26 MATERIALISMO DIALÉCTICO
El marxismo
considera a la ética, a la religión, a las leyes, a la cultura en general, como
una “superestructura” que deriva de las condiciones materiales de producción, pero
que carecen de validez en sí mismas. Al cambiar las relaciones de producción,
cambiará el significado de la ética, podrá desaparecer la religión, cambiarán
las leyes y la cultura, etc. Tenemos así el siguiente esquema (Del “Atlas
Universal de Filosofía” – Ed. Océano
)
Superestructura: Arte
Religión Ética Poesía
Filosofía
Ley Política
Estructura: Recursos naturales - Medios de producción y de distribución
Quien se dedica a estudios sobre ética o
sobre religión, podrá ser tachado por el marxista como un “colaboracionista” de
la clase dominante, ya que esta clase utilizaría tales medios para ejercer
mejor su poder. Es una atribución gratuita, excluyente y difamatoria por lo
que, lo más natural, es que el ético o el religioso supongan que en realidad es
el marxista el que está del todo errado. Desde el marxismo no se admite otra
razón, para cualquier actividad humana, que la de una finalidad económica
encubierta, algo completamente fuera de la realidad, al menos en un gran
porcentaje de los casos.
La lógica dialéctica es el fundamento lógico
de tales supuestos del marxismo. José Ferrater Mora
escribe al respecto: “La noción de dialéctica, el método dialéctico y, a veces,
la titulada «lógica dialéctica» son centrales en el marxismo”. “El uso de la
dialéctica permite, en efecto, al entender de estos autores (Engels, Lenin, Stalin), comprender el fenómeno de los cambios históricos
(materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico).
Todos estos cambios se hallan regidos por las «tres grandes leyes dialécticas»:
la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la
cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten, al
entender de los marxistas, afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues
señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser
verdadero en el tiempo t1. Varios autores han argüido al respecto que esto representa únicamente
la afirmación conjunta de contrarios, pero no de contradictorios. Los marxistas
«oficiales», sin embargo, han insistido en que las leyes de la dialéctica
citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y
que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio
excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no
dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de
nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable”
(Del “Diccionario de Filosofía” – Editorial Ariel SA).
Así como la ciencia económica le da poco, o
ningún valor, a los aportes de Marx, la lógica formal
tampoco considera la validez de la “lógica dialéctica”. Cuando la sociología
supere la etapa filosófica en la que actualmente se encuentra, al menos
parcialmente, es posible que los aportes de Marx sean
considerados como de limitada validez o bien como carentes de realidad.
Lo criticable respecto de los conocimientos
que transitan por una etapa filosófica radica en que se desconocen los
fundamentos básicos de la ciencia experimental. Ello no significa que la
filosofía carezca de interés para la ciencia, o para el pensamiento científico,
ya que es distinto que la filosofía complemente y se fundamente en la ciencia,
a que la ciencia se fundamente en la filosofía.
La sociología debe aceptar, en principio, lo
que acepte la ciencia económica, la lógica, la biología, la psicología, la
neurociencia, etc., de manera de fundamentarse en las distintas ramas de la
ciencia o, al menos, en ser compatible con ellas.
27 INTELIGENCIA Y LOGICA
Podemos denominar
“inteligencia” a la capacidad que posee un organismo para realizar procesamiento
de información. Para cuantificar dicha capacidad podemos considerar cierto
intervalo de tiempo durante el cual se la procesa y se la memoriza. Por ello,
la inteligencia vendría a ser una velocidad para la adquisición de
conocimientos, o de información.
En vista a la tendencia de la evolución
biológica, a formar organismos con mayores niveles de complejidad y
organización, tal el caso de la vida inteligente, podemos decir también que es
una tendencia hacia el logro de organismos con mayor cantidad de inteligencia.
De ahí que la aparente finalidad de la evolución es, justamente, la concreción
de la vida inteligente.
La capacidad para adquirir información
acerca del medio circundante es una ventaja evolutiva. Sin esa capacidad, la
posibilidad de supervivencia no existiría. Y aquí aparece una primera
diferencia entre hombres y animales. El animal sólo necesita conocer detalles
“gruesos” de su medio ambiente, como es la temperatura, humedad, presencia de
otros animales, etc. Por el contrario, además de éstos, el hombre necesita
conocer leyes naturales poco evidentes y que escapan a los sentidos primarios
como el tacto o la vista, y de ahí la necesidad de poseer un nivel de
abstracción mucho mayor al del animal.
El desarrollo tecnológico, que permite
lograr una mayor adaptación al medio, requiere del conocimiento y de la
descripción precisa de leyes naturales de bastante complejidad.
Podemos hacer una analogía entre un ser
viviente y un simple control por computadora. En este caso, el sistema que
adquiere información posee sensores que miden
temperatura, presión, humedad o alguna otra propiedad del medio ambiente. Esa
información es transmitida al procesador (computadora) que compara la
información recibida con la programación realizada previamente. Tal
programación ha de determinar la finalidad del sistema. Luego, en función de
los datos aportados por los sensores, interpretados
por la programación previa, se envía información hacia los actuadores
(relés, motores, etc.) para que ellos establezcan una
acción determinada en vista a los objetivos a lograr.
El proceso que ocurre en un ser viviente no
ha de diferir esencialmente del sistema descripto.
Así, cuando observamos la presencia de alguien conocido, estamos comparando la
imagen recibida con alguna imagen grabada previamente en nuestra memoria. Si la
diferencia es muy pequeña, hemos individualizado a la persona conocida y
habremos de actuar en función de la información adicional que poseamos de la
misma. De igual manera, si se nos presenta un potencial peligro (lo sabemos por
alguna experiencia previa) reaccionaremos acorde a esa situación.
