16 DESARROLLO Y ÉTICA

 

Así como el cuerpo enfermo requiere de un diagnóstico preciso, buscando su mejoría, toda sociedad requiere de un diagnóstico similar si se busca la solución de sus problemas y falencias. El subdesarrollo económico es uno de esos problemas sociales sobre el cual se presentan diversos diagnósticos a los que les siguen varias soluciones posibles. Al igual que en el caso del médico y del enfermo, equivocarse en el diagnóstico equivale a prolongar la etapa prevaleciente de la enfermedad renunciando al logro de una buena salud.

 

   Se ha dicho que una Nación marcha sobre tres ruedas principales: economía, política y cultura. De ahí que, para que el accionar sea eficaz, las tres ruedas deben girar en conjunto; aspecto en el que existe bastante coincidencia. Sin embargo, para algunos es prioritaria la economía, mientras que para otros lo es la política o la cultura. Es decir, se supone que, mejorando una de ellas, según alguna de las prioridades mencionadas, el mejoramiento de las otras dos le seguirá como una consecuencia necesaria.

 

   Se ha denominado estructuralismo a la postura de quienes sugieren que la economía constituye la estructura básica de la sociedad, mientras que la política y la cultura son apenas su superestructura: “una armadura o disfraz que está al servicio de la estructura económica para protegerla o para justificarla” (según Mariano Grondona).

 

   En el estructuralismo de izquierda se supone que, necesariamente, existe una explotación desde el empresario hacia sus empleados. También se supone que, en la actualidad, la explotación se produce desde los países desarrollados hacia los subdesarrollados, lo que ha sido descripto mediante la “teoría de la dependencia”. De ahí que la “solución” de los problemas sociales ha de provenir, posiblemente, del colapso económico de los países ricos (apoyado por el terrorismo internacional).

 

   Esta “solución” parte de la culpabilidad exclusiva de un solo sector. De ahí que pocas intenciones de cambio y de mejora existen en las poblaciones afectadas por el atraso económico. Si la culpa es de los demás, no hay razones por las cuales uno deba mejorar. También se sugiere a todo ciudadano que adopte una postura antagónica hacia los EEUU, de lo contrario será considerado como un colaborador de ese país, negándose autenticidad a cualquier tipo de nacionalismo o patriotismo que pueda existir. Incluso podrá ser acusado de “entreguista” al que promueva la mejora social a partir de la cultura o de la religión.

 

   El estructuralismo de centro (desarrollismo) afirma que es posible lograr el desarrollo, pero manteniendo la idea de la prioridad de la economía sobre la cultura y la política.

 

   El estructuralismo de derecha, por otra parte, sugiere la libertad económica absoluta, con una mínima participación estatal, ya que brindará las condiciones necesarias para la solución de todos nuestros males. Incluso algunos pensadores liberales afirman que el propio mercado genera una ética que pronto abarcará los demás aspectos de la vida social. Esto es algo opuesto a lo que sucede en cualquier empresa exitosa, ya que ese éxito se debe a la existencia previa de un personal capacitado que fue seleccionado adecuadamente.

 

   Mariano Grondona escribió: “El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico” – Editorial Ariel-Planeta SA).

 

   En el institucionalismo predomina la política sobre la economía y la cultura. Se supone que el marco legal adecuado, junto a una democracia estable, son los requisitos básicos para lograr el desarrollo económico y cultural. Sin embargo, como todos sabemos, aun cuando existan leyes justas y precisas, de poco valdrán si en la sociedad no existe una mínima intención de respetarlas, tal como sucede frecuentemente. Publio Cornelio Tácito dijo: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”.

 

   La restante postura, el culturalismo, considera prioritario el comportamiento ético individual promoviendo a la educación como elemento básico para el resurgimiento de la sociedad. Esta prioridad se hace evidente considerando que el nivel económico se establece a partir del trabajo y del ahorro productivo, aspectos que requieren de una previa base ética. También el respeto a las leyes requiere de tal atributo moral individual.

 

El individuo es la base de la sociedad antes que algunas de sus realizaciones, tales como la economía o la política.

