CRISIS FINANCIERA DEL 2008

Liberales e intervencionistas ¿a quién le creemos?

Por Alejandro Trapé

A partir de la crisis en el mercado financiero mundial se ha instalado nuevamente el debate respecto de si el Estado debe o no intervenir en el sistema financiero para salvarlo de una muy probable debacle.

Aquellos políticos cercanos al intervencionismo anuncian la “crisis del liberalismo” o el “fin del capitalismo de mercado”, al ver que los gobiernos de Europa y EEUU se han inclinado por rescatar a los bancos en peligro. El mensaje que transmiten es: “¿Vieron que es necesario que el Estado intervenga porque el mercado no funciona?”. Y pareciera que en estos tiempos los hechos les dan la razón. Sin embargo, en estas discusiones tan importantes no es bueno dejarse llevar por la moda.

Por eso quisiera reflexionar sobre dónde está hoy la discusión a nivel mundial respecto de lo que debe y de lo que no debe hacer el Estado en la economía en general y en el sistema financiero en particular. Hace tiempo que en este debate los “fundamentalistas de mercado” y los “fundamentalistas del Estado” han debido abandonar el escenario. Hoy, la actuación del Estado en la economía queda definida por una serie de “consensos”, que provienen de la discusión teórica y se nutren de la experiencia acumulada a lo largo de los años en todo el mundo.

Problemas

Debe reconocerse, sin embargo, que dentro de estos consensos, las ideas respecto de qué debe hacer el Estado en el sistema financiero son aún bastante discutidas y el acuerdo aún no es claro ni definitivo. Veamos cuáles son las dos posiciones en pugna aún hoy.

En el sistema financiero existen dos problemas centrales que dificultan su funcionamiento (en todas las épocas y en todos los países). El primero es el denominado “problema de la selección adversa”, por el cual se dice que los bancos, si son rigurosos, suelen prestar solamente a quienes “no necesitan el dinero”.

La idea es que el banco, en su afán de asegurarse que el deudor le va a devolver los fondos, pide tantas garantías y tantos requisitos que casi hay que demostrarle que no se necesita el dinero para que acceda a prestarlo. Si alguien realmente necesita auxilio para salvar una situación difícil, el banco, por ese motivo, duda en prestarlo y muchas veces no lo hace. Así, el sistema “selecciona mal” y no responde a quienes realmente necesitan ayuda. Algunos lo sintetizan diciendo: “El gerente de una gran empresa se sienta a tomar café con el gerente del banco, pero el de una pequeña, no puede pasar de la entrada”.

El segundo problema se denomina “riesgo moral” y aparece cuando un banco que ha sido desprolijo o poco cuidadoso en sus préstamos (no ha pedido garantías o no ha estudiado bien las posibilidades de devolución de sus clientes) se ve en dificultades y entonces la Autoridad Monetaria (el Banco Central en la Argentina o la Reserva Federal en EEUU) debe acudir a salvarlo para que sus depositantes puedan recuperar el dinero.

En este caso, el solo compromiso de las autoridades de salvar bancos con problemas genera un incentivo perverso en estas entidades a las que ya “no les importa mucho ser desprolijos”, si luego siempre habrá un salvavidas a mano. Como usted ya se imagina, estos dos problemas están muy relacionados.

Escenarios

Un primer escenario sería aquel en que los bancos relajan sus exigencias de garantías para no caer en la “selección adversa” y luego por eso tiene problemas de que sus deudores no les devuelven el dinero, aparece la necesidad de “salvataje” y con ella se potencia el “riesgo moral”. En ese escenario se reduce el primer problema pero se potencia el segundo y en ese caso seguramente la gente aplaudirá que el sistema da cabida a los deudores pequeños pero luego condenará los salvatajes (que se derivan de lo anterior).

Un segundo escenario sería, al contrario, aquel en que los bancos son muy estrictos y sólo prestan a los muy solventes, dejando fuera a los menos calificados. En tal caso el riesgo de problemas bancarios se reduce o anula y la necesidad de los salvavidas desparece. En ese escenario se reduce el segundo problema pero se potencia el primero y es muy posible que la sociedad viva más tranquila ya que no hay cimbronazos financieros, pero a cambio deba aceptar que el pequeño inversor no tiene acceso al crédito.

Hay quien puede imaginar que hay un escenario intermedio, donde se deja que los bancos privados sigan siendo exigentes y aparece un banco público para responder a los pequeños. Sin embargo, aun haciendo el arriesgado supuesto de que ese banco público atienda sólo a los pequeños (y no a “amigos grandes”) sucede que si los deudores pequeños no responden el banco tendrá severas pérdidas que seguramente se socializarán (es decir, las soportaremos todos) a través de transferencias de fondos del Gobierno, que probablemente no saldrán en los diarios. O sea que igual habrá salvataje, del cual no nos daremos cuenta, salvo que sea muy grande o durante mucho tiempo (lo malo es que cuando se prestó a amigos grandes…¿a quién estamos salvando?)

Lo importante de todo esto es que las posturas intervencionistas, tradicionalmente han sido favorables al primer escenario (prestar sin tanta garantía y luego salvar si es necesario) y las liberales al segundo (restringir el préstamo, dejando fuera del sistema a los pequeños).

Podemos adherir a uno u otro, el punto esencial es que la sociedad debe estar consciente de qué alternativa elige, para que sepa qué aplaude y qué riesgos corre. No es posible tomar sólo lo bueno de las dos, o sea, darle cabida a todos y no correr riesgos de turbulencias.

La crisis actual (2008)

En este marco, creo que la crisis financiera actual proviene de una triple irresponsabilidad. Por un lado, es claro que se produjo por la enorme irresponsabilidad de los bancos de EEUU en el otorgamiento de préstamos hipotecarios (casi no se pedían garantías para dar créditos), pero también es muy cierto que los legisladores estadounidenses, que hoy se rasgan las vestiduras para proteger al ciudadano de EEUU, son los mismos que hace unos años autorizaron e incentivaron esta conducta. Los políticos incentivaron a que se bajaran las exigencias y los banqueros no se detuvieron.

Finalmente, quien podría haber evitado o reducido la catástrofe, la Reserva Federal, no cuidó de que no se cometieran excesos con los préstamos. Curiosa dislexia en el norte: quisieron evitar la “selección adversa”, el ente regulador miró para otro lado y ahora no quieren enfrentar las consecuencias.

En definitiva, lo que digo es que los políticos estadounidenses prefirieron el primer escenario: les importaba que todos tuvieran su crédito y con ello se dispusieron a correr riesgo de tener que preparar los salvavidas. Con esto quiero decir que desde el punto de vista conceptual, en materia financiera, EEUU se acercó en estos años más a la concepción intervencionista que a la liberal. Un liberal extremo nunca hubiera relajado tanto las condiciones de acceso al crédito en un sistema como el de EEUU, en el que los ciudadanos son muy proclives a consumir y endeudarse.

Entonces creo que es apresurado decir que esta crisis es la crisis de las ideas liberales. El debate aún está abierto. Es cierto que EEUU es hoy un país cercano al ideario liberal, pero es claro que en materia financiera no se comportó de esa forma sino como un “híbrido”.

Los liberales proponen un esquema de funcionamiento y los intervensionistas otro, y ambos tienen sus ventajas y desventajas. La sociedad debería saberlo para poder decidir cuál prefiere. Si los políticos la conducen por un camino y luego no desean hacerse cargo de las consecuencias, en realidad, o no saben de qué se trata o están engañando a la gente.

