1 HACIA LA ADAPTACIÓN AL ORDEN NATURAL

 

Nuestro punto de partida, para lograr el mejoramiento de la sociedad, consistirá en adoptar una actitud que nos permita compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes. Ha de ser también un punto de llegada, por cuanto no resulta fácil cambiar una actitud que ha prevalecido durante gran parte de nuestra vida. Sin embargo, si todos buscáramos ese cambio, en poco tiempo disminuirían los conflictos sociales, aún cuando no lográramos el objetivo principal. Además de ser un punto de partida, o uno de llegada, ha de ser también un punto de encuentro en la búsqueda de una orientación que la sociedad reclama y espera.

 

   El objetivo propuesto no es otra cosa que el “amor al prójimo” predicado por el cristianismo. Tampoco es distinto a la sugerencia práctica emergente de una ética natural basada en la observación y el razonamiento. Ser aptos para vivir en sociedad es el objetivo más difícil de establecer, ya que hasta ahora pocas veces se ha logrado. Nuestra adaptación a la sociedad forma parte del proceso de adaptación del hombre al orden natural.

 

   Podemos buscar el sentido de la vida de cada hombre, y de toda la humanidad, siendo conscientes de la existencia de un proceso evolutivo que apunta hacia la mencionada adaptación. Vivir en armonía con el universo implica poder reproducir, con nuestro pensamiento, la coherencia interna y las leyes que rigen a todas y a cada una de sus partes. El pensamiento humano tiene como objetivo establecer un vínculo con dicho orden. Baruch de Spinoza escribió: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”.

 

   Desde la religión se hacen pedidos al Creador para que interrumpa las leyes naturales establecidas, en lugar de tratar de adaptarnos a ellas. Si escuchamos las propuestas de los creyentes en la posible interrupción de la ley natural, también debemos escuchar las propuestas de los creyentes en la ley natural invariable, ya que tanto unas como otras pueden conducirnos hacia un comportamiento ético adecuado. De esa forma se ampliará notablemente la cantidad de adherentes a la religión; palabra a la que se le asocia el significado de “unir a los adeptos”.

 

   Mientras que la naturaleza rechaza las mutaciones genéticas que no conducen a una mejor adaptación, la sociedad humana muchas veces acepta las “mutaciones sociales” poco favorables a esa finalidad. De ahí la expresión de que el hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra.

 

   Una persona no podrá cambiar el soporte estructural de su mente (debido a la herencia biológica), pero podrá cambiar el contenido de la información grabada en su memoria (debido a la influencia cultural). De ahí que sea posible realizar ideologías básicas que permitirán fundamentar el pensamiento racional. De tales ideologías podrá extraerse una ética natural que incluya la descripción de las causas del Bien y del Mal.

 

   Una ideología formará parte de una descripción del comportamiento humano y del propio orden natural. Como todo intento científico, deberá ser verificada contrastándola con la propia realidad, ya que el método puramente deductivo no garantiza su veracidad. Tal verificación obligará a cada hombre a indagar los aspectos básicos inherentes a los seres humanos y evitará, de esa manera, depender de la opinión de los demás hombres. La efectividad de una ideología no sólo ha de depender del grado de concordancia  con el mundo real, sino también de ser accesible al hombre común.

 

   Una descripción, organizada en forma axiomática, deberá hacernos conscientes del lugar que ocupamos en el universo. De esa forma, es posible que busquemos acentuar nuestros atributos estrictamente humanos. También es posible que quedemos convencidos de que existe un camino mejor y que es posible lograr un aceptable grado de felicidad aún cuando nos encontremos en situaciones adversas.

 

   Con la optimista suposición de poder cumplir eficazmente con los objetivos mencionados, se ofrece una ideología que responde al título antes mencionado.

 

 

 

2 ÉTICA Y ESTÉTICA

 

El intelectual, preocupado por la tendencia caótica y violenta por la que se conduce la humanidad, encuentra en la descripción de las causas que producen el Bien y el Mal, una forma de promover la introspección sociológica que permitirá encontrar la solución a tal problema.

