Pimienta negra, 19 de noviembre de 2002
Orden y caos en el capitalismo global
Luis Fernando Novoa Garzon
Hans Christian Andersen
El gran capital decidió convertir sus privilegios en derechos inalienables. En el nuevo contrato privado-transnacional, la libertad de inversiones, la propiedad intelectual y el acceso a los mercados tienen la categoría de cláusulas pétreas e inamovibles. Paulatinamente, la libre competencia, la democracia y la tolerancia cultural pierden su función ideológica y empiezan a funcionar sólo como simulacros. Se prohíbe el diálogo político dentro de las naciones y entre éstas. Se redefinen las reglas en función de la fuerza y del poder económico. Se decreta manu militari la infalibilidad del mercado.
La reconfiguración del modelo de acumulación capitalista depende del confinamiento de las negociaciones económicas internacionales dentro de marcos unilaterales. A la hora de la apertura sistémica, se cobra más a quien puede menos. Los eslabones más frágiles del capitalismo, o se rompen, o se descomponen. Si no hay ruptura, el flagelo continúa su siniestra marcha regresiva.
El caos no es gratuito ni aleatorio. Quien quiere orden necesita crear desorden. Es la lógica elemental del capitalismo: destruir para construir. Con la posesión de la caja de Pandora, el Imperio norteamericano administra la entropía en todo el planeta, intentando:
A] concluir el proceso de vaciamiento de las instituciones multilaterales, haciendo de ellas herramientas de legitimación de sus intereses inmediatos.
B] establecer un nuevo ciclo de keynesianismo bélico, que reposicione las cadenas de valor en torno del Complejo Industrial-Militar y del sistema financiero a él vinculado.
C] Debilitar a los otros dos polos capitalistas a través de la guerra comercial y del chantaje militar. La intención es, por un lado, disolver la sinergia proporcionada por la Unión Europea y, por otro, acoplar por la vía financiera el eficiente sistema industrial-manufacturero-exportador que el Japón creó en la cuenca del Pacífico.
D] Asfixiar en el útero a los candidatos a polos o subpolos emergentes. La contención de China e India mediante concesiones económicas puntuales y la disuasión bélica, donde y cuando corresponda.
E] Encuadrar militar y políticamente al mundo islámico desde la óptica de la «guerra contra el terrorismo», invadiendo países clave como Afganistán, Irak o Irán, y manteniendo bajo amenaza a las demás naciones de la región.
F] Incorporar a la tecnocracia rusa dividida en mafias a los planes de expansión de la industria bélica norteamericana (multiplicación de bases militares y continuación del proyecto de la «Guerra de las Galaxias»), además de vincular al fragmentado Este europeo a la OTAN.
G] Subordinar a los tres países polarizadores de América Latina México, Argentina y Brasil por medio de acuerdos regionales (NAFTA y ALCA) y/o bilaterales, con la ayuda de los contratos de refinanciación de la deuda administrados por el FMI. Aparte, se prevé la instalación de nuevas bases militares norteamericanas en la región.
H] Redireccionar el sistema legal-representativo norteamericano, pautando la actuación de sus dos cámaras parlamentarias y de la Corte Suprema en función de las conveniencias del Imperio y no de la «nación». El lobby militar-informacional se sobrepone a todos los demás. En la Administración federal se fusionan los aparatos de seguridad en una Secretaría de Estado con poderes ilimitados.
La imaginación del poder
Las explosiones del terreno federal en Oklahoma, de la sede de la AMIA y de la embajada israelí en Buenos Aires, de las embajadas de EE.UU. en África y, finalmente, los atentados en Nueva York y Washington, cumplieron el papel de abrir las puertas al ascenso de la extrema derecha y sus soluciones totalitarias. Las Milicias norteamericanas y Al'Qaeda McVeigh y Bin Laden, dóciles y disciplinados instrumentos de la CIA son sólo agentes operativos de poderosos grupos de presión en el interior del proceso decisorio del Complejo Industrial-Militar.
Los enemigos de última generación fueron producidos sobre la base de los más avanzados paradigmas tecnológicos: por encargo, orientados a operaciones globales, a un marketing agresivo y a una actuación just in time. Los viejos enemigos eran primarios y rígidos: defendían los intereses de potencias rivales o modelos de gestión competidores. Los nuevos enemigos son flexibles y tienen valor agregado: más que antiamericanos, son «antioccidentales».
El resultado no podía ser más eficaz: en un pase mágico, los intereses de EE.UU. se convirtieron en los intereses de toda la civilización. Ante un enemigo intangible e iimplacable, la prerrogativa de la legítima defensa se volvió una mera formalidad. La doctrina de las «represalias anticipadas» es la proclamación de la «soberanía imperial» de EE.UU. sobre el mundo. Si los enemigos son capaces de todo y pueden estar en cualquier parte, no hay manera de someterlos si no es por medio de un régimen totalitario y omnipresente.
En el presidio global se lee esta inscripción: vigilar con mil ojos, castigar con mil brazos. Virtualidades divinas forjadas arquitectónicamente. En el panóptico el sujeto se torna absoluto, aislando y espiando sus objetos. La ficción del inspector omnisciente llega a ser concreta. La torre de control es tanto más real cuanto más fantásticamente ilumina nuestras debilidades. El poder absoluto está por encima de cualquier justificación. Puesto que combate al mal, es benévolo por naturaleza. La máxima autoridad se alza sobre la máxima nulidad. La idiotez de George W. Bush es la perspicacia del sistema. El Rey-tonto es también el rey de todos, igualmente tontos.
La realidad no está hecha con material distinto de aquel que compone nuestros sueños y pesadillas. Podemos admirar las nuevas ropas del capitalismo o burlarnos de su desnudez. Quien no tenga ojos, que vea. Quien los tenga, que sienta. Los muros que nos aprisionan sólo siguen en pie porque creemos completamente en su solidez. ¡Imaginación es poder! Olvidamos el refrán. Nuestros carceleros no.