Quinta
declaración del Colectivo Situaciones
Imperio e imperialismo
(A propósito de los acontecimientos de Venezuela)
13.4.02
1. Tal como lo vaticinara
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ha
comenzado, hace ya un tiempo, la Cuarta Guerra Mundial. Como toda
guerra, pretende conquistar y reorganizar, geográfica, política,
económica y militarmente, parte del mundo. Desde Europa Central –la
antigua Yugoslavia– hasta América Latina –Colombia, Chiapas, Venezuela,
Ecuador, etcétera– y desde el cercano Oriente –Palestina, Afganistán
e
Irak– hasta el extremo –China, Corea del Norte–. Hay guerra en el
imperio. Y se trata de una "guerra total": la versatilidad que la
constituye puede determinar su despliegue en cualquier lugar, en
cualquier circunstancia y en cualquier momento.
2. Uno de los obstáculos de pensar el mundo en términos de imperio
era,
hasta ahora, la imagen abstracta de mundo que esa idea nos provocaba.
Desde el atentado del 11 de septiembre queda radicalmente claro que bajo
el imperio subsiste y se agudiza la diferencia estructural, la
heterogeneidad social, económica y política. Los sucesos recientes
del
Plan Colombia, la invasión a Afganistán, el genocidio palestino
y el
golpe al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela confirman esta hipótesis:
el imperio no se priva de actuar como imperialismo tradicional, e
incluso de adoptar formas coloniales en el Tercer Mundo.
3. Esta acción imperialista del imperio y del gobierno de los EE.UU han
atacado directamente al gobierno de Hugo Chávez. La represión
clandestina adquiere características abiertamente brutales y se carece
de toda información mínimamente confiable al respecto. Esta situación
pone a todos los pueblos de América Latina en estado de alerta frente
a
las peores hipótesis sobre el futuro inmediato a la vez que se extiende
de manera imparable la solidaridad con la resistencia actual del pueblo
humilde y bolivariano de Venezuela.
4. Bajo el imperio, los protagonistas de las guerras ya no son
exclusivamente los estados nacionales y sus intereses geopolíticos. De
allí que no se hable de imperialismo. Se trata ahora de fuerzas fundadas
en formas productivas, comunicacionales y militares que refuncionalizan
los aparatos nacionales –como los gobiernos de los países imperialistas
(EE.UU., Europa Occidental, Japón)– según la racionalidad biopolítica
del
imperio: la economía y la tecnociencia actúan como verdaderos
dioses de
todos los hombres: en sus manos están los designios concretos de la
existencia humana.
5. La Guerra Actual no se da entre "dos potencias" (Guerra Fría)
que toman
bajo su control al planeta en su conjunto. No se trata tampoco del
"Choque de Civilizaciones" difundido por el Departamento de Estado
de
los EE.UU para justificar la extensión de la guerra en Medio Oriente.
Ni
siquiera estamos frente a una "guerra ideológica" (ya que el
imperio no
domina por medio de la ideología). La lógica de esta guerra es
diferente. No se trata, ante todo, de aniquilar a un enemigo
predefinido. Se trata fundamentalmente de la conquista y la
colonización, por parte de las redes biopolíticas del imperio,
de
recursos naturales fundamentales para sostener niveles de producción
y
consumo actuales (petróleo), y de apropiarse de la materia prima de alta
productividad (biodiversidad). Ese es el objetivo definido. Ya el Che
Guevara había denunciado hace tres décadas este hecho fundamental
del
"subdesarrollo" y de los orígenes de las guerras imperialistas.
Este
proceso se ha sofisticado. En buena medida su naturaleza ha variado.
Pero hay algo que se mantiene: se impone la guerra a los pueblos para
despojarlos de sus recursos. El imperio confirma y radicaliza la norma
del capital: la expropiación del control de los procesos vitales que
hacen a la existencia de los pueblos.
6. Los estados ya no son los protagonistas del drama global. Existen y
operan, pero bajo parámetros diferentes a los clásicos. Su norma
es la
reproducción del capital, no el desarrollo de los pueblos. Y la
reproducción del capital ya no se asocia a la construcción de
naciones,
democracias y formas generales del bienestar. El imperio, en la
situación actual, implica una guerra a muerte contra la vida.
7. La guerra en el imperio es la constatación de la emergencia de un
estado
de guerra. No se trata, como en Hobbes –imperialismo– de intervenciones
que busquen nuevos equilibrios u órdenes estables sino de la
generalización de un verdadero estado permanente de guerra. La crisis
actual no es excepción sino generalización de la excepción.
