Octavio Armand



 

 

TABLERO
 

 

Vatsyayana
coloca las piezas
sobre el lomo del tigre.
64 escaques, 64 artes.
La sabiduría, la riqueza,
la gracia, el deseo,  
serpenteantes,
van hacia la luz

por trochas de luz amenazada.

Dharma, artha, kama.

Suenan como aldabas los colores:

la luz que amarra al último sol,

el ciervo entregado en alfileres

a una jaula de rayas.

Mate.


Caracas, 22 de enero 2002

 

SAFO*

 

 

Ahí.

Como tiestos de un kylix.

Como si las momias

fueran carapachos.

Ahí las cuerdas de su lira. 

El doble filo del ejemplo.

La verdad, la belleza.

Casi todo lo que queda de ella. 

Tiras, apenas trizas de papiro,

donde desentrañas tres

o cuatro palabras.

Qu  no h ya lla to

Luego letras sueltas, inconexas,

acaso un par de sílabas.

l    ca     d    l    p   s a

Y al fin la escena

que ya no podrás olvidar. 

Cleis llora; su madre, moribunda,

la reprende: ni una lágrima,

ni una, que no haya llanto

en la casa de la poesía. 

 

 

Caracas, 17 de febrero 2004

  

* Ninguna colección de la poesía de Safo sobrevivió al período medieval. Durante el Renacimiento, además de dos poemas completos hallados en el Ensayo sobre lo sublime de Longino y el Tratado sobre el estilo de Dionisio de Halicarnaso, se recopilaron todas las estrofas, versos y hasta palabras aisladas citados por autores griegos y latinos.  No había esperanza de recuperar manuscritos originales en papiro, material poco perdurable. En el siglo XIX, sin embargo, aumentó considerablemente el número de textos y fragmentos conocidos gracias a hallazgos arqueológicos en Egipto. Hay una deuda muy particular en este sentido con los momificadores, que utilizaban los papiros, casi siempre cortados en tiras verticales, como papier-mâché para envolver las momias. Amor constante más allá de la muerte. 

  

 

BRINDIS

 

No verse en el espejo

Oírse en el espejo

Beberse el abrazo de la imagen

Como una marea alta en la piel

Real irreal

Quemar la luz

Y añadir abismo al deseo

Braza a brasa

Entre las sábanas

Viento en las velas sin rumbo

Una mujer de cauce y hueco

Para tocarla

Decir su nombre ardiente

Deletrearla

Levar como un ancla

Los corales de la lengua

Irreal y real

Callar en otros labios

Y tener la voz del otro

Entre los labios

Desde el puente que pasa

Sobre las aguas que pasan

Agotar la corriente

Apurarla gota a gota

No verse nunca

Moverse

Zarpar con otra sombra

Hacia otras sombras

 

 

Caracas, 20 de febrero 2004

 

NEZAHUALCÓYOT

 

 

Ni al batirse como un sol

contra el avispero de obsidiana.

Ni bajo la luz afilada por los tajos.

No vacila la mano que tiembla

cuando roza la noche.

Es tuya, como la voz

que se adelanta a los nombres

para quedarse un rato más.

Es tuya entre dos pausas,

hasta mancharse de sangre y de palabras.

Acércate. Mírala bien.

¿Cuántas veces, te preguntas,

no arrancaste un corazón vencido?

¿Y cuántas, desgarrado,

no voló como una mariposa

tu propio corazón?

No es verdad que vivimos.

Ni los dioses duran aquí en la tierra.

Pero me has regalado un puñado de sílabas

donde no hablas de ti mismo sino a ti mismo.

En ellas, balbucientes, leo tus labios.

En ellas, los oigo, respiran un niño y un rey.

Así he podido conocerte.

Eres una ruina que acaba de nacer.

La repetida batalla de dos espejos.

En uno me busco, dices, en otro me borro.

La mano roja y negra.

Solo.

 

 

Caracas, 20 de mayo 2003

 

 

 

 

MILTON

 

 

Si en mis sueños

también fuera ciego

no querría tanto a la noche,

que es mi día.

 

 

Caracas, 12 de noviembre 2001

 

 

 

ODA

 

 

Solo una vez

he oído cantar al ruiseñor.

Fue en tu poema, John Keats.

 

 

Caracas, 12 de mayo 2001

 

 

 

RUISEÑOR

  

 

Grato tararear su melodía.

Pero inútil.

Cantar sin muerte

para quien no deja de morir

es oficio de pocos.

¿Y cómo seguir su rumbo

a oscuras sin perderse nota a nota?

En vano lo buscarás entre las hojas

del pequeño Libro de Ruth.

Para distraer tu soledad

se ha empinado en otras ramas.

Los puntales batidos del bosque,

que rastrillan las alturas  

hasta trazar nuevos signos.

Una oda donde nunca ha muerto.

Alguna página que no has abierto todavía

Mejor búscalo en tu propia sombra.

Llena tus pulmones

de un viento sin siglo ni rima

hasta parecerte un poco a la noche.

En tu casa de irse otra vez

habrá un jardín tan verde

como la nieve del verano.

Oirás el mismo ruiseñor.

Leerás el mismo poema.

Serás Ruth y John Keats.

Ausencia a partir de azogues.

 

 

Caracas, 20 de febrero 2004
 

                                                       

 

 

 

NO DEL TODO

 

 

Quien no se suicida,

no del todo,

nunca del todo,

hable otra cosa

ante el amarillo incauto

de los girasoles, la luz

que a veces parece un rostro,

o una silla, las botas

que pintó descalzo

en su cuarto menguante.

 

Con ojo de huracán,

no con astuto

reojo de cíclope,

admira el linaje rebelón

de una verdad.

Pero sigue.

Nada queda tan lejos

como la tierra que pisas.

 

 

Caracas, 15 de octubre 2001  


Octavio Armand (Guantánamo, Cuba, 1946). Poeta, ensayista, traductor. Fue director-fundador de la revista Escandalar. También dirigió Ujule. Publicó en poesía: Horizonte no es siempre lejanía (1970); Entre testigos (1974); Piel menos mía (1976); Cosas pasan (1977); Cómo escribir con erizo (1979); Biografía para feacios (1980); Origami (1987) y Son de ausencia (1999). En ensayo: Superficies (1980) y El pez volador (1997). En 1994, se editó en Nueva York, Refractions, selección de sus ensayos y poemas traducidos por Carol Maier. Actualmente reside en Caracas-Venezuela.    


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