MARCO F. / Carta de Argentina, 3
LOS PIQUETEROS
Buenos Aires.– Ayer fue 26 de enero. Hace siete meses, durante las manifestaciones que se apoderaron de muchas calles y puentes de esta ciudad, la policía asesinó cobardemente a dos jóvenes compañeros piqueteros: Darío y Maxi. Maxi fue muerto el primero en las inmediaciones de la estación de tren de Avellaneda, cerca del Puente Pueyrredón (que enlaza a Buenos Aires con Avellaneda). Darío, al ver a su compañero baleado agonizando en el suelo, ignoró la lluvia de balas que rompía el aire caliente de aquel día y fue a socorrer a Maxi, tirado de lado de cualquier manera. Al agacharse para levantar el cuerpo de Maxi, fue fríamente fusilado por un policía que se parecía a un ser humano: ¡recibió un balazo por la espalda!
Por eso, desde entonces, todos los días 26 los piqueteros organizan un acto en memoria de Darío y Maxi en la estación de Avellaneda; si hay mucha gente, también cortan el puente. El sábado estuve con los compañeros del MTD Solano y Almirante Brown, que me invitaron a la manifestación. Así que fui una vez más a Avellaneda. No me parece común que en pleno domingo, hacia el mediodía, con un calor digno del verano carioca, más de mil personas se reúnan para hacer justicia a la consigna: «¡No olvidamos, no perdonamos!». Llamaba la atención sobre todo la presencia masiva de jóvenes, padres y madres con niños pequeños.
Al fin acabé encontrando a Abigail, Norbert, Ariel y Martín, los compañeros con los que estuve el sábado durante casi medio día y que me habían invitado al acto. Quedamos en vernos esta semana, pero las conversaciones que mantuvimos hasta ahora permiten hacer algunas observaciones sobre el movimiento de los piqueteros.
Hay cierto consenso –por lo menos entre los compañeros con quienes tuve contacto, así como en las publicaciones de los piqueteros– sobre algunos principios básicos que mueven a los MTDs Aníbal Verón (hay en verdad decenas de grupos de piqueteros, ligados a distintas organizaciones, y todo lo que diga en adelante se refiere al MTD Aníbal Verón, que reúne a unos diez MTD de barrios de la periferia de Buenos Aires): todas las decisiones se toman en asambleas a las cuales están subordinadas las diversas comisiones (salud, seguridad, administración, finanzas, etc.); los diversos grupos de MTDs mantienen su autonomía en relación con la Coordinadora Central; el discurso anticapitalista –que no ve posibilidad de solución para la exclusión que sufren, a no ser mediante un cambio «de raíz de la sociedad»– es más o menos común; también llama la atención la oposición vehemente a la política institucional, así como a los sindicatos, además de a algunas organizaciones supuestamente de izquierda, pero que, para los piqueteros, estarían lejos de representar un cambio en las relaciones políticas dentro del movimiento: entre ellas, la CCC (Corriente Clasista y Combativa, si no me equivoco vinculada al PC) que controla alrededor de 25.000 Planes (seguros de desempleo), pero que mantiene, según algunos piqueteros, las viejas prácticas autoritarias de la vieja izquierda de siempre...
Las acciones de los piqueteros para hacer frente al poder del Estado son, en general, los «cortes de ruta», es decir, la ocupación de las vías públicas (principalmente puentes) para «perjudicar la circulación de mercancías». Con estas acciones reivindican ante el Estado el pago de los Planes: sea para que se amplíe el programa, sea para que se cumplan los acuerdos firmados. Por eso, están casi siempre movilizados, ya que el Estado se vale de todas las artimañas posibles para regatear los pagos: para tener una idea, al comienzo del programa «Planes Jefe y Jefa de Hogar» se preveía el pago de los planes por 12 meses, después se pasó a 6, después a 3... que pueden, o no, ser renovados. Por eso, ocupan, ocupan y ocupan...
Otra acción común es la ocupación de terrenos baldíos en los barrios donde están concentrados para la construcción de «galpones-sede», donde realizan la mayor parte de las actividades del movimiento. (Estuve dos veces en el galpón cultural del MTD Solano, que queda en el municipio de Almirante Brown).
