1 HACIA UNA TEOCRACIA

 

 

Las acciones y las actitudes humanas surgen de nuestras características heredadas y también de la influencia recibida desde el medio social. Veremos que cuatro son las instancias que hacen que un individuo busque el Bien y evite el Mal, y que son las bases de nuestro comportamiento ético.

 

   La primera instancia deriva de nuestra conciencia moral. Puede decirse que en nuestro cerebro existe un proceso que nos permite prever los efectos que ocasionarán nuestras acciones, o nuestras actitudes, de manera de poder evitarlos si son negativos para uno mismo y para los demás, al igual que nos permitirá favorecerlos si son positivos para ambos.

 

   Si falla nuestra conciencia moral, por inmadurez, por incapacidad o por cualquier otra causa, será el medio familiar el que tratará de encauzarnos por el mejor camino. Si aún falla esta segunda instancia, será la influencia de la sociedad la que deberá actuar sobre el individuo. Si aún falla esta tercera instancia, será la ley humana la que deberá imponer límites a la conducta alejada del comportamiento ético.

 

   A partir de la secuencia descripta, resulta prioritario orientar al individuo mediante información que lo ayude a fortalecer su conciencia moral. Esto se opone a la tendencia que da a la ley humana un carácter prioritario sobre las otras instancias. Es fácil apreciar que la casi totalidad de nuestras acciones y decisiones son tomadas a partir de los dictados de nuestra conciencia moral y que, prácticamente, desconocemos totalmente la forma de las leyes humanas. De ahí que, si buscamos mejorar la sociedad, debemos pensar en un conjunto de ideas orientadoras antes que pensar en un conjunto de leyes establecidas a partir del Derecho.

 

   Se ha definido a la política como “el arte de gobernar a los pueblos”. Si tenemos presente que la sociedad se establece a partir de individuos, será también el arte de gobernar individuos. Y ese gobierno deberá ser establecido mediante ideas antes de serlo mediante leyes. Tales ideas deberán tener en cuenta a las leyes naturales y al orden natural respectivo.

 

   La idea de establecer leyes que gobiernen a los hombres y que sean independientes de los gobernantes, ha sido un principio establecido desde épocas lejanas. Los hombres pasan pero la ley queda. El conjunto de leyes establece un ordenamiento social que trascenderá a sus propios autores.

 

   En forma similar, tanto el filósofo, como el religioso o el científico, tratarán de descubrir las leyes naturales eternas que trascenderán sus vidas. Uno de los filósofos que estableció con claridad los distintos tipos de leyes existentes, fue Santo Tomás de Aquino. Para lograr nuevos adeptos al cristianismo, incluso entre aquellos que desconocían la fe religiosa, intenta lograrlo a través del razonamiento y de la filosofía. Supone la existencia de una verdad única, común a la filosofía y a la religión, o al razonamiento y la fe. De ahí que trata de compatibilizar al sistema aristotélico con los fundamentos del cristianismo.

 

   En nuestra época se observa, claramente, que la idea de la verdad única debe abarcar, no sólo la filosofía y la religión, sino también la propia ciencia experimental. A continuación se menciona un resumen respecto de Santo Tomás y los distintos tipos de leyes. (Del libro “Historia sencilla del pensamiento político” de José Ocáriz GrañaEd. Rialp SA):

 

1)      Ley eterna. Entiende por tal a la Razón de Dios por la que está ordenada toda la creación. Comprendería el conjunto de leyes y finalidades que rigen el universo, material y espiritual.

2)      Ley natural. Como continuador de las tradiciones helenística (sobre todo estoica), de los juristas romanos y de la cristiana, Santo Tomás ve en la ley natural el conjunto de normas que la razón puede descubrir y que han de seguirse para que el hombre pueda alcanzar su finalidad de plenitud y felicidad. La define como «la participación de la naturaleza racional en la ley eterna» y consiste en una serie de principios generales, reducibles a la obligación de «hacer el bien y evitar el mal», y concretables en un conjunto de deberes y derechos de la persona humana; derecho a la existencia, a la verdad, al trabajo, a procrear y educar a los hijos, etc.