 

 

17 COOPERACIÓN Y COMPETENCIA

 

La población mundial crece a razón de cien millones de habitantes durante cada año. Cada vez somos más dependientes del resto de la humanidad. Incluso esta dependencia se acentúa con el auge de las comunicaciones. Es indudable que resulta imprescindible un cambio favorable en la forma en que funciona la humanidad.

 

   Una actitud personal es una tendencia a la acción, por lo que podemos vislumbrar la existencia de dos actitudes principales y ellas son las que llevan a la búsqueda de la cooperación, por una parte, y a la búsqueda de la competencia, por otra parte. En otras épocas se trató de justificar la competencia aduciéndose que es una actitud inherente a nuestra propia naturaleza humana. Sin embargo, no es la única posible. Sir Charles Sherrington escribió: “¿El individuo? ¿Cuáles son los individuos más exitosos que la vida puede mostrar? Los multicelulares. ¿Y cómo se han formado? El organismo multicelular es, en sí mismo, una variante del perenne antagonismo de célula contra célula. En lugar de ese eterno antagonismo, es una utilización de la relación, con vistas a unir a las células entre sí para la cooperación. El organismo multicelular esperaba, en ese sentido, el paso del conflicto entre célula y célula a la armonía entre ellas” (De “Hombre versus Naturaleza” – Tusquets Editores).

 

   Haciendo una analogía entre células y organismos y entre hombres y sociedad, vemos que es posible el predominio de la cooperación sobre la competencia, siendo dos respuestas posibles aún en los propios fundamentos de la vida.

 

   Ashley Montagu escribió: “En el Origen de las Especies, Darwin habla a menudo de «la guerra de la naturaleza». Pero esto es absurdo. No hay tal guerra en la naturaleza, pues el hombre es la única criatura que lleva a cabo ataques deliberadamente contra otros grupos de su propia especie. Del mismo modo, «lucha» debe interpretarse correctamente, no como una pelea de los animales entre sí por la existencia, sino como el combate de las criaturas vivientes contra su medio, con vistas a la supervivencia. No hay ahí lucha contra otros animales, sean éstos de la propia especie o de otra ajena, sino más bien, pugna contra el ambiente. En la medida en que otros animales forman parte del medio, es claro que también ellos, en cierta proporción, se encuentran implicados. Pero el aspecto importante, que es necesario entender, es que la lucha no se desarrolla entre animales, sino entre éstos y su ambiente, y los que más probabilidades tienen de perpetuar su especie son aquellos que se encuentran en mejores condiciones para hacer frente a los desafíos del medio”.

 

“El principio de cooperación ha sido resumido por un grupo de destacados biólogos en la afirmación de que la probabilidad de supervivencia de los seres vivientes aumenta en la medida en que se adaptan, en forma armoniosa, entre sí y a su medio”.

 

“Comenzamos a entender, pues, que desde el punto de vista social la evolución misma es un proceso que favorece la cooperación y no a los grupos anticooperativos, y que la «aptitud» es una función del grupo en su conjunto y no de individuos aislados. La aptitud del individuo deriva en gran parte de su pertenencia a un grupo. Cuando más cooperativo es éste, mayor es la capacidad para la supervivencia de que gozan todos sus miembros”.

 

“Si quisiéramos buscar una palabra que definiese la sociedad mejor que ninguna otra, esa palabra sería cooperación. Lo que hay que entender, y tiene suma importancia, es que, contrariamente a las creencias de la escuela de pensamiento de la «supervivencia del más apto», el hombre no necesita crear un espíritu cooperativo que lo eleve sobre el nivel de sus esfuerzos «salvajes» para ser distinto. De ninguna manera. Los impulsos hacia la conducta cooperativa se encuentran presentes en él desde el nacimiento y sólo necesitan ser cultivados. No hay ni rastros de evidencias en el sentido de que el hombre nazca con impulsos «hostiles» o «malignos» que deban ser vigilados y disciplinados” (De “Qué es el hombre” – Editorial Paidós).

