46 INVARIABILIDAD, CAMBIO Y AZAR

 

Debido a que el concepto de “ley natural” resulta poco accesible a quienes no son especialistas en cuestiones científicas, es conveniente realizar algunos comentarios al respecto. La definición más general de ley natural es la de “vínculo permanente entre causas y efectos”. Como una propiedad objetiva de la materia, la ley natural presenta un carácter invariante debido, justamente, a que los constituyentes básicos de todo lo existente son invariantes en el tiempo y en el espacio. Recordemos que existe una escala creciente de complejidad que va desde las partículas fundamentales, núcleos, átomos, moléculas, células ….. hasta llegar a la vida inteligente, elementos todos que “heredan” la invariabilidad de los primeros peldaños de la escala mencionada.

 

   La idea de “invariabilidad” resulta, sin embargo, incompatible con el evidente aspecto cambiante que nos presenta la realidad. Tanto el mundo orgánico como el inorgánico cambian en forma permanente, pero es necesario observar que tales cambios se desarrollan bajo una forma que impone la ley natural respectiva. Como los efectos siguen en el tiempo a las causas, la “ley natural invariante” indica la forma en que todo cambia en función del tiempo. Vendría a ser un vínculo invariante entre pasado, presente y futuro.

 

   Otro aspecto que puede resultar contradictorio es el hecho de que las leyes naturales descubiertas por los científicos van cambiando y mejorando con el tiempo. Si bien la ley natural propiamente dicha no cambia en el tiempo, la descripción que de ella hacemos, por ser una aproximación sucesiva, ha de ir cambiando. Podemos hacer un esquema para aclarar el concepto:

 

Ley natural (lo descripto)  →→→→→→→→→→ Invariable

 

Ley natural humana (la descripción)→→→→→→ Cambiante

 

   La descripción cuantitativa del cambio comienza con Galileo Galilei, el fundador de la física como ciencia experimental. La matemática había sido asociada por los griegos a las  propiedades estáticas de los cuerpos y figuras geométricos, mientras que Galileo emplea la matemática para vincular variables tales como espacio, tiempo, velocidad, etc., iniciando la ciencia de la cinemática.

 

   Las descripciones matemáticas de Galileo sólo podían asociarse a movimientos simples, con dependencias lineales o cuadráticas, pero hacía falta la aparición de las matemáticas del cambio generalizado, naciendo así el cálculo diferencial y el cálculo integral. Ambos son sintetizados en el cálculo infinitesimal de G. Leibniz y de I. Newton. Mientras que la función derivada es una medida de la velocidad de variación entre variables ligadas funcionalmente, la integración es una medida del efecto total de un proceso de variación continua.

 

   Por otra parte, la evolución biológica, que lleva a una adaptación gradual de los organismos vivientes, se establece, entre otros procesos, mediante mutaciones genéticas a nivel celular. Tales mutaciones producen variaciones importantes en la descendencia bajo las leyes de la herencia, o de la genética.

 

   En primer lugar, la mutación genética implica una alteración de la estructura química del ADN, siendo un proceso aleatorio en cuanto a la célula “elegida” para el cambio y en cuanto a la parte del ADN afectada de la molécula. Luego, una vez que aparecen los descendientes con el cambio aleatorio, el proceso de adaptación de la especie se establece a partir de la selección natural, proceso que rechaza los cambios desfavorables y acepta los cambios favorables a ese objetivo.

 

   Pruébese tirar sucesivamente 10 monedas al aire y se sorprenderá al saber que, luego de muchas tiradas, la distribución entre caras y cecas estará muy cerca de la que pudo calcularse matemáticamente con las leyes de la probabilidad. Este comportamiento se debe a que la moneda tiene dos caras y a partir de esa propiedad individual se genera el comportamiento mencionado para una gran cantidad de sucesos.

 

   Mediante la variación genética y la posterior adaptación por selección natural, se establece un método “económico” apto para producir la enorme variabilidad que genera la reproducción sexuada. Mediante mutaciones y otros procesos, se produce la gran diversidad de posibilidades que la selección posterior “amolda” al medio ambiente.

 

   El proceso mencionado es similar al que se emplea para producir resistencias eléctricas de bajo precio. En una primera etapa se fabrican grandes cantidades con valores óhmicos distribuidos al azar. Luego, en una segunda etapa, se miden y se agrupan según los valores óhmicos requeridos. Esta sería la etapa de “selección” que permite disponer de una producción diferenciada y adecuada al objetivo.

 

   En las ciencias sociales podemos vislumbrar la invariabilidad de las leyes que rigen al hombre y a la sociedad, leyendo autores antiguos. Si leemos a Aristóteles, a Platón o a Cicerón, vemos que la veracidad, o no, de sus escritos, se mantiene inalterable en el tiempo, porque el ser humano esencialmente es el mismo. Sólo cambian las costumbres, las ideas predominantes en la sociedad, el conocimiento adquirido desde esas épocas, pero la esencia misma del hombre, asociada a las leyes que lo rigen, se mantiene inalterada.

 

   En forma similar, los físicos y los astrónomos pueden extrapolar las leyes conocidas de la física y comprueban que siguen teniendo validez desde las épocas iniciales del universo y hasta los confines del espacio.

 

   A nivel atómico, existe una ecuación básica, la ecuación de Schrödinger, cuya estructura matemática permite determinar el estado futuro en función del conocimiento del estado presente, de una partícula, lo que implica ser un proceso determinista. Sin embargo, la magnitud física que evoluciona en forma determinista está asociada a una medida de probabilidad (de que la partícula en cuestión pueda ser detectada). Tenemos así que tanto el determinismo como el azar tienen en común estar regidos estrictamente por leyes precisas que vinculan las magnitudes físicas empleadas en la descripción.