Artículo publicado en el “Diario Los Andes” el 8/10/08

El autor es Profesor titular de Política Económica Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo. Es Socio-Director de A + C consultores

 

1 ECONOMÍA Y SOCIEDAD

                                                                                                             Pompilio Zigrino

   Hasta hace unos pocos siglos atrás, cada grupo familiar  producía su propia vestimenta, sus alimentos y todo lo necesario para vivir, lo que implicaba, en general, una pobre calidad de los productos y una baja productividad. Esto habría de solucionarse con el trabajo especializado (división del trabajo), apareciendo simultáneamente la necesidad del intercambio de productos (mercado). Este intercambio implica un acuerdo tácito que contempla el beneficio simultáneo de ambas partes.

   Con el tiempo se descubre que el proceso del mercado funciona como un sistema autorregulado, en donde no hace falta una planificación previa, ya que los compradores eligen lo que desean consumir. Cada compra implica una elección, por lo que a esta decisión se la ha comparado con la emisión de un voto dentro del proceso de elección de autoridades. En este sentido, la economía se identifica con la democracia, mientras que los Estados totalitarios tienden a establecer rígidos controles en la producción y en la distribución de la misma. También hay casos en que gobiernos dictatoriales imponen economías libres.

   Cuando los individuos no pueden alcanzar las metas productivas deseadas, se agrupan para lograrlas (empresa). Quien toma las decisiones empresariales se parece al capitán de un barco, ya que de él dependerá la suerte de todos. También aquí se establece un acuerdo tácito, o bien explícito, que contempla beneficios equitativos o bien proporcionales a los aportes brindados.

  Así como la economía de mercado se distorsiona cuando existen monopolios, o cuando existen pocos empresarios, la democracia se distorsiona si se establece una dictadura o si se presenta un partido político único. Esto se debe, muchas veces, a la negligencia de la oposición, que no supo establecer otras alternativas posibles.

    Si la sociedad fuese comparada a un edificio, las empresas serían sus cimientos, ya que constituyen los fundamentos en los que se mantiene la sociedad. Por ello el empresario es considerado, en una economía de mercado, como un pilar de la sociedad. Por el contrario, según la postura marxista, necesariamente se trata de un “explotador” y se lo excluye de la sociedad comunista, en donde los políticos dirigen las empresas estatales.

   Para el marxista, el empresario es el culpable de todos los males de la sociedad, hasta que demuestre su inocencia. Incluso su misión en este mundo es la defensa del trabajador ante la maldad y el egoísmo empresarial. Para el liberal, en cambio, es el Estado el culpable de todos los males, hasta que demuestre lo contrario. Incluso descarta la posible existencia de empresas estatales eficientes; algo que ocurre frecuentemente.

    Para lograr éxito, una empresa debe fijar previamente una meta, o un objetivo. El éxito posterior implica lograr la meta propuesta. Para alcanzarla, se deben utilizar estrategias, que son las distintas alternativas que se pueden utilizar para alcanzar las metas propuestas. El empresario debe ser capaz de definir metas concretas y debe saber elegir las estrategias adecuadas para esos logros.

   Así como el individuo encuentra la felicidad mientras busca el Bien común, la empresa encuentra beneficios económicos cuando cumple con alguna finalidad social. Cuando el hombre busca la felicidad en forma directa, es posible que no la alcance. De igual manera, cuando una empresa busca ganancias, como único objetivo, sin contemplar aspectos éticos elementales, es posible que tampoco obtenga ventajas económicas, o bien las logre perjudicando a muchas personas.

    Las empresas están constituidas por los accionistas, que invierten su dinero buscando ganancias; los gerentes o ejecutivos, que toman las decisiones empresariales, y los empleados, que se encargan de las distintas etapas de la producción. Los factores de la producción son, por consiguiente, el capital, la gestión productiva y administrativa, y el trabajo.

   Así como el individuo muestra sus características personales cuando actúa socialmente, cada empresa muestra su “personalidad” cuando participa en el mercado. Esta personalidad empresarial está asociada principalmente a la de quien toma las decisiones. De ahí que existirán empresas solidarias, egoístas, negligentes, etc. La ética personal, o la falta de ella, podrá transmitirse a la sociedad a través de la empresa.

   El transistor, inventado en EEUU, tuvo una gran acogida en la empresa japonesa SONY. En el Japón, habituados a los desastres naturales y a la falta de recursos energéticos, se valora al ahorro de energía y a la miniaturización, y evitan cualquier forma de derroche. Las radios portátiles transistorizadas, fabricadas masivamente, estaban en consonancia con la actitud predominante en ese país.

    Así como hay actitudes morales que prevalecen en una época, o en una sociedad determinada, existen actitudes empresariales que son el reflejo de una época. Así, en las primeras décadas del siglo XX encontramos industriales como Henry Ford o inventores como Thomas A. Edison, quienes hacen grandes aportes al desarrollo tecnológico y económico de la sociedad. Se atribuye a Edison, quien trabajaba hasta dieciocho horas al día, haber expresado que “el éxito depende del uno por ciento de inspiración y del noventa y nueve por ciento de transpiración”.

   En la actualidad nos encontramos con empresarios exitosos como Bill Gates, dueño principal de Microsoft, que dista bastante de los anteriores. Antes de leer su biografía, es posible que uno se lo imagine como un programador de computadoras que logra beneficios económicos importantes luego de hacer su trabajo. Sin embargo, nos encontramos con que se trata, en realidad, de un hábil negociante. Obtiene el sistema operativo DOS por 50.000 dólares y lo vende a IBM, y a otras empresas, cobrándoles un porcentaje por cada computadora que lo utilice. Se estima que éste fue el negocio más exitoso en la historia empresarial mundial. En el caso del sistema operativo Windows, se afirma que se trató de un plagio, por lo que habría infringido normas éticas elementales.

   Se habla de la competencia entre empresas como un aspecto positivo de la economía de mercado. Siendo una competencia constructiva, triunfaría el más eficiente. Tratándose de empresarios como Ford o Edison, ello no implicaría inconvenientes. Lo negativo radica en la existencia de una competencia destructiva, en la que no se busca tanto participar en el mercado tratando de lograr un aceptable porcentaje del mismo, sino que se busca eliminar a la competencia. Al menos algunos pseudoempresarios, que sólo imitan lo que está generalizado, entienden la competencia de esa manera.

   La actitud de la empresa puede manifestarse claramente en el orden de prioridades que establece respecto de los integrantes del sistema productivo. Así, Johnson & Johnson establece las siguientes prioridades empresariales: “Tenemos una jerarquía de responsabilidades: primero los clientes, segundo los empleados, tercero la sociedad en general y cuarto los accionistas” (Citado en “Empresas que perduran” de J. Collins y J. Porras).

   La empresa que, a nivel mundial, presenta la mayor cotización del total de sus acciones, es General Electric. Para llegar a esa posición, Jack Welch (quien fuera su gerente) exigía a las distintas secciones de GE, la de ser “número 1 o número 2” en el mercado. De no cumplirse con esos objetivos, su personal jerárquico habría de ser desplazado. Incluso se afirma que consideraba que la inestabilidad laboral favorece la productividad de la empresa, ya que todos deben luchar diariamente para conservar su empleo.

    En el orden de prioridades de GE aparecen los accionistas, mientras que los despidos de personal forman parte de una estrategia prevista para la optimización de ganancias. Se ha desvirtuado completamente el espíritu empresarial impuesto por Edison, quien fuera su fundador.

   La globalización de la economía, o mercado mundial único, ha sido favorecida, principalmente, por la presión de los accionistas en la búsqueda de mayores ganancias. La actitud de General Electric parece tender a imponerse a nivel mundial, por lo que se justifican las protestas hechas al respecto. Esto contrasta notablemente con la actitud de Henry Ford, quien pagaba sueldos cuyo monto era el doble del vigente en el mercado laboral de su época. Pensaba que, de esa forma, sus propios empleados se convertirían en compradores de sus automóviles favoreciéndose incluso la propia empresa.

