17.2.03

 

 

 

 

 

RICARDO DESSAU

EL TRUCO DEL OLVIDO

Oportuna lectura de una novela sobre la guerra de Vietnam

 

Tim O´Brien, «En el lago de los Bosques», traducción de María Sonia Cristoff, Anagrama, Barcelona, 1999, 295 páginas.

 

Esta novela ha sido escrita por un antiguo combatiente norteamericano en Vietnam, y tiene en su centro la matanza de My Lai (16 de marzo de 1968) y el desesperado intento de uno de los que participaron en ella por borrarla de su memoria y de su vida*. John Wade, mago vocacional y político profesional, es un personaje de ficción, pero los hechos en los que ha tomado parte como sujeto activo, testigo y cómplice no lo son: están minuciosamente documentados por el tribunal de guerra que juzgó a los responsables, al frente de los cuales se hallaba el teniente William Calley (por lo demás, el único condenado). En estos documentos, y en su propia experiencia vietnamita (1969-1970), se apoya el autor. A partir de aquí, imagina una terrorífica biografía individual, probable síntesis de muchas otras reales y, al mismo tiempo, metáfora de una estrategia política conocida: la que preconiza, en tantas partes del mundo, la amnesia colectiva. Su conclusión es obvia, pero no por eso menos valiosa: es imposible olvidar, reescribir la historia. Y si se cae en la tentación de este pase mágico, la verdad, a la larga, aflorará. El mago caerá víctima de su magia.

A John Wade, sus compañeros de guerra lo llamaban, precisamente, El Mago. Cuando era niño, se ejercitaba ante un espejo de cuerpo entero en hacer desaparecer cosas. Ya adulto, no sólo tendrá oportunidad de maravillar con estos trucos a sus camaradas en Vietnam, sino también de maravillarse él mismo ante un tipo de magia que hasta entonces ignoraba: la que borró del mapa, en apenas cuatro horas, una aldea entera con sus habitantes (mujeres, ancianos y niños, bebés incluidos: cerca de 200 víctimas en el mejor de los casos, más de 400 en el peor). A partir de aquí, el horror impregnará el pasado, poblará sueños e insomnios, clausurará las puertas del futuro de El Mago..., a menos que, por medio de un nuevo artificio, logre ocultar (y ocultarse) todo, empezar una nueva vida.

La oportunidad se le presenta cuando es trasladado a una oficina militar: «No era algo infalible, pero podía intentarlo. Fue a los archivadores y sacó la gruesa carpeta que contenía la relación de los soldados de la compañía C [...]. Durante las dos horas siguientes hizo los cambios necesarios, que en su mayoría consistían en reescribir; también utilizó un poco las tijeras, y luego quitó su nombre de cada documento y se aseguró de que no dejaba cabos sueltos. Hacer aquello alivió, hasta cierto punto, su sentimiento de culpabilidad. Era como si se hubiera quitado un peso de encima. Se dijo que a otros niveles más altos seguramente también habría alguien que estaba reescribiendo otros documentos, alguien que estaba alterando otros hechos».

La novela, que va ofreciendo sus claves en retrospectiva, empieza con un John Wade candidato a senador de los Estados Unidos (después de haber sido senador estatal y vicegobernador) derrotado estrepitosamente en las elecciones primarias de 1986. La causa de esta derrota: las revelaciones periodísticas de eso, aquel pasado innombrable que sólo él (ni siquiera su esposa, Kathy) conoce.

En el inicio de su derrumbe político y moral, Wade decide refugiarse durante unos días, junto a Kathy, en una cabaña solitaria a orillas del lago de los Bosques, cerca de la frontera con Canadá. Aquí ambos trazan planes de felicidad dentro de la infelicidad general, que no es sólo de ahora, en el momento en que la máscara de político emprendedor y con buenas intenciones de Wade se hace pedazos ante los ojos de todos, comprendida su mujer, sino de siempre (desde el día siguiente al de la boda, a la vuelta de Vietnam), puesto que si El Mago había logrado hacer magia con los papeles comprometedores –como en su infancia, cuando «colocaba una moneda en la palma de su mano, la cerraba, y la moneda se convertía en un ratón blanco»–, al fin y al cabo no puede repetir la hazaña con los hechos, o sea con los muertos, cuyo recuerdo, instalado implacablemente en su conciencia, es irreductible a cualquier truco, por mañoso que sea, y va destruyendo lentamente su matrimonio a la par que su personalidad. Al principio, recién casado, el truco de Wade había consistido en emplear otro: «Se imaginó que ponía una ciudad en la palma de su mano, cerraba el puño y la transformaba [por su actividad como político-mago] en un lugar más feliz». Y es que, «en política, todo eran trucos. Como en el espectáculo de un mago, alambres invisibles y trampillas ocultas».

