sido tolerantes con las mafias del transporte.
La catástrofe del hundimiento del Prestige y la marea de la
desolación que ha provocado en las costas gallegas no es más
que un nuevo hecho que se suma a una larga lista sin fin de destrucciones
a las que irreversiblemente se encamina el modo de producción capitalista.
Podríamos anticipar sin el más mínimo temor a equivocarnos
el cartel anunciador de la última estación del camino. Final
del recorrido: la miseria absoluta.
No son elucubraciones catastrofistas. Son hechos sumables, medibles,
contables, calibrables. Son hechos que no escapan del estudio riguroso de
ningún analista.
Nunca en la historia los seres humanos hemos estado tan expuestos a calamidades
tan predecibles y manifiestas como hoy en la cúspide de la sociedad
del dinero. Nunca en la historia, paradójicamente, hemos estado como
ahora en condiciones tan favorables -en medios y conocimientos- para
poderlas evitar. ¡La navegación cercana a las costas gallegas de más
de 1400 petroleros cada año, la mayoría obsoletos, representa
un peligro tal que ni las mentes más ciegas pueden obviar! ¡Solamente
han pasado 10 años del
hundimiento del Mar Egeo en una zona cercana a la del Prestige!
No entraré en detalles sobre la catástrofe y en el cúmulo
de actuaciones negligentes, cínicas y criminales de gobiernos, políticos
e instituciones internacionales al servicio del mundo del dinero. Sumo mi
voz a técnicos, investigadores, periodistas, conservacionistas, pescadores,
mariscadores,
vecinos afectados y ciudadanos del mundo que claman por soluciones efectivas
ante tales destrucciones. Sumo mi voz a los que exigen justicia y no sería
capaz de condenar al pueblo gallego si, como en Fuenteovejuna, echaran
al baño en las playas de Muxina a los políticos y a los responsables
de la catástrofe. Y a Fraga, el primero. No creo que luego siguieran
diciendo cínicamente que no se trata de ninguna marea negra.
Pero quisiera hacer otras consideraciones.
Nunca ningún elemento de la naturaleza representa por sí mismo
un problema para los pobladores de la Tierra. Tanto la madera de nuestros
bosques, el carbón, el gas natural, el petróleo, el hidrógeno,
los rayos solares, el viento o las mareas son elementos o fenómenos
naturales patrimonio de los seres vivos que habitamos el planeta. De la manera
que sean utilizados y en función de qué los utilicemos dependerá
que se conviertan en elementos destructores o favorables para la vida.
El petróleo es uno de estos elementos naturales que hoy por hoy es
fundamental en la producción de energía. Ningún desarrollo
económico es posible sin disponer de esta energía motriz.
No es ningún secreto que el Imperio Bush (y su guerra antiterrorista)
se decidió sin ningún tipo de enmascaramientos en la reunión
del mes de mayo del 2001, cuando las élites del poder norteamericano
diseñaron un plan energético para los próximos 20 años.
Se acordó la construcción de 1200 nuevas centrales eléctricas
(algunas de ciclo combinado petróleo-gas o de petróleo-carbón),
nuevos 14.500 kilómetros de oleoductos y gasoductos, iniciar las prospecciones
petrolíferas en Alaska, la construcción de nuevas refinerías
e incluso reactivar la construcción de nuevas plantas nucleares que
desde el año 1973 tenían sus proyectos paralizados. Lo que no
supimos entonces, pero los hechos posteriores nos lo demostraron, fue que
allí se dio el visto bueno para emprender el saqueo del petróleo
del mundo: la materia prima que haría funcionar sus centrales y refinerías.
Este plan de saqueo llevaba años defendido pública y abiertamente
por los actuales presidente del Consejo de Política de Defensa y subsecretario
de Defensa,
Richard Perle y Douglas Feith (ataque a Irak, desestabilización de
Siria e Irán y carta blanca a Israel), los auténticos portavoces
de Dick Cheney y Donald Rumsfeld.
La realidad de los últimos acontecimientos demuestra que aquellos viejos
planes de piratería se están cumpliendo a rajatabla. Hasta el
punto de que ni tan solo los «amigos aliados» como Arabia Saudí escaparán
seguramente de la
«gran cruzada antiterrorista». Bush, en esto, tiene el pleno respaldo de Putin.
Se terminaron los amigos, intermediarios, fieles aliados, gobiernos títeres...
