Eduardo Dalter
Niños del mundo
A los mártires de Irak
27/4/03
Niños, niños de Najaf,
de Nassiriyah,
de Bagdad,
de Al Hillaj y de Basora,
que han conocido el mundo,
los vientos bajos
del mundo
y su ferocidad rapaz,
blindada,
con vuestros cuerpos
tiernos
o con un adiós
refucilante.
Niños de ciudades y
aldeas
vueltas escombros,
con sus abuelos,
sus padres y sus madres,
en un amasijo
truculento
bajo la humeante razón
de artillería
y el hambre obscena
de los reinos
obscenos y el imperio.
¿Qué enseñanza, pozo
y ruina
de humanidad dejan
la muerte
y la agonía sepultada
o cara al cielo?
Niños, niños de caseríos
y parajes,
niños, niños
de la humanidad,
bajo el hongo negruzco
que ahoga el aire y la
mirada.
Hasta aquí, hasta este
rosario
de sangre, polvo y llanto
llega el mundo,
la miseria rabiosa del
mundo,
con sus cartas y rostros
revelados
y en voces del Palacio
de la Moncloa,
la Casa Blanca, la Cámara
de los Comunes
y el Pentágono
patético, abismal,
y sin vida sino para
la asfixia,
el cálculo letal
y la carroña.
Niños, niños,
que en desolación y
llaga
nos ponen por delante
un espejo
resquebrajado
y un vacío,
un muñeco abandonado
entre piedras,
restos, humo,
y una puerta
que ya no puede abrirse
ni cerrarse.
¿Qué quiere decir,
bajo este paisaje
y todos los paisajes,
una humanidad
con tantos niños
como ustedes? ¿Qué
se dice a sí misma
una humanidad
con tantos niños
como ustedes?, entre el
silencio
hermético de los estados
libres,
el silencio brutal
del secretario
general de las Naciones,
y la escenografía creciente
de atajos y oprobios
al desnudo.
Oh niños, niños
de la humanidad
encadenada,
que viene cayendo,
cayendo
sobre sí,
sobre vosotros,
magullándose, doliéndose,
en la noche cerrada
y vergonzante
del imperio
voraz y ciego
de la muerte.
15/19 de abril, 2003