MARCO F. / Carta de Argentina, 2
DE LA LUCHA POR LOS «DERECHOS CONSTITUCIONALES» A LA AUTOORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN
Córdoba (Argentina).– Es cierto que en Córdoba casi no hay fábricas ocupadas, ni piqueteros, ni madres de la Plaza de Mayo, pero desde hace ocho años los vecinos empezaron a hacerse más radicales: me refiero a los «Vecinos Autoconvocados». Este movimiento se originó como respuesta a las asociaciones de barrio que estaban tomadas en general –como en Brasil– por los políticos como moneda de cambio para fines electoreros. Dora preparó un encuentro con algunos de los delegados y personas más activas del movimiento, y allí nos fuimos para conversar con los Autoconvocados.
El grupo empezó a organizarse a partir de una reivindicación muy simple: desde los tiempos de la dictadura, se estableció que los impuestos sobre la vivienda sólo cubrirían servicios básicos, como limpieza de las calles, iluminación, etc. Por eso las obras públicas como pavimentación, mantenimiento de las calzadas, construcción de redes de desagüe, etc., se cobraban aparte de los impuestos corrientes. Para variar, había un trato diferenciado entre los barrios más ricos y más pobres: estos últimos tenían que pagar por adelantado las obras, lo que facilitaba la manipulación de valores; las obras eran siempre sobrefacturadas y el dinero –como después se descubrió– era utilizado entre otras cosas para financiar campañas políticas de los caciques locales (la periferia es la periferia en cualquier lugar). Pero había aún un detalle perverso: las casas de los ciudadanos eran ofrecidas por el Estado como garantía para las constructoras; por lo tanto, si no pagaban al día los impuestos, ¡el municipio se apoderaba simplemente de las viviendas de los deudores!
A partir de ahí, los Autoconvocados comienzan a organizarse y a estudiar detalladamente las leyes municipales, a fin de impedir la acción estatal. Su forma de organización se basa en dos principios: las asambleas de barrio –que tienen lugar en los «centros vecinales» y que son hoy más de cien–, donde se toman las resoluciones para las acciones que se van a realizar; y las ocupaciones de calles y terrenos públicos, que son su principal forma de actuar contra el Estado por sus reivindicaciones. Así, llegaron a ocupar la Catedral durante 65 días, invadieron (me gusta esta palabra) más de una vez la sede de la Defensoría Pública, e incluso llegaron a invadir el Palacio Municipal, sede del gobierno de Córdoba. Generalmente, los vecinos sólo salían de allí con acuerdos y documentos firmados por las autoridades provinciales.
Pero los Autoconvocados no se contentaron con impugnar las leyes del municipio o el derecho que el Estado poseía de expropiar las casas de los deudores. Como este movimiento está compuesto sobre todo por personas de baja renta, en gran parte desocupados que sobreviven (o no) con las migajas del seguro social del gobierno, que les da 150 pesos por mes [hoy alrededor de 50 dólares], y este dinero mal da para comer, está claro que no pueden pagar las cuentas de agua, luz y gas, que entonces eran fácilmente cortados. Después de muchas movilizaciones, asambleas, ocupaciones, lograron imponer al Municipio la promulgación de una ley que permitía a todo aquel que declarase una renta insuficiente (creo que también tenía que estar inscrito en el movimiento, pero cualquiera puede hacerlo), pagar sólo 5 pesos por cada factura de agua, luz, gas y también el impuesto municipal (la factura mínima de agua está en torno a los 20 pesos y la de luz cerca de los 25 pesos; en cuanto al impuesto, no llegué a saber el valor, pero Dora, que vive en un barrio de clase media, paga alrededor de 100 pesos por mes). Además, hay que decir que hoy es casi imposible que el Estado expropie las viviendas de los deudores, pues los vecinos consiguieron imponer también la promulgación de una ley que garantiza por más o menos diez meses las viviendas que no pagaron las tasas; tiempo suficiente para que se accione ante la justicia. También lograron paralizar todas las obras de la ciudad desde hace dos años, y no van a bajar la guardia al menos hasta que tengan la garantía de que las obras no serán sobrefacturadas.
La historia está un poco enrevesada y faltan muchos detalles. Pero la cuestión fue que, al llegar a la reunión para escuchar la trayectoria del movimiento, descubrí que la reunión había sido convocada por otro motivo: estaban ansiosos por conocer noticias del Brasil, expectativas en cuanto al PT, detalles sobre el MST y otros movimientos sociales que no conocían, como los MTD y los sin techo. ¡Podéis imaginaros cuál fue mi sorpresa! Sólo después de hablar algunas horas acerca de lo que un licenciado de la FFLCH [Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Pablo] sabe sobre lo que ocurre en Brasil –y después de mucha insistencia de mi parte– empezaron a darme más detalles sobre la trayectoria de los Vecinos.
