19.4.03

 

 

 

 

WAYNE MADDEN

¿TENÍA RAZÓN HUSSEIN?

¿Son los norteamericanos los nuevos mongoles del Medio Oriente?

 

14 de abril de 2003

A principios de año, Saddam Hussein llamó a la gente de su país a derrotar a los «nuevos mongoles», la expresión con la que designaba al ejército norteamericano listo para atacar Irak. Hussein parece no haberse equivocado en su pronóstico relativo a los efectos de una invasión norteamericana a Irak. En 1248, las fuerzas del caudillo mongol Hulagu Khan invadieron y devastaron la ciudad.

Las reliquias históricas de Sumeria, Babilonia, Mesopotamia, Asiria, Nínive, la Arabia islámica y otras de la historia iraquí fueron destruidas por los invasores mongoles. El sistema de irrigación de Bagdad también fue destruido y las consecuencias de esa acción sobre la población del país duraron más de un siglo.

Al comparar la invasión de Hulagu Khan en 1248 y la invasión norteamericana de 2003, surgen rápidamente unas similitudes absolutas. Al igual que los mongoles, los Estados Unidos han interrumpido severamente el sistema de abastecimiento de agua de Bagdad. Esto ha afectado de modo dramático la salud pública, la atención médica y las medidas sanitarias en una ciudad de más de cinco millones de habitantes. Si semejante calamidad ocurriese en una ciudad de tamaño semejante a causa de un desastre natural, la ayuda internacional llegaría velozmente. Sin embargo, los Estados Unidos bloquean los esfuerzos internacionales para aliviar la situación de Irak, a menos que puedan controlar a los trabajadores humanitarios y administrar la distribución de la asistencia.

Y como los mongoles, las tropas de EE.UU. permanecieron impasibles mientras las turbas saqueaban y destrozaban las obras de arte del Museo Nacional de Irak en Bagdad. También se informó de saqueadores organizados que atacaban otros lucrativos objetivos, como edificios públicos, tiendas o domicilios privados. El régimen de Bush ignoró los pedidos de Koichiro Matsura, director de la UNESO, quien exhortó a los Estados Unidos a que protegiera los museos iraquíes. Sus reclamos, como los de los gobiernos de Jordania, Rusia o Grecia, no fueron escuchados por los funcionarios de guerra del régimen de Bush. El saqueo y la perversa destrucción del museo de Bagdad no sólo merecen la condena internacional, sino que también entran perfectamente dentro de la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional para llevar a cabo una investigación completa y someter a juicio a los perpetradores, tanto iraquíes como norteamericanos.

Podemos sentir el dolor que experimentó la directora delegada del museo cuando, llena de lágrimas, dijo a los periodistas occidentales que 170.000 invalorables obras de arte que se remontan miles de años hasta la cuna de la civilización en el valle del Tigris y el Éufrates, el lugar fabuloso del Jardín del Edén, fueron saquedas o destruidas. Señaló que un tanque y uno o dos soldados norteamericanos habrían sido suficientes para proteger el museo de los vándalos. Pero en lugar de ello, las tropas norteamericanas permanecieron indiferentes mientras se arrasaban 7.000 años de historia iraquí. Incluso fueron destruidos irreemplazables archivos arqueológicos y discos de computadoras. Los empleados del museo culparon de la carnicería a las tropas de EE.UU. Parece que el régimen de Bush quiere reconstruir Irak en el mismo sentido en que está convirtiendo a la democracia norteamericana en una entidad corporativa fascista.

El hecho de que se permita que los saqueadores destruyan y quemen textos islámicos únicos en el momento en que los miembros de la ayuda cristiana fundamentalista están a punto de llegar a Irak con agua y Biblias revisionistas, plantea la posibilidad de un sangriento choque de religiones futuro. El dar rienda suelta a los misioneros cristianos fundamentalistas que trabajan para gente como Pat Robertson o Jerry Falwell, con el pleno respaldo de una futura administración civil neoconservadora de los EE.UU. liderada por el pro-Likud israelí general retirado del ejército norteamericano Jay Garner, despierta en mucha gente la terrorífica impresión de que las pasadas referencias de George W. Bush a las «cruzadas» podría estar determinando, en parte, las actuales guerras de los EE.UU. en Afganistán e Irak, así como las posibles guerras futuras en Siria, Palestina y Líbano.

Entre las obras de arte que podrían haber caído en manos de los saqueadores figuran las tabletas que contienen el Código de Hammurabi y «El Carnero en la Maleza» [o «macho cabrío trepador», en oro y lapislázuli], de Ur, de 4.600 años de antigüedad. El busto de un rey acadio de 4.300 años de antigüedad fue destruido por los vándalos. Lo que no fue destruido por los mongoles en 1248, los norteamericanos permitieron que se destruya en 2003. Han desaparecido las obras de arte de las antiguas Sumeria, Asiria, Babilonia, Mesopotamia, Nínive y Ur.