 

   Otra de las confusiones frecuentes, respecto de la variabilidad, reside en el caso de los atributos asociados a individuos y a su descripción. Por ejemplo, si alguien escribe citando en varias ocasiones a “pobres y ricos”, ello no implica que vea la realidad como que todo es “blanco” o “negro”. Si tenemos un amplio espectro que varía gradualmente entre “pobres” y “ricos”, no es posible considerar simultáneamente los miles de casos intermedios, de ahí que uno se refiere siempre a los extremos del conjunto. En las ciencias exactas, cuando aparecen conjuntos con amplio espectro de variabilidad, se estila considerar tanto el “mejor caso” como el “peor caso”, o los extremos del conjunto, dada la imposibilidad práctica de considerarlos a todos juntos. En forma similar, cuando el autor se refiere a las actitudes preponderantes del hombre (amor, odio, egoísmo, negligencia), se sobreentiende que cada individuo posee varias de estas actitudes, pero según distintos porcentajes, pero nunca se ha supuesto que todo individuo ha de tener sólo una de ellas, lo que evidentemente estaría fuera de toda realidad.

 

   Otro ejemplo de cómo una ley de formación simple puede dar lugar a estructuras de cierta complejidad, lo tenemos en el caso de los fractales, que son formas geométricas que se repiten una y otra vez, incluso a distintas escalas. Estas formas son la representación gráfica de la iteración de una operación matemática aplicada a un número complejo. Así, si tenemos cierto número complejo de la forma ( + c), a dicho número se le aplicará la misma operación que a z, es decir, ( + c)² + c,  y así sucesivamente.

 

   Un tipo de proceso iterativo algo similar se emplea para la descripción de la física fundamental de partículas, en las teorías cuánticas de campos. Douglas R. Hofstadter escribió al respecto: “La existencia de cada partícula real involucra la existencia de una cantidad infinita de otras partículas, integrantes de un «enjambre» que va circundando a aquélla a medida que se propaga. Y cada una de las partículas virtuales del enjambre, por supuesto, arrastra su propio enjambre virtual, y así hasta el infinito” (De “Gödel, Escher, Bach” – Ed. Consejo Nac. de C. y Tec. México).

 

   Este último caso muestra aspectos insospechados del comportamiento de las partículas fundamentales. En realidad, es mejor decir que el comportamiento real, quizás bastante distinto a esta imagen poco intuitiva, es descripto por los físicos mediante procesos asociados a cálculos iterativos, no disponiéndose de otras descripciones más simples, al menos por ahora. Es oportuno agregar que estas teorías permiten lograr resultados teóricos que difieren muy poco de los valores hallados experimentalmente, lo que justifica su aplicación.

 

 

 

47 CONOCER Y SABER  

 

Es importante distinguir entre “conocer” y “saber”. En el primer caso, atribuimos a  “conocer” el significado de “disponer de información sin conexión aparente”, sin un criterio unificador. En el otro caso, “saber” implica disponer de un criterio que le da sentido a la información disponible. También podemos decir que “saber” implica disponer de un conocimiento organizado. Sólo el “saber” permite aumentar el conocimiento, ya que se hace dificultoso adquirirlo sin el criterio unificador mencionado.

 

   En épocas de Euclides de Alejandría (siglo III AC), existía una gran cantidad de información respecto de la geometría plana. Eran datos dispersos sin conexión aparente. Euclides pudo establecer el conocimiento organizado sintetizándolo a través del método axiomático, del cual fue su creador. Mediante definiciones y postulados establece un sistema deductivo que permitió crear nuevos teoremas de la geometría y, sobre todo, la hizo accesible a toda persona instruida.

 

   Podemos citar también el caso de la biología antes de Darwin, la que disponía de una enorme cantidad de datos e información que tenía poco sentido. Todo quedó claro a partir de la hipótesis darviniana acerca de la evolución por selección natural. Theodosius Dobzhansky escribió: “Para el estudiante principiante, y no menos para el profesor y el especialista, la idea de evolución da sentido a lo que de otro modo sería una tediosa descripción de hechos áridos que deberían memorizarse y que pronto se olvidarían una vez finalizados los cursos. Esos mismos hechos y descripciones de seres que alguna vez o nunca hemos visto, a la luz de la evolución se transforman en fascinantes. Conocerlos se convierte en una aventura intelectual” (De “La evolución, la genética y el hombre” – EUDEBA).

 

   Al conocimiento organizado axiomáticamente podemos denominarlo “sistema descriptivo”, y es el que permite que en nuestra mente se mantengan unas pocas ideas básicas que permiten deducir todo lo demás. Además de proveer una economía del pensamiento, nos da cierta seguridad intelectual porque así podemos sustentar nuestro saber. Un destacado matemático comentaba que le daba la sensación de que, mientras más cosas sabía, menos datos tenía guardados en su memoria. Esto último justifica plenamente la enseñanza de la geometría en escuelas secundarias, además del conocimiento de la geometría en sí misma.

 

   Si bien el método axiomático presenta limitaciones como fundamento de la matemática, ya que Ernst Gödel demostró que en la aritmética existen resultados válidos que no pueden deducirse de los axiomas básicos, su utilización, tanto en matemática como en las demás ramas del conocimiento, sigue mostrando las ventajas de siempre.

 

   Una ideología de adaptación deberá necesariamente estar organizada en forma axiomática ya que es imprescindible llevar en nuestra memoria una cantidad mínima de información, pero con la posibilidad de poder deducir y comprender todos los fenómenos humanos y sociales que se nos presentan (o al menos los relevantes a nuestras decisiones). Por el contrario, el conocimiento desorganizado lleva, por lo general, a confusiones. Ludwig Wittgenstein escribió: “La mayoría de las proposiciones y cuestiones que se encuentran en las obras filosóficas no es que sean falsas, sino que carecen de sentido. En consecuencia, no podemos dar respuesta alguna a cuestiones de esta clase; lo único que podemos hacer es establecer que carecen de sentido….Y no es sorprendente que los problemas más profundos no sean de hecho problemas en absoluto” (De “El Cuaderno Azul”).