Hasta el momento vemos que este proceso de
comparar datos percibidos con información memorizada, es común a hombres y
animales.
La ventaja evolutiva del hombre proviene,
posiblemente, de la manera en que podemos agrupar la información grabada en
nuestra memoria. Una misma imagen memorizada podrá ser agrupada de varias
formas distintas. Por ejemplo, un lujoso automóvil podrá ser parte del conjunto
de los automóviles, del conjunto de los objetos de determinado color, podremos
asociarlo al conjunto de las personas con determinado nivel económico, etc.
Además de esta ventaja del hombre, existirá
otra más. El animal relaciona la información recibida desde los sentidos con lo
que está depositado en su memoria, mientras que el hombre, además, podrá
“cerrar los ojos” y aún así podrá seguir realizando comparaciones y
agrupamientos a partir de la propia información existente en su memoria.
Posiblemente en ello consista el proceso de abstracción que distingue netamente
al hombre de los demás organismos vivientes. E. Globot
escribió: “La inteligencia procede también por tanteos. Su trabajo no es sino
una serie de ensayos y eliminaciones. Pero, en vez de intentar acciones
destinadas al fracaso, la inteligencia ensaya en el pensamiento y en él
reconoce el fracaso de esos ensayos. Reduce así a un pequeño número las
empresas efectivas; se embarca en las que tienen probabilidades de lograrse
(razonamiento inductivo); descubre a veces la única que puede tener éxito
(razonamiento deductivo). Los procedimientos de la inteligencia son los de la
selección, pero de una selección que mata ideas e hipótesis en vez de matar
seres vivos….” (Citado en el “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de P. Foulquié – Ed. Labor SA).
Hemos llegado así a considerar las dos
operaciones básicas que permiten establecer lo que podríamos denominar “lógica
natural” o “lógica analógica” (para distinguirla de la lógica simbólica, que ha
de estar incluida en la lógica natural). Las operaciones básicas de esta lógica
serían, entonces, comparar y agrupar.
La operación “comparar” es, precisamente, la
que permite establecer el error en todo sistema realimentado negativamente, siendo
el sistema realimentado el proceso característico en todo proceso adaptativo.
También la operación “comparar” es la que
permite establecer la “toma de decisión interna” que caracteriza a la moderna
computadora digital. Es una operación simple que ha permitido establecer el
actual auge de la informática.
Podemos concluir, entonces, que la
diferencia del hombre respecto del animal radica esencialmente en el proceso de
abstracción mencionado. En cuanto al aspecto afectivo de los animales, vemos
que muchos de ellos muestran actitudes valiosas que incluso son menospreciadas
por varios seres humanos.
Respecto de la forma en que los seres
vivientes tienen capacidad para reproducir el ordenamiento temporal existente
en el medio exterior, podemos decir que, al poder grabar escenas completas
asociadas a sucesos observados (tal como en la actualidad puede hacerlo un
simple teléfono celular) esas escenas son en realidad sucesiones de causas y
efectos que llevan implícito tal ordenamiento. En esto podemos ver el sentido
que tiene la expresión de Baruch de Spinoza: “El orden y conexión de las ideas es el mismo
orden y conexión de las cosas”.
Como las causas preceden en el tiempo a los
efectos, todo ser viviente tiene grabado en su memoria no sólo ese ordenamiento
temporal, sino también las propias leyes naturales que rigen a todos los
procesos observados, ya que una definición simple de ley natural sería la de
una “relación o vínculo invariante entre causas y efectos”.
Por todo esto no es difícil encontrar a un
perro que pueda esperar la llegada de su amo teniendo una plena noción de la
hora del día en que ello ocurrirá. Seguramente asociará la hora del día según
la iluminación solar del momento.
De la misma manera en que el hombre puede
agrupar y procesar información asociada a imágenes estáticas y símbolos,
también podrá procesar imágenes causales con mucha mayor efectividad que los
demás seres vivientes, existiendo una diferencia de grado antes que una
diferencia esencial en cuanto al medio que la naturaleza ha empleado en todos
los casos. De paso vemos aquí otra diferencia entre el hombre y el animal y es
el proceso de información expresada en forma simbólica por parte del hombre.
De todo esto podemos sintetizar el proceso descripto mediante las operaciones AGRUPAR y COMPARAR, como
operaciones básicas de la mente, agregando la propiedad esencial de la
información a procesar como es la CAUSALIDAD inherente a todo proceso regido
por leyes naturales.
28 VERDAD Y PSEUDOINTELECTUALISMO
La historia es una
valiosa fuente de ejemplos. Si los tenemos presentes es posible que nos ayuden
a no “tropezar más de una vez con la misma piedra”. Uno de los casos más
interesantes que se dio en la lucha entre los “buscadores de la verdad” en
contra de los “luchadores por sus ideales” fue el del físico y astrónomo
italiano Galileo Galilei (1564-1642). Sus
descubrimientos en física y astronomía lo ubican en contra de los aristotélicos
e incluso en contra de la Iglesia Católica, aunque él tan sólo quería encontrar
y difundir la verdad inherente al mundo material.
Aristóteles fue un filósofo destacado que,
como todos los grandes pensadores, estuvo acertado en muchas ramas del
conocimiento, pero desacertado en otras, como lo fue en física y en astronomía.
