Pimienta negra, 22 de noviembre de 2002

 

Bush: el miedo se impuso a la esperanza

 

Immanuel Wallerstein
(15.11.02)

El señor Bush se salió con la suya: en las elecciones de los EE.UU. y en el Consejo de Seguridad de la ONU. Con la victoria de Lula, la esperanza se impuso al miedo. Con la victoria de Bush, el miedo se impuso a la esperanza. Ahora hay una gran satisfacción en la administración del señor Bush. Creen que podrán sacar adelante su programa completamente. Cuentan con un Congreso y con un Consejo de Seguridad que seguirán cumpliendo la agenda de Bush. Creen que tienen a Saddam Hussein acorralado.

¿Cuál es su agenda? Es interesante observar que cuentan con una agenda a corto plazo y con otra a largo plazo, pero absolutamente con ninguna a medio plazo. La agenda a corto plazo dentro de los Estados Unidos consiste en satisfacer a sus tres grupos de votantes: los conservadores económicos, los conservadores sociales y los militaristas machos. Los conservadores económicos están interesados en primer lugar en dos cosas: impuestos más bajos y reducción de las limitaciones que las consideraciones ambientalistas les han impuesto. Los conservadores sociales están interesados en la legislación sexual, en penas más duras para los que infringen la ley y en la libertad para comprar y usar armas. Los militaristas machos están interesados en perfeccionar el poder militar de los EE.UU. y en usarlo.

Estos objetivos a corto plazo pueden ser instrumentados convirtiendo en permanentes los recortes de impuestos, acabando con los impuestos a las grandes fortunas, designando a jueces de derecha en las cortes federales e invadiendo Irak. Ahora que tienen el poder para hacer estas cosas, las harán. Lo único que se puede decir sobre la administración Bush es que no pierden el tiempo en tonterías. Sólo hacen las concesiones que están obligados a hacer; de otro modo, se abren paso a través de todas las junglas. Sin ninguna duda, se levantarán algunos obstáculos en su camino: algún problema ocasional con el Congreso (uno o dos senadores obstruccionistas, algunos republicanos «moderados» que vacilen en dar su aprobación completa a ciertos proyectos de ley), el intento de otros países de interpretar las acciones futuras de Saddam Hussein de manera menos malhumorada que en la versión que oíremos de Condoleeza Rice. Pero la respuesta de la administración Bush a los obstáculos es la acción brutal para salvarlos. Y puesto que parece que han logrado unos buenos resultados en este mes de noviembre, no tienen ningún motivo para corregir sus modales.

¿Pero por qué consiguieron estos resultados? Parece claro que la respuesta abrumadora es el temor: los temores del pueblo norteamericano y los del resto del mundo. El 11 de Septiembre trastornó al pueblo de los EE.UU. Pero si lo hizo, es porque ya estaba angustiado, y el 11 de Septiembre simplemente convirtió un sentimiento vago en una preocupación apremiante. El pueblo norteamericano tiene miedo a los terroristas; tiene miedo a los musulmanes; tiene miedo a los extranjeros. Es la sensación de que los EE.UU. ya no son tan fuertes como lo fueron alguna vez, de que ya no son respetados como lo fueron alguna una vez, de que ya no son apreciados como lo fueron alguna vez. Es el temor a que el nivel de vida norteamericano peligre: el temor a la inflación y a la deflación, el temor a la pérdida del empleo. Es el miedo a que, ahora que se vive más tiempo, ya no se se viva tan bien, puesto que la atención a la salud para la parte de la población más vieja es mucho más endeble de lo que el pueblo espera y quiere. El presidente Bush responde a este miedo, no diciendo que no haya ningún problema, sino diciendo que éste es un problema para el cual él tiene la solución: la acción resuelta, ruda. La administración Bush rezuma confianza en sí misma y esto atrae al pueblo temeroso, lo suficiente al menos para quien entrega su voto a la rudeza.

Por supuesto, nada de esto explica cómo los EE.UU. obtuvieron para su resolución una votación de 15-0 en el Consejo de Seguridad –una resolución sin duda algo suavizada, pero que sin embargo permite a los EE.UU. actuar y, a su debido tiempo, invadir Irak. Lo que explica este voto es también el miedo. Pero no es Saddam Hussein quien inspira este miedo. No hay un solo miembro del Consejo de Seguridad que, sin el apremio de los EE.UU., hubiera puesto este asunto sobre la mesa. No hay un solo miembro que crea realmente que Saddam Hussein represente una amenaza a corto plazo para la paz del mundo, o que piense que la acción contra Irak sea una preocupación proritaria para la comunidad internacional.