 

   Sin embargo, tanto el Bien como el Mal tienen sentido para quienes aceptan la existencia de ambos conceptos, mientras que gran parte de la población desconoce la posible causalidad mencionada. De ahí que la sociedad parece estar fraccionada en dos grupos que hablan idiomas completamente distintos.

 

   Si el hombre buscara, en forma permanente, recibir satisfacciones morales, o afectivas, lograría un aceptable nivel de felicidad. Su autoestima estaría en un alto nivel y todo valor material tendría el significado de ser sólo un medio para hacer su vida más cómoda. Por el contrario, si tiene como objetivo buscar las comodidades para el cuerpo, relegando a un segundo plano los valores afectivos, será pobre el nivel de felicidad alcanzado y, seguramente, su autoestima será reducida.

 

    El filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855) planteó el problema humano en forma bastante precisa. En uno de sus libros, titulado “Lo uno o lo otro” (Enten-Eller) distingue las dos tendencias a las que puede adherir el ser humano: la vida ética o la vida estética. Y, al verlas como tendencias opuestas, sugiere elegir una o la otra. Estas tendencias corresponden a la antigua descripción religiosa del espíritu o la carne, como tendencias opuestas.

 

   Como ejemplo podemos tomar la actitud de dos personas, cada una representando a uno de los grupos, que actúan en forma distinta ante una circunstancia similar. Supongamos que se trata del pago de una deuda. El hombre ético buscará sentir tranquilidad en su conciencia y hará el correspondiente esfuerzo por lograr el dinero necesario para saldar la deuda. Su mayor castigo será considerarse a sí mismo como un estafador. Por el contrario, el hombre estético encontrará “doloroso” trabajar  y más “doloroso” aún desprenderse del dinero que tanto esfuerzo le costó lograr. Incluso es posible que el hombre ético haga lo imposible por evitar pedir dinero a alguien, mientras que el hombre estético lo hará ante cualquier circunstancia desfavorable.

 

   Respecto de uno de los personajes del libro de Kierkegaard, Pablo Da Silveira escribió: “Su objetivo es «vivir estéticamente», es decir, vivir en una continua búsqueda de experiencias y de sensaciones, manteniéndose en un eterno presente que no se preocupa del tiempo. Se trata de ir de lo interesante a lo interesante, de sumergirse en el ahora, de disolver la vida en una serie de instantes agradables e inconexos. El seductor desconoce el compromiso y la responsabilidad. Busca permanentemente lo nuevo y, cuando lo que tiene entre manos pierde novedad, pasa rápidamente a otra cosa. La chica de turno no es más que una excusa y su único interlocutor real es el aburrimiento. El seductor vive cada aventura con pasión, pero sabe que todo va a agotarse en un instante. Ese es el clásico lamento de Don Juan, con el que Søren estaba obsesionado” (De “Historias de Filósofos”).

 

    Más adelante escribe: “La otra respuesta consiste en lo que Søren llamaba la «vida ética», cuyo representante, el juez Wilhelm, nunca alcanzó la fama de su rival. «Vivir éticamente» significa vivir con el propósito de construir una vida moralmente buena. Por eso, el hombre que vive éticamente mira su vida como una unidad y se preocupa de su coherencia. Tiene que darse buenas explicaciones acerca de lo que ha hecho y tiene que hacer de su vida una historia con sentido. Quien elige vivir éticamente, dice Søren, «se posee a sí mismo como tarea». El modelo de este tipo de vida es el matrimonio, es decir, una relación que progresa con el tiempo y que enlaza nuestro presente con nuestro pasado y con nuestro futuro. Quien vive éticamente ve la vida del seductor como una existencia que se agota en una serie de comienzos sucesivos. Pero eso no es auténtica variedad sino repetición de la misma cosa. Lo interesante está en poder ir más allá del comienzo”

 

   Una forma de describir a la sociedad de consumo, o a la época postmoderna, implica considerar el predominio de la vida estética sobre la vida ética. De ahí que prevalezca el relativismo moral y el caos progresivo. Para revertir la tendencia, por lo tanto, debemos buscar, a nivel individual, el predominio de una vida ética.

