Octavio Armand |
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TABLERO
Vatsyayana por trochas de luz amenazada. Dharma, artha, kama. Suenan como aldabas los colores: la luz que amarra al último sol, el ciervo entregado en alfileres a una jaula de rayas.
Mate.
SAFO*
Ahí. Como tiestos de un kylix. Como si las momias fueran carapachos. Ahí las cuerdas de su lira. El doble filo del ejemplo. La verdad, la belleza. Casi todo lo que queda de ella. Tiras, apenas trizas de papiro, donde desentrañas tres o cuatro palabras. Qu no h ya lla to Luego letras sueltas, inconexas, acaso un par de sílabas. l ca d l p s a Y al fin la escena que ya no podrás olvidar. Cleis llora; su madre, moribunda, la reprende: ni una lágrima, ni una, que no haya llanto en la casa de la poesía.
Caracas, 17 de febrero 2004
* Ninguna colección de la poesía de Safo sobrevivió al período medieval. Durante el Renacimiento, además de dos poemas completos hallados en el Ensayo sobre lo sublime de Longino y el Tratado sobre el estilo de Dionisio de Halicarnaso, se recopilaron todas las estrofas, versos y hasta palabras aisladas citados por autores griegos y latinos. No había esperanza de recuperar manuscritos originales en papiro, material poco perdurable. En el siglo XIX, sin embargo, aumentó considerablemente el número de textos y fragmentos conocidos gracias a hallazgos arqueológicos en Egipto. Hay una deuda muy particular en este sentido con los momificadores, que utilizaban los papiros, casi siempre cortados en tiras verticales, como papier-mâché para envolver las momias. Amor constante más allá de la muerte.
BRINDIS
No verse en el espejo Oírse en el espejo Beberse el abrazo de la imagen Como una marea alta en la piel Real irreal Quemar la luz Y añadir abismo al deseo Braza a brasa Entre las sábanas Viento en las velas sin rumbo Una mujer de cauce y hueco Para tocarla Decir su nombre ardiente Deletrearla Levar como un ancla Los corales de la lengua Irreal y real Callar en otros labios Y tener la voz del otro Entre los labios Desde el puente que pasa Sobre las aguas que pasan Agotar la corriente Apurarla gota a gota No verse nunca Moverse Zarpar con otra sombra Hacia otras sombras
Caracas, 20 de febrero 2004
NEZAHUALCÓYOT
Ni al batirse como un sol contra el avispero de obsidiana. Ni bajo la luz afilada por los tajos. No vacila la mano que tiembla cuando roza la noche. Es tuya, como la voz que se adelanta a los nombres para quedarse un rato más. Es tuya entre dos pausas, hasta mancharse de sangre y de palabras. Acércate. Mírala bien. ¿Cuántas veces, te preguntas, no arrancaste un corazón vencido? ¿Y cuántas, desgarrado, no voló como una mariposa tu propio corazón? No es verdad que vivimos. Ni los dioses duran aquí en la tierra. Pero me has regalado un puñado de sílabas donde no hablas de ti mismo sino a ti mismo. En ellas, balbucientes, leo tus labios. En ellas, los oigo, respiran un niño y un rey. Así he podido conocerte. Eres una ruina que acaba de nacer. La repetida batalla de dos espejos. En uno me busco, dices, en otro me borro. La mano roja y negra. Solo.
Caracas, 20 de mayo 2003
MILTON
Si en mis sueños también fuera ciego no querría tanto a la noche, que es mi día.
Caracas, 12 de noviembre 2001
ODA
Solo una vez he oído cantar al ruiseñor. Fue en tu poema, John Keats.
Caracas, 12 de mayo 2001
RUISEÑOR
Grato tararear su melodía. Pero inútil. Cantar sin muerte para quien no deja de morir es oficio de pocos. ¿Y cómo seguir su rumbo a oscuras sin perderse nota a nota? En vano lo buscarás entre las hojas del pequeño Libro de Ruth. Para distraer tu soledad se ha empinado en otras ramas. Los puntales batidos del bosque, que rastrillan las alturas hasta trazar nuevos signos. Una oda donde nunca ha muerto. Alguna página que no has abierto todavía Mejor búscalo en tu propia sombra. Llena tus pulmones de un viento sin siglo ni rima hasta parecerte un poco a la noche. En tu casa de irse otra vez habrá un jardín tan verde como la nieve del verano. Oirás el mismo ruiseñor. Leerás el mismo poema. Serás Ruth y John Keats. Ausencia a partir de azogues.
Caracas, 20 de febrero 2004
NO DEL TODO
Quien no se suicida, no del todo, nunca del todo, hable otra cosa ante el amarillo incauto de los girasoles, la luz que a veces parece un rostro, o una silla, las botas que pintó descalzo en su cuarto menguante.
Con ojo de huracán, no con astuto reojo de cíclope, admira el linaje rebelón de una verdad. Pero sigue. Nada queda tan lejos como la tierra que pisas.
Caracas, 15 de octubre 2001 Octavio Armand (Guantánamo, Cuba, 1946). Poeta, ensayista, traductor. Fue director-fundador de la revista Escandalar. También dirigió Ujule. Publicó en poesía: Horizonte no es siempre lejanía (1970); Entre testigos (1974); Piel menos mía (1976); Cosas pasan (1977); Cómo escribir con erizo (1979); Biografía para feacios (1980); Origami (1987) y Son de ausencia (1999). En ensayo: Superficies (1980) y El pez volador (1997). En 1994, se editó en Nueva York, Refractions, selección de sus ensayos y poemas traducidos por Carol Maier. Actualmente reside en Caracas-Venezuela. |