Enrique Falcón
DE LA ROSA EN LAS CENIZAS
17/2/02
Jorge, que tiene 18 años y que cree que jamás saldremos del tiempo del suicidio, me ha dicho que cada nueva guerra nos seguirá haciendo olvidar la anterior. Que, aunque es mayor el número de los muertos que el número de los vivos, éstos seguirán callando el recuerdo de quienes ayer tumbó el signo de una bala. Y piensa en Palestina, en Irak, en Afganistán y en Angola, donde las cenizas de quienes cayeron llevan tiempo esparcidas para después ser olvidadas. Piensa Jorge, que tiene 18 años, que siempre nos venderán como justa la guerra presente.
Es el tiempo del miedo y la ceniza. Para el escenario de una nueva masacre. Sin embargo, a mitad del desierto y en pleno invierno ya, cuando sigue faltándonos aire en los pulmones, una nueva voz ha vuelto a decirlo:
"Me llamo Yair Hilu. Soy judío. Tengo 18 años de edad. Me he negado a prestar mis servicios en el ejército israelí, y muy pronto seré enviado a una prisión militar por este motivo".
Y Hilu extrae así, con su declaración de diciembre, el miedo anillado en su garganta, amordaza la parálisis que esconden nuestras manos, resiste al viento con su voz pequeña. Y hace estas tres cosas tremendas justo en el tiempo en que el inesperado crecimiento de un 0.2 % de la economía de EEUU durante el cuarto trimestre de 2001 ha sido atribuido (en parte) al crecimiento del gasto público como consecuencia de la campaña militar en Afganistán y de las inversiones realizadas para reforzar la seguridad interior. Justo cuando los perros del Amo anuncian ataques próximos sobre territorio iraquí. Justo cuando la escalada de violencia en Palestina vuelve a hacer enmudecer la piedad ("Piedad para un pueblo al que hemos prometido / la rosa brota - da / de la amarga ceniza", cantaba el poeta palestino Mahmud Darwish).
52 oficiales y soldados reservistas de las Fuerzas Armadas israelíes firmaron el pasado mes de enero una declaración pública en la que prometen negarse a luchar "más allá de las fronteras establecidas con anterioridad a 1967 para dominar, expulsar, matar de hambre y humillar a todo un pueblo". Me lo ha dicho Paco Pereda en el coche de vuelta de la Prisión de Picassent y me imagino a Yair Hilu (desde diciembre encarcelado por insumisión en el Penal Militar Número 4 de Israel) recibiendo en la cárcel la noticia de una declaración tan insólita. Pienso en las rosas cantadas por Darwish y en el largo camino de piedras que ha de andar todavía el pueblo palestino.
En el tiempo del miedo y la desdicha, Hilu y Jorge tienen los mismos años de edad y no sé si también la misma rabia en sus pulmones. Desde que comenzara la Intifada de octubre del 2000, casi un millar de palestinos (en su mayoría, civiles) han sido asesinados y algo más de veinte mil han resultado heridos por las tropas de ocupación israelíes. En el medio de ellas y enfrentándose a la desolación, la voz de un hombre llamado Hilu responde con fuerza a la ceniza de Jorge y una rosa va creciendo en el Penal Militar Número 4 de Israel. Mañana he de decírselo (no se me olvide). A Jorge. Con los versos de Mahmud Darwish ocupando mis pulmones.