El Imperio dispondrá directamente de los recursos (en régimen
de posesión o propiedad). El Imperio está dispuesto a desposeer
de este preciado elemento energético al mundo entero a costa de lo
que fuere si es
preciso, con tal de asegurar en las próximas décadas el funcionamiento
de sus empresas. Y a la vez está dispuesto a relajar o suprimir toda
la anterior legislación que había impuesto fuertes controles
(a las corporaciones eléctricas, petroleras y del carbón) para
limitar su contaminación atmosférica.
Los EE.UU., si mantienen el ritmo de consumo actual, necesitarán importar
cerca de 20 mil millones de barriles al año antes de la década
de los 40. Entonces el petróleo en su territorio estará prácticamente
terminado y el
agotamiento general de las reservas mundiales entrará de lleno en la
curva descendente sin posibilidad de recuperación.
No podemos saber si, cuando esto ocurra, conoceremos nuevas fuentes de energía
y si la sustitución podrá ser lo suficientemente eficaz y rápida
para evitar un absoluto colapso de las sociedades occidentales. Para el resto
del
mundo sometido, la lógica capitalista ya presupone que no va a ser
usuaria de ningún tipo de fuente energética... ya habrá
regresado a la prehistoria.
La humanidad debería plantearse seriamente la limitación física
de las actuales fuentes energéticas, pero al mundo del dinero,
preocupado únicamente por el beneficio inmediato, sólo le interesa
esquilmarlas hasta la última gota.
Lo que debería ser una explotación determinada por la sensatez,
la cordura y el rigor científico, el Capital lo ha convertido en un
saqueo suicida y sin escrúpulos.
Aunque este saqueo y trasiego de recursos naturales, de minerales estratégicos,
o alimentarios, etc., de los países sometidos hacia el conjunto del
Imperio sea la condición general para el sostenimiento de un «progreso»
irracional y autodestructivo, en el caso de las fuentes energéticas
es irrenunciable e irreversible. Aumentar el consumo de los cerca de 9.000
vatios per capita de los ciudadanos de los países ricos significa
acercar a cero vatios el consumo de los ciudadanos del resto del mundo.
Y esta es la razón por la cual se está produciendo una colosal
batalla entre todas las burguesías mundiales, sin escrúpulos,
sin miramientos, "cueste lo que cueste"... para adueñarse y para disponer
de la preciada fuente energética. Auténticas mafias de bandoleros
y de piratas, arropados y protegidos por los gobiernos y por las instituciones
internacionales del
mundo del dinero, están poniendo en peligro la vida del planeta y de
sus pobladores.
Quienes piensan
que esta gran batalla entre piratas debería ceñirse a normas
más civilizadas se equivocan, como se equivocaron los que pensaban
que la trata de esclavos africanos hacia las explotaciones algodoneras sudistas
norteamericanas debía humanizarse. Quienes piensan que el saqueo del
petróleo debería hacerse con mayores garantías, previniendo
catástrofes, adecuando flotas navieras, con mejores medios anticontaminantes,
etc., son unos cínicos.
El petróleo debería ser declarado por los ciudadanos del mundo
como un recurso natural patrimonio común de toda la humanidad.
Un recurso que deberíamos explotar, distribuir, almacenar, transportar
y transformar en la mejor forma posible para que pudiera beneficiar el desarrollo
de los pueblos de la tierra. Cualquier problema en su utilización debería
ser resuelto en función del beneficio común y por criterios
científicos.
El petróleo, como tal patrimonio, sólo puede ser de uso social
y no puede ser privatizado por ninguna persona o grupo, por ninguna nación
o grupo de naciones. Solamente su gestión colectiva por la gran familia
humana puede evitar que sea bandera de guerras, aniquilaciones, penurias y
desastres
ecológicos de la magnitud del Prestige. La sensatez en su uso
es tan importante como la conciencia de sus efectos contaminantes, su inevitable
agotamiento y la búsqueda de nuevas fuentes energéticas más
eficaces y más
favorables para el desarrollo de la vida.
La humanidad no puede seguir permitiendo que hombres enfermos mentales y criminales
sigan privatizando para su propio beneficio este recurso. Hemos de echarlos
de nuestras sociedades.
El grito de ¡Que se vayan todos! ¡Echémoslos ya para siempre! ha de
oírse hasta en el rincón más alejado de la tierra.
Esta es nuestra única solidaridad realmente efectiva para con los ciudadanos
gallegos...
El tiempo apremia. No podemos esperar hasta que se produzca otro desastre.
Noviembre 2002
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