Sin embargo, los frágiles proyectos de felicidad se quiebran cuando una mañana Kathy desaparece de la cabaña, una desaparición a primera vista inexplicable, como por arte de magia. Supuestamente, se ha internado con un pequeño bote en el lago, y la inmensidad se la tragó. ¿Otro truco de El Mago? ¿La ha asesinado (y tendría sus motivos: una antigua infidelidad de ella; sus propios ataques exacerbados de violencia, sobre todo en los últimos tiempos, bordeando la locura), o simplemente la mujer se ha perdido, o ha decidido abandonarlo, o se ha ahogado o suicidado? Lo cierto es que Kathy, de pronto, ya no está: se esfumó, como la moneda o la ciudad en la palma de la mano, o como My Lai, y nunca se sabrá ni cómo ni por qué. La investigación subsiguiente no va a aclarar nada –aparece un sheriff; se suceden, en forma de capítulos independientes, las Hipótesis y los Testimonios; la novela, en lo que tiene de policíaca, se quedará sin final–, pero servirá para reconstruir la biografía de Wade, lo que no es otra cosa que la construcción de la historia por el autor, así como la recuperación de la Historia después del intento de otros de destruirla reescribiéndola.

Y mientras que una de las Hipótesis, por ejemplo, nos lanza a la soledad espléndida y pavorosa del lago junto a Kathy, para perdernos con ella entre su brillo, sus jirones de niebla, sus islotes enmarañados y cubiertos de pinos, sus infinitos canales, sus orillas salpicadas aquí y allá por cabañas de pescadores abandonadas, preguntándonos con ella cuál es el rumbo correcto, dónde está el norte y dónde el sur, qué hacer, si atracar en aquella playa o continuar..., los Testimonios reúnen un variado y sorprendente repertorio de series que incluyen desde declaraciones –pertenecientes al orden de la ficción– de familiares, allegados, vecinos, colegas o conocidos del matrimonio, hasta fragmentos de la documentación real levantada con ocasión del juicio militar a los responsables de la masacre de My Lai.

De este modo, el autor parece adoptar deliberadamente los mismos recursos de su protagonista: lo que ocurre, tal vez no ocurrió (es sólo una hipótesis o, más bien, una ilusión); la narración se fragmenta como el cuerpo de la partenaire troceado por el mago (entre tanto, o en los intersticios, habla el teniente Calley, habla el general Custer, habla George Sand...); los propios testimonios, absolutamente heterogéneos, se integran no obstante en una totalidad, a la manera de los breves y diversos números que son unificados por el mago en el espectáculo (ahora es la descripción de un episodio de la destrucción de My Lai o de la matanza de indígenas norteamericanos en el siglo XIX; ahora, una reflexión filosófica, seguida de una lección extractada, justamente, de un manual de magia, etc.).

Y al final, el truco supremo, esta vez nuevamente a cargo del protagonista, cuando él mismo, hastiado de todo, decide desaparecer siguiendo el rastro de su esposa en el lago (transporte causal, se denomina en la jerga esta autofagocitación mágica). Al intentar comprender la muerte de su padre –que se ha ahorcado–, El Mago reflexiona: «Más o menos, la cosa funcionaba así: te dedicas a tus asuntos, cargas con los pesos que te agobian, te escudas en el silencio y ocultas esa historia que parece demoníaca a los demás y muy a menudo incluso a ti mismo [...], de vez en cuando tratas de olvidar y traicionas el presente con cada vaharada de fétido aliento procedente de los gases en descomposición de un pasado podrido. Y, un buen día, encuentras una cuerda de tender. Tienes una idea que te sorprende. Pones del revés el cubo de la basura, te subes a él, le das una patada y quedas unido al Misterio».

El mismo misterio (mágico) que rodea, desde la primera a la última página, a esta novela singular. Quizá porque, como añade El Mago, «es mejor dejar a tu público blandiendo los puños y gritando en la oscuridad, mientras unos se preguntan ¿Cómo? y otros ¿Por qué?».

 

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* Del mismo autor y sobre el mismo tema, la guerra de Vietnam, Anagrama ha publicado «Las cosas que llevaban».

 

 

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