Sus seguidores, que no buscaban la verdad, sino que trataban de estar en el
sitio más alto en la escala social del conocimiento, defendían incluso sus
ideas erróneas, no aceptando mirar por el telescopio cuando Galileo se los
ofrecía. Albert Schweitzer
escribió: “La mayor sabiduría consiste en saber renunciar a las creencias
equivocadas”.
Algo similar ocurre con los fanáticos
religiosos. Buscan estar en la cima del conocimiento aprendiendo de memoria todo
el contenido de alguno de los libros sagrados. Lo hacen con un sentido
competitivo sin interesarles demasiado el conocimiento de la verdad.
En ciencia se ve algo parecido, aunque en
una escala mucho menor. Muchos científicos eligen un camino de investigación
erróneo, pero no les resulta fácil abandonarlo por cuanto han destinado sus
mayores esfuerzos, y su vida, detrás de esa búsqueda. Son pocos, sin embargo,
los que tienen la suficiente visión y fortaleza anímica que les permite
abandonar un camino para emprender otro nuevo. Alejandro Paladini
escribe sobre el Premio Nobel argentino Luis. F. Leloir: “Los siete abandonos simbólicos de Leloir señalan su capacidad para advertir cuando un
problema está agotado, no está «maduro» o se carece de la instrumentación
necesaria para resolverlo. Ésta es una advertencia invalorable para los
investigadores noveles que suelen malgastar años de labor por «enamorarse» de
su tema, cuando más les valdría abandonarlo por otro” (Del libro “Leloir. Una mente brillante” – EUDEBA)
En nuestros días asistimos a una lucha por
la supremacía de una entre varias teorías rivales que buscan establecer la
“gravedad cuántica”. Tratándose de físicos y matemáticos de elevado nivel
científico, que hacen sus mayores esfuerzos por el perfeccionamiento de sus
teorías, no queda otra posibilidad de que varios de ellos no tendrán el éxito
que todos merecen. Cuando llegue el día en el cual se llegue a la verdad y se
determine quien acertó y quien falló, el resultado será aceptado por todos. En
las humanidades, en cambio, aun cuando la aplicación de utopías perjudiciales
al hombre fracasen estrepitosamente, seguirán teniendo
muchos adeptos.
La ciencia experimental progresa mediante un
proceso similar al de la “selección natural”. Proliferan, en una etapa dada,
varias teorías rivales hasta que, finalmente, la experimentación “elige” la que
mejor concuerde con la realidad. Este proceso requiere, por lo general, varios
años de “prueba y error”. Es oportuno mencionar algunas expresiones de los
partidarios de la “gravedad cuántica de lazos” respecto de la teoría rival:
“teoría de supercuerdas”, afirmando que ésta ha de pasar a la historia como lo
hicieron las erróneas teorías del calórico, flogisto, éter, tierra plana y epiciclos, que dominaron
temporalmente algunas de las ramas de la ciencia.
La aptitud y la necesidad de encontrar la
verdad (respecto de alguna parte del universo) resulta ser una característica
poco común en los seres humanos, por cuanto pocos son los que dedican sus vidas
detrás de una búsqueda en la que nadie les puede asegurar el éxito, excepto en
el propio placer de haber emprendido esa búsqueda.
Generalmente suponemos que las ciencias
exactas se han desarrollado mucho más que las ciencias sociales debido a que el
hombre y la sociedad son bastante más complejos que la materia inanimada. Sin
embargo, se verá que si uno quiere tan sólo conocer el estado actual de la
matemática, o de la física, sin hacer ningún aporte concreto a las mismas,
requerirá de una total dedicación al tema y aun así nadie podrá asegurarle que
lo logre, dada la complejidad del tema a estudiar. De ahí que es posible que en
las ciencias exactas predominen los “buscadores de la verdad” respecto de los
“luchadores por sus ideales”.
También existen los “buscadores indirectos
de la verdad”. Son los que se acostumbran a ver la realidad a través de ojos
ajenos sin seguir incluso a uno en especial, por lo cual no puede decirse que
sean pseudointelectuales, sino tan sólo que en ellos
no predomina la realidad como referencia inmediata, sino la opinión de los
filósofos.
El ropaje del pseudointelectualismo
consiste en la utilización de lenguaje oscuro y confuso, que muchos confunden
con cierta “profundidad” asociada. En lugar de ser una “oscuridad de expresión”
en realidad se trata de una “expresión de oscuridad”. Jean Rostand
escribió: “La gran seducción de las obras ininteligibles está en que los tontos
entienden tanto de ellas como los inteligentes”.
Durante el siglo XX asistimos a importantes
catástrofes humanas, como las grandes guerras mundiales y la aparición de los
totalitarismos (nazismo, comunismo, principalmente). Los ideólogos del
totalitarismo, hábiles políticos, dirigen a las masas exaltando el odio para
que sea dirigido contra determinado sector de la sociedad. Sin embargo, aun
cuando carecen de toda veracidad en sus fundamentos y en sus conclusiones, el
marxismo sigue todavía ocupando un lugar de cierta importancia en determinados
sectores intelectuales (o pseudointelectuales
hablando con precisión). Florencio José Arnaldo escribió respecto del marxismo:
“¿Cómo explicarse
que una ideología que en lo filosófico es de «un primitivismo monstruoso» (Bochenski), en lo sociológico ha sido desmentida por el
curso de la historia, en lo económico es «anticuada, errónea y falta de
interés» (Keynes), y en lo político merece ser
calificada de utópica, pueda haber concitado y seguir concitando la adhesión de
decenas de miles de intelectuales que se tienen por progresistas?.