A partir de ahí, se organizan cotidianamente de manera semejante todos los MTDs Aníbal Verón. Constituyen un fondo común de los Planes que reciben: cada uno dona 10 pesos al fondo, de donde se financian las diversas actividades que realizan: talleres, farmacia comunitaria, autobuses para las manifestaciones, comedores (una especie de «restaurante comunitario»), merenderos (comidas para los «chicos»); además, organizan algunas actividades productivas en forma de cooperativas, en general panaderías (venden el pan entre el vecindario) y huertas, que ayudan a mantener los comedores (pude visitar la panadería y la huerta del MTD Brown). Lo interesante es escuchar de ellos mismos que no pretenden «capitalizar» esta producción: según ellos, el objetivo es «producir para las necesidades de la comunidad». De ahí que vendan el pan casi a precio de costo (sale a 1,20 el kilo, mientras que en algunos lugares el kilo llega a costar 2,30 o más) y dirijan la producción de la huerta hacia los comedores. Éstos son, además, la principal actividad interna de los MTDs, ya que aquí el hambre es una amenaza constante.
Naturalmente, los conflictos con el Estado no se limitan al no pago de los Planes, o al desvío de cantidades destinadas a los piqueteros (Tomás, un hombre muy simpático al que conocí en la manifestación, me dice que descubrieron no hace mucho una jugarreta del gobierno: algunas organizaciones internacionales destinaron 1,2 millón de dólares –creo que anualmente– al movimiento, confiados sin embargo al gobierno; el dinero no llegaba, se pusieron a investigar y descubrieron que el gobierno recibía los dólares, se los embolsaba y destinaba 1,8 millones de Lecops –un título de la deuda estatal que circula como moneda e intenta atenuar la inflación– para la «chusma». Detalle: 1,2 millón de dólares equivalen hoy a unos ¡cuatro millones de pesos!) Pero retomando lo anterior: el Estado, además de matar piqueteros, realiza también una política de represión al MTD que se localiza en los propios barrios. Para eso cuentan con los «punteros», figuras clave de la política nacional: son una especie de «caudillos de barrio», afiliados al Partido Justicialista (Peronista, partido de Menem, Duhalde, etc.) y que utilizan la maquinaria del gobierno para obtener votos a cambio de comida, medicamentos y todo aquello de lo que más carece la población. Sin embargo, me contó Abigail (MTD Solano) que con el ascenso de los MTDs, los punteros sirven también de informantes a la policía para que puedan localizar a algunos «elementos subversivos» (un de estos días, un funcionario del municipio fue hasta la casa de un piquetero y dejó un recado amenazándolo de muerte). Vale la pena recordar que los mismos punteros son, por ejemplo, los enemigos diarios de los Vecinos Autoconvocados de Córdoba.
No ha sido poca cosa lo que han conseguido hasta ahora los piqueteros. Sólo el MTD Aníbal Verón congrega alrededor de 7.000 personas; si sumamos a los otros movimientos de desocupados (no siempre tan interesantes) llegamos a la cifra de algunas decenas de miles. No es poco para una sociedad que se dedicó en las últimas décadas, en años de peronismo con sus punteros, a sofocar cualquier forma de organización autónoma, o en otros tantos años de dictaduras militares, al genocidio de la población. Sin embargo, hasta el momento se trata también de un movimiento un tanto frágil.
Por eso fueron muy buenas las conversaciones que mantuve principalmente con Abigail, Alejandro y Grillo (se pronuncia «Griyo», y se trata de una chica). Entre la primera conversación –donde todo eran flores– y la última (creo que con un poco más de confianza), salieron a relucir algunos de los problemas. Según Abigail, con quien más hablé la última vez, el primer gran problema está en la condición social de los piqueteros: son gente muy pobre (todos desocupados), excluidos desde hace mucho tiempo de las escasas bondades de la sociedad capitalista. La mayor preocupación de estas personas por el momento es tener algo que comer hoy, quién sabe también mañana... Por eso, los comedores son la principal actividad de los piqueteros: la lucha contra el hambre es prácticamente cotidiana. Así resulta fácil cooptar a algunas personas del movimiento: no hace mucho, un puntero del barrio de Solano ofreció 300 pesos mensuales (el doble de lo que paga el gobierno) a 40 integrantes del movimiento, que se fueron de una sola vez. Al comentar esto, Abigail –con gran sinceridad– me dice que es también un fallo del movimiento el que los compañeros se vayan así, tan fácil. «Significa, me dice, que nuestra organización no tiene sentido para ellos, que no les cambió la vida. Por tanto, en este caso, fracasamos».