   La actitud de Ford le trajo reacciones contrarias por parte de los accionistas y de los banqueros. Nótese las actitudes opuestas de Welch y de Ford, ya que uno busca los beneficios de los accionistas despreocupándose de los empleados, mientras que Ford busca los beneficios de los empleados despreocupándose de los accionistas. Seguramente debe existir un término medio que contemple los intereses de todos.

   El accionista anónimo (el hombre común) cree firmemente que su anonimato lo excluye de toda responsabilidad. No debemos olvidar que muchos “votos anónimos” llevaron a Hitler al poder.

   Cuando se habla de los beneficios obtenidos por una empresa, no deben dejarse de lado los de tipo espiritual, que no son menos importantes ni menos reales que las retribuciones monetarias. Si se los tuviese en cuenta, disminuiría la tendencia a pagar sueldos según lo que indica el mercado laboral, aunque se pueda pagar mejor, especialmente cuando el salario sea insuficiente para cubrir las necesidades mínimas del empleado.

   El comportamiento antagónico, que muchas veces surge entre empresarios y empleados, no sólo se origina en los primeros, sino en los empleados que buscan beneficios injustos a través de la “industria del despido e indemnización”, en los países en que las leyes vigentes lo permiten. Tratan de vivir sin trabajar, es decir, tratan de ser mantenidos por el resto de la sociedad. Esta actitud generalizada atenta contra el ofrecimiento de empleos.

   El avance tecnológico no sólo ha sido favorecido por la búsqueda de la reducción de los costos de producción, sino por la posibilidad que brinda al empresario de evitar presiones y extorsiones por parte de los empleados. En cierta ocasión, Edison fue presionado por los sesenta empleados capaces de realizar una delicada tarea en el proceso de fabricación de lámparas de filamento, por lo que se vio obligado a inventar y a poner en funcionamiento a varias máquinas automáticas que realizarían esa tarea.

   Edison dijo: “Mis inventos sobre la luz eléctrica no me han proporcionado beneficios, sino solamente cuarenta años de litigios”. El “fuego cruzado” entre empresas, a través de demandas por la supuesta utilización indebida de patentes de invención, fue una estrategia utilizada para detener la producción de la competencia. Es frecuente que los participantes en un proceso productivo utilicen a la empresa como un medio para lograr dinero, pero sin interesarles apenas la producción.

   Las economías de los países dependen cada vez menos de los empresarios locales, ya que tienden a predominar los grandes grupos multinacionales. Los accionistas deben ser conscientes de que son partes importantes en esos grupos y que deben exigir el respeto de aspectos éticos elementales para no convertirse en cómplices del posible accionar negativo de esas grandes empresas.

   Si se tiene la suerte, o la habilidad, de poder disponer de un buen capital, también se tiene la obligación moral de darle una adecuada utilización. Debemos ser conscientes de las carencias elementales de muchos seres humanos, por lo que resulta injusto desinteresarnos de esa situación, aun cuando la mayoría critique al que opta por ser útil a la sociedad antes de realizar una vida plena de lujos y vanidades.

 

2 TENDENCIAS ECONOMICAS

La sociología debería, en lo posible, estudiar los fenómenos sociales a partir de las ideas predominantes en el individuo y en la sociedad. De esa forma, tratará de solucionar los problemas existentes sugiriendo conductas a partir de ideas cercanas a la realidad, o más cercanas que las predominantes en el ámbito social.

   Respecto de las cuestiones económicas, como también ocurre con otras ciencias sociales, predominan las pasiones sobre la razón y el sentido común. Incluso el tipo psicológico al que pertenece un individuo parece determinar sus ideas dominantes. Ello hace que mantenga su opinión y sus creencias en forma casi independiente de la realidad.

   La mayoría tiende a generalizar a partir de unos pocos casos, o a suponer verdadero lo que escucha con mucha frecuencia, aún cuando sea contradictorio o ilógico. Así, predomina la idea de que el pobre es virtuoso (tanto si se trata de una persona o de un país), mientras que ese atributo va decayendo a medida que se eleva el poder adquisitivo de cada individuo o de cada grupo social. También se cree que los males económicos de una sociedad sólo dependen de las excesivas ambiciones materiales de algunos, aunque, debemos agregar, también dependen de la falta de ambiciones de otros. George A. Lundberg escribió: “La pobreza no se define propiamente en términos absolutos de artículos y servicios consumidos, sino en términos del abismo existente entre las apetencias y necesidades de todo género y la capacidad de satisfacerlas. En resumen, la pobreza en la sociedad moderna es fundamentalmente un estado de mentalidad más que un estado de estómago” (Citado en “Sociología del desarrollo económico” de Ernest Zahn).

   El liberalismo económico, o capitalismo, es un sistema de producción basado en el trabajo y en el ahorro productivo. Para adecuar tal denominación a la realidad, debemos agregar un tercer factor que, en caso de faltar, lo hará poco efectivo; tal es el aspecto ético. De ahí que podemos resumirlo como:

               Liberalismo   =   Trabajo  +   Ahorro  productivo   +   Ética

   La palabra “liberalismo” fue adoptada por quienes observaron en la libertad empresarial una ventaja indiscutible respecto de una economía dirigida desde el Estado. La palabra “capitalismo” se la asoció, originalmente, a las limitaciones del liberalismo, cuando se buscó la acumulación de capital, como un ahorro improductivo, que no contemplaba el bienestar general.

   Es indudable que la libertad, tanto social como económica, debe adecuarse a normas éticas. De lo contrario se cae en el libertinaje. El sufrimiento humano se debe, principalmente, a la ineficaz administración de la libertad que disponemos. Deberá predominar la tendencia a buscar beneficios simultáneos entre las partes intervinientes en todo pacto o acuerdo. No existe sistema social o económico que ignore este requisito y aún así sea exitoso.

   Así como el hombre renunció, desde hace algunos siglos, a obtener el movimiento continuo (por existir el principio de conservación de la energía), alguna vez deberemos renunciar a la búsqueda del sistema social ideal cuya efectividad sea independiente del nivel moral de los hombres. El movimiento  continuo y el socialismo son ideales que resuelven nuestros problemas energéticos, en un caso, y nuestros problemas sociales, en el otro caso. De ahí que sea difícil renunciar a ellos.

   En las sociedades en crisis, el trabajo resulta desagradable y toda pequeña acción produce efectos similares a los ocasionados al llevar una pesada carga. Esto es una consecuencia de la ausencia de una finalidad para nuestra vida, o por la adopción de finalidades inadecuadas a nuestra naturaleza humana.

   Las críticas al capitalismo recaen casi siempre en los empresarios, ya que, se dice, tienden a pagar sueldos que apenas cubren el nivel de subsistencia de los empleados aún cuando puedan pagarles mejor; algo criticable con justificación. Pero no debe olvidarse que muchos empleados tratan  de trabajar sólo hasta el nivel de subsistencia, aún cuando el empresario pretenda mejorarles la situación.

   Cuando se gasta menos de lo que se gana, quedará a nuestro favor cierto excedente. Con ese dinero podremos elevar el nivel de comodidades para nuestro cuerpo, o bien podremos invertirlo pensando en la seguridad futura y en la tranquilidad a ella asociada. En las sociedades actuales se adopta, mayoritariamente, la primera postura y se critica al que “no vive la vida” por pensar en el futuro.

   En la actualidad, el ahorro productivo, en forma de inversiones, tiende a ser cada vez más anónimo. El anonimato hace perder de vista a los demás integrantes  de la sociedad llegándose al extremo de ignorar su existencia. El accionista anónimo pasa a ser la cabeza invisible de una empresa con una posible insensibilidad social.