 

   La ausencia de sentido mencionada se debe, entre otros aspectos, al hecho de que gran parte del conocimiento filosófico no está organizada axiomáticamente. Uno de los pocos casos en que sí lo está es el de la “Ética demostrada según el orden geométrico” de Baruch de Spinoza. Utiliza el procedimiento que Euclides había aplicado a la geometría plana. De todas formas, la organización axiomática del conocimiento no garantiza su veracidad. Decimos que es un requisito necesario, pero no suficiente, para que su contenido tenga sentido y sea útil al lector.

 

   Lo ideal sería encontrar un sistema descriptivo, basado en aspectos observables, que entrara en el marco de la ciencia experimental, es decir, en las ciencias sociales. Aún así, puede que no sea fácil su asimilación por cuanto puede ser dificultosa su aceptación por parte de quienes ya tienen una postura filosófica adoptada. René Descartes escribió: “Personalmente, aunque siempre me ha encantado pensar por mí mismo, siempre me ha parecido difícil leer libros que no puedan entenderse sin mucha meditación, pues al seguir los propios pensamientos, uno sigue cierta inclinación natural y con ello obtiene provecho además de placer. Por el contrario, uno se siente violentamente perturbado cuando se le obliga a seguir los pensamientos de otro”.

 

   En cuanto a Immanuel Kant, un alumno suyo escribió: “Precisamente en su época de mayor madurez y fuerza intelectual, cuando estaba trabajando en la filosofía crítica, nada le era más difícil que pensar en el sistema de otro. Le costaba supremos esfuerzos comprender los escritos siquiera de sus oponentes, pues le era imposible apartarse, por poco tiempo que fuera, de su sistema original de pensamiento. Él mismo admitía esto y de ordinario encargaba a sus amigos la tarea de leer por él, de informarle de los principales resultados de la comparación del contenido de los sistemas de los demás con el suyo propio, y tal vez por las mismas razones dejaba a sus alumnos y amigos la defensa de su filosofía contra los asaltos de sus oponentes” (De “Los filósofos y sus vidas” de Ben-Ami ScharfsteinEd. Cátedra).

 

   Respecto de los problemas de filosofía, mencionados por Wittgenstein, que a veces resultan no ser tales, se deben generalmente al uso de palabras a las cuales no es posible asociarles una imagen más o menos concreta. Ya sea que una palabra sea un sustantivo, un adjetivo o un verbo, en principio podemos asociarle una imagen extraída de nuestra memoria y que fue previamente observada en la realidad. Por el contrario, cuando se realizan razonamientos basados en palabras que representan conceptos vagos, se llega al pensamiento vacío de significación, que lo hace totalmente incomprensible al lector común. Incluso este tipo de pensamiento pretende ser considerado como pensamiento profundo, mientras que al pensamiento concreto y simple se lo considera como algo carente de profundidad.

 

    Es indudable que el conocimiento de tipo filosófico debe ser accesible, al menos, a los que tienen un aceptable nivel intelectual, aunque su formación provenga de otras especialidades. El  físico Richard Feynman alguna vez comentó irónicamente, sobre un escrito de Spinoza, que “si quisiera negar lo que antes afirmaba, nadie se daría cuenta”. (Así como los niños sufren cuando sus padres se pelean, los seguidores  y admiradores de Spinoza y Feynman nos sentimos mal ante una situación como la relatada). En este caso vemos cómo un destacado físico teórico apenas puede comprender un escrito filosófico.

 

   Debido a que la palabra “filosofía” proviene de “amor a la sabiduría”, o amor al “saber”, podemos decir que la filosofía es la “búsqueda del conocimiento organizado”. También ha de ser la búsqueda del Bien y de la Verdad, presuponiendo una ética y una realidad objetivas. No puede existir sabiduría si no se muestra un vínculo claro entre la Verdad y el Bien, entre el conocimiento y la ética.

 

   Últimamente han aparecido posturas nihilistas que suponen que el universo carece de  sentido, y de ahí que tampoco existiría una verdad y una ética objetivas. Luego consideran que la labor del intelectual es establecer modelos de hombre, como lo hace Nietzsche, o modelos de sociedad, como lo hace Marx, para darle un sentido artificial a un universo que no lo tendría. El hombre juega así a ser Dios. Esta postura abre las puertas a actividades anticientíficas que favorecen la proliferación de pseudo intelectuales que “resuelven” todos los problemas filosóficos negando su existencia.

 

    En épocas pasadas, William Paley afirmaba que si descubrimos la existencia de un reloj, ha de ser porque hubo un relojero que lo creó. De la misma manera, si existe un universo ha de ser porque alguien lo creó, con alguna finalidad. De la existencia del universo se deduce la existencia de Dios. Santo Tomás de Aquino dijo: “El fin no es causa de otras cosas, sino otras cosas a causa del fin”.

 

   En la actualidad, si bien no tenemos derechos a atribuirnos la facultad de suponer cuál ha sido la intención, o la voluntad, de un creador del universo, podemos volver al caso del reloj y decir que, aunque se haya formado por la sucesiva confluencia de las fuerzas del azar, tiene una “finalidad aparente”, por cuanto nadie duda de que sirve para medir el tiempo. Algo similar podemos afirmar respecto del universo; aunque no le asignemos un creador, presenta una “aparente finalidad” que tenemos que describir para adaptarnos luego a ella.  