Consideremos hasta qué punto se han degradado los Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Norteamérica lanzó el Programa Safehaven [Refugio Seguro] para recuperar el arte europeo saqueado por los nazis. Hoy, los Estados Unidos ayudan e instigan el saqueo del arte y de tesoros miles de años más antiguos que al arte europeo, a cuya salvación contribuyeron hace cerca de sesenta años. En el pasado, el ejército y los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, incluyendo la Oficina de Servicios Estratégicos, predecesora de la CIA, ayudaron a recobrar y restituir los tesoros históricos saqueados por individuos de la calaña de un Herman Goering o un Alfred Rosenberg. Generales norteamericanos como Dwight Einsenhower, Omar Bradley o George Patton, Jr., supervisaron personalmente la recuperación y el retorno de las obras de arte secuestradas por los nazis.

Si se confronta a aquellos auténticos jefes militares profesionales con los generales Tommy Franks o Vincent Brooks, quienes se encogieron de hombros ante el saqueo de los museos iraquíes, uno empieza a entender lo que Saddam Hussein quería decir cuando comparaba a las actuales fuerzas armadas de los Estados Unidos con las hordas mongoles. Para colmo de males, Brooks mintió en un informe del Comando Central cuando declaró a los medios informativos de todo el mundo que «estamos comprometidos con la preservación de la rica cultura y la herencia del pueblo iraquí». Si Brooks hubiera dicho la verdad, lo que no era el caso, se hubiesen puesto en práctica planes de emergencia para proteger los centros de arte y de antigüedades iraquíes desde el mismo momento en que las tropas entraron en Bagdad.

Está claro que, al ayudar e instigar el saqueo del arte y de las antigüedades iraquíes, el ejército de los Estados Unidos violó el artículo 33 del Cuarto Acuerdo de Ginebra de 1949 y el artículo 2 (g) del Protocolo Opcional I de 1977 al Acuerdo de Ginebra de 1949. El Tribunal Penal Internacional de La Haya debe iniciar procedimientos para determinar si acusa o no al ejército de los Estados Unidos y a los funcionarios del gobierno de violar criminalmente la ley internacional que prohíbe la destrucción premeditada de la herencia cultural. Los Estados Unidos y Gran Bretaña siempre han mostrado desdén por la protección de esta última. Las dos son una de las pocas naciones del mundo que se han negado a firmar la Convención de La Haya sobre protección de la herencia cultural durante las hostilidades. Irónicamente, esta convención fue ratificada por Francia, Alemania, Canadá, Rusia, Bélgica, Grecia, Turquía, Noruega, Finlandia, Bielorrusia, Austria, China, India, Irán, Indonesia, Cuba, Brasil, México, Siria y otros países que se negaron a formar parte de la «coalición de los dispuestos» de Bush. Y para empeorar aún más las cosas, la Convención de La Haya fue ratificada también por el gobierno de Saddam Hussein, haciendo que el llamado «Carnicero de Bagdad» estuviera legalmente comprometido con la protección de la herencia cultural más que los norteamericanos o los británicos.

Interpol, que ya tiene una orden de captura contra Ahmed Chalabi, el candidato del Pentágono para convertirse en el futuro líder de Irak, debe publicar inmediatamente una lista de todos los objetos culturales iraquíes robados. La Unesco, Interpol y la Unión Europea deben coordinar sus actividades para identificar tales objetos, que podrían caer en manos de norteamericanos, británicos, israelíes u otros.

La transformación norteamericana del sitio de Bagdad en el pillaje de Bagdad tiene que ser condenada por todos los países y personas. El estudio de la historia humana, en realidad, los derechos de nacimiento de la humanidad, han recibido un golpe terrible de parte del régimen de Bush. Ninguna suma de dinero proveniente de las ganancias del petróleo compensará jamás al pueblo iraquí, a la nación árabe y al mundo por la pérdida de un registro crucial de la civilización mundial. El régimen de Bush y sus modernos vándalos tendrán que rendir cuentas por sus crímenes contra la humanidad.

 

El autor es periodista de investigación y columnista. Escribió la introducción del libro colectivo Forbidden Truth. US-Taliban Secret Oil Diplomacy and the Failed Hunt for Bin Laden. Vive en Washington, DC. Puede ser contactado en: Wmadsen777@aol.com

Fuente: «Counterpunch»

Traducción del inglés para Pimienta negra: Round Desk

 

 

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