   En vez de aceptarse que la economía de mercado puede funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo humano, muchos piensan que es necesario adoptar  esa actitud, y que el bienestar de todos surgirá del agregado de los egoísmos individuales.

   El liberalismo admite que los intereses particulares no se oponen a los intereses de la sociedad, mientras que, para el marxismo, los intereses individuales necesariamente entran en conflicto con los intereses de todos. El empresario, principal gestor de la economía de mercado, es considerado casi como un delincuente por los marxistas. De ahí que los políticos de izquierda sean netamente antiempresarios.

   La postura cristiana sugiere buscar un beneficio simultáneo en todas y cada una de nuestras acciones. El “Amarás al prójimo como a ti mismo” nos sugiere cierta igualdad, que será respetada aún en los intercambios laborales o comerciales. Dicha igualdad sugiere que debemos contemplar los posibles beneficios y perjuicios, propios y ajenos, con el mismo interés.

   En las sociedades actuales, se supone que cada uno debe cumplir con las leyes humanas y que ello basta para hacer de cada uno de nosotros un ciudadano respetable. Sin embargo, no alcanza con “no hacer el mal”, sino que debemos “hacer el bien”. Nótese que el “milagro alemán”, que permitió la recuperación alemana luego de la Segunda Guerra Mundial, se debió tanto a la economía de mercado como a la unión del pueblo orientado por los deseos de una pronta recuperación.

   Se estima en más de 130 mil millones de dólares el monto de los depósitos realizados por ciudadanos argentinos en el exterior. Suponiendo que fueron obtenidos legalmente, se piensa, dentro de la mentalidad reinante, que esos ahorristas “no tienen ninguna obligación de reinvertirlos en el país”. Es decir, no tienen ninguna obligación según las leyes humanas, pero existe una obligación moral, tal la de ayudar a solucionar los graves problemas que aquejan al país.

   Si una sociedad produce un exceso de capital, pero ese exceso se lleva al exterior, irá a beneficiar a otras personas y esto es injusto; especialmente cuando los perjudicados viven en condiciones de extrema pobreza. La globalización económica debe establecerse sin el deterioro ni la aniquilación de los países, de la misma forma en que una sociedad debe establecerse sin que se destruya a los individuos que la componen.

   Si sólo se reinvirtiera, mensualmente, es la construcción de viviendas, un 1% de la cifra mencionada, se lograría un gran incremento de trabajo y una segura salida para la crisis actual. Hasta ahora se ha mostrado un patriotismo casi nulo, en todos los sectores. Esto contrasta notablemente con la actitud de algunos europeos quienes, en épocas pasadas, volvían  a sus países de origen para luchar en las grandes guerras mundiales. No estaban motivados por cuestiones de seguridad personal, sino que la integridad de la patria estaba aún sobre la propia vida. La situación argentina mejorará si los propios argentinos deciden “hacer el supremo sacrificio” de retornar, ritmo lento y sin gran riesgo, los capitales que alguna vez obtuvieron en su país de origen.

   Si, por el contrario, sigue imperando la actitud sugerida por la globalización económica, tal como ahora se la entiende, muchos países van a quedar marginados en forma casi definitiva. Esos países deben tratar de eliminar la corrupción existente, ya que la corrupción no se debe tanto a la falta de capitales, sino a la ausencia de valores éticos.

   Además de la postura que propone mejorar las cosas a partir del mejoramiento ético individual, existe una tendencia que propone cambiar al hombre a partir del cambio social; tal es el caso del marxismo. Se supone que existe una “ética capitalista” que no se puede cambiar sin hacerlo con el sistema de producción. Karl Marx expresó: “…no es la conciencia de los hombres, la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia”. “…el modo de producción de vida material determina el carácter general de los procesos de vida social, política y económica” (Citado en “Siete teorías de la naturaleza humana” de Leslie Stevenson).

   Mientras que la ausencia de valores éticos va destruyendo una sociedad, existe una mentalidad que favorece ese proceso justificando cualquier actividad delictiva considerándola como una consecuencia necesaria e inevitable del “sistema capitalista”. No debemos olvidar que la mayoría de los países tienen economías mixtas y que los errores no se deben atribuir sólo a los empresarios, sino a los políticos que dominan el Estado.

   Es un error considerar al comunismo como algo opuesto al capitalismo, ya que la eliminación de la propiedad privada hace surgir al “capitalismo estatal”, que acentúa todos los errores atribuidos al capitalismo privado. Esto lo podemos apreciar en la Cuba de Fidel Castro. Llega al poder por las armas, en 1959, y es el amo absoluto de su país. Esta situación se asemeja al feudalismo europeo de algunos siglos atrás; incluso en el feudalismo habían pactos entre el señor feudal y los vasallos, mientras que en el comunismo la dominación se realiza por medios de las armas.

   A medida que transcurren los años, predomina la importancia del trabajo que requiere información, inteligencia y criterio para la toma de decisiones. Sin embargo, todavía se sigue considerando que el que piensa, se arriesga y deteriora su salud, es el explotador del que utiliza poco su mente y que sólo busca evadirse de todo tipo de esfuerzo, de preocupaciones y de responsabilidades.

   La economía estatal es atractiva por la seguridad que ofrece a sus empleados, pero la seguridad se obtiene perdiendo algo de libertad; generalmente la del sector privado de la economía. Cuando se produce un exceso de protección estatal, todos buscan ese beneficio, y el sistema se satura, como ocurrió en el comunismo. Se restringe la acción de quienes pueden producir con mayor eficacia y la economía colapsa. De ahí que existe una proporción óptima, para cada país, entre los que buscarán la protección y los que buscarán la libertad. Esta proporción se proyectará, en una economía mixta, en los porcentajes de lo estatal y lo privado. Benjamín Franklin escribió: “Los que cambian su libertad por su seguridad no merecen libertad ni seguridad”.

   Quienes utilizan la libertad empresarial buscando sólo optimizar sus ganancias, actúan como los microorganismos que absorben el alimento de los demás. El comunismo es similar a un antibiótico, poco perfeccionado, que no sólo elimina a los microbios dañinos, sino que lo hace también con las células que constituyen la vida.

   Entre el capitalismo y el marxismo existe una tercera vía; el cristianismo, que busca el mejoramiento ético del individuo. Esto implica, indirectamente, una eficaz ayuda para la economía.

 

 3 ECONOMÍA POLÍTICA 

Una actividad cognoscitiva puede denominarse “ciencia” en cuanto permite establecer leyes que puedan ser verificadas en forma experimental, o en forma práctica. De ahí que la economía es una de las ramas sociales de la ciencia. Describe la actividad del hombre dirigida a satisfacer necesidades en uso de su libertad de elección (economía natural); por lo que cae fuera de esta perspectiva la economía dirigida desde el Estado (economía planificada). La primera está asociada, generalmente, a los gobiernos democráticos, mientras  que la segunda está asociada a los estados totalitarios. Wilhelm Roepke escribió: “Economizar no es más que una elección entre diversas posibilidades, y la Economía no es en el fondo, sino la teoría de las alternativas”. (De “Introducción a la Economía Política”).

    El hombre primitivo construía sus utensilios y elaboraba sus alimentos (economía individual). Luego se vislumbró la ventaja que presentaba la especialización laboral, o división del trabajo, y el intercambio posterior (economía social). Así nace el mercado, como lugar apto para los intercambios (trueque). Para facilitarlos, se creó al dinero. Producimos para otros seres humanos y los demás producen para nosotros. Juan Bautista Alberdi escribió: “De ahí que la economía política, que es el estudio de esas causas morales de la riqueza, es una de las ciencias morales y sociales. Adam Smith dio con ella, estudiando y enseñando, como profesor, las ciencias de la filosofía moral” (De “Estudios económicos”, como las demás citas a Alberdi).