 

   Ambas posturas, en realidad, muestran alguna coincidencia, ya que en un caso se supone una creación directa de todo lo existente por parte del Dios que establece un “diseño inteligente”, mientras que la creación indirecta supone que el orden natural es un conjunto de propiedades emergentes que surgen como consecuencia de la secuencia previa de complejidad creciente que comienza con las partículas fundamentales, siguiendo por los núcleos, átomos, etc. En lugar de pensar en un Dios que hace aparecer las cosas de la nada, tenemos algo superior aún; una suprema inteligencia que puede prever la existencia de la vida humana, con sus múltiples facetas, estableciendo sólo las leyes básicas que rigen a los primeros peldaños de la escala de la complejidad creciente, mientras que todo lo demás, se da por añadidura……

 

 

 

48 REDUCCIONISMO

 

El término “reduccionismo” se ha empleado con distintos significados. Uno de ellos hace referencia a la tendencia a describir los fenómenos estudiados por la biología a partir de la  química y de la física, dejándose de lado la existencia de la postura vitalista, que supone la existencia de “algo más” que lo material para estructurar la vida.

 

   En realidad, es el propio universo el que, al ir enfriándose luego del momento inicial (“la gran explosión”) dio lugar al progresivo aumento de complejidad que va desde las partículas fundamentales, núcleos, átomos, moléculas, células, etc., existiendo una transición gradual desde la materia hasta la vida.

 

   Otro de los significados que se le da al citado término proviene del “fisicalismo”, como tendencia de las restantes ramas de la ciencia a adoptar el mismo método y los mismos criterios que la física, dados los excelentes resultados que ésta ha logrado. Una vez que se tiene un método eficaz, y al ser posible reducir los fenómenos de la vida a una base material, la ventaja aparente está a la vista.

 

   También el reduccionismo, como método analítico, ha sido ubicado en forma opuesta, o bien complementaria, al holismo, bajo los siguientes aspectos:

 

a)      Reduccionismo: el todo es igual a la suma de sus partes

b)      Holismo:  el todo es algo más que la suma de sus partes

 

En este último caso se dice que hay “propiedades emergentes” en el todo que no es contemplado por el simple agrupamiento de sus partes. También en este caso es aconsejable realizar descripciones que contemplen ambos criterios. Si el método holista encuentra tales propiedades emergentes, se dice que el método reduccionista es incompleto, en ese caso. De ahí que ambos métodos deben considerarse complementarios, antes que opuestos.

 

   También aquí podemos dar el ejemplo del progresivo aumento de la complejidad que se fue dando con el enfriamiento del universo primitivo. Así, el átomo tiene propiedades emergentes y distintas al simple agregado del núcleo y de los electrones. Sin embargo, a partir de las leyes físicas vigentes, el agregado del núcleo con los electrones no da otra cosa que un átomo, por lo que no existe una diferencia esencial al adoptar cualquiera de las mencionadas posturas.

 

   El último de los significados que aquí se mencionará está asociado a la tendencia predominante en la física teórica en la cual se busca reducir la máxima cantidad de fenómenos a una descripción que emplee la menor cantidad de ecuaciones matemáticas. Albert Einstein decía que los grandes acontecimientos en física estaban señalados con la aparición de las teorías. Tales teorías, que son sistemas descriptivos axiomáticos, permiten establecer el conocimiento organizado, aumentando el “saber” y dando a la humanidad la posibilidad de incrementar su nivel cultural. Por ello Richard Feynman escribió, terminando sus “Lecciones de Física”: “Por último, permítanme agregar que la intención principal de mis clases no ha sido prepararlos para un examen –tampoco prepararlos para trabajar en la industria o en las fuerzas armadas- El propósito mayor ha sido hacerles apreciar lo maravilloso que es el mundo y cómo lo encara el físico, porque creo sinceramente que esto constituye una gran parte de la verdadera cultura de los tiempos modernos (hay profesores de otras materias que probablemente lo objetarán, pero en mi opinión ellos están completamente equivocados). Tal vez ustedes no sólo hayan llegado a la valoración de este aspecto de la cultura; quizá quieran participar también en la aventura más grandiosa que jamás halla emprendido la mente humana” (Del Volumen III – Ed. Fondo Educativo Interamericano SA). 

 

   Los grandes físicos han sido, precisamente, los grandes reduccionistas, tales los casos de Newton, Maxwell y Einstein. En la actualidad, el gran objetivo de la física teórica es la obtención de la “teoría del todo”, es decir, de un esquema matemático que permita describir las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.

 

   La búsqueda de unificación entre distintas fuerzas, motivada por el afán de saber cada vez más, también ha dado, por añadidura, información útil para el avance tecnológico. Así, la síntesis que asienta los principios de la mecánica y de la astronomía teórica (Newton), y que unifica la gravedad celeste con la gravedad terrestre, sirve como fundamento de la actual tecnología industrial.

 

   La unificación de electricidad y magnetismo (Ampere, Faraday) da origen a las máquinas eléctricas (generadores, motores, transformadores). La unificación de la electricidad, el magnetismo y la radiación (Maxwell), dio lugar a la predicción de la existencia de ondas electromagnéticas, que permiten establecer la actual etapa tecnológica de las comunicaciones a distancia.

 

   Mientras que el reduccionismo, que para la física, y para la humanidad, ha dado tan buenos resultados, para algunos intelectuales resulta ser algo negativo. Tratando de interpretar tal postura, podemos sospechar que se basan en la suposición de que el reduccionismo “mutila la realidad”, o algo similar. Incluso, la idea de aplicar el reduccionismo en las ciencias sociales habrá de ser considerado como un sacrilegio total.

 

   Al respecto podemos decir que esta postura sólo puede entenderse sospechando un total desconocimiento de la ciencia experimental. La reducción del conocimiento mediante descripciones axiomáticas, es lo que permite su asimilación, el progreso del saber y, como se vio antes, permitió establecer las bases teóricas para los grandes avances tecnológicos. No es de extrañar que el éxito en la unificación de las fuerzas de la física nos brinde conocimientos insospechados que permitirían nuevos desarrollos tecnológicos, si bien nadie puede asegurar que esto suceda.