 

 

 

3 DESIGUALDAD SOCIAL

 

Luego del asesinato cometido contra una maestra, en un barrio pobre,  surgieron opiniones respecto de las causas de este hecho, y de otros similares. Para muchos, la principal causa es la “desigualdad social”, es decir, la diferencia económica existente entre los que poco tienen y el resto de la sociedad.  Tácitamente se acepta que el que más dinero posee es el culpable directo de la pobreza del que menos tiene. Como esas opiniones se emiten por televisión, se favorece al delito y se lo estimula en forma inmediata.

 

   Lo grave de la situación es que se excluya de toda culpa al que  menos dinero tiene. Muchos de los que viven en barrios pobres, están convencidos de que todo su sufrimiento se debe al resto de la sociedad, que “no comparte las riquezas equitativamente”. De ahí que se sientan con plenos derechos a robar, agredir y matar  a cualquiera sin sentir ningún remordimiento.

 

   El político irresponsable, así como la mayoría de los periodistas, tratan de ser populares ubicándose al lado de los pobres, aumentando la tensión social y el odio entre sectores. Nunca se los escuchará criticar la vagancia y la irresponsabilidad existente en muchos de los sectores más pobres. Se ha establecido en la sociedad una certeza que está fuera de toda discusión: las culpas son proporcionales a la cantidad de dinero disponible. De ahí que la violencia, impulsada muchas veces por sus futuras víctimas, tiende a ir en aumento.

 

   La sociedad considera casi como a delincuentes a la clase empresarial, que constituye una minoría de la población. Mientras menor sea la cantidad de empresarios existente, menor nivel económico tendrá la sociedad y mayor será la desigualdad social. De ahí que, en vez de culpar a los empresarios, se debe criticar a los que poco hacen, incluso por ellos mismos.

 

   Existe, además, una clase política y burocrática, que absorbe gran parte de los recursos del Estado, resultando ser una clase privilegiada, Mientras faltan recursos esenciales para muchos necesitados, el Estado protege celosamente a esa minoría.

 

   No debemos caer en la fácil postura de culpar a un solo sector y a suponer libres de culpa a los demás. Así, habrá empresarios y políticos honestos, y de aquellos que no lo son. De la misma manera, debemos tener presente que, al  suponer que el pobre está lleno de virtudes y que el empresario es casi un delincuente, lo único que se está logrando es el estímulo de la violencia. 

 

   Al existir la esperanza oculta del socialismo (economía estatal planificada), existe también la actitud anti-empresaria. Tal actitud favorece el  proceso destructivo. Recordemos que Marx alentaba al “derrumbamiento violento del orden tradicional”. De ahí que debamos preguntarnos si deseamos seguir avanzando en dicho proceso o bien si deseamos iniciar una etapa de mejoras.

 

   Pocos dudan de que estamos pasando una grave crisis moral y que reina el egoísmo a todo nivel. Pero debemos tener presente que tenemos que buscar una mejora, y no la destrucción de lo que funciona mal. Incluso muchos entienden por “justicia social” que el que trabaja, deba trabajar el doble para mantener a los vagos y a los hijos de éstos. Y si no lo hace, deberá soportar la violencia que proviene de la “desigualdad social” de la cual se lo hará responsable.

 

   Cuando alguien le dice a otro: “No eres capaz de hacer tal cosa, ni de progresar económicamente”, en cierta forma lo está excluyendo de la sociedad, mientras que si alguien dice: “Yo soy incapaz de hacer tal cosa”, se está autoexcluyendo de la posibilidad de dicha realización. Quienes promueven el antagonismo de clases, excluyen a quienes, aparentemente, tratan de defender. En realidad tratan de usarlos para que cometan actos delictivos contra los que posean más dinero.