  La economía, como ciencia, aparece en el siglo XVIII. Desde entonces se observó que el mercado actúa como un sistema realimentado que no necesita ser regulado exteriormente, ya que es, precisamente, autoregulado. Si todos los problemas de la sociedad derivaran de la economía, tal sistema los solucionaría. Alberdi escribió: “El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith”. “La riqueza y la pobreza, según esto, residen en el modo de ser moral de una sociedad, en sus costumbres de labor y ahorro, y en sus hábitos viciosos de ociosidad y dispendio. En vez de blasonar de las riquezas del suelo, la América del Sud debiera saber que no es rico el país que no puede blasonar las riquezas de su civilización. Comprender la riqueza y la pobreza en su ser y causas morales es colocarse en el camino de aprender a salir de la pobreza y llegar a la riqueza”. (Blasonar: hacer ostentación de alguna cosa con alabanza propia).

   En una economía natural, el valor de los productos viene establecido por el mercado, es decir, por los consumidores, que de esa forma orientan al productor indicando qué y cuánto producir. En la economía planificada, el valor de un producto viene asignado por el Estado, en función del trabajo que demandó su fabricación. El Estado (o quienes lo dirigen) deciden qué y cuánto producir.

    El banco es el intermediario entre el ahorrista y el productor, o entre el ahorrista y el consumidor. Este consumidor en base a crédito, sacrifica el futuro en beneficio del presente, viviendo más allá de sus posibilidades, mientras que el ahorrista sacrifica el presente en beneficio del futuro, renunciando en parte a sus comodidades. El dinero pierde su función original en cuanto deja de ser el facilitador de intercambios y se lo busca fuera de este proceso.

   Hay países en los que se consume más de lo que se produce, mientras que en otros ocurre a la inversa. En unos prevalece el déficit, en los otros el ahorro. La economía de una nación es un reflejo de las costumbres aceptadas. Algunos piensan que la moral imperante es un efecto de la economía, pero la economía no es más que un conjunto de decisiones y de acciones humanas. De ahí que es mejor decir que la economía es un efecto de las costumbres. Alberdi escribió: “Un empobrecimiento nacido de ideas viciosas sobre el medio de enriquecer sin las virtudes del trabajo y del ahorro, es una enfermedad moral como su causa, y sólo puede ser curada por medicamentos morales igualmente. Esos remedios consisten desde luego en el abandono de las ilusiones que buscaron riquezas improvisadas en combinaciones y artificios ingeniosos que no pueden suplir al trabajo y al ahorro, considerados como manantiales de riquezas y bienestar. Esta curación moral no puede ser sino lenta, penosa y difícil, como es siempre la reforma de los usos y de las costumbres entradas en mal camino”.

   Cuando las masas irrumpen en el Estado, decidiendo el presente y el futuro de la Nación, se acentúan los males. Ya en el siglo XIX Alberdi escribía: “El Banco de la Provincia de Buenos Aires será el pozo de Airón en que se hundirá toda la riqueza de la República Argentina, y con su riqueza, sus libertades y sus progresos”. “Lo peor del mal es que no admite más reforma que su desaparición total. Porque su vicio no está en la forma, sino en el fondo, en la esencia de la institución. No está en el banco, sino en el banquero. Es un banquero inaccesible, inejecutable; banquero soberano que se legisla a sí mismo y que legisla a sus prestamistas pudiendo forzarlos a prestarle su dinero en virtud de leyes que tiene el poder de darle; que no recibe control ni limitación sino de sí mismo, y que sólo a sí mismo está obligado a darse cuentas”.

   Hay quienes sostienen que ese banco resulta ser el medio adecuado para facilitar la corrupción de la clase política. Su déficit es absorbido por la Provincia de Buenos Aires y, a su vez, el déficit de esa provincia es absorbido por la Nación. Para cubrir esas pérdidas se efectúa emisión monetaria y de esa manera se genera inflación, o bien se cubre con préstamos requeridos a bancos nacionales o extranjeros con un incremento de la deuda pública.

   El ahorro debe ser un medio para asegurar el futuro de un individuo. Sin embargo, en la Argentina, a través de la “industria del plazo fijo”, muchos hombres, en plena capacidad productiva, pretendían vivir de rentas para dejar de trabajar. El ahorro productivo pasa a ser un ahorro especulativo.

   El ahorro y el trabajo conforman la base del sistema capitalista. Sin ellos es imposible el éxito económico de una Nación. Alberdi escribió: “El ahorro, manantial más productivo de riquezas que el trabajo mismo, es, sin embargo, más penoso y difícil para el americano del sud. Es que el ahorro, como costumbre, es toda una educación: es una virtud que se compone de muchas otras y supone un grande adelanto de civilización. Sus elementos son: la previsión, la moderación, el dominio de sí, la sobriedad, el orden. Es imposible llegar a ser rico sin la posesión de estas cualidades morales. Cuando ellas abundan en una nación, esa nación no es, no puede ser pobre, aunque habite un suelo pobre. Mejor sin duda si posee un suelo fértil, pero no es más el suelo que un instrumento de su poder productor, que se compone de sus fuerzas morales”. “La primera dificultad de Sud América para escapar de la pobreza es que ignora su condición económica. Con la persuasión de que es rica y por causa de esa persuasión, vive pobre, porque toma por riqueza lo que no es sino instrumento para producirla”.

   La mayoría siente que tiene el derecho a recibir parte de la producción nacional, pero pocos son los que sienten el deber de producirla. Una sociedad con un bajo porcentaje de empresarios está condenada al fracaso económico. Algunos políticos, en forma irresponsable, se ubican como defensores del pueblo ante la “maldad empresarial”, olvidando criticar a los negligentes y a los irresponsables. Si una empresa tiene alguna ganancia, se la observa como si estuviesen robando a la sociedad. Pareciera que, para muchos, la empresa ideal es la que da pérdidas. Si da puestos de trabajo, se dice que está “explotando” al trabajador.

  Así como la libertad de elección, que el hombre dispone, tiene un alto precio: el riesgo de elegir mal, la economía de mercado presenta el riesgo del fracaso. Las protestas contra tal sistema (trabajo y ahorro productivo) son similares a las protestas contra el propio Creador por habernos dado la libertad a tan alto precio.

   Es criticable, sin embargo, la economía de tipo ruleta, en la que los pseudoempresarios juegan a optimizar ganancias. No existe para ellos una finalidad social de la producción, sino una búsqueda de ganancias motivadas por el simple espíritu deportivo que los impulsa a competir y a ganar.

   Los temas económicos, aunque cotidianos, resultan ser bastante complicados. Las conclusiones erróneas que podemos extrae de un razonamiento, pueden evitarse si tenemos en cuenta la siguiente precaución sugerida por  Henry Hazlitt: “El arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre el grupo, sino sobre todos los sectores” (De “La economía en una lección”).

   La automatización tiende a reemplazar al trabajo humano exigiendo a cada individuo mayor esfuerzo de adaptación al medio social. Por ejemplo, en un país con elevado nivel tecnológico, como EEUU, la agricultura emplea sólo el 3% de la población activa. Se estima que dentro de unos pocos años la producción industrial estará totalmente automatizada. Sin embargo, en ese mismo país, la ocupación laboral, en la producción de servicios, ha ascendido a más del 70% de la población activa. La automatización reduce costos de producción y ello implica mayores ganancias. Y esas ganancias adicionales podrán reinvertirse para producir trabajo adicional. Una nueva maquinaria, utilizada para la producción automatizada, crea inconvenientes (desempleo) en un sector y en el corto plazo, pero crea beneficios a todos los sectores en el mediano y en el largo plazo.