3)      Ley divina. Es un conjunto de principios y normas de comportamiento que, estando por encima de la razón humana, Dios manifiesta directamente al hombre por medio de la Revelación, para que pueda participar más plenamente de la ley eterna.

4)      Ley humana. Santo Tomás la define como «una ordenación de la razón por quien está al cuidado de la comunidad, para el bien común, y debidamente promulgadas». La subdivide en «ius gentium» y «ius civile». La ley humana deriva de la ley natural, a la que especifica, particulariza y añade el aspecto coactivo.

 

 

   Si se busca compatibilizar ciencia, filosofía y religión, puede establecerse la siguiente actualización de lo anterior:

 

1)      Respecto de la ley eterna, vinculada a cierta finalidad propuesta por el Creador, podemos asociar una secuencia cronológica que comienza con la aparición de las partículas elementales, átomos, moléculas, células, organismos,…hasta llegar a la vida inteligente. Si bien el término “finalidad” se ha rechazado muchas veces, es evidente que existe una tendencia hacia el logro de mayores niveles de adaptación y de mayores niveles de complejidad (lo que puede considerarse como una finalidad implícita que nos impone el orden natural).

2)      Respecto de la ley divina y de la ley natural, podemos considerarlas como una y la misma ley. De esa manera se habrá establecido la identidad entre ciencia y religión.

3)      En cuanto a la ley humana, se sigue manteniendo la idea de que debe ser una instancia que ha de suplir a las leyes previas en cuanto éstas no alcancen a conducir al hombre por el mejor camino.

 

 

   Si las ideas asociadas a la ley natural serán las que gobernarán al hombre, podemos decir que será regido por las “leyes divinas”. De ahí que el gobierno al cual debemos orientarnos es al gobierno de Dios (teocracia) a través de su ley, o el Reino de Dios  en el lenguaje bíblico.

 

   El cristianismo constituye un arquetipo político que no necesita asociarse con otras tendencias políticas, filosóficas o económicas distintas, como muchas veces se lo ha tratado de asociar buscando fortalecerlo de esa forma. Aunque, en realidad, sólo se lo ha debilitado, o se ha ignorado su propia fortaleza ideológica. El orden social emergente de una plena adaptación a las leyes naturales, es algo inédito, si bien sus resultados pueden vislumbrarse parcialmente en algunos sectores.

 

   En nuestra época no es posible prescindir de la ciencia experimental. Por el contrario, la información aportada por la biología moderna confirma algunas posturas adoptadas por la religión y nos ubica como colaboradores inmediatos del propio ente creador en la realización de la humanidad en su tan ansiada etapa espiritual.

 

   Nótese que en la secuencia antes mencionada, las partículas elementales y los átomos constituyen los fundamentos de la materia, y que la vida no es otra cosa que la materia organizada en un cierto nivel de complejidad. La colaboración entre materia y vida debe hacer que los hombres, creyentes y ateos, busquen en conjunto realizar lo que el orden natural nos ha impuesto como principal tarea.

 

   El vínculo entre las ciencias sociales y religión se establece principalmente a través de la psicología de las actitudes. El hombre posee una actitud característica que puede orientarse debidamente con la información asociada al hombre y a su inserción en el orden natural. Este será el punto de partida de una descripción general que incluye una ética natural y una ideología de adaptación.

 

   La etapa de la espiritualidad predominante, hacia la cual ha de dirigirse la humanidad, ha de ser la etapa del predominio de los sentimientos humanos sobre los valores materiales y aún sobre los valores intelectuales. Si buscáramos, día a día, compartir las penas y las alegrías de los demás, estaríamos asegurando el triunfo definitivo del Bien sobre el Mal, de la felicidad sobre el sufrimiento.

 

   Si deseamos resumir cuál es la fuerza ideológica del cristianismo y cuál es su debilidad, puede decirse que su fortaleza está asociada a la prioritaria consideración de los sentimientos del hombre, como la principal característica que debe imperar en cada uno de nosotros, mientras que su debilidad proviene de haber reemplazado, por parte de sus seguidores, a tales sentimientos por elementos extraños como son los espíritus, los ángeles o la búsqueda de la vida eterna a través de creencias variadas ajenas a los sentimientos mencionados.

