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Eduardo Dalter

A mis hermanos de Venezuela

 

15/12/02

 

 

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"Si entre hermanos se pelean,
los devoran los de ajuera."
Martín Fierro

 

Tristeza y preocupación me traen las imágenes de Plaza Altamira y Los Caobos, donde las gentes entre banderas apenas alcanzan a divisarse bajo la humareda de los gases; y me traen también dolor, claro, acaso por el desgarramiento de alguna honda o memoriosa entretela.

Por aquí, el horizonte es muy distinto, pero de tan distinto hasta resulta parecido: basurales atestados de familias en búsqueda de comida, mucho más que en cualquier restaurante o pizzería de la ciudad, las más de las veces casi vacíos, para no abundar en ejemplos aún más mortificantes.

Cuando Bolívar dijo algo parecido a "nunca más seremos felices", ¿lo expresó con un sentimiento acuciado o ya en los bordes?, ¿o, por el contrario, era toda una revelación que nos estaba ofreciendo a las generaciones venideras y a lo cual íbamos finalmente a tener que enfrentarnos?

Hermanos, en Caracas, en Buenos Aires, en Guayaquil, que este momento nos lleve a la reflexión, a la reflexión más detenida y profunda, no sólo por el momento sino por el continente, que es como decir por nosotros mismos y por la vida de nuestros hijos y nuestros pueblos, que, como sabemos, son resultado de una forja lenta, costosa y genuina.

Nosotros, los poetas de este continente, creo yo, en este revivir y redescubir siempre al hombre, tenemos sobre nosotros el deber moral de ahondar el diálogo, por sobre las diversidades y diferencias coyunturales, para propiciar el encuentro, los caminos, nuestros caminos, que no podemos ni debemos soslayar.

En el hambre, básicamente, y en el arrasamiento sistemático que han venido sufriendo nuestros países, es éste un continente que pugna por ser, que nunca ha renunciado a ser, ya desde los años de Pétion, o aun desde Guaicaipuro o Tlaltecatzin, y en las décadas más cercanas desde Vallejo, con su verbo dolorido y siempre abierto.

Vuestro desgarramiento es mi desgarramiento; vuestro dolor es mi dolor; porque vuestra historia y vuestros sueños son, y desde siempre, también míos.

EDUARDO DALTER

Buenos Aires, 13 de diciembre, 2002