   El trabajo productivo del hombre no consiste sólo en mano de obra, que puede ser afectada por el desempleo tecnológico, sino también consiste en gestión y administración asociada al manejo de información. En esto consiste esencialmente la diferencia entre empresarios y empleados. Los primeros son los que tienen mayores preocupaciones; de ahí la baja proporción existente en muchos países.

   Debemos hacer un “examen de conciencia económico” y preguntarnos si, durante nuestra vida, hemos producido más de lo que hemos consumido. En ese caso podemos considerarnos hombres útiles a la sociedad. Por el contrario, si hemos consumido más de lo que hemos producido, debemos tratar de revertir la situación.

 

4 GLOBALIZACIÓN 

Con el auge de las comunicaciones, permitido por el desarrollo tecnológico, se tiene la sensación de que los países tienden a integrarse cada vez más. Como toda sociedad, la humanidad necesita ideales, leyes y objetivos comunes que darán lugar al “nuevo orden mundial”. Para encontrar soluciones a los problemas existentes, serán de utilidad todos los estudios previos realizados para describir la sociedad, por cuanto la humanidad es un grupo social.

   Toda asociación de personas se establece a partir de un vínculo que relaciona a sus integrantes. Dicho vínculo llevará implícita la finalidad de esa asociación y se identificará con los medios para lograrla. En general, mientras mejor esté establecido el vínculo, más cercano estarán los objetivos por lograr.

   Generalmente han sido propuestos vínculos visibles, o materiales. Así aparecieron las sociedades de producción (comunismo, socialismo) en las cuales el vínculo estaba constituido por los medios de producción. Para cumplir con el objetivo social, tales medios deberían pertenecer al Estado. La eliminación de la propiedad privada y la tendencia totalitaria transformaron a estas sociedades en verdaderas cárceles. Se estima que en el futuro, con el progreso tecnológico, la producción de bienes estará totalmente automatizada, con lo que se disolverá el vínculo mencionado.

   Otro tipo de agrupamiento social lo constituye la sociedad de consumo (capitalismo) en el que predomina la necesidad de dar bienestar al cuerpo. Para cumplir con ese objetivo, el ciudadano elige libremente en un mercado autorregulado en el que se orienta la producción desde el consumo. También la publicidad se encarga de crear necesidades superfluas. Al ignorar los atributos que caracterizan al ser humano, no se logra un adecuado nivel de felicidad. De todas formas, la economía de mercado da un margen de libertad que posibilita el desarrollo humano integral; si bien la mentalidad predominante generalmente lo impide.

   Las ideologías predominantes en las sociedades mencionadas, excluyen interpretar la finalidad asignada al hombre y que está implícita en el espíritu de la ley natural.  En las sociedades comunistas, sin embargo, la religión se mantuvo como una reacción al sistema impuesto, mientras que en las sociedades de consumo se la ha ido adaptando a la “comodidad del cliente”. La alternativa restante es la sociedad que resulta de los individuos que buscan adaptarse al orden natural.

   A través de la historia se han sucedido intentos por lograr el gobierno mundial a través de la dominación militar, de la dominación ideológica (religiosa o filosófica) y también por medio de la dominación económica. Se ha tratado de imponer a los demás el modo sectorial de vivir y de pensar.

   Mientras que en las sociedades de producción y de consumo se acepta que primero el hombre debe satisfacer sus necesidades alimenticias, y que lo demás vendrá luego, Cristo propone: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. Precisamente, ha de ser dicho Reino el tipo de sociedad adecuado a todos los habitantes del planeta por cuanto contempla las leyes naturales comunes a todos los hombres. Cuando dice: “Amarás al prójimo como a ti mismo”, da a conocer el vínculo de unión que deberá existir entre los hombres identificando el medio con la finalidad a lograr.

   Se ha denominado globalización al mercado mundial único. En este mercado participan empresas multinacionales y trasnacionales. Así, existen empresas como Nestlé, de origen suizo, que sólo tiene en su país de origen un pequeño porcentaje de sus inversiones y de su capital, siendo de un 2% en este caso. Por otra parte, empresas como Caterpillar tienen sus fábricas en un país (EEUU en este caso) y desde allí venden sus productos en todo el mundo.

   Debe tenerse presente que la globalización sólo es una forma de producir y de distribuir bienes y servicios, presentando ventajas y desventajas. En cuanto a las primeras, se observa una buena calidad de los productos a un precio accesible, por cuanto la producción está destinada a la población mundial. Como desventaja se observa una exclusión de las empresas regionales cuyo reducido nivel tecnológico les impide competir con las multinacionales, produciéndose quiebras y desocupación.

    El padre del liberalismo económico, Adam Smith, no pensaba que el egoísmo humano debía mover la economía, sino que pensaba que el mercado podría funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo humano. Sin embargo, muchos creen que, al estar legitimado por las leyes humanas y por la sociedad, el egoísmo debe aceptarse naturalmente.

   Como la mayoría de las grandes empresas sólo buscan optimizar sus ganancias, sus dueños poco se preocupan por los problemas inmediatos que producen. Ignacio Ramonet escribe respecto de la globalización: “Celebrada aquí, diabolizada allá o calificada de trivialidad mediática, aún no ha sido analizada con seriedad. A lo sumo, es descrita cual un accidente natural libre de cualquier intención y a salvo por tanto de su cuestionamiento desde el punto de vista ideológico. Un simple accidente de la historia que situaría a ciudadanos, asalariados y gestores ante una opción única: adaptarse. En suma, abdicar de cualquier acción de la voluntad para obedecer mejor las directivas anónimas, y mucho menos nacionales de lo que se cree, de los mercados financieros” (De “Un mundo sin rumbo”).

   Las empresas multinacionales forman grupos cuyo poderío económico es superior al de muchos estados. Dirigidas por especialistas, son como máquinas ciegas que buscan una mayor rentabilidad para beneficio de sus accionistas. De ahí que resultan difíciles de llevar hacia comportamientos éticos. Sigue en vigencia el disconformismo que tenía Henry Ford con sus accionistas, que sólo pensaban en mejorar sus ganancias, pero poco les interesaba la producción en sí. El capital debe ayudar a la producción en vez de usarse para beneficio propio. Ignacio Ramonet escribe en el libro citado: “Por todas partes este nuevo modelo, constituido por la reducción del Estado, la precariedad social y el dinamismo comunicacional, se va extendiendo”.

   Quienes temían, hace algunos años, la expansión mundial del comunismo, lo hacían porque veían la posibilidad del establecimiento de un poder universal absoluto que respondía a finalidades poco adecuadas al individuo. La globalización económica presenta algunos aspectos similares, ya que existe un reducido sector beneficiado y un gran sector excluido, tendiendo a consolidarse un poder económico mundial con inciertas consecuencias. Paul Valery escribió: “Sentimos que una civilización tiene la misma fragilidad  que una vida”.

   En el mundo actual existen fuerzas de disociación y también fuerzas de cohesión. Las primeras están constituidas por los nacionalismos exagerados y por las religiones. Edgar Morin escribió: “El problema clave de los años venideros es el de la lucha multiforme entre las fuerzas de asociación, de federación, de confederación, no solamente de Europa sino del mundo, por una parte, y las fuerzas de disyunción, de estallido, de ruptura, de conflicto” (Citado en “Un mundo sin rumbo”).