 

   Cristo dijo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. Aceptar el gobierno de Dios sobre cada uno de nosotros, implica adaptarnos a la ley natural y así habremos dado a nuestra vida el sentido que nos impone el propio orden natural. La adaptación cultural del hombre sigue, por lo tanto, criterios similares a nuestra adaptación biológica.  

 

 

 

2 POLÍTICA Y ÉTICA

 

Existe una secuencia asociada a la forma en que cada hombre se encamina hacia una conducta ética. Primeramente será la conciencia moral individual la que nos orientará hacia ese comportamiento. Si así no ocurre, será la influencia familiar y social la que tratará de encauzarnos por ese camino. Si aún fallan estas instancias, será la ley humana la que limitará nuestro accionar.

 

   Puede observarse que todas estas instancias tienen un fundamento común, que es la ley natural. Nuestra conciencia determina los efectos que ocasionarán nuestras acciones y nuestras actitudes, siendo el “detector” del bien y del mal que disponemos. Así como nos inhibe a hacer el mal y nos habilita a hacer el bien, nos permitirá influir en los demás, ya sea en las personas de nuestro propio ámbito familiar o bien de nuestra sociedad.

 

   Cuando en una sociedad predomina la idea del relativismo moral y, además, la influencia social domina sobre las conciencias individuales, hace que las instancias previas sean insuficientes quedando solo la ley humana como un límite para nuestras acciones negativas. De ahí que también quienes hacen las leyes deban tener en cuenta los efectos de las acciones humanas y a la propia ley natural que rige a los hombres. Junto a la ética propuesta (para orientar al individuo) deberá estar la política (para limitar y orientar a la sociedad) debiendo apuntar ambas hacia una misma finalidad, ya que parten de un mismo fundamento: la ley natural.

 

   Marco Tulio Cicerón escribió al respecto: “Hay una ley verdadera, la recta razón inscripta en todos los corazones, inmutable, eterna, que llama a los hombres al bien por medio de sus mandamientos y los aleja del mal por sus amenazas, pero ya sea que ordene o que prohíba, nunca se dirige en vano a los buenos ni deja de atemorizar a los malos. No se puede alterarla por otras leyes, ni derogar alguno de sus preceptos, ni abrogarla por entero; ni el Senado ni el pueblo pueden liberarnos de su imperio; no necesita intérprete que la explique; es la misma en Roma que en Atenas, la misma hoy que mañana y siempre una misma ley inmutable y eterna que rige a la vez a todos los pueblos y en todos los tiempos. El universo entero está sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha concebido, meditado y sancionado esta ley; desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo, padecer los castigos más crueles aunque se escapara a los suplicios impuestos por los hombres” (“De la República”).

 

   Puede observarse que Cicerón tiene presente la existencia de la conciencia moral individual, si bien la asocia a los “corazones” humanos. Tiene presente las características de la ley natural según se las considera actualmente en la ciencia experimental. Le atribuye el carácter de invariable en el tiempo y en el espacio. Le asocia también una sanción natural en cuanto no se la tenga presente, de donde puede extraerse la idea de una justicia natural.

 

   Bernardino Montejano escribe: “Modernamente, la democracia sin límites ha intentado que la voluntad del pueblo sustituyera a la naturaleza, o sea al orden natural como criterio para determinar lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto”. Cicerón expresa al respecto: “Si el derecho se fundara en la voluntad de los pueblos, en los decretos de los principios o en las sentencias de los jueces, entonces sería derecho el latrocinio, derecho el adulterio, derecho la confección de testamentos falsos, con tal que estos recibieran los sufragios o la aprobación de la masa. Pues si tanto poder tiene la opinión o la voluntad de los insensatos, como para poder, por sus votos, trastornar la naturaleza de las cosas, ¿porqué no habrían de decidir que lo que es malo y dañino se tuviera por bueno y saludable? O ¿por qué aún, ya que la ley podría crear el derecho de la injusticia, no podría asimismo crear el bien con aquello que es mal? En cuanto a nosotros, nos es imposible distinguir la ley humana de la mala de otro modo que con la naturaleza como norma…Pensar que todo esto se funda en la opinión y no en la naturaleza, es propio de un demente” (“De Legibus”).