Así pues, ¿por qué todos votaron finalmente a favor de la resolución –incluso Francia, Rusia y China, e incluso Siria? La respuesta es muy sencilla. Todos tienen miedo a la administración Bush. Ésta ha dejado bien en claro que aplicará cualquier acción punitiva que esté a su alcance contra cualquier país que se cruce seriamente en su camino –no simplemente las Islas Mauricio o Siria, sino también Alemania o Canadá. De manera que estos países han tenido que sopesar las consecuencias a corto plazo del desafío. Y el precio parecía alto. Por lo que, aunque oscilaron, y obtuvieron algunas (no demasiadas) concesiones para guardar las apariencias, al final se doblegaron. Hubo un tiempo en que los amigos y aliados de los EE.UU. se alineaban felizmente tras el liderazgo de este país durante una crisis mundial. Ese tiempo pasó. Ahora se alinean infelizmente porque tienen miedo, no de los EE.UU. en abstracto, sino concretamente de la administración Bush.

Algo que ha hecho posible esto ha sido el desmoronamiento internacional del centro reformista. Hay un notable paralelo, ampliamente omitido por la prensa, entre las últimas elecciones francesas y las últimas en los EE. UU. La expectativa inicial era que los socialistas ganarían en Francia. La expectativa inicial era que los demócratas ganarían en los EE.UU. Ambos perdieron por un margen muy estrecho. Le Pen relegó a Jospin a un segundo lugar en la primera vuelta por una pequeña diferencia. Un viraje de 50.000 votos en dos estados de los EE.UU. habría dado a los demócratas el control del Senado.

Hubo un factor común en las dos derrotas: el agotamiento del programa histórico de los dos partidos. En ambos países, un gran número de votantes dijeron que el partido ya no representa nada, que trata de imitar a los conservadores, mientras pierde sus fundamentos. Es ésta una reflexión sobre la duradera decadencia de los movimientos de centro-izquierda tradicionales, que alguna vez dominaron la escena mundial. Observando las elecciones, ambos partidos carecen de un líder claro y de un programa claro. Están acosados por debates internos acerca de si deben desplazarse más hacia el centro (cercando los votos de los conservadores) o más a la izquierda (recuperando los votos de los desilusionados). Tácticamente, no es una elección fácil, pues cualquiera de estas opciones puede significar tanto la pérdida como la ganancia de votos. Y ninguna táctica funcionará si no hay un programa claro. ¿Pero lo habrá?

Así, en el corto plazo, la agenda de Bush parece prevalecer. En el largo plazo, la administración Bush sabe también lo que quiere: unas pocas restricciones para la adquisición de riquezas (independientemente de las consecuencias que esto tenga para la economía nacional y mundial y la polarización social); un retroceso respecto a los usos sociales liberales que han cubierto el escenario global; y unas estructuras autoritarias de facto, que definen a la democracia como la elección de una serie de opciones secundarias entre los grupos de élite cada tanto.

¿Pero pueden pasar de la agenda de corto plazo a la agenda de largo plazo? La administración Bush presume que sí; no desperdician el tiempo pensando en el medio plazo. Éste es su talón Aquiles. ¿Pueden contener realmente los estragos que la invasión de Irak producirá en la política de Oriente Medio? ¿Está el norteamericano medio dispuesto a consagrar su vida y la de sus hijos y su dinero en nombre de la agenda de Bush, sobre todo si no se le compensa con seguridad y prosperidad, lo cual es improbable que ocurra? ¿Puede realmente el dólar soportar una tensión adicional sobre su credibilidad? ¿Pueden los EE.UU. detener realmente la proliferación nuclear? ¿Pueden realmente mantener bajo control el acelerado ascenso populista que se está registrando en América Latina? ¿Cuánto tardarán China, Japón y Corea en ponerse mutuamente de acuerdo de una manera que no sea del agrado de los EE.UU?

La agresiva jugada de apertura de la administración Bush ha sido espectacular. ¿Pero han sido prudentes, incluso desde su punto de vista? ¿Puede realmente el miedo triunfar sobre la esperanza durante mucho tiempo?

Traducción: Round Desk

 

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