 

   Estas tendencias, que aparecen entre los seres vivientes, es decir, cooperación y competencia, no son otra cosa que las tendencias hacia el Bien y hacia el Mal que se dan en el ser humano. Así, el Bien está asociado a la cooperación (compartiendo penas y alegrías de sus semejantes), mientras que el Mal está asociado a la competencia (alegrándose del sufrimiento ajeno y entristeciéndose por su alegría).

 

   Las ideologías surgidas desde la ciencia, la filosofía y la religión, necesariamente deben partir desde estas tendencias básicas de todo ser viviente, ya que toda ideología de adaptación debe orientar al hombre llevándolo desde la competencia hacia la cooperación.

 

 

18 ACERCA DE LA FELICIDAD

 

Se ha escrito tanto acerca del “secreto” de la felicidad que, en realidad, suponemos que verdaderamente se trata de algo oculto e inaccesible al conocimiento del ciudadano común. Y algo de cierto hay en esto.

 

   La idea inmediata que surge en nuestra mente es que a la felicidad debemos buscarla como un objetivo principal y prioritario de nuestra vida. Así, dicha búsqueda ha de constituir el sentido de nuestra vida. Aunque también podemos preguntarnos si acaso la felicidad es tan sólo una consecuencia de haber aceptado el sentido de la vida que nos propone el propio orden natural.

 

   Los antropólogos coinciden en que todos los pueblos han buscado, de alguna manera, ponerse en contacto con la naturaleza, o con el Creador de la naturaleza, o de todo lo que existe. Este es el origen del sentimiento religioso común a las distintas civilizaciones, aunque sea expresado de distintas maneras.

 

   En nuestra época, predomina la visión de un mundo regido por leyes naturales invariantes, de ahí que nuestro sentimiento religioso quedará materializado a través de nuestra adaptación a dichas leyes. Sin embargo, es muy posible que las conclusiones que vayamos logrando coincidan con los lineamientos básicos de alguna de las antiguas religiones.

 

   Para el cristianismo, la felicidad ha de ser una consecuencia de haber elegido el sentido de la vida adecuado, de ahí que Cristo expresó: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. Si interpretamos esa búsqueda como una adaptación a las leyes naturales antes mencionadas, podemos observar que existe cierta coincidencia entre ciencia y religión.

 

   Para el psiquiatra austriaco Víktor Frankl, la ausencia de un sentido de la vida constituye el impedimento principal para el logro de la felicidad. Al respecto escribe: “Cada edad tiene su propia neurosis colectiva. Y cada edad precisa su propia psicoterapia para vencerla. El vacío existencial que es la neurosis masiva de nuestro tiempo puede descubrirse como una forma privada y personal de nihilismo, ya que el nihilismo puede definirse como la aseveración de que el ser carece de significación” (De “El hombre en busca de sentido” – Editorial Herder).

 

   El sentido de la vida es como una flecha simbólica que nos señala hacia el futuro; hacia metas que hemos de lograr. Sin la existencia de esas metas, nuestro cotidiano vivir se torna como una pesada carga que debemos soportar con una fuerza cada vez menor. Por el contrario, mientras más importantes sean nuestras metas, mayor será el esfuerzo que dispondremos para lograrlas. Frankl escribió: “Puede verse, pues, que la salud se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente en lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío entre lo que se es y lo que se debería ser. Esta tensión es inherente al ser humano y por consiguiente es indispensable al bienestar mental”.

 

   La moral asociada al comportamiento humano tiene pleno sentido en cuanto responde a una finalidad previamente aceptada, o previamente vislumbrada. De ahí que la conciencia no sólo nos orienta hacia una vida ética sino también hacia una vida con sentido. Víktor Frankl escribe al respecto: “El sentido no sólo debe sino que también puede encontrarse, y a su búsqueda guía al hombre la conciencia. En una palabra, la conciencia es un órgano del sentido. Podría definírsela como la capacidad de rastrear el sentido único y singular oculto en cada situación” (De “Ante el vacío existencial” – Editorial Herder)

 

   En cuanto al logro de la felicidad, como consecuencia antes que como finalidad, Frankl escribe: “En el servicio a una causa o en el amor a una persona, se realiza el hombre a sí mismo. Cuanto más sale al encuentro de su tarea, cuanto más se entrega a su compañero, tanto más es él mismo hombre, y tanto más es sí mismo. Así pues, propiamente hablando sólo puede realizarse a sí mismo en la medida en que se olvida a sí mismo, en que se pasa por alto a sí mismo”.