 

   El astrónomo Carl Sagan escribió: “¿Quién osa poner límites al ingenio humano? En realidad, la naturaleza. En realidad, una declaración bastante completa y breve de las leyes de la naturaleza, de cómo funciona el universo, se refleja en una lista de prohibiciones como ésta. Significativamente, la seudo ciencia y la superstición tienden a no reconocer límites en la naturaleza: «Todo es posible». Prometen un presupuesto de producción ilimitado, aunque sus partidarios hayan sido engañados y traicionados tan a menudo”.

 

“Una queja relacionada con ésta es que la ciencia es demasiado simple, demasiado «reduccionista»; imagina con ingenuidad que en el recuento final habrá sólo unas cuantas leyes de la naturaleza –quizás incluso bastante sencillas- que lo explicarán todo, que la exquisita sutileza del mundo, todos los cristales de la nieve, las celosías de las telarañas, las galaxias espirales y los destellos de perspicacia humana pueden «reducirse» a estas leyes. El reduccionismo no parece conceder un respeto suficiente a la complejidad del universo. A algunos se les antoja como un híbrido curioso de arrogancia y pereza intelectual”.

 

“Por suerte para nosotros, vivimos en un universo en el que las cosas se pueden «reducir» a un pequeño número de leyes de la naturaleza relativamente sencillas. De otro modo, quizá nos habría faltado capacidad intelectual y de comprensión para entender el mundo” (De “El mundo y sus demonios” – Ed. Planeta).

 

   Quienes se oponen a la búsqueda del conocimiento organizado son los que adoptan una postura en contra de la ciencia, en contra de la búsqueda de la verdad objetiva y en contra del progreso de la humanidad. El pseudo intelectual de nuestra época se identifica con el sofista griego de la antigüedad.

 

   Si la verdad objetiva no existe, se abre la posibilidad de que el hombre proponga una multitud de verdades como si se tratara de obras de arte personales. Como el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad, el relativismo cognoscitivo implica ser la anti-ciencia.

  

 

 

49 RELATIVISMO EN CIENCIA

 

El relativismo de la verdad, en el caso de la filosofía, no resulta tan llamativo dado que en esta rama del conocimiento se aceptan posturas diversas y contradictorias, con pocas exigencias para su aceptación, ya que poco se contemplan aspectos esenciales tales como la veracidad de un sistema filosófico o los efectos sociales que pueda tener determinada ideología. Por el contrario, en el caso de la ciencia resulta sorprendente encontrar dicha suposición, es decir, que sus resultados no dependan de su correspondencia con la realidad, sino que dependerían del contexto social de donde surgieron, o ideas similares. Mario Bunge escribió: “El relativismo epistemológico es la doctrina según la cual toda verdad es relativa al sujeto, el grupo social, o el periodo histórico. En otras palabras, no habría verdades objetivas universales” (De “Sistemas Sociales y Filosofía” – Ed. Sudamericana SA).

 

   Podemos decir que la ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe la realidad con cierto margen de error, siendo la magnitud del error algo convencional para que una descripción sea considerada científica, o no. La descripción realizada involucra leyes naturales asociadas a los fenómenos descriptos. Cuando el error es eliminado, como un caso límite, decimos que hemos llegado a la verdad. En los otros casos, existen aproximaciones sucesivas a esa verdad. Max Planck escribió: “Hay un mundo real independiente de nuestros sentidos; las leyes de la naturaleza no las inventó el hombre, sino que vinieron impuestas por ese mundo natural. Son la expresión de un orden racional del mundo”.

 

   Esta descripción de la ciencia es aceptada tácitamente por los físicos, químicos, biólogos, etc., ya que el objetivo principal de tal actividad es la aproximación sucesiva a la verdad. Sin embargo, varios pensadores, no científicos en su mayoría, no están de acuerdo con ello. Mario Bunge escribió: “Los errores, comunes o científicos, pueden ser detectados y corregidos a la luz de la razón o de la experiencia. Pero, cuando se niega el valor de la razón y de la experiencia, tal corrección se hace imposible, los errores se perpetúan, y la laboriosa pero excitante búsqueda de la verdad es reemplazada por el disparate barato y la retórica hueca. Lo que es peor, cuando aumenta el oscurantismo corren peligro la libertad y el progreso”.

 

   En una determinada época existe el predominio de ciertas ideas y posturas filosóficas, de cuya influencia es difícil escapar, excepto cuando se puede desarrollar una postura propia. Mario Bunge escribe:

 

“La tercera ola romántica se superpuso parcialmente con la segunda. Comenzó a principios del siglo XX con la fenomenología, fue seguida por el existencialismo, y culminó con el «posmodernismo» y con el movimiento anticientífico y anti-técnico de nuestros días. Algunos de los nombres más conocidos de este complejo movimiento son Edmund Husserl y Martín Heidegger, Oswald Spengler y Jacques Ellul, Georg Lukács y Louis Althusser, Albert Camus y Jean-Paul Sastre, Karl Jaspers y Hans-Georg Gadamer, Michel Foucault y Jacques Derrida, Thomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend, Clifford Geertz y Harold Garfinkel, Barry Barnes y Bruno Latour”.

 

“Aunque muy diferentes entre sí, estos autores comparten todos o casi todos los siguientes rasgos característicamente románticos:

 

a)      Desconfianza por la razón y, en particular, por la lógica y la ciencia

b)      Subjetivismo: la doctrina según la cual el mundo es nuestra representación

c)      Relativismo gnoseológico: negación de la existencia de verdades universales o transculturales.

d)      Obsesión por el símbolo, el mito, la metáfora y la retórica

e)      Pesimismo: negación de la posibilidad del progreso, especialmente en el campo del conocimiento.

 

Casi todos los neo-románticos escriben en prosa imprecisa, a menudo impenetrable, lo que es otra característica romántica. (Recuérdese el desprecio que sentía Nietzsche por la «ofensiva simplicidad estilística» de John Stuart Mill, así como la manía de Heidegger y sus imitadores, p.ej. Derrida, por construir oraciones ininteligibles y por lo tanto intraducibles)”.