En el
imperio la guerra es norma. El imperio ya no piensa como su antecesor
colonial-imperialista: la guerra ya no es la continuación de la política
por otros medios, como decía Clausewitz, sino la forma que hoy asume
la
política.
8. La red biopolítica se organiza en el mercado y ha desarrollado sus
propias formas del dominio político, que ya no pasan por las
tradicionales "políticas de derecha" (aún cuando estas
sean actualmente
requeridas). Ahora, se trata de formas específicamente posmodernas
fundadas en la diferenciación del consumo, en la producción de
imágenes
mediáticas, la guerra tecnocientífica, la publicidad y las nuevas
formas
de valorización del capital a partir de su carácter inmaterial,
intelectual y afectivo. Pero también de la velocidad de la circulación
del dinero y las mercancías. Los medios de comunicación en la
era del
imperio son pura forma. Sin embargo, durante las guerras del imperio,
los medios de comunicación operan bajo la modalidad imperialista
clásica: la mentira, la desinformación y la censura. No se trata
simplemente de un funcionamiento ideológico. Se trata de la inserción
de
los medios, como empresas, en la densa red de negocios que es hoy el
imperio. Las grandes cadenas de la comunicación son parte de la
estrategia militar del imperio.
9. Resulta indudable que desde el 11 de septiembre se despliega una
brutal ofensiva: Palestina, Afganistán, Colombia, Venezuela;
advertencias a China, Corea del Norte, Irak, etc. Pero no es sólo esto.
Está también la amenaza sobre Cuba y la militarización
de la Triple
Frontera (Argentina-Brasil-Paraguay) y la ampliación de los presupuestos
de inteligencia y gastos militares del gobierno de los EE.UU. La
situación argentina no es ajena a estos movimientos: bases militares
implantadas en territorio nacional, dependencia absoluta de las
políticas antinacionales dictadas por los organismos de crédito
internacionales, desestabilización política provocada por movimientos
financieros y guerra social entre "excluidos" y fuerzas policiales
y
paramilitares, forman parte de este panorama.
10. Y, sin embargo, estas observaciones no logran aproximar una idea del
paisaje actual. Falta aún mencionar el desarrollo exponencial de las
luchas, de la emergencia de un contrapoder múltiple y extendido en
varios puntos del planeta. Desde enero de 1994 –aparición del EZLN– han
crecido las resistencias al neoliberalismo en todo el mundo. La
situación argentina (a partir de la insurrección de diciembre)
y la
italiana (a partir de las movilizaciones de Génova) nos hablan del
desarrollo alcanzado por las manifestaciones populares. Tenemos
presentes las experiencias de Ecuador, Seattle, Palestina, Brasil y
México, por nombrar las más evidentes (habría que sumar
las luchas
ocurridas en Asia y África, de las que lamentablemente conocemos muy
poco). Pero estas referencias bastan para dar un cuadro de la actual
contraofensiva de un contrapoder. Este punto de vista nos otorga un
punto de implicancia, una verdadera perspectiva, para pensar la actual
coyuntura.
11. El lenguaje humanitario y el lamento por el horror presente, si no pasa
a asumir prácticas concretas en medio de la guerra, corre serio riesgo
de funcionar como modalidad políticamente correcta de habitar este
estado de guerra y de convivir con la muerte. En este sentido, el
humanitarismo abstracto (moral) es uno de los discursos del imperio.
12. Las experiencias de contrapoder que se vienen desarrollando en todo el
mundo tienen un desafío gigantesco ante sí: asumir la guerra sin
desarrollarla. No hay posibilidades de sostener una ética –materialista–
si se pretende ganar esta guerra. La guerra es siempre asunto de los
poderosos. Pero a la vez no hay ética posible si se desconoce el suelo
común sobre el cual se desarrollan hoy nuestras vidas, nuestras
resistencias: el neoliberalismo y la guerra del imperio. Esta situación
no es abstracta y nos impone una reflexión práctica sobre las
vías
disponibles y deseables (múltiples y no centralizadas) de enfrentar esta
lucha.
13. El contrapoder existe bajo la producción de formas asimétricas
de
existencia con relación al capital. Asumir la guerra quiere decir asumir
lo que la guerra nos impone como realidad y condición: la presencia
directa de la violencia imperial en puntos múltiples del planeta.
Desarrollar formas concretas de solidaridades, de autodefensa, denuncias
pero, sobre todo, potenciar lazos capaces de producir otras formas del
vínculo que, como decía el Che, bloqueen las posibilidades del
enemigo.
Asumir la guerra, entonces, como forma de impedirla.
Hasta siempre,
Colectivo Situaciones
Buenos Aires, 13 de abril de 2002