 

    Si, por el contrario, tratamos a cada hombre igualitariamente, lo ayudaremos a ser lo mejor que pueda llegar a ser. Si alguien habla de los defectos que tiene el ser humano, no está tratando de favorecer la mala situación social o la dependencia económica del país, como suponen los que están envenenando la sociedad bajo una máscara “humanista”. Quien busca mejorar la sociedad en que vive, responde al simple instinto de conservación, y trata de mejorar la situación a través de medios civilizados y no violentos.

 

   El ataque contra la gente de clase media (la burguesía) alcanza incluso a la religión (que se supone que es un arma ideológica a favor de la explotación capitalista). Pareciera que la sociedad tratara de hacer todo lo contrario a lo que sugiere la ética cristiana (que proviene de la ética natural). El libertinaje impuesto por los medios masivos de comunicación produce, entre otros efectos, más de 500.000 abortos anuales en el país. La televisión pública se ha convertido en el principal corruptor de menores que existe.

 

   La mayoría aplaude (en silencio) la nueva tendencia adoptada por la sociedad: el relativismo moral y el libertinaje, en el cual cada uno hace lo que le viene en ganas. Todos los efectos negativos serán asociados, sin embargo, al sistema capitalista y al imperialismo yankee. El libertinaje promueve la paternidad irresponsable favoreciendo la existencia de niños problemáticos en los cuales podrá surgir cierta actitud antisocial. Luego, quienes aplauden el libertinaje, verán amenazada su seguridad personal por aquella situación que apoyaron en forma consciente.

 

 

 

4 FELICIDAD Y VALORES

 

El hombre valora las causas que, supuestamente, producirán su felicidad.  La acción humana estará orientada, por lo tanto, hacia el logro de tales causas. Pero algunos hombres buscarán comodidades y placer para sus respectivos cuerpos. Son los que están gobernados por el “principio del placer” e ignoran las propuestas éticas, las que son vistas como impedimentos para ese logro.

 

   En este caso, predomina la acción egoísta y todo vínculo social lleva implícito el logro del placer y de la diversión. De ahí que los vínculos sociales carezcan de la profundidad que es deseable esperar.

 

   Actualmente se admite separar el aspecto sexual de todo vínculo afectivo y el amor se asocia estrictamente al placer físico. Incluso se acepta la degeneración (cambio de género: masculino por femenino, y viceversa) a fin de favorecer el “sagrado” principio del placer. La degeneración implica, además, perder de vista una referencia inmediata y evidente. Se puede discutir sobre el origen y la legitimidad del mandamiento moral, por ejemplo, pero negar lo evidente (que tal persona es hombre o mujer) implica aceptar una postura que conduce hacia el libertinaje total.

 

   En la sociedad del placer, el trabajo es una pesada carga. De ahí que se trata de que trabajen por uno los demás, o bien se cae en la negligencia total. El vicio está a un paso y se legitima toda acción que conduzca al placer corporal. Se elige el placer antes que la felicidad, y la diversión antes que el conocimiento. Se llega así a la desorientación, ya que el orden natural dispone que el hombre no sólo ha de ser un servidor de su propio cuerpo, sino de sus sentimientos y de su intelecto. Quien es esclavo de su cuerpo es el hombre mutilado, y es el que ignora los aspectos que caracterizan al hombre distinguiéndolo de los demás seres vivientes.

 

   Por otra parte, tenemos al individuo que supone que la felicidad reside en los logros afectivos e intelectuales. Establece vínculos sociales duraderos, mientras que busca poseer un atractivo intelectual y ético, y no sólo estético. Se guía por el “principio de felicidad” y busca optimizar su bienestar a través de cotidianas y circunstanciales satisfacciones de índole moral o espiritual. Al dinero lo considera como un medio y el trabajo no le resulta una pesada carga, ya que su cuerpo podrá aceptar incomodidades que poco le afectarán, porque su felicidad residirá en otros aspectos.