 

“Más aún, estos autores no se interesan por problemas morales y, por consiguiente, no ofrecen una ética propia: predican ya el individualismo moral (egoísmo), ya el colectivismo moral (conformismo). Por último, temerosos de que se los tome por premodernos, algunos de estos escritores se llaman a sí mismos posmodernos, idiotismo éste que cuadra al irracionalismo”.

 

“Son bárbaros: desean destruir la cultura moderna mientras siguen gozando de las ventajas técnicas que ella acarrea. Aunque constituyen un continente heterogéneo, básicamente los «posmodernos» sólo difieren entre sí por la intensidad de su odio por la razón y la ciencia (a la que identifican con un positivismo que ningún filósofo viviente profesa). No debiera sorprender que no hayan producido ningún hallazgo digno de mención. Ni siquiera han propuesto nuevos errores tan importantes e interesantes que su negación constituiría valiosas verdades. En particular, la contribución de los «posmodernos» a la ciencia social es inexistente”.

 

   La actitud del científico, que adhiere a la definición dada en un principio, implica una postura filosófica implícita (si bien no puede asegurarse que mayoritariamente la acepten). En esa postura se supone que el mundo exterior existe en forma independiente de que lo contemplemos, o no. Mario Bunge escribió: “El realismo es pues necesario para la supervivencia animal, así como para entender y alterar el mundo de una manera racional. Si alguna vez hubo animales subjetivistas, murieron jóvenes por estar expuestos a un mundo que negaron, o bien fueron designados profesores de filosofía”.

 

   El criterio de la verdad es esencial para que una descripción sea considerada científica, o no. Si no se acepta la posibilidad de una verdad objetiva, se está negando la propia existencia de la ciencia, de ahí que varios intelectuales deberían preguntarse si “creen”, o no, en la existencia de la ciencia; actividad que ha sido realizada exclusivamente por los “buscadores de la verdad”. Mario Bunge escribió: “En la ciencia que yo conozco se da por sentado que una proposición verdadera en una cultura vale en todas. Si una opinión sólo vale para los miembros de algún grupo social, entonces es ideológica o estética, no científica. Aun cuando una idea se origine en un grupo especial, debe ser universalizable para que se la considere científica. A menos que se admita este criterio o indicador de verdad (junto con otros), es imposible distinguir ciencia de ideología, seudo-ciencia, o anti-ciencia. No debe sorprender por lo tanto que los constructivistas-relativistas, empezando por Paul Feyerabend, niegan las diferencias entre ciencia y no-ciencia”.

 

   Como toda postura filosófica adoptada, existen esfuerzos individuales y colectivos para defenderla e incluso para promoverla socialmente. Uno de esos esfuerzos implicó, incluso, suponer que algunos resultados de la geometría dependen del tipo de ser humano que triunfó en la selección natural. Así, el teorema de Pitágoras tiene validez para nuestra especie, pero si hubiese triunfado alguna variante genética distinta, tal teorema podría no tener validez.

 

   Si bien la ciencia, como actividad humana, tiene defectos y limitaciones, debemos tratar de mejorarla, en lugar de desprestigiarla. Recordemos que hacia el año 1900, el promedio de vida en los países adelantados sólo llegaba a los 50 años, aproximadamente. El mayor orgullo de la ciencia experimental es haber podido elevar notoriamente esa edad promedio. Pero el éxito de unos se transforma en la tristeza de otros, cuando el sentido competitivo dado a sus vidas predomina sobre el sano afán de la búsqueda de la verdad, objetivo relegado aún en sus propias vidas.

 

   No se ha de buscar la verdad objetiva cuando no se cree en su existencia, pero por ello no debería cometerse la insensatez de inculcar socialmente creencias infundadas que llevan al individuo a tener una imagen distorsionada de lo que es la verdadera ciencia. Esto nos hace recordar el caso del hombre medieval que sabía mucho menos que los antiguos griegos, creyendo que la Tierra era plana aún cuando Eratóstenes muchos siglos antes había calculado su diámetro con bastante precisión.

 

   Hay quienes sostienen que la ciencia surge de las ideas que prevalecen en la sociedad, y no de los científicos. De ahí que los filósofos, al influir sobre la sociedad, serían los promotores indirectos de la actividad científica. Quizá esta creencia justifique aquello de que “la ciencia es una construcción social”. Sin embargo, ya en épocas de Kant y de Voltaire, la física newtoniana influyó en las ideas y en el pensamiento de los filósofos quienes en su mayoría la adoptaron.

 

   Es oportuno citar algunas opiniones de Steven Weinberg, Premio Nobel de Física, quien escribió:

 

“Los físicos llevan consigo una filosofía operativa. Para la mayoría de nosotros, esta filosofía es un crudo realismo, una creencia en la realidad objetiva de los ingredientes de nuestras teorías científicas. Pero esto ha sido aprendido a partir de la experiencia de la investigación científica y raramente de las enseñanzas de los filósofos”

 

“Desde entonces, de cuando en cuando he tratado de leer los trabajos en curso sobre la filosofía de la ciencia. He encontrado que algunos de ellos están escritos en una jerga tan impenetrable que sólo puedo pensar que pretendían impresionar a aquellos que confunden la oscuridad con la profundidad”.

 

“No estoy solo en esto; no conozco a nadie que haya participado activamente en el avance de la física en el periodo de posguerra cuya investigación haya recibido ayuda significativa del trabajo de los filósofos”.

 

“Es sencillamente una falacia lógica pasar de la observación de que la ciencia es un proceso social a la conclusión de que el producto final, nuestras teorías científicas, es el que es a causa de las fuerzas sociales e históricas que actúan sobre este proceso. Un grupo de escaladores podrá discutir sobre cuál es la mejor vía hacia la cima, y estas discusiones pueden estar condicionadas por la estructura histórica y social de la expedición, pero al final encuentran o no una buena vía hacia la cima, y cuando lo hacen la reconocen. (Nadie pondría a un libro sobre escalada el título «La construcción del Everest»)”.

