crítica radical de la cultura
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"La gente no quiere comprender que pueda haber un grupo de investigadores trabajando bajo un director que no tiene que rendir cuentas ante los grandes negocios o la publicidad de la cultura de masas."

Max Horkheimer, director del Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt (Nueva York, 1942)

-Nota de la Redacción

 

Muy señores nuestros:

Sigue en pie la oferta de hacernos cargo de la revista que ustedes tan dignamente hacen. Por encargo de mi Jefe, paso a comentar por escrito algunos de los puntos que en su momento acompañamos a nuestra propuesta y que ustedes rechazaron, con evidente enfado. Por cierto, es comprensible que se lo tomen así, pero business is business, como se dice, aunque no les guste. Y si quieren que esto llegue a alguna parte, no tendrán más remedio que pensar en algún momento en convertirse en hombres de pro. Bueno, el momento parece haber llegado ya, gracias a nuestra repentina intervención, que puede sacarlos de pobres, marginales e ignorados por la mayoría del público, lo que sin duda debe hacerles sufrir como bestias. ¿O me equivoco?

El primer punto es que compramos la marca comercial PIMIENTA NEGRA, no a precio de mercado, porque la verdad es que a precio de mercado no vale un duro, pero sí como un valor de futuro que reconocemos y estamos dispuestos a pagar, siempre y cuando la administración y la línea editorial de la revista caigan en nuestras manos, quedándose ustedes con la dirección técnica, por así decir.

¿Qué significa esto? Pues sencillamente que podrán seguir escribiendo para un público inconformista -al que la revista no debe dejar de dirigirse, como un segmento de mercado más-, pero, eso sí, dentro de las pautas marcadas por nuestro departamento de marketing, orientadas lógicamente a captar cada vez más lectores y publicidad. Tenemos algún que otro ejemplo reciente en España, y la cosa, francamente, no va nada mal. En estos tiempos de competitividad, los empresarios no podemos permitirnos el lujo de desaprovechar oportunidades de esta clase -bien mirado, todas son oportunidades de negocios-, aunque a la bella la pinten fiera, puesto que como afortunadamente hemos llegado a comprender andando el tiempo, cualquier fierecilla, con las técnicas apropiadas, se puede domar.

En otras palabras, lejos de censurarles o disuadirles, ustedes, como digo, gozarán de la posibilidad, a cambio de un salario respetable, de continuar generando esas frescas ideas críticas que hacen las delicias de su actualmente reducídisma audiencia, sólo que ahora encuadradas dentro de un formato -maquetación, fotografías, anuncios publicitarios, colorines, papel de calidad, etc.- que les quite un poco, o mucho, de filo y las reduzca a Cultura, esto es, a adorno, para que muchos de esos inconformistas que andan por ahí tengan un desahogo, un pasaporte, una seña de identidad.

En este sentido, no faltarán, por ejemplo, anuncios a toda página de oenegés de prestigio nacional e internacional. No descartamos incluso que, por esta vía, la revista se transforme en una especie de portavoz oficioso del oenegeísmo en todas sus vertientes, siempre capitalizando esos buenos sentimientos con los que ustedes, tal como han demostrado, saben conectar. Aunque de lo que ahora se trata es de que los sentimientos vendan (en este caso, ejemplares de la revista, como otros últimamente venden leche o gafas), y no sean en cambio exacerbados contra la compra-venta en general, hábito este último que PIMIENTA NEGRA tendrá que abandonar, puesto que ella misma deberá, contra viento y marea, venderse. ¿Está claro?

También será necesario -y este es otro punto de suma importancia- hacer algún sacrificio en lo que respecta al anonimato y al espíritu colectivo que la revista tan celosamente guarda, lo cual no concuerda en absoluto con el espíritu de la época ni con el espíritu emprendedor de toda empresa que se precie.

Por ejemplo, ¿qué es eso de carecer de una figura de prestigio al frente de una publicación que pretende competir en el mercado? Se deberá, pues, contratar a un intelectual brillante y con pasado ideológicamente significativo -si es posible que haya hecho el mayo del 68, y en París-, para que aparezca como director, a pesar de que la responsabilidad técnica, como ya he dicho, seguirá en manos de ustedes y la ejecutiva en las nuestras. Las estrellas no sólo venden en el campo de la incultura, sino también —y sobre todo— en el de su parienta la Cultura, y la gente en general traga mejor si lo que tragan les parece que se los sugiere un individuo con alma, que si lo sienten como impuesto por una maquinaria que, desde luego, no puede hacer gala de cultura.

Esto quiere decir que habrá que incluir foto del director e ir desanonimizando lentamente el resto. Seguiremos en contacto.

Reciban nuestros saludos.

 

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Comprador de pimienta, se ofrece

(carta de negocios)

 

junio-agosto 1998

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