 

   Al orientarse por la búsqueda de la felicidad, reconoce que las normas éticas son, en general, una ayuda para encauzar al hombre por el mejor camino, en vez de considerarlas como impedimentos para el logro del placer. Es consciente de la diferencia y la contraposición existente entre la “vida ética” y la “vida estética”.

 

   En una sociedad en la que predomina la vida ética, no existe la envidia, por cuanto el logro de satisfacciones morales está al alcance de cualquiera. Por el contrario, en la sociedad en la que predomina la vida estética, se supone que sólo puede ser feliz el que posee medios materiales suficientes, y la envidia, y la violencia asociada, son algo corriente.

 

   En la sociedad estética, no sólo es materialista el que busca al dinero como fuente de la felicidad, sino que también lo es quien se menosprecia por no disponerlo en cantidad suficiente. Por supuesto, no se debe menospreciar las comodidades o la seguridad económica, sino que debemos destacar que resulta distinto buscar lo material junto a lo ético y a lo intelectual, que buscarlo haciendo exclusión de esos valores.

 

   La historia nos provee de ejemplos de conversiones religiosas. Estas conversiones no son más que cambios decididos desde la vida estética a la vida ética. Antiguamente se las consideraba como “llamados de Dios”, o algo semejante. En la actualidad no es necesario complicar las cosas, ya que si asociamos misterios a todo lo que es accesible a nuestro entendimiento, sólo se consigue alejar al hombre de un posible cambio.

 

   En realidad, se asocia a la palabra “conversión” (a tal o cual grupo religioso) el de una “filiación” que busca congregar la mayor cantidad de adeptos para superar a la competencia. Esto deriva de la vulgar idolatría que supone que el Dios imaginado por muchos hombres se va a sentir más contento según la cantidad de adeptos que lo aclamen. La religión debe ofrecer un camino para la adaptación cultural del hombre al orden natural, siendo el objetivo prioritario la conversión antes mencionada.

 

   Se ha repetido a través de distintas épocas que la verdad sólo es accesible a la fe, siendo inaccesible al razonamiento y a la observación, y que sólo la fe puede lograr la conversión. Sin embargo, si uno razona en base al planteamiento presente (que es una forma de expresar viejas ideas con diferentes palabras) se verá que los misterios de la religión pueden ser un impedimento para la conversión religiosa mencionada.

 

   En la actualidad, las sociedades están divididas en grupos que parecen hablar distintos idiomas. Unos viven para la diversión y el placer, y otros por el honor y la verdad. La conversión masiva es, justamente, a todos accesible, y es el camino seguro y definitivo para el resurgimiento del hombre.

 

 

 

5 EDUCACIÓN Y ODIO

 

 

En un libro utilizado en escuelas secundarias, referido a la “formación ética y ciudadana”, de la Editorial Santillana, se presenta un caso hipotético en el cual, se argumenta, un científico realiza un medicamento a un costo de $ 200 y lo vende a $ 2.000. Existe, además, un hombre pobre, con la mujer enferma, que necesita ese remedio pero no tiene el dinero exigido. Se hacen varias preguntas al lector (alumno secundario) respecto de si es un acto moral, o no, robar el remedio.

  

   Las cosas se presentan de tal forma que, con seguridad, algún adolescente, al menos, quedará convencido de que, en ese caso, es un acto moral el robo mencionado (o al menos no es inmoral). En otras épocas, o en otros países, seguramente se diría que la dignidad de la persona surge de la virtud y que el sufrimiento es digno cuando se lo soporta sin imponérselo a los demás, ya que así se da a los demás la posibilidad de compartirlo.

  

   Si a alguien le falta dinero para comprar un remedio, un acto moral es prestarle (o darle) ese dinero propio antes que sugerirle que vaya a robar al farmacéutico. De lo contrario, todas las farmacias cerrarían sus puertas ante múltiples casos similares. (Quien es incitado al robo, no distingue entre “fabricante” de remedios o “vendedor” de los mismos). Una actitud digna implica ser solidario con nuestros bienes materiales, sin promover el robo a los bienes ajenos.