 

   Este olvido de cada uno se hace evidente cuando se busca el placer inmediato, ya que, cuando lo buscamos como objetivo, nos alejamos de la felicidad. De ahí la expresión de Frankl: “Cuanto más se concentra uno en el placer, tanto más se le niega”.

 

   Si hemos de afianzar la veracidad de las ideas expresadas, nada mejor que citar algunos datos estadísticos. Frankl cita en su libro “Ante el vacío existencial” que el 85% de los estudiantes de la Idaho State University que intentaron suicidarse, no veían ningún sentido a sus vidas. También resultó elevado el porcentaje de drogadictos sin un sentido definido de sus vidas.

 

   Así como existe una ética natural objetiva, ha de existir un sentido de la vida objetivo, justamente el que es compatible con esa ética. De no existir un sentido impuesto por el propio orden natural, es decir, en caso de prevalecer un nihilismo inherente a la propia realidad, nuestro mundo y nuestra vida no tendrían ningún sentido y sólo el absurdo gobernaría tanto al mundo como a los hombres.

 

 

19 FE Y UNIVERSO

 

Así como la fe en los Libros Sagrados hace que muchos nieguen procesos naturales tan significativos como lo es la evolución biológica, existe también una especie de “fe negativa” que tiende a ignorar el proceso asociado a la tendencia natural que lleva al logro de niveles de complejidad creciente. En el primer caso se trata de “salvar” la idea de un universo que tiene cierta finalidad explícita, mientras que en el otro caso se trata de “salvar” la creencia en que no existe finalidad alguna.

 

   Hablamos del “sentido del universo” cuando queremos significar la existencia de un sentido objetivo del mismo. Vendría a ser como una flecha que nos indica cierta dirección preferencial de la misma forma en que existe una que nos indica la dirección permitida cuando circulamos por una calle. Luego podremos seguir esa dirección o bien la opuesta, dependiendo de que aceptemos adaptarnos, o no, al orden natural que nos impone tal dirección. También podemos pensar en un espacio en donde no existen flechas preferenciales, por lo que daría lo mismo seguir cualquiera de las direcciones posibles.

 

   La fe, tanto positiva como negativa, hace que predominen las creencias sobre las evidencias, por lo que a veces resulta ser un gran escollo para el avance y la difusión del conocimiento. Refiriéndose a tal actitud, Rafael Gambra escribió: “Vosotros los creyentes –se ha dicho-no podéis hacer filosofía porque cada uno, en el fondo, sabéis muy bien cuál es el origen, la esencia y el fin del Universo y de vosotros mismos, y antes de empezar se puede ya saber en lo que vais a terminar. Vuestra especulación no puede ser nunca libre, racional, sincera, sino sólo una especie de apologética interesada en demostrar lo que de antemano creéis” (De “Historia Sencilla de la Filosofía” – Ediciones Rialp SA).

 

   Respecto del sentido del universo, se citan algunos escritos del astrofísico Hubert Reeves:

 

“Desde hace quince mil millones de años, la materia evoluciona hacia estados de organización, de complejidad, de nivel, cada vez más elevados. A partir del caos primordial, ha engendrado sucesivamente: los nucleones, los átomos, las células y los organismos vivos”.

 

“La expresión principio de complejidad puede reemplazar, favorablemente a mi entender, el «chauvinismo» poco justificado del término «antrópico». Las leyes naturales, las constantes de la física, las condiciones macroscópicas universales parecen particularmente apropiadas para que emerja la complejidad a lo largo de las eras. La pulsión de la vida es, también, una gestación de la inteligencia”.

 

“A nuestro primer enunciado: la naturaleza está estructurada como un lenguaje, añadiremos ahora un segundo: la pirámide de la complejidad se edifica en el curso del tiempo”.

 

La secuencia temporal de los capítulos de evolución nuclear, atómicos, moleculares y biológicos une la existencia del ser humano a las condiciones físicas del más lejano pasado del universo”. “El universo posee, desde los tiempos más alejados accesibles a nuestra exploración, las propiedades requeridas para llevar a la materia a ascender los peldaños de la complejidad”.