La respuesta no es fácil. Se han escrito
muchas páginas para procurar aclarar este aparente contrasentido. He aquí las
explicaciones que a nuestro criterio resultan más convincentes:
En primer lugar, de la lectura atenta de las
confesiones autobiográficas de conocidos intelectuales que militaron en cierto
momento de sus vidas en el comunismo, se desprende que todos llegaron a él a
través de una reacción emocional provocada por el espectáculo de la injusticia
social del capitalismo y no por adhesión reflexiva a la doctrina comunista que
–aunque parezca increíble- desconocían casi totalmente. A este estado de ánimo
suele agregarse el explicable resentimiento que surge en los intelectuales al
verse socialmente relegados y aun menospreciados, debido a su inferior
situación económica dentro del régimen capitalista, por personas las más de las
veces incultas, que no poseen otro talento que el necesario para hacer buenos
negocios.
En segundo lugar es forzoso reconocer que la
doctrina comunista, que se presenta como una cosmovisión moderna científica y
materialista, seduce fácilmente a las mentalidades contemporáneas, que
descartan a priori toda solución espiritualista, por creerla anticuada, y que
están dispuestas a aceptar todo lo que se les presente revestido por un ropaje
científico.
En tercer lugar –y esto es fundamental- porque
los integrantes de la sociedad «occidental y cristiana» no conocen, ni menos
aún practican, una cosmovisión espiritualista que tenga en ellos la suficiente
vigencia como para ser un factor de consolidación de dicha sociedad. No es
tanto que la ideología comunista tenga valor en sí misma, como que la humanidad
ha abjurado de los eternos principios que surgen de la ley natural, tal vez por
no conocer su actualización conforme con los nuevos progresos de las ciencias
positivas, y ha quedado inerme ante cualquier embate ideológico hábilmente
organizado” (De “La lucha ideológica” – EUDEBA)
Desde las ciencias sociales se toman dos
posturas extremas respecto de las ciencias naturales. En un caso se supone que
la ciencia es una simple “construcción social” de validez relativa. Se confunde
entre ciencia verificada experimentalmente y ciencia propuesta para una
posterior verificación. A. Sokal y J. Bricmont escriben: “Una corriente intelectual caracterizada
por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la
Ilustración, por discursos teóricos desconectados de todo test
empírico, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera la ciencia
como nada más que una «narración», «un mito» o una construcción social entre
otras……” (Citado en “Metáforas en la
evolución de las ciencias” de Héctor A. Palma – Jorge Baudino
Ediciones). Si la ciencia experimental fuese una “construcción social”, podría
haberse realizado una teoría distinta a la relatividad de Einstein
o una teoría distinta a la evolución por selección natural de Darwin. Sin
embargo, podría observarse que no se habrían adaptado a la realidad de la forma
en que lo hacen las teorías citadas.
La segunda postura es la que toma cualquier
enunciado de las ciencias naturales como la verdad absoluta y trata de
adaptarlo a las propias posturas sociales sin tener la menor idea acerca del
significado del concepto utilizado. Para evidenciar esta actitud, hace algunos
años trascendió públicamente un artículo, redactado por Alan Sokal, enviado a una importante revista de ciencias
sociales, y publicado posteriormente. A pesar de ser una parodia llena de
falacias, sus editores lo publicaron como un artículo pleno de sabiduría y de
gran profundidad. Entre las conclusiones que extraen de esta postura, A. Sokal y J. Bricmont, en el libro
“Imposturas intelectuales”, mencionan los siguientes aspectos (del libro citado
de Héctor A. Palma):
● Uso de
teorías científicas acerca de las cuales, en el mejor de los casos, se tiene
una vaga idea expresada en una erudición científica excesivamente superficial e
irrelevante y en el uso extendido de jerga aparentemente científica.
●
Importación de conceptos desde las ciencias naturales a las humanidades o las ciencias
sociales sin la más mínima justificación; uso indiscriminado y arbitrario de la
metáfora y de la analogía y despliegue de generalizaciones arbitrarias.
● Despliegue
de erudición superficial, manejando términos técnicos en contextos
completamente irrelevantes.
●
Manipulación de frases carentes de significado, con exhibición de una verdadera
intoxicación con palabras que resulta en un estilo oscuro de exposición como
signo de supuesta profundidad.
●
Indiferencia o desdén por los hechos y por la lógica
29 EL ORIGEN DE LA ÉTICA
Es necesario
distinguir entre “ética” y “moral”, si bien ambos términos se utilizan con un
significado muy cercano. En el presente escrito, se denominará “ética” a toda
propuesta destinada a regular el comportamiento social de los seres humanos,
mientras que “moral” ha de ser el acatamiento con que cada persona responde a
las normas previamente aceptadas. En el “Diccionario de Filosofía” de Ediciones
Mensajero Bilbao, aparece lo siguiente: “La ética se distingue de la moral por
una exigencia de sistematización, de problematización
y de búsqueda de fundamentos; está, pues, vinculada a menudo a la metafísica.
En el uso actual se entiende por ética una concepción coherente y personal de
la vida (la ética gidiana, la ética sartriana), mientras que la moral designa más bien las
exigencias de que es portadora una sociedad o una cultura y que interiorizan
más o menos los individuos que forman parte de ella”.
Debemos distinguir entre éticas individuales
y éticas de aceptación pública, o sociales. Así, cada ser humano tiene una
escala de valores particular que puede, o no, coincidir con la escala de
valores predominante en su sociedad. Esta diferencia entre lo individual y lo
social hace que muchos supongan que la ética tiene una validez subjetiva, que
depende de cada uno de nosotros, descartando normas de validez objetiva, que
sean independientes de los deseos humanos y que vendrían impuestas por la
propia naturaleza a través de las leyes que regulan nuestra conducta.