Otro gran problema, directamente relacionado con la condición social, es el que podríamos llamar de la «baja autoestima». Naturalmente, un movimiento de «gente excluida» tiene que lidiar con esto: habiéndose acostumbrado a su condición de «inferior», «incapacitado», «desocupado», etc., muchos de los compañeros no se encuentran capaces de afrontar las actividades, no abren la boca en las asambleas y se conforman dentro de su pasividad «natural». Una de las frases más corrientes es: «¡La cabeza no me da!» El remedio para la cabeza es la práctica cotidiana mantenida dentro de los principios del MTD.
El MTD Verón parece más preocupado por este cambio de «conciencia y de práctica» de lo que en general estamos acostumbrados a ver. Me dijeron una vez que no les interesa que la organización crezca demasiado, ya que así se dificultaría el trabajo de reflexión sobre la práctica entre todos sus integrantes. Optan por diversas organizaciones menores, autónomas, con prácticas asamblearias. (Abigail también se quejó: «Está claro que muchas veces la asamblea no logra avanzar en una discusión, o incluso se pierde en cuestiones menores. No es fácil construir un movimiento de este tipo, pero en eso confiamos.)
Para terminar estas primera impresiones, me gustaría tocar un punto que me parece algo nuevo (tal vez explosivo) y que se viene dando en el movimiento. Así como en los Vecinos Autoconvocados se estima que el 85% de los integrantes son mujeres (ruego a las compañeras me disculpen por la omisión esencial de este hecho en mi carta anterior –como pueden ver, dejo mucho que desear como sociólogo), aquí en el MTD ellas también son la mayoría absoluta. Conversaba ayer con Soledad, una «chica» de 19 años del MTD Quilmes (también Verón), que me dijo que, en general, los hombres cuando quedan sin empleo no salen de casa; deprimidos como están, se hunden en la cama o en el sofá. Por eso, en general son las mujeres las que se mueven para satisfacer las necesidades más apremiantes, y después sí, en muchos casos, son acompañadas por sus maridos.
Pero lo que más me llamó la atención fue la participación de las mujeres jóvenes en el movimiento. Abigail, con quien charlé bastante y de la que ya dije que es una de las personas más activas en el MTD Solano, tiene 20 años. Grillo, con la que hablé en la fiesta de los tres años de ocupación del MTD Brown, tiene 19. Durante el poco rato que conversamos, mucha gente se acercó para pedir ayuda, en una señal clara de que allí ella era muy respetada: algunos hasta bromearon, diciendo que era una «dirigente» del movimiento, a lo que Grillo respondía casi de mal humor que dirigente es la madre que...
Conocí también a Marta, una muchacha de 21 años, punk, delgada a más no poder: participa activamente en la panadería y además, asombraos, ¡trabaja en el área de Seguridad! Los miembros de ésta son responsables de la seguridad de los piquetes, y van en la línea de frente, ¡expuestos como están a las porras, a las balas de goma y a los tiros de verdad! Además, poco tiempo atrás, ¡una mujer era jefe de seguridad del MTD Solano! (En estos días votaron en una asamblea que los hombres tenían que aprender a cocinar, pues cuando falta alguna compañera responsable de la comida, se perjudica el comedor. Ahora los hombres tienen que asumir también las tareas de cocina... Pero es verdad también, según Abigail y Grillo, que incluso siendo mayoría las mujeres hablan menos aún que los hombres en las asambleas: hablan menos, trabajan más).
Bien, como dije antes, ¡no es poco lo que estos camaradas hicieron ya! El movimiento tiene muchos problemas, aparte de ser económicamente muy frágil (mañana, si el gobierno corta los Planes, no se sabe lo que va a ser de los MTDs; dependen materialmente del dinero del Estado). Tal vez una alternativa sea pensar en una ampliación de las actividades productivas, que hasta ahora son muy pocas. Sin embargo, esto no parece estar mucho en las perspectivas del movimiento –al menos fue la impresión que me dieron los compañeros con los que hablé. Quizá más adelante, con la falta de empleo, que no se va a solucionar... ¿quién sabe?
Pero sobre todo no ocurre todos los días que se vea un movimiento de los «de abajo» que reclama autonomía de los partidos y de los sindicatos (declaran públicamente que no van a votar a nadie), que sólo acepta organizarse en asambleas y mantiene un discurso consciente de la necesidad de superación del capitalismo. Por no decir que crearon un espacio donde mujeres pobres y casi adolescentes tienen participación fundamental. ¿Qué será de esta juventud de aquí a algunos años? Muy bien puede ser algo explosivo...
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El autor es miembro del Grupo Krisis, en Río de Janeiro. (Traducción del portugués: R. D.)