 

“Sospecho que Gerald Holton está cerca de la verdad al ver el ataque radical a la ciencia como un síntoma de una hostilidad más amplia hacia la civilización occidental, una hostilidad que ha envenenado a los intelectuales occidentales desde Oswald Spengler en adelante. La ciencia moderna constituye un blanco obvio para esta hostilidad; el gran arte y la gran literatura han surgido de muchas civilizaciones del mundo pero, desde Galileo, la investigación científica ha estado abrumadoramente dominada por Occidente”.

 

“A la postre, esta cuestión desaparecerá. El método y el conocimiento científico moderno se han difundido rápidamente a países no occidentales como Japón e India y, de hecho, se está extendiendo por todo el mundo. Podemos prever el día en que la ciencia ya no podrá ser identificada con Occidente sino que será considerada como posesión compartida del género humano” (De “El Sueño de una Teoría Final” – Ed. Crítica)

 

 

 

50 POSITIVISMO

 

El positivismo, como postura cognoscitiva, está asociado principalmente al nombre de Auguste Comte, el fundador de la sociología. Los fundamentos de tal postura pueden sintetizarse en los siguientes:

 

a)      Existe una secuencia por la que transita toda rama del conocimiento y que consiste en tres etapas: teológica, filosófica y científica (positiva).

b)      El objetivo de la ciencia es la descripción de las leyes naturales invariantes subyacentes a los fenómenos naturales y sociales.

c)      Para esa descripción se han de emplear aspectos observables, concretos y cuantificables.

d)      En lugar de los “porqué”, se ha de buscar el “cómo”.

e)      Es conveniente que todas las ramas de la ciencia empleen el método de la física.

 

Estos principios son recomendables para su aplicación durante los inicios de la etapa científica de toda rama del conocimiento, mientras que alguno de ellos deberá rechazarse con el progreso ulterior, tal como ocurrió en la física con la utilización de los “aspectos observables, concretos y cuantificables”.

 

   Intentaremos establecer la secuencia aproximada seguida en el establecimiento de la filosofía natural hasta convertirse en la física actual:

 

a)      Descripción cualitativa y verbal de los fenómenos naturales.

b)      Descripción cuantitativa a partir de comparaciones.

c)      Descripción cuantitativa a partir de entes matemáticos asociados a las variables empleadas.

d)      Utilización de variables intermedias (no observables) que permiten calcular magnitudes observables.

e)      Utilización de entes inobservables y, posiblemente, inexistentes (entes puramente matemáticos)

 

En cuanto a las variables intermedias, podemos citar al “potencial vectorial magnético” del electromagnetismo o a la “función de onda” de la mecánica cuántica, que no pueden medirse ni observarse, pero que permiten calcular otras magnitudes que sí son medibles.

 

   Finalmente, existe la posibilidad de emplear entes ficticios, como son las partículas virtuales (en teoría cuántica de campos), incluso es posible la existencia de entes puramente matemáticos, como podrían serlo las “cuerdas” (en la teoría de supercuerdas). Recordemos que en física se aceptan las teorías propuestas en cuanto “funcionan”, sin atender estrictamente a los fundamentos adoptados. Louis de Broglie dijo: “En los fundamentos de toda teoría física existen principios arbitrarios. El éxito posterior legitima su empleo”. Stephen Hawking, por otra parte, escribió: “Asumo el punto de vista positivista, según el cual, una teoría física es sólo un modelo matemático y no tiene sentido preguntarse si corresponde o no a la realidad. Todo lo que se puede pedir es que sus predicciones estén de acuerdo con la observación” (De “Naturaleza del Espacio y el Tiempo” de S. Hawking y R. PenroseEd. Universitaria SA-Chile).

 

   ¿Por qué la física puede emplear magnitudes intermedias o incluso entes puramente matemáticos? Seguramente ello se debe a que las propiedades matemáticas de la materia son una parte objetiva de la realidad. Una vez que se han elegido las magnitudes físicas para establecer una descripción, las relaciones matemáticas que las vinculan, y que se adaptan a la realidad, serán únicas. De ahí que, eligiendo otras variables físicas, para la descripción de los mismos fenómenos, se establecerán versiones equivalentes de una misma teoría; tal lo que ocurrió en el caso de la mecánica (Newton, Lagrange, Hamilton), o en el caso de la mecánica cuántica (Heisenberg, Schrödinger, Dirac), o en el de la electrodinámica cuántica (Feynman, Schwinger, Tomonaga).

 

   Para lograr el desarrollo y el progreso de la física, se tuvieron que abandonar los “entes observables”, ya que implicaban una limitación injustificada para la elaboración de teorías, pero no ocurrió lo mismo con los otros principios del positivismo que, en general, han mantenido su vigencia hasta nuestros días.

 

   Es oportuno citar algunos ejemplos de cómo la actitud positivista perjudicó a algunos científicos. Este fue el caso del físico alemán Walter Kaufmann, quien realizó experimentos similares a los que hizo J.J. Thomson, y que llevaron a éste a ser considerado como el descubridor del electrón. Kaufmann no pensaba que había descubierto una nueva partícula ya que no la podía ver directamente, mientras que sólo podía contemplar algunos de sus efectos. Steven Weinberg escribió: “La moraleja de esta historia no es simplemente que el positivismo resultó perjudicial para la carrera de Kaufmann. Thomson, guiado por su creencia de que había descubierto una partícula fundamental, continuó haciendo nuevos experimentos para explorar sus propiedades” (De “El sueño de una teoría final” – Ed. Crítica).