Al constituir la ética una descripción de
las acciones humanas y de los efectos que ellas producen, tales estudios pueden
llegar a formar parte de la ciencia experimental. En vista a una finalidad
previa adoptada, serán consideradas “buenas” las acciones cuyos efectos
favorezcan el logro de tal finalidad, mientras que “malas” serán las acciones
que produzcan efectos que impidan el logro de la misma. De ahí que las posturas
nihilistas (deseo de la nada), al no tener en vista un sentido, por lo general
rechazan la existencia de lo bueno y de lo malo, es decir, adhieren al
relativismo moral.
Como las acciones, que actúan como causas,
producen los mismos efectos, en forma independiente de la época y de la
sociedad, tenemos un campo de estudio totalmente objetivo. Es por ello que toda
norma ética propuesta, ya sea en la antigua Grecia o por los profetas hebreos,
tiene una validez similar a la que tuvo en la época en que surgieron. Ello no
implica que tales normas no puedan ser mejoradas por las generaciones futuras,
como efectivamente ocurrió en el ámbito de la religión judeocristiana.
Podrá decirse que los efectos que producen
en nosotros ciertas acciones de otros, no dependen tanto de las acciones en sí
mismas, sino de la valoración previa que tengamos de ellas. Algo de cierto hay
en ello, pero, no debemos olvidar que, a la larga, una misma acción produce
efectos directos e indirectos que no dependen sólo de nuestra opinión, sino de
las leyes psicológicas que nos rigen a todos y a cada uno de nosotros. Por ello,
los niños pequeños perciben actitudes, con los efectos correspondientes, sin
tener todavía una noción clara respecto del Bien y del Mal. De lo contrario, la
ética sería tan sólo una convención que por decreto designa los efectos que
habrían de tener cada una de nuestras acciones. V. Gathrein
escribió: “El hecho es totalmente innegable: todos los pueblos sin excepción
distinguen entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio. Puede ser que no
todos los pueblos en particular llamen bueno o malo a la misma cosa, o que
diverjan en la aplicación de los principios más generales, pero otros coinciden
en considerar muchos actos como buenos y otros como malos, en alabar a quienes
ejecutan los primeros y omiten los segundos, y en cambio censuran a quienes
proceden al revés. Podemos ir a donde queramos, al Asia, a América, al África,
podemos reunirnos con hombres cuyas concepciones divergen diametralmente de las
nuestras, pero siempre podemos hablar con ellos del orden moral” (Citado en
“Tratado de Filosofía” de J. Hessen – Ed. Sudamericana)
Uno de los objetivos comunes a todas las
sociedades humanas es el logro de la felicidad de todos sus integrantes. En
vista a este objetivo prioritario e inmediato, surgen acciones que favorecen, o
bien impiden, ese objetivo. De ahí que matar, robar, manejar ebrio, etc., serán
acciones “malas”, mientras que cooperar, aconsejar, compartir, etc., serán
acciones “buenas”. Es posible, sin embargo, que tal objetivo sea olvidado y sea
reemplazado por la búsqueda de la felicidad individual, sin apenas interesarnos
por los demás. Las acciones que favorecen este mezquino objetivo serán
distintas a las del otro caso. Podemos decir entonces que el bien y el mal son
“distintos” a los del primer caso. Justamente, a partir de ciertos objetivos
propuestos, habrá una ética objetiva que determinará cuáles acciones los
favorecen y cuales los impiden, pero lo que no podemos hacer es elegir
convencionalmente cualquier acción para llegar a un objetivo determinado. No
podemos buscar la felicidad de todos aceptando el robo y el asesinato, por
ejemplo, mientras que estamos obligados, para llegar a ese objetivo, a poseer
cierta capacidad para compartir las penas y las alegrías de los demás.
Cada acción humana siempre recibe “premios” o
“castigos” por parte de la sociedad y de uno mismo, siendo los sentimientos
humanos el motor de nuestras acciones y el agente que permite materializar
tales premios y castigos. David Hume escribió:
“Es probable que
la sentencia final que juzga a caracteres y acciones como amables o bien
odiosas, dignas de estima o de crítica, la sentencia que les otorga el signo
del honor o de la infamia, de la aprobación o de la censura, que hace de la
moralidad un principio activo y que hace que la verdad sea nuestra felicidad y
el vicio nuestra infelicidad, es probable, digo, que esta sentencia final
dependa de algún sentido o sentimiento interior, dispuesto universalmente por
la naturaleza en todos los hombres. Ya que, contrariamente, ¿qué podría tener
una influencia de tal naturaleza?
Pero para preparar la vía a tal sentimiento y
conseguir un adecuado discernimiento de sus sujetos, encontramos que a menudo
es necesario que precedan muchos razonamientos, que se hagan cuidadosas
distinciones, que se llegue a conclusiones correctas, que se comparen objetos
distantes, que se examinen relaciones muy complejas y que se determinen y
constaten hechos de carácter general”.
“Puesto que ésta
es una cuestión de hecho y no de ciencia abstracta, podemos esperar algún
resultado solamente si seguimos el método experimental, deduciendo máximas
generales de la confrontación de casos particulares” (Citado en “Atlas
Universal de Filosofía” – Ed. Océano).