 

   Quienes desconocen la ley natural, incluso su existencia, suponen que la ética, la religión y la política son posturas estrictamente subjetivas. Victoria Camps escribió: “Digamos que tanto la religión, como la política y la ética se basan en creencias”. “Todo es relativo, incluidos aquellos valores que nuestra cultura y nuestra tradición ha concebido como universales. Hoy tendemos a pensar que tal vez nunca lo fueron, y que más bien fue una cultura –la occidental- la que, aprovechando su potencia, se arrogó una autoridad que no le correspondía y pretendió imponerlos universalmente. Vivimos en una cierta confusión. El relativismo de muchas creencias consideradas antaño como verdades indiscutibles, ha degenerado lógicamente en escepticismo. A fuerza de relativizarlo todo se acaba por no creer en nada o por creer únicamente en aquello cuyo valor o utilidad son comprobables. El positivismo es, desde hace tiempo, la única respuesta confiada a nuestras perplejidades” (De “El malestar de la vida pública” – Ed. Grijalbo).

 

       La ley natural (la misma que estudia la ciencia) es la razón de ser tanto de la ética, como de la religión y de la política. Se puede dudar de la existencia del Dios trascendente, ya que no es algo fácil de aceptar desde el punto de vista de nuestra razón y de nuestra lógica, pero dudar de la existencia de la ley natural implica una actitud propia de las etapas previas a la aparición de la ciencia experimental. Quien conoce algo de ciencia, encontrará extraño que exista alguna parte del universo que no esté regida por algún tipo de ley. En este sentido, la humanidad se comporta como en la Edad Media, ya que en esa época se creía en una Tierra plana mientras que unos 300 años antes de Cristo, Eratóstenes midió la circunferencia terrestre con bastante precisión. El hombre actual, incluso muchos intelectuales, ignoran un concepto tan básico como el de “ley natural”, que ya estaba muy claro en las épocas de Cicerón.

 

   Podemos describir el comportamiento ético del ser humano a partir de algo tan elemental como sus sentimientos. Si a la persona A le ocurre algo malo, B podrá entristecerse por ello, o alegrarse, o ser indiferente. Sentirá amor, odio, o será egoísta, o negligente. Estas actitudes materializan las tendencias hacia el bien y hacia el mal. Como son relaciones entre causas y efectos, “heredan” todas las características de la ley natural, ya que dicha ley es, precisamente, un vínculo permanente entre causas y efectos.

 

   Esto es muy simple. Sin embargo, muchos aducen que los sentimientos humanos son distintos en cada persona y que por ello no deben utilizarse para fundamentar una ética natural, ya que son conceptos puramente subjetivos. Con igual criterio, no debería existir el estudio de las huellas dactilares, por ser distintas en cada persona. Tampoco debería existir el estudio del ADN, por cuanto es distinto en cada persona, ni tampoco debería existir la neurociencia, porque no hay dos cerebros iguales.

 

   Al predominar el relativismo generalizado, se protesta contra quien pretenda “imponer su verdad” (ya que no existe “la verdad”). De ahí que nadie tiene derecho a hacerlo ya que existirán muchas verdades sobre cada aspecto de la realidad. Si el cristianismo, por ejemplo, está basado en una ética compatible con la ley natural, podrá ser rechazado por quienes ignoran la existencia de dicha ley y no tendrá mayor validez que cualquier otra ética propuesta. Sólo será una cuestión “cultural” como el arte, la música o las costumbres tradicionales.

 

   La ciencia política, si ha de denominarse como tal, deberá fundamentarse en leyes naturales explícitas. De ahí que, si se la puede vincular a una ética natural suficientemente fundamentada, “heredará” el carácter científico de la misma.

 

 

 