 

   Los seguidores positivistas de Ernst Mach no aceptaron la realidad de los átomos, por ser partículas invisibles a la observación con los medios de la época, si bien podían conocerse propiedades mediante métodos indirectos de experimentación. Steven Weinberg comenta: “La resistencia al atomismo tuvo un efecto particularmente desafortunado al retrasar la aceptación de la mecánica estadística, la teoría reduccionista que interpreta el calor en términos de la distribución estadística de las energías de las partes de cualquier sistema. El desarrollo de esta teoría en la obra de Maxwell, Boltzmann, Gibbs y otros fue uno de los triunfos de la ciencia del siglo XIX y, al rechazarla, los positivistas estaban cometiendo el peor error que un científico puede cometer: no reconocer el éxito cuando tiene lugar”.

 

   Uno de los fundadores de la mecánica cuántica, Werner Heisenberg, adopta una postura positivista para la realización de su mecánica matricial. El propio Heisenberg comenta acerca de una conversación que mantuvo con Einstein:

 

“Yo le señalé a Einstein que nosotros no podemos de hecho observar semejante trayectoria (de un electrón en un átomo): lo que realmente registramos son la frecuencia de la luz emitida por el átomo, las intensidades y las probabilidades de transición, pero no las trayectorias reales, y puesto que no hay nada más racional que introducir en una teoría sólo las cantidades que pueden ser directamente observadas, el concepto de trayectorias de los electrones no debería, de hecho, figurar en la teoría. Para mi sorpresa, Einstein no quedó en absoluto satisfecho con este argumento. Él pensaba que toda teoría contiene de hecho cantidades inobservables. El principio de utilizar únicamente magnitudes observables sencillamente no puede ser desarrollado de forma consistente. Y cuando objeté que al hacer esto yo simplemente había estado aplicando el tipo de filosofía que también él había puesto en la base de su teoría de la relatividad especial, él respondió simplemente: «Quizá yo utilicé esta filosofía antes, y también la escribí, pero en cualquier caso es absurda»” (De “Encuentros y conversaciones con Einstein” – Alianza Editorial).

 

   Otro ejemplo interesante es relatado por Steven Weinberg: “El positivismo también jugó un papel clave en la reacción contra la teoría cuántica de campos encabezada por Geoffrey Chew en Berkeley en los años sesenta. Para Chew, el objeto central de interés en la física era la matriz S, la tabla de las probabilidades de todos los resultados posibles de todas las colisiones posibles entre partículas”. “Finalmente este programa fracasó, en parte debido simplemente a que era demasiado difícil calcular la matriz S de esta forma, pero sobre todo debido a que el camino hacia un progreso en la comprensión de las fuerzas nucleares débiles y fuertes resultó estar en las teorías cuánticas de campos que Chew estaba tratando de abandonar”. (Recordemos que tales teorías cuánticas involucran partículas virtuales, no observables, que resultaban inaceptables para cualquier positivista).

 

   El error de la actitud positivista consiste, posiblemente, en haber menospreciado la creatividad de la matemática, que opera en forma similar a la creatividad del lenguaje. Así como el lenguaje, por estar estructurado de forma tal que sigue las reglas de la lógica, nos permite hacer deducciones válidas a partir de expresiones conocidas y verdaderas, así también las relaciones matemáticas válidas nos permiten hacer desarrollos que siguen las reglas de la matemática y que luego nos llevarán a nuevos resultados, a veces inesperados, que forman parte de la realidad.

 

    En sociología, para pasar de la etapa filosófica a la etapa científica, deberá utilizarse la mayor parte de los principios del positivismo, en especial el caso de la utilización de variables observables y comparables. Así como resulta inadecuado seguir siendo positivista en física, al menos en un sentido amplio, es un serio error no serlo en sociología, excepto que se prefiera seguir en la etapa filosófica en la cual se aceptan descripciones opuestas y contradictorias respecto de un mismo aspecto de la realidad.

 

   Las restantes ramas de la ciencia, con poco contenido matemático, no podrán seguir los lineamientos de la física, precisamente porque es poco probable que lleguen a utilizar entes matemáticos de elevado nivel de abstracción, ya que son innecesarios en la mayoría de los casos.

 

   Si bien el positivismo acentúa su interés en responder a “cómo funciona” tal o cual aspecto de la realidad, dejando de lado el “porqué”, en lugar de atribuir una finalidad previa para establecer luego una descripción, trata de establecer una descripción para establecer luego una finalidad aparente.

 

   Las críticas al positivismo provienen, muchas veces, de quienes suponen que lo que queda fuera de la ciencia es algo inexistente, lo que implicaría una verdadera mutilación de la realidad. Ello implicaría dejar de lado la búsqueda de la verdad ética o del sentido del universo. Karl Popper escribió: “Es importante comprender que la ciencia no afirma nada acerca de verdades últimas –acerca de los enigmas de la existencia, o acerca de la tarea del hombre en este mundo. Esto ha sido con frecuencia bien comprendido. Pero alguno de los grandes científicos, y muchos de los menores, no han comprendido la situación. El hecho de que la ciencia no pueda pronunciarse acerca de principios éticos se ha malinterpretado como una señal de que no hay tales principios; cuando de hecho la búsqueda de la verdad presupone la ética. Y el éxito de la selección natural darviniana es mostrar que el propósito o fin al que un órgano como el ojo parece servir puede ser solamente aparente, se ha malinterpretado como la doctrina nihilista de que todo propósito es aparente y que no puede haber ningún fin, propósito, sentido o tarea en nuestra vida” (En “Epistemología evolucionista” de S. F. Martínez y L. Olivé – Ed. Paidós)

 

   Es lamentable que, en el caso de los métodos aplicados en educación, se considere al positivismo como algo totalmente erróneo y que a veces se lo tome como referencia para sugerir todo lo contrario a lo que tal postura sugiere. Así, no es de extrañar que los métodos utilizados en décadas pasadas hayan dado resultados muy superiores a los métodos actuales.