Una ética objetiva, basada en nuestros
sentimientos (sentimientos que compartimos con algunos animales) se ha de basar
en las actitudes básicas del hombre. Una actitud es una respuesta
característica de cada individuo que lo hace responder de igual forma ante una
misma circunstancia, al menos durante alguna etapa de su vida. Así, el sufrimiento
y la felicidad ajenos podrán ser compartidos (amor), o bien podremos ser
indiferentes a ellos (egoísmo, negligencia) o bien podremos intercambiar
felicidad ajena por sufrimiento propio, o sufrimiento ajeno por felicidad
propia (odio). Estas pocas actitudes posibles existen dentro de nosotros en
distintas proporciones, predominando alguna de ellas sobre las restantes. En
ellas está implícito el Bien y el Mal asociado a todas y a cada una de nuestras
acciones. De ahí que, a partir de estas actitudes, podemos describir el
accionar ético de cada hombre, constituyendo, justamente, una “ética natural”.
En cuanto al origen de las normas éticas,
podemos citar el esquema propuesto por A. M. López Medina y J. J. Abad Pascual:
●
Sociologismo: Esta concepción defiende que las normas morales se originan en la
sociedad, y de ella reciben la fuerza y el vigor para imponerse a los
individuos. Defensores de esta postura son Durkheim, Levy Bruhl y Comte.
● Marxismo:
Según Marx, la ideología, es decir, las ideas y
creencias sociales y, por lo tanto, las leyes y normas morales son invenciones
de la clase dominante para intentar defender sus intereses y controlar a la
clase dominada. Pero ésta debe rechazar aquellas ideas y tratar a su vez, de
elaborar otras de carácter contrapuesto y conducentes
a la unión de todos los individuos pertenecientes a dicha clase para llevar a
cabo su emancipación mediante la lucha revolucionaria. Que lo consigan o no
dependerá de la conciencia de clase de dichas personas.
● Historicismo:
Esta posición proclama que, a lo largo de la Historia y según un ritmo
variable, la sensibilidad vital de unas generaciones es sustituida por la de
otras y, de acuerdo con este proceso, al mismo tiempo que unos principios
cobran vigencia, otros desaparecen. Historicistas importantes son Dilthey, Simmel y Ortega y Gasset.
●
Teologismo: Esta corriente propugna que las normas morales tienen origen
divino. Podemos encontrar una postura teológica, con relativa frecuencia, en
los pueblos primitivos, por ejemplo, en Israel y su moral de los profetas: en
Egipto y su moral de los faraones, etc.; pero, actualmente, se encuentra
también el integrismo vigente en Irán.
● Teoría de
la Ley Natural: Existe una amplia pluralidad de teorías que fundamentan sus
opiniones éticas y las normas morales en la Ley Natural. De entre ellas, sin
duda alguna, la más importante es la teoría escolástica, según la cual todas
las personas poseen una idéntica naturaleza, que es la naturaleza humana. Ésta
guarda una profunda relación de orden con el resto de los seres y, sobre todo,
con Dios, el Ser Supremo. Debido a esta relación, la misma naturaleza humana
posee en sí su propia teleología un ordenación hacia
un fin adecuado, el cual constituye su perfección. Pues bien, desde esta ordenación
natural de todos los seres humanos hacia su fin (o hacia su perfección) se
originan y cobran su fundamento las normas morales. Ésta sería la posición de
Aristóteles, de Santo Tomás y de casi la totalidad de la Filosofía cristiana.
(Del libro “Filosofía
1” – Editorial Mc Graw
Hill)
Respecto del “sociologismo” podemos decir
que, al irse acumulando, generación tras generación, un conocimiento progresivo
de los efectos producidos por las distintas acciones humanas, surge una
clasificación de acciones buenas y de acciones malas en vistas al logro de la
felicidad de todos. De ahí que es un posible origen de la ética.
Para Marx, la
validez de una descripción no depende del grado de concordancia con la
realidad, sino del origen de la norma ética propuesta, desconociendo totalmente
la existencia de leyes naturales de tipo psicológico. En ciencia, la validez de
una teoría no depende de quien la propuso, sino de la forma en que se ajusta a
la realidad. Esto no requiere de mayores comentarios.
En cuanto al “historicismo”, resulta
evidente que existe un progresivo aumento en el conocimiento conjunto de la
humanidad a través de la adaptación cultural del hombre al orden natural. De
ahí que, respecto de algunas acciones, de las cuales no se sabía muy bien qué
efectos producían, o bien porque se tomaba como referencia a las creencias
subjetivas establecidas, fue cambiando su valoración a medida que esas
creencias fueron reemplazadas por otras. Por lo que, de ser así, ésta no sería
la forma en que se generan las propuestas éticas, sino vendría a ser la forma
en que evolucionan junto al conocimiento progresivo logrado.
En el teologismo se supone que quienes
sintetizan el conocimiento ético previamente existente, incluso haciendo aportes
propios, responden a una designación previa por parte del Dios interviniente en los acontecimientos humanos, algo que no
es necesario que ocurra, ya que las normas éticas son bastante accesibles a la
observación del hombre común.
