crítica radical de la cultura
enlaces
página principal
pimientanegra@mundofree.com
enlaces
página principal
archivo
archivo
LIBROS

Los condenados de la tierra y sus verdugos

 

octubre-diciembre 1997

LIBROS

«Cultura e imperialismo», Edward W Said, Barcelona, Anagrama, 1996.

 

"No existe nada más consistente que un racismo humanista, puesto que el europeo sólo ha sido capaz de convertirse en hombre creando esclavos y monstruos." La frase de Sartre, de su prefacio al libro de Frantz Fanon Los condenados de la tierra y citada por Said en Cultura e imperialismo, podría muy bien servir de epígrafe a esta obra que, como su título sugiere, pasa revista a los principales mitos creados por la cultura europea como apoyo y justificación de la aventura imperialista del siglo XIX y principios del XX.

El mito educativo fue uno de ellos: se conquistaba y colonizaba para llevar el progreso de la civilización a las razas inferiores, holgazanas y bárbaras, cuando, en realidad y a la inversa, citando esta vez al propio Fanon, "el bienestar y el progreso de Europa... se sustentaron en el sudor y la agonía de negros, árabes, indios y amarillos", hasta el punto de que "Europa es literalmente la creación del Tercer Mundo".

En la elaboración o reelaboración de estos mitos, la novela europea jugó un papel esencial. Esto no significa, según Said, "que la novela -o en un sentido amplio, la cultura- fuesen la causa del imperialismo, sino que el imperialismo y la novela, artefacto cultural de la sociedad burguesa, son impensables el uno sin la otra", reforzándose mutuamente "hasta un grado en el que resulta imposible [...] leer ésta sin, de alguna manera, encontrarse con aquél".

El autor analiza largamente algunas de estas novelas, que por lo demás forman parte del canon occidental de grandes obras maestras. Por ejemplo, El corazón de las tinieblas, de Conrad; Mansfield Park, de Austen; Kim, de Kipling, o El Extranjero y La peste, de Camus. Tres escritores ingleses y uno francés, unidos por el marco imperial en el que escribieron (en el caso de Camus, el sometimiento de Argelia y la rebelión e independencia posteriores), pero también separados por la peculiar manera en que cada uno de estos países vivió su propia experiencia imperialista. Como dice Said: "Para un escritor inglés el extranjero era algo que se sentía vaga e ineptamente allí fuera, exótico, extraño y hasta cierto punto nuestro, susceptible de ser controlado para comerciar libremente con él o para suprimirlo si los nativos despertaban a la resistencia militar o política. La novela [inglesa] contribuyó significativamente a forjar esos sentimientos, actitudes y referencias y se convirtió en uno de los principales elementos de la visión consolidada o cultural departamental de la tierra".

El caso de Jane Austen es paradigmático y lo demuestra en Mansfield Park, donde el mundo cómodo, tranquilo y seguro de los aristócratas protagonistas -en Inglaterra, por supuesto- se levanta, aunque siempre veladamente, sobre la explotación de los nativos en una finca de la isla antillana de Antigua. En la novela, dice Said, las referencias casuales a Antigua "representan una significación ahí fuera que moldea la acción genuinamente importante, la que sucede aquí, pero no poseen más significación que ésa. Sin embargo, estos signos del extranjero incluyen, aun reprimiéndola, una historia rica y compleja, que desde entonces ha adquirido una jerarquía" que ni los personajes de la novela ni la propia autora serían capaces de reconocer. Y agrega: "Llamar Tercer Mundo a esta instancia sería un principio adecuado a la realidad, pero de ninguna manera agotaría la historia política y cultural».

Ahora bien, se puede leer Mansfield Park -y probablemente así ha sido leída por decenas de millares de lectores en todo el mundo, desde que fuera publicada en 1804- tomando todas aquellas referencias como lo que, en efecto, parecen ser: casuales. Sin embargo, nos advierte el autor, "no debemos afirmar que puesto que Mansfield Park es una novela, sus lazos con la sórdida historia real sean irrelevantes e intrascendentes; no sólo porque hacerlo sería irresponsable, sino porque sabemos demasiado para poder afirmar tal cosa de buena fe. Cuando se ha leído Mansfield Park como parte de la estructura de la aventura de la expansión capitalista, no se puede simplemente devolver la novela al canon de las grandes obras maestras de la literatura -al cual por cierto pertenece- y abandonarla ahí. Creo que más bien la novela inicia con firmeza, aunque con modestia, una amplia expansión de la cultura doméstica imperialista sin la cual la subsecuente adquisición de territorio por parte de Gran Bretaña hubiese sido imposible. [...] Si se la lee cuidadosamente, se siente cómo los ejecutores de la política exterior, los burócratas coloniales, los estrategas militares y los lectores inteligentes de novelas que querían educarse en puntos conflictivos en relación con valores morales, forma literaria y acabado estilístico suscribían las mismas ideas acerca de razas y territorios dependientes".

Hoy, casi doscientos años después, ya no existen los burócratas coloniales, pero los ejecutores de la política exterior, los estrategas militares y los lectores inteligentes del Primer Mundo seguramente siguen suscribiendo tales ideas, por obra y gracia de lo que Said, junto con Chomsky, llama la "reconstitución de la ideología", la cual se traduce, entre otras cosas, en la tendencia "a observar las otras culturas bajo la perspectiva de la patología y/o la terapia". Así, "el consumo de libros que aparecen en Londres, París o Nueva York" con títulos que hacen referencia a los africanos, los árabes o los latinoamericanos, se produce dentro de unos "marcos de aceptación" que una frase de Said, hacia el final de la obra, podría definir de manera adecuada: "Ser un no occidental (las clasificaciones son en sí mismas sintomáticas) significa [...], en un plano ontológico, ser un miserable en casi todos los aspectos, en el peor de los casos un maníaco y en el mejor un seguidor y consumidor holgazán que, como Naipaul dice en alguna parte, puede usar el teléfono pero jamás hubiese sido capaz de inventarlo".