 

   En el libro también ponen de ejemplo el accionar poco ético de militares norteamericanos en la guerra de Vietnam. Se critica al imperialismo yankee, pero “olvidan” mencionar que en esa guerra también participó el imperialismo soviético. Se menciona la dictadura de Pinochet, pero “olvidan” mencionar la de Fidel Castro, en vigencia desde 1959. Se habla de los horrores del nazismo, pero “olvidan” mencionar las millones de víctimas del comunismo en la ex – URSS.

 

   En general, se advierte la intencionalidad de transmitir odio y de “envenenar” a la juventud con “verdades a medias”; actitud que está más cerca de la mentira. No debemos excluir de culpa a los EEUU, cuando la tenga, sino que es oportuno observar el efecto psicológico en los adolescentes. Ya vimos los desastrosos resultados que el marxismo provocó en los años setenta. El autor del presente escrito conoció algunos jóvenes (que luego formaron parte de las listas de desaparecidos) que estaban dominados por un intenso odio que enceguecía sus mentes (debido a la influencia de los ideólogos marxistas). Era inconcebible decirles que el imperialismo soviético, que ellos trataban de imponer con su lucha, era uno de los más opresivos que la historia mundial recuerda.

 

   En cierta forma, se está actuando en forma similar a lo que se hace con los niños y adolescentes palestinos, que reciben estímulos diarios para odiar y matar israelíes hasta llegar a perder la propia vida en esos intentos. Este no es el camino adecuado. Debemos observar al que hace el mal desde una posición superior, como lo sugería Gandhi, en vez de observarlo desde una posición inferior (la del odio), como predican los marxistas y también muchos musulmanes.

 

   No es bueno “envenenar” a la juventud desde la educación. Si alguien actúa mal (es explotador, por ejemplo) debe ser visto como una persona despreciable y nadie debería admirar el título de hombre exitoso que tal personaje recibe de la sociedad. Desde el odio, uno se ubica en una postura inferior. En realidad, el que actúa mal debería hacernos sentir cierta repugnancia, o asco, que es muy distinto a sentir rabia o, peor aún, envidia. De ahí la bajeza extrema de los que predican el odio, cualquiera sea su destinatario.

 

   Casi siempre se aduce que el que no odia a EEUU está a favor, o no hace nada, o no le interesan los problemas del país. Por el contrario, la mejor lucha debe ser la que produce el fortalecimiento individual, en cualquier circunstancia. Esta es la táctica utilizada exitosamente por Gandhi para liberar a su pueblo; que es bastante similar a la empleada por Cristo ante el imperio romano. En realidad, no buscaba vencer a los romanos, sino que ello fue una consecuencia de haber fortalecido previamente al ser humano a nivel individual.

 

   El odio hacia los EEUU se convierte luego en odio contra el capitalismo, contra la economía de mercado y contra la propia sociedad, especialmente contra la clase empresarial  (que se opone a la estatización de los medios de producción). La violencia será destinada, como ocurrió en la ex – URSS, contra la gente decente.

 

   Los ideólogos marxistas están teniendo éxito, ya que se ha  llegado al extremo de que muchos se alegraron (bajo cierto disimulo) de la muerte que los secuestradores le ocasionaron al hijo de un empresario (Blumberg). Incluso, pareciera, se le niega su derecho a protestar, o a hacer alguna campaña en contra del delito. Un periodista televisivo (del Canal 9 de Mendoza), en una entrevista a Blumberg, para mostrar la “ilegitimidad” de su protesta (por ser empresario), le preguntó si antes del secuestro se preocupaba por la situación social del país. Dejaba entrever que solamente los empresarios tienen la obligación de crear puestos de trabajo, y que los marxistas están exentos de esa obligación. Incluso se sienten con derechos a juzgar a la sociedad y a usar a los adolescentes en la tan ansiada espera de la “llegada del socialismo”,