Finalmente, tenemos la postura compatible
con la ciencia experimental y es la que, claramente, tiene presente la
existencia de leyes naturales que tenemos que descubrir e interpretar. Entonces
algún día podrá cumplirse el “sueño de Einstein”,
quien escribió: “Si llegamos a ponernos de acuerdo sobre algunas proposiciones
éticas fundamentales, otras podrán ser derivadas de ellas. Tales premisas
éticas desempeñan en moral un papel análogo al que los axiomas representan en
matemáticas” (Citado en “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de P. Foulquie – Ed. Labor SA)
30 DESTRUCCIONISMO
Cuando algún tipo
de organización social no funciona bien, aparecen distintas posturas en la
búsqueda de una solución. A unos les parece conveniente mejorar tal estructura,
mientras que a otros les parece conveniente destruirla para cambiarla por otra
más adecuada. Bajo esta posibilidad aparece la familia tradicional, el
matrimonio, el capitalismo, la religión, la propiedad privada, la democracia,
etc. Podríamos denominar “destruccionismo” al conjunto
de posturas filosóficas que proponen reemplazar las estructuras sociales en
decadencia cambiándolas por otras nuevas. En realidad, basados en la validez
del relativismo cultural, el destruccionismo propone
el ensayo de un nuevo tipo de orden social, supuesto tan legítimo como el que
se desea suplantar. Sin embargo, teniendo presente la existencia de un orden
natural invariable, no es posible establecer exitosamente cualquier tipo de
estructura, especialmente si desconoce dicho orden.
En el caso de la religión, podemos observar
que resulta ser un factor de división y de discordia, por lo que debería
cambiar en el sentido de ser compatible con la ciencia experimental, cuya
validez es de aceptación general. En el caso del cristianismo, podemos observar
que se trata de una religión en la cual la acción ética determina la adaptación
al orden natural. Si bien se enfatiza en la existencia de una vida posterior,
algo que no puede verificarse fácilmente, la acción ética propuesta, que es lo
único accesible a nuestras decisiones, nos lleva a un elevado grado de
felicidad y, de existir la vida eterna, nos llevará a ese “premio” adicional.
Sin embargo, es común observar que se reemplaza la prioridad de cumplir con
dicha acción por una postura contemplativa en la que sólo es necesario “creer”
en la existencia del “premio” mencionado para ser merecedores del mismo.
Los detractores del cristianismo atacan esta
última postura, que podríamos denominar “paganismo”, ya que desconoce al orden
natural y supone que con rituales y alabanzas, el Dios imaginado nos premiará y
nos protegerá adecuadamente. Por el contrario, la acción ética propuesta es
algo concreto, ya que sus efectos pueden comprobarse fácilmente. Podemos
ejemplificar la actitud destruccionista, respecto del
cristianismo, en los escritos de Friedrich Nietzsche:
“De esto se deduce
que hay que ponerse guantes para leer el Nuevo Testamento. Sólo así nos
libraremos de contagiarnos al revolver tanta basura”.
“El cristianismo
ha difundido deliberadamente el veneno de la doctrina de los derechos iguales
para todos. Con esto, el cristianismo y los más bajos instintos que lo
caracterizan, han declarado una guerra a muerte contra las normas de respeto
que deben existir entre los hombres de diferente condición intelectual, y que
son las que determinan la elevación, el progreso de la cultura”.
“La mayor de las
desventuras de la humanidad, ha sido el cristianismo”
“¡Convertir a
Jesús en un héroe! ¡Y qué equivocación es sobre todo la palabra «genio»!
Todas nuestras nociones de la
inteligencia, del concepto de civilización, carecen de sentido en el mundo en
que vive Jesús. Hablando con el rigor del filólogo, otra sería la palabra que
convendría emplear: estupidez”.
(De “El
Anticristo” – Edicomunicación SA)
Expresiones similares pueden encontrarse en
toda la extensión del libro mencionado. Podemos decir que, si uno desconoce la
existencia de los sentimientos humanos, como el motor de nuestra conducta y de
nuestra acción, estará ignorando una parte importante de la realidad. El citado
autor, sin embargo, supone que el que está fuera de la realidad es el propio
cristianismo, y de ahí que no le encuentra ningún sentido.
Respecto del capitalismo, también existe la
posibilidad de mejorarlo o de suplantarlo por otro sistema económico. Al igual
que sucede en todo ámbito social en el cual el hombre se desenvuelve con
libertad, existirá la posibilidad de que elija tanto el Bien como el Mal, por
lo que tal sistema siempre dependerá de la previa actitud ética individual adoptada.
El mayor crítico del sistema capitalista ha sido Karl
Marx, aunque su propuesta de cambio tan sólo
favoreció la concreción de diversas catástrofes humanas. Ludwig
von Mises escribió:
“El socialismo no
ha querido la destrucción deliberada de la sociedad. Pensaba crear una forma de
sociedad superior, pero debido a que no es posible la existencia de una
comunidad socialista, cada paso para apresurar su advenimiento ejerce una
acción destructora sobre la sociedad”. “La objeción fundamental que se ha presentado
contra la practicabilidad del socialismo se refiere a
que en él resulta imposible el cálculo económico. Se ha demostrado en forma
irrefutable que una comunidad socialista no estaría en condiciones de aplicar
el cálculo económico. Donde no existen precios de mercado para los factores de
la producción, porque ni se compran ni se venden, no se puede recurrir al
cálculo a fin de planear la acción futura y de determinar el resultado de
acciones pasadas. Una gestión socialista de la producción simplemente no sabría
si lo que proyecta y ejecuta constituye el medio más apropiado de alcanzar los
fines que se persiguen. Funcionará como si se encontrara en la oscuridad.
Despilfarrará los factores escasos de la producción, tanto materiales como
humanos, y el resultado inevitable para todos será el caos y la pobreza” (De
“El Socialismo” – Ed. Hermes SA).