   Los nacionalismos aparecen como una reacción a la uniformidad que resulta de la globalización económica. Dichos nacionalismos están lejos de poseer una mentalidad universalista, ya que resaltan aspectos que los distinguen de los demás (idioma, religión, arte, raza, etc.) dejando de lado la cultura universal basada en el conocimiento y asociada a la ciencia, la filosofía y la religión natural.

   Acerca del papel que han de jugar los distintos Estados nacionales, existen diferentes posturas. Para los partidarios de los Estados totalitarios (fascismo, nazismo, leninismo) el Estado es una institución casi sagrada por cuanto significa el medio ideal que ha de permitir establecer el poder total sobre la sociedad. Por el contrario, para las tendencias liberales, el Estado debe reducirse a un mínimo para impedir que los políticos tengan la oportunidad de robarle a la sociedad. Además, se sugiere que el Estado no interfiera en el libre juego de la oferta y la demanda. Uno podría preguntarles, a los últimos, si son las empresas multinacionales las que han de tomar a su cargo la responsabilidad de auxiliar a los que poseen pocos recursos materiales. Mientras exista egoísmo en los hombres, el Estado debe participar como un organismo de compensación entre la riqueza de algunos y la pobreza de otros.

   Entre las variables que una empresa debería optimizar ha de estar el beneficio social tanto para los accionistas, como para los clientes y empleados. Esto lo entiende fácilmente el pequeño y el mediano empresario, pero no el accionista anónimo que responde a la mentalidad reinante en la sociedad. Así como se pregona un buen comportamiento ecológico, mediante el cual se debe respetar al medio ambiente, se debería considerar al trabajador al menos como un ser viviente que debe seguir subsistiendo a pesar de los avances tecnológicos y de las ambiciones humanas.

   La globalización económica, como se desarrolla actualmente, no es la causa del egoísmo reinante, sino un efecto necesario e inevitable de tal actitud previamente existente. Se combaten los efectos combatiendo primeramente sus causas. También la globalización es la destinataria de culpabilidad por  actitudes de vagancia generalizada que tienen que ver más con el individuo que con lo que sucede en el mundo. Antes de criticar a los que no hacen nada por los demás, debemos criticar al que no hace nada por él mismo

   Así como en la ex-URSS tuvieron la valentía de reconocer los errores de su ideología y de sus creencias, sería oportuno que en Occidente se reconozca que el capitalismo exento de ética conduce a un fracaso inmediato, y que EEUU debe buscar un beneficio simultáneo en sus acciones exteriores en vez de afirmar, a través de sus hombres de Estado y con cierta naturalidad, que tal o cual decisión “favorece a los intereses de EEUU”, ignorando a los demás países.

   Autores como Francis Fukuyama nos hablan del “fin de la historia” debido a la evidente ventaja de la democracia y la economía de mercado respecto del totalitarismo y la economía estatal dirigida. Dicho fin implica coincidencias importantes en cuestiones económicas y políticas, pero aún falta llegar al “final de los tiempos”, cuando triunfen las fuerzas de unión sobre las fuerzas de disolución.

 

5 ECONOMÍA Y ÉTICA

1Para lograr una mejora del nivel económico y social, existen dos posibles secuencias propuestas: una consiste en mejorar la moral individual para que también mejore la economía. La otra secuencia consiste en mejorar el nivel económico de la sociedad para que, como una consecuencia, mejore también el nivel ético de cada individuo. Además, otros suponen que no existe relación alguna entre ética y economía y que puede establecerse una buena economía sin que exista un buen nivel ético, y viceversa. Henry Hazlitt escribió al respecto: “Se piensa, por lo general, en los enfoques ético y económico, que la ética y la economía tienen poco que ver una con la otra. Sin embargo, ambas se encuentran íntimamente vinculadas. A ambas les interesan los actos de los hombres, la conducta humana, la decisión humana, la elección humana. La economía es una descripción, explicación o análisis de los factores determinantes, consecuencias e implicancias de la conducta y elección humanas. Pero apenas llegamos a lo que es la justificación de esos actos y decisiones o a la cuestión acerca de si este o aquel acto o regla de acción sería más conveniente a largo plazo para el individuo o la comunidad, penetramos en el mundo de la ética. Esto es también verdad si lo que se discute es la conveniencia de una política económica comparada con otra”. “Prácticamente no existe problema ético alguno, en realidad, que no presente un aspecto económico. Nuestras decisiones éticas cotidianas son, en general, decisiones económicas y, a su vez, casi todas nuestras decisiones económicas cotidianas tienen un aspecto ético” (De “Los fundamentos de la moral” – Fundación Bolsa de Comercio de Bs.As).

   Algunos autores liberales han propuesto éticas económicas desvinculadas de la ética propuesta por la religión y por la filosofía. En realidad, al existir la actitud característica en cada persona, el hombre muestra una misma actitud en cada circunstancia. Y el egoísta lo será en cada una de sus acciones, sean económicas o de otra índole. De ahí que es necesario buscar una ética única, tal como se viene sosteniendo en estos escritos. Ludwig von Mises escribió: “El papel histórico de la teoría de la división del trabajo tal como la elaborara la economía política inglesa de Hume y Ricardo, consistió en la total demolición de todas las doctrinas metafísicas relativas al origen y funcionamiento de la cooperación social. Dicha teoría consumó la emancipación espiritual, moral e intelectual de la humanidad iniciada por la filosofía del Epicureismo. La ética heterogénea e intuicionista de las épocas anteriores se vio sustituida por una moral autónoma racional. El derecho y la legalidad, el código moral y las instituciones sociales ya no son reverenciados como insondables decretos celestiales. Su origen es humano y el único metro que se les debe aplicar es el de su conveniencia con respecto al bienestar del hombre”  (De “La acción humana” – Ed. Sopec SA).

   El reemplazo de la “ética de los sentimientos” por la “ética utilitaria” de algunos economistas, implica, nada más y nada menos, que aceptar el “egoísmo de a dos” como válido dentro de este nuevo marco. Como el hombre muestra una misma actitud en las distintas circunstancias de su vida, al aplicar el egoísmo aceptado por la “ética utilitaria”, se encamina en una dirección poco favorable. Ludwig von Mises escribió: “La sociedad liberal prueba que, ante todo, el hombre ve en los demás sólo medios para la realización de sus propósitos, mientras que él a su vez, para los demás, el medio para la realización de los propósitos de los otros; que, finalmente, por esta acción recíproca dentro de la cual cada uno es simultáneamente medio y fin, se llega a la meta más elevada de la vida –el logro de una existencia mejor para todos. Dado que la sociedad sólo es posible si, mientras viven sus propias vidas, todos ayudan a vivir a los demás, si todo individuo es, al mismo tiempo, medio y fin; si cada bienestar individual es simultáneamente la condición necesaria para el bienestar de los demás, es evidente que el contraste entre yo y tú, medio y fin, queda automáticamente resuelto”  (De “Socialismo” – Ed. Hermes SA).

   La moral basada en los sentimientos humanos es la que ha de lograr los mejores resultados, mientras que los vínculos interpersonales a través de medios  materiales, deberían pasar a un segundo plano. Ludwig von Mises escribió: “No existe oposición entre el deber moral y los intereses egoístas. Lo que el individuo da a la sociedad para preservarla como tal lo da, no en beneficio de fines que le son ajenos, sino porque ello consulta su propio interés”.

   El problema que puede encontrarse en la anterior expresión es la aceptación del egoísmo como algo normal. El egoísmo existe en todos los seres humanos, pero debemos apuntar hacia el logro de la actitud que nos permita compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes. En esto vemos cierta incompatibilidad entre los principios liberales (al menos por los expresados por este pensador) con la ética cristiana, o con la ética natural. Sin embargo, podemos apuntar a un liberalismo ético, que adopte la ética cristiana, y así armonizarán ambas posturas. Recordemos que la economía de mercado o economía libre, no es una invención humana, sino la resultante del libre comportamiento económico de la sociedad. Desde Adam Smith en adelante se pudo describir aceptablemente este proceso y se pudieron ver los aspectos relevantes para poder adaptarnos a ellos. La adopción de la ética natural ha de ser una mejora adicional.

