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Harold Pinter

La administración norteamerica es un animal salvaje sediento de sangre

13/12/02

 

 

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A principios de este año, me operaron de cáncer. La operación y sus efectos posteriores fueron una especie de pesadilla. Me sentía como un hombre incapaz de salir a la superficie en la oscuridad profunda de un océano interminable. Pero no me ahogué y estoy muy contento de seguir vivo.

Sin embargo, descubrí que emerger de una pesadilla personal era entrar en una pesadilla pública infinitamente más invasora –la pesadilla de la histeria, la ignorancia, la arrogancia, la estupidez y la beligerancia norteamericanas; la nación más poderosa que el mundo haya conocido jamás, librando una guerra contra el resto del mundo.

«Si no están con nosotros, están contra nosotros», ha dicho el presidente George W. Bush. También dijo: «No permitiremos que las peores armas del mundo permanezcan en manos de los peores líderes del mundo.» Completamente de acuerdo. Mírate en el espejo, compañero. Ése eres tú.

Norteamérica está desarrollando en este momento sistemas avanzados de «armas de destrucción masiva» y está preparada para usarlas donde le parezca conveniente. Dispone de éstas más que el resto del mundo junto. Se retiró de los acuerdos internacionales sobre armas químicas y biológicas, negándose a admitir inspecciones en sus propias fábricas. La hipocresía detrás de sus declaraciones públicas y sus propias acciones parece casi una broma.

Norteamérica cree que las 3.000 muertes de Nueva York son las únicas muertes que cuentan, las únicas muertes que importan. Son muertes norteamericanas. Las otras muertes son irreales, abstractas, sin ninguna consecuencia.

Las 3.000 muertes de Afganistán nunca se han mencionado. Los centenares de miles de niños iraquíes muertos a causa de las sanciones de Norteamérica y Gran Bretaña que los han privado de medicinas esenciales nunca se han mencionado.

El efecto del uranio empobrecido, utilizado por Norteamérica en la Guerra del Golfo, nunca se ha mencionado. Los niveles de radiación en Irak son apabullantemente altos. Han nacido niños sin cerebro, sin ojos, sin genitales. Si tienen orejas, bocas o rectos, todo lo que sale de esos orificios es sangre.

Las 200.000 muertes de 1975 en Timor Oriental producidas por el gobierno indonesio pero inspiradas y apoyadas por Norteamérica nunca se han mencionado. Las 500.000 muertes en Guatemala, Chile, El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Argentina y Haití, en acciones apoyadas y subsidiadas por Norteamérica, nunca se han mencionado.

Los millones de muertes en Vietnam, Laos y Camboya ya no se mencionan. La situación desesperada del pueblo palestino, el factor central de la intranquilidad del mundo, apenas se menciona.

Pero qué juicio errado del presente y qué mala interpretación de la historia es ésta. Los pueblos no olvidan. No olvidan la muerte de sus amigos, no olvidan la tortura y la mutilación, no olvidan la injusticia, no olvidan la opresión, no olvidan el terrorismo de los poderes fuertes. No solamente no olvidan: también devuelven el golpe.

La atrocidad de Nueva York era predecible e inevitable. Fue un acto de venganza contra las manifestaciones constantes y sistemáticas del terrorismo de Estado durante muchos años por parte de Norteamérica, en todas partes del mundo.

En Gran Bretaña, ahora se advierte al público para que se mantenga «vigilante» ante potenciales actos terroristas. El lenguaje es en sí mismo disparatado. ¿Cómo podría llevarse a cabo la vigilancia pública? ¿Tapándose uno la boca con una bufanda para que no le entre el gas venenoso?

Sin embargo, los ataques terroristas son con toda probabilidad el resultado inevitable de la despreciable y vergonzosa obsecuencia de nuestro primer ministro hacia Norteamérica. Aparentemente se impidió hace poco un ataque terrorista con gas venenoso en el metro de Londres.

Pero un acto de este tipo puede llegar a ocurrir. Millares de escolares viajan en metro todos los días. Si se produjera un ataque con gas venenoso a causa del cual murieran, la responsabilidad recaerá completamente sobre los hombros de nuestro primer ministro. No hace falta decir que el primer ministro no viaja en metro.

La planeada guerra contra Irak es en realidad un plan para el asesinato deliberado de miles de civiles con el fin, aparentemente, de salvarlos de su dictador.

Norteamérica y Gran Bretaña están siguiendo un curso que sólo puede llevar a una escalada de violencia a lo ancho del mundo y finalmente a la catástrofe. Es obvio, sin embargo, que Norteamérica se está saliendo de la vaina por atacar a Irak.

Yo creo que lo hará no sólo para asumir el control del petróleo iraquí, sino también porque la administración norteamericana es ahora un animal salvaje sediento de sangre. Su único vocabulario son las bombas. Muchos norteamericanos, lo sabemos, están horrorizados por la postura de su gobierno, pero al parecer son impotentes.

A menos que Europa encuentre la solidaridad, la inteligencia, el coraje y quiera desafiar y resistir al poder norteamericano, Europa misma se merecerá la declaración de Alexander Herzen: «No somos los médicos. Somos la enfermedad».

Este artículo ha sido tomado de un discurso pronunciado por Harold Pinter al recibir un título honorario de la Universidad de Turín. Traducción: Round Desk.

Publicado por el Daily Telegraph, el 11 de diciembre, 2002.
Fuente: Znet Updates
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