Una misma oración

Arturo

Ave de olvido llévate siempre
el ruido sonoro de mi desesperación,
que consume en llanto el grito interno
y retoma el vuelo con tan vil fragilidad,
aún suspendido en el espacio donde el ruido
viaja y donde la frescura interna se convierte
en frialdad, ¡vete lejos! No me mires
que en tu presencia clavas en mí tu prisión.

Con tus ojos tristes me mirabas,
entendí bien tu frustración,
y viví en carne, la inmensa agonía
que llevabas dentro por tu vil decepción;
en esa caída donde no pudiste, levantar el vuelo
y ser libre otra vez y la prisión cubrió tu mirada tierna,
tu vida misma y tu juventud, cerrando la puerta
a la esperanza misma donde el blanco cielo cubriera
tu luz, y las migajas mismas del amor sincero
escaseaban siempre, por una cadena,
que entre peso y peso, agrandaba más la locura misma,
la frescura interna, para que el tiempo mismo
le diera fin.

Y las noches pasaron así como el mar,
que aún siendo grande su profundidad aumenta,
mas la esperanza fija de mirar el horizonte
logró con voluntad, romper las cadenas,
para que el vuelo en alto pudieras erguir
con tu mirada clara y tus suaves alas
a nuevos mundos poder sonreír.

Y ahí te ví, en el nuevo mundo
con la oscuridad completa del tardo amanecer,
mi tierna ave, paloma indefensa
entre peligro y soledad poder subsistir,
te ofrecí mi mano me pediste amor,
y ante el asombro absoluto de tu bella hermosura,
mi mundo giró llegó la cordura
y por tu sabio cuidado volví a nacer.

Ave mía, rendido a tus pies,
resisto pedir que te vayas
una vez más, sé libre
y flota ante lo bello que es la vida
donde la alegría sigue y el horizonte no tiene fin,
pues quizá en mi mano aún exista prisión, aún ¡oh, mi amor!
incompleta estás, mas tu alma es pura y tu grandeza alta,
para que mi sola oración pida que te quedes aquí.




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