Resulta sorprendente observar el grado de
desconocimiento de la realidad que muestran los innovadores que pretenden destruir
la religión o reestructurar toda la humanidad en base a sistemas sociales
establecidos con “ambos pies firmemente apoyados en el aire”. Lo lamentable es
que la sociología y la filosofía se resisten a adoptar posturas compatibles con
la ciencia experimental. Ya es hora de que dispongan de “filtros” que limiten
la entrada de información falsa a esas ramas del conocimiento, para que sean
caracterizadas, finalmente, por la seriedad que deberían mostrar.
El fundamento de Marx,
para impulsar el “derrumbe violento del orden tradicional”, radica en la
aparente existencia de dos clases sociales estrictamente separadas, algo
similar a lo que ocurre con el sistema de castas de la sociedad hindú. Supone
que la abolición de la propiedad privada mejorará lo que él considera una “ley
histórica”. Ludwig von
Mises escribió:
“Se afirma
frecuentemente que el sistema de la propiedad privada está perdido porque era
precisamente el sistema que el hombre aplicó en el pasado. Por muy benéfico que
haya sido un sistema social anteriormente, dicen, no lo puede ser también en el
futuro: una edad nueva exige un nuevo modo de organización social. La humanidad
ha alcanzado la madurez y sería perjudicial que se aferrara a los principios a
que acudió en las primeras etapas de su evolución. Este es, sin duda, el
abandono más radical del experimentalismo. El método experimental puede
afirmar: dado que A produjo en lo pasado el resultado B, lo producirá también
en el futuro. Nunca debe afirmar: porque A produjo en el pasado el resultado B,
está demostrado que no puede producirlo ya por más tiempo”.
También los que suponen que el mercado libre
todo lo puede, han propuesto un método drástico similar al utilizado a veces
para enseñar a nadar. En ese caso se arroja al novato al agua para que así, por
necesidad, aprende rápidamente a nadar; con los dos resultados posibles: o
aprende o se ahoga. Y ello ha pasado en algunos países cuando se supuso que el
mercado, como sistema autorregulado, se bastaba a sí mismo para mejorar todos
los aspectos de la sociedad.
La validez del sistema democrático ha sido
puesta en duda por cuanto existen partidarios de su destrucción en favor del
totalitarismo. Las tendencias totalitarias, en general, son las que proponen la
derogación del capitalismo, de la democracia y de toda estructura social que se
oponga a las pretensiones de establecer poderes dictatoriales una vez que se ha
tomando el poder absoluto a través del Estado. Ludwig
von Mises escribe:
“La doctrina
dictatorial, conforme ha sido enseñada por los bolcheviques rusos, los
fascistas italianos y los nazistas alemanes, tácitamente supone que no puede
presentarse desacuerdo alguno en relación con el problema de la persona que
deberá asumir la dictadura. Las fuerzas místicas que norman el curso de los
acontecimientos históricos designan al líder carismático. Todas las personas de
bien están obligadas a someterse a los insondables mandatos de la historia y a
postrarse de hinojos ante el trono del hombre escogido por el destino. Quienes
declinan seguir esta conducta son heréticos, bribones, abyectos,
a los que es preciso «liquidar»”.
Respecto de la familia tradicional, Auguste Comte expresó: “La
sociedad humana se compone de familias y no de individuos”, aceptando la
importancia de este sistema básico de organización social. Para el marxismo,
sin embargo, la familia es fruto del sistema capitalista y habría de cambiar,
como base de la sociedad, si cambia también el modo de producción. Friedrich Engels escribió: “La
familia debe progresar como la sociedad progresa…debe modificarse en la medida
en que se modifica la sociedad” (De “El origen de la familia, de la propiedad
privada y del Estado” – Ed. Planeta Agostini). De esta forma, no sólo la sociedad habría de
cambiar según el modelo propuesto por Marx y sus
seguidores, sino que la propia familia habría de hacerlo. Y ese cambio
provendrá, esencialmente, de la intromisión del Estado totalitario en los
detalles básicos de la vida cotidiana.
Es necesario destacar que el hombre podrá
mejorar las condiciones de vida actuales sólo si parte de información precisa
acerca de la realidad. Las ideas tienen sentido sólo cuando son elaboraciones
mentales basadas en la realidad, buscando una optimización de la misma. L. von Mises escribió:
“La historia de la
humanidad es la historia de las ideas. Son las ideas, las teorías y las
doctrinas las que guían la acción del hombre, determinan los fines últimos que
éste persigue y la elección de los medios que emplea para alcanzar tales
fines”. “La sociedad humana es una construcción del espíritu. La cooperación
social es, ante todo, pensamiento y solamente después se convierte en hecho.
Son las ideas las que hacen la historia, no las fuerzas productivas materiales,
esas entidades nebulosas y místicas del materialismo histórico”.
Podemos decir
también que no son sólo las ideas las que mueven a la humanidad, sino también
los sentimientos humanos que nos impulsan hacia la cooperación o bien hacia la
competencia, que no son otra cosa que las tendencias hacia el Bien y hacia el
Mal, en el sentido religioso de estos términos.
Así como en los críticos del cristianismo
podemos observar un desconocimiento de los sentimientos humanos, como una
característica esencial y objetiva del hombre, en los marxistas observamos un
desconocimiento de los aspectos hereditarios del hombre, que les hace afirmar
de que éste actúa principalmente por influencia del medio social. Los nazis,
por el contrario, suponen que el hombre actúa en función de su herencia
genética y de su raza, desconociendo la influencia social como otro de los
factores determinantes de la conducta. El destruccionismo,
como vemos, parte de la mentira, o de la verdad parcial, mientras que las
tendencias constructivistas buscan y se basan en la
verdad.