Argentina
El pueblo en las calles
Euler Conrado, Krisis (Alemania), edición brasileña, enero 2002. Trad.: R. D.
Un escenario que se había hundido en el olvido: el pueblo en las calles, no para comprar o vender algo, sino para saquear supermercados e imponer la caída de los gobiernos. Hasta donde se sabe, las manifestaciones callejeras en Argentina escaparon, durante algún tiempo, a la órbita de control de los partidos y los sindicatos. Millares de personas simplemente salieron a las calles como hace mucho no se ve en esta región del planeta. En Brasil, por ejemplo, las mayores manifestaciones de los últimos quince años, exceptuando aquellas lideradas por los sindicatos exigiendo mejoras salariales o las de las campañas electorales, fueron las promovidas por el MST. También estuvieron dominadas por una rígida jerarquía y apuntando a "presionar" al gobierno. El movimiento de la Argentina tiene una coloración más próxima a la década de los 60: se sabe cuándo comienza, pero no se sabe cuándo ni cómo puede terminar todo.
La perspectiva es desesperante no sólo para para los grandes empresarios, los políticos profesionales y los gobernantes de turno.También la izquierda tradicional tembló de miedo ante la posibilidad de que un movimiento social se llevase por delante el control de las estructuras burocráticas. Pues eso se contrapone a los proyectos de administración de la crisis del capitalismo en los cuales la izquierda formal está empeñada e implicada hasta la raíz. La llamada izquierda y los otros sectores de las élites se apresuran a presentar el diagnóstico de la crisis: ¡se trata de las consecuencias de la política neoliberal! El temor es que las "masas" descubran que todo está equivocado, el sistema como totalidad: la representación política, la democracia burguesa, la mediación del dinero en sus relaciones, etc., y quieran pasar por encima de todo.
No se nos escapa el contenido del movimiento en Argentina, que no debe ser sobreestimado para no crear grandes ilusiones acerca de este acontecimiento. Primero, el movimiento fue provocado por la desilusión de amplios sectores de las capas medias urbanas respecto a las políticas -y las promesas- coyunturales de los últimos gobiernos. Pérdida del poder adquisitivo, desempleo y aumento de la miseria se agregaron a un ambiente internacional de recesión, incluyendo al país que es el motor principal de la economía capitalista mundial, EE. UU. Ese contexto contribuyó para que una parte importante de la población argentina se lanzase a las calles. Segundo, las reivindicaciones presentadas en esas manifestaciones se limitaban aún al universo del orden burgués: fin de un gobierno para la elección de otro; fuera los corruptos, más empleo, fin del bloqueo de las cuentas bancarias, etc. Son banderas -algunas de ellas- que los movimientos sociales organizados vienen defendiendo desde hace algún tiempo. La diferencia está en la forma radical y sin el control directo de las jerarquías institucionales: partidos, sindicatos, etc. Esa característica, además, ha sido tal vez la principal responsable de la caída de varios presidentes en pocos días y de la inestabilidad actual. No es la crisis económica en sí lo que preocupa a las élites dominantes, sino el componente espontáneo, radicalizado, sin control, de las masas en las calles.
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enero-febrero 2002