 

“De los conocimientos científicos contemporáneos surge una nueva imagen del ser humano. Destronado de sus pretensiones de ser «el centro del mundo», encuentra una nueva divinidad. Está colocado muy alto en la escala de los seres organizados de la naturaleza. En el lugar adonde le ha llevado esa larga gestación en la que están implicados todos los fenómenos cósmicos” (De “El sentido del Universo” – EMECE Editores SA)

 

 

20 HEDONISMO Y ÉTICA

 

En cada pueblo y en cada época podemos encontrar una postura filosófica predominante. En nuestra época, posiblemente exista el predominio del hedonismo, que es la postura que apunta hacia el logro del placer como objetivo principal a alcanzar.

 

   Todos los hombres buscamos la felicidad, aunque por distintos caminos. Existen tres formas básicas que nos pueden llevar a ella:

 

a)      Gratificaciones afectivas o éticas, y también las relacionadas a logros personales

b)      Satisfacciones intelectuales

c)      Placer asociado al cuerpo

 

Es indudable que el nivel de felicidad logrado por cada individuo ha de provenir de una gradual integración de estas tendencias básicas, pero con preponderancia de una de ellas.

 

   En lo que sigue, asociamos el calificativo de hedonismo (del griego hedoné = placer) a la búsqueda del placer y del bienestar corporal dejando de lado la búsqueda de satisfacciones afectivas e intelectuales. Varias serán las conclusiones que podemos extraer en caso de que exista una masiva adhesión de la sociedad a esta tendencia. En primer lugar, ello implicará el alejamiento del hombre respecto de los valores éticos, o afectivos, y de los valores intelectuales o culturales.

 

   El hedonismo hace que la gente viva sus días pensando exclusivamente en las vacaciones y en los días feriados, siendo el trabajo y el estudio causas importantes de malestar. El culto al cuerpo relega el culto a los sentimientos humanos y al intelectualismo. La negligencia es la actitud que nos lleva a esa búsqueda.

 

   Las sensaciones de bienestar asociadas al cuerpo son tan reales como aquellas sensaciones que provienen de las satisfacciones morales que sentimos luego de haber concretado un logro que nos demandó mucho esfuerzo, o que ha de ser útil para nosotros o para la sociedad.

 

   Una vez que asignamos un sentido a nuestra vida, hemos aceptado implícitamente una escala de valores que permite suponer que “bueno” ha de ser lo que favorece el logro de tal finalidad, mientras que “malo” es lo que impide ese logro. De ahí que podemos hablar también de una ética asociada a cierta finalidad de tal manera que, a toda finalidad propuesta, existirá una ética correspondiente.

 

   No todas las éticas propuestas han de brindarnos un resultado óptimo, sino que alguna de ellas se adaptará mejor que otras al propio orden natural. De ahí que la que mejor se adapte (ética natural) responderá de mejor manera al sentido de la vida implícito en tales leyes.

 

   Toda ética tiene sentido a partir de cierta finalidad previamente supuesta, o adoptada. Las distintas metas que nos imponemos definen también varias éticas subjetivas. Por ello podemos decir que existe una “ética hedonista” por cuanto podemos encontrar las causas que favorecen al hedonismo y también las que lo impiden.

 

   La ética hedonista no sólo lleva al hombre a la negligencia, sino también al egoísmo por cuanto se busca el placer personal con preponderancia. La ética basada en los sentimientos, basada en el amor, por el contrario, implica no sólo al individuo, sino a las demás personas que le rodean.

 

   Los vicios, que afectan tanto al cuerpo como a la mente, tienen aceptación principalmente en personas que adhieren a la postura hedonista. Incluso muchos casos de drogadicción están asociados a una ausencia de un sentido de la vida, o bien a la elección de un sentido alejado de aquél impuesto por el orden natural. Incluso si tal orden nos ha provisto de capacidad afectiva y de intelecto, será para que les demos su debida importancia, y no para que los releguemos a un lugar secundario priorizando a los placeres asociados al cuerpo.