Para que os hagáis una idea, la reunión empezó a las 8 de la noche y acabó pasadas las 2 de la madrugada. Pero no tuve ningún problema: acordé con ellos una nueva entrevista para que me diesen más detalles del movimiento, y también me prometieron reunir el material de prensa que tenían (en verdad, una de las «líderes» del movimiento, Key, me confesó que no habían logrado aún que nadie asumiera la tarea de organizar el material de prensa, ni el de la historia del movimiento, que ya tiene más de ocho años).
A mí me pareció una trayectoria muy interesante. El movimiento se organizó en torno de reivindicaciones básicas, y más aún, apoyado solamente en la Constitución argentina, que dice que todos tienen derecho a la vivienda, servicios básicos, etc. Algunos de nosotros (yo y mucha gente aquí en Argentina también) nos acostumbramos a torcer la nariz ante cualquier discurso que se apoye en «derechos constitucionales»; pero la verdad es que en Córdoba fue una excelente manera de movilizar a millares de personas (hoy ya son más de 10.000 las asociadas al movimiento) para hacer frente a los abusos del Estado, inclusive con ocupación de predios públicos. También es cierto que al limitarse a reclamar derechos, la gran mayoría de las personas abandonan el movimiento una vez que consiguen lo que quieren, y que algunos buscan igualmente a los Vecinos como una especie de despacho de favores, y esto siempre según los propios Autoconvocados. De una manera u otra, realmente puede ser explosivo –si hay bastante movilización– exigir, en la periferia del capitalismo, que se cumplan ciertos derechos.
Noel –una especie de líder también junto a Key, sólo que más carismático– sostiene que se puede organizar una base bastante heterogénea, con todas las ventajas y desventajas de reunir en un mismo movimiento a anarquistas, católicos (que por aquí no son de izquierda), peronistas, etc. Así y todo, se pudo movilizar a las personas, que empezaron a conocerse, intercambiar experiencias (generalmente de mucho sufrimiento) y luchar por objetivos comunes. Al mismo tiempo, se fue creando una cierta cultura de asambleas, de ocupaciones y sobre todo (y esto parece muy importante) de un gran escepticismo en cuanto a los partidos políticos, y una gran revuelta contra el Estado. Revuelta que parece agudizarse cuando se sale del plano individual (inevitable, ya que el Estado expropiaba fácilmente las viviendas) hacia el ámbito de un colectivo organizado. Gracias también a algunos militantes más «aguerridos» (Noel es uno de ellos), el movimiento se ha radicalizado a lo largo de los años: estaban discutiendo uno de estos días si ocupaban o no una fábrica abandonada.
Sin embargo, la cosa no se acaba aquí: ayer fui a otra reunión de algunos militantes que fue convocada por los «Remolinos» (un pequeño grupo de jóvenes anarquistas que tienen una cooperativa productora de pan) y por Noel para proponer que se empiece a discutir dentro de los Autoconvocados la cuestión de la... producción.
Existen hoy, dentro de los Vecinos, algunos pocos que se organizan en pequeñas cooperativas. Naturalmente, las discusiones son aún muy embrionarias y la reunión de ayer fue bastante confusa (y a veces incluso aburrida). Pero parece que es una tendencia que puede crecer dentro del movimiento, puesto que para algunos de los militantes éste corre el peligro de estancarse si las discusiones no avanzan más allá de los derechos ya adquiridos. Llegué a escuchar de algunos que la solución sólo puede ser una radicalización del movimiento, sea en su organización interna, sea en las prácticas que deben seguirse. Por eso se intenta organizar los debates sobre la producción de bienes.
El movimiento, que comenzó luchando contra la expropiación de las viviendas por el Estado por falta de pago de impuestos, apoyado en el «derecho constitucional» a la vivienda, avanzó después y consiguió que se pagara muy poco por los impuestos y las tasas del servicio público. Y hoy, con las escandalosas cifras de desempleo y miseria que se abaten sobre el país, empieza a discutir –aunque vagamente– cómo se organizarán para producir bajo la forma de cooperativas autogestionarias. Empezaron exigiendo el cumplimiento de las incumplibles «promesas burguesas» y ya se dedican a debatir sobre nuevas formas de organizar colectivamente la producción. No está nada mal...
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El autor es miembro del Grupo Krisis, en Río de Janeiro. (Traducción del portugués: R. D.)