   Debido a que el sistema de libre empresa se da como una consecuencia de la libertad, desde la ciencia económica se dan sugerencias respecto de todo lo que favorezca el mantenimiento de esa libertad. Entre ellas aparece la deseable vigencia de un orden legal estable, de una moneda estable, etc. Debe sugerir, además, un nivel ético adecuado para sustentar el desarrollo económico pleno.

   La principal duda aparece cuando se habla del egoísmo, como posible motor del orden económico. No es lo mismo decir que el sistema de la economía de mercado puede funcionar bien, a pesar del egoísmo, a decir que funcionará adecuadamente al estar favorecido  por ese egoísmo. Y que, a mayor egoísmo, mayor efectividad. Cuando decimos que alguien es egoísta, lo decimos con cierto fastidio, ya que lo asociamos a una persona que no le interesa lo que le suceda a los demás, sino que sólo le interesa su propia persona. Si ese es el egoísmo al cual se refiere von Mises, podemos decir, con seguridad, que dicha actitud no es la adecuada para el mejoramiento de la sociedad o, incluso, para el buen desarrollo de la economía. Con esa actitud predominante, pronto comenzarán los conflictos de toda clase. Debemos apuntar hacia una actitud cooperativa y solidaria, como lo promueve el cristianismo, y así podremos disponer de una ética general, aplicable a todos los aspectos del comportamiento humano.

   No es lo mismo decir que el trabajo individual nos ha favorecido a nosotros mismos y que, indirectamente, hemos favorecido a los demás, a decir que tenemos una satisfacción moral doble, por beneficiarnos a nosotros mismos y a los demás. Debe quedar claro que las motivaciones de nuestras acciones deben apuntar hacia la mayor cantidad de satisfacciones morales, antes que a la mayor cantidad de beneficios económicos. Buscando los beneficios morales, la ética se dará por sí sola. Recordemos que Adam Smith escribió un libro titulado: “La teoría de los Sentimientos morales”, algo que no era ajeno a su pensamiento.

   Cuando decimos que la ética, o el nivel ético de los individuos, es un factor prioritario en el buen funcionamiento de la economía de mercado, debemos asociarlo a la actitud cooperativa y solidaria, y no a las actitudes egoístas. Esto es imprescindible aclararlo ya que una de las partes esenciales en dicho proceso de producción e intercambio reside en la competencia entre productores que tratan de lograr la mejor calidad al menor precio, que es la esencia de las ventajas del sistema. Si la competencia está asociada a una actitud de cooperación, será una competencia beneficiosa para todos y aquí predominará el lema olímpico: “Lo importante no es triunfar, sino competir” (Pierre de Coubertin). Si la competencia está asociada al egoísmo, las cosas podrán llegar a extremos poco deseables. Wilhelm Roepke escribió: “La economía de mercado no es una excepción a esta regla. Por cierto, sus defensores, en la medida en que han sido intelectualmente exigentes, han reconocido siempre que el ámbito del mercado y de la competencia, del sistema en el que los precios y la producción son determinados por la oferta y la demanda, merece ser considerado y defendido solamente como una parte de un orden general más amplio, que abarca la ética, el derecho, las condiciones naturales para la vida y la felicidad, el Estado, la política y el poder. La sociedad en su conjunto no puede ser regida por las leyes de la oferta y la demanda, y el Estado es algo más que una especie de empresa comercial, tal como ha sido la convicción de la mejor opinión conservadora desde los tiempos de Burke. Los individuos que compiten en el mercado en procura de su propio beneficio, necesitan más que nadie de las normas sociales y morales de la comunidad, sin las cuales la competencia degenera hasta los extremos más penosos. Como dijimos antes, la economía de mercado no lo es todo. Debe ocupar su lugar en un ordenamiento más elevado, que no se gobierna por la oferta y la demanda, la libre formación de los precios o la competencia. Debe estar firmemente insertada en un ordenamiento global de la sociedad, en el cual las imperfecciones y rudezas de la libertad económica sean corregidas por el derecho, y donde no le sean negadas al hombre las condiciones de vida adecuadas a su naturaleza. El hombre sólo puede realizar plenamente su naturaleza si se integra libremente en una comunidad con la cual se sienta solidario. De lo contrario, su existencia será desdichada, y él lo sabe” (Citado en “Enfoques económicos del mundo actual” de L. S. StepelevichEd. Troquel).

   Agrega Roepke: “En otras palabras, la vida económica no se desenvuelve naturalmente en el vacío moral. Se halla en constante peligro de desviarse del nivel moral medio si no se la apuntala con un vigoroso apoyo ético. No cabe pensar siquiera en que pueda faltar ese apoyo, el cual, por otra parte, debe ser preservado constantemente de de la corrupción.  De lo contrario, nuestro sistema económico libre, y con él toda forma de Estado o sociedad libres, están condenados a derrumbarse”. “El mercado, la competencia y el juego de la oferta y la demanda no crean estas reservas éticas; las presuponen, y las consumen. Estas reservas deben venir de fuera del mercado, y ningún manual de economía puede sustituirlas”.

  Uno de los principales problemas éticos que aparecen en las sociedades actuales (al menos en Latinoamérica), es la actitud de un gran sector de la población que prácticamente no quiere trabajar, y tiene hijos en cantidades superiores al promedio de la población. Le imponen al resto de la sociedad la obligación de mantenerlos. Para colmo, frecuentemente se habla de la “desigualdad social” culpando al que trabaja por tener medios superiores al que no hace nada. Para colmo, muchos pretenden a que lleguemos a una “miseria compartida” (socialismo) antes que a una desigualdad con esperanzas.

   En forma similar, muchos renuncian a ser empresarios debido principalmente a las preocupaciones que tal decisión les ocasionará. Por ello, la proporción de empresarios será menor a la necesaria, y así, la cantidad de puestos de trabajo será menor a la requerida por la población. Luego la sociedad culpará a los pocos empresarios que hay por ofrecer pocos puestos de trabajo, o por hacer que se incremente la oferta laboral para que decaiga el salario promedio, o cosas semejantes.

   Si bien se dice que el consumo es un factor que alienta la producción, el consumo de cosas superfluas impide el ahorro y la inversión. Los individuos que prefieren sacrificar la seguridad futura en beneficio de la comodidad del presente, impiden su propio crecimiento económico. Ludwig von Mises escribió: “La economía de mercado crea un ambiente que induce a practicar la abstención y a invertir su fruto, el capital acumulado, en aquellos sectores que mejor satisfacen las necesidades más urgentes del consumidor. Si no hay personas dispuestas a ahorrar, reduciendo su consumo, faltará los medios necesarios para efectivamente ampliar las inversiones. Tales medios no pueden ser engendrados mediante imprimir papel moneda o conceder créditos sin más existencia que la escrituraria y contable. La expansión crediticia constituye la principal área de que dispone el jerarca en su lucha contra la economía de mercado” (De “La acción humana”).

   Quienes promueven la existencia de controles de precios, por parte del Estado, son los que, por la comodidad de no buscar mejores precios, o por la irresponsabilidad de gastar demasiado, pretenden que sea el Estado quien cuide su propio dinero y vele por sus propias decisiones. Cuando alguien cobra demasiado por algún producto, dejará de hacerlo tan pronto como el consumidor sepa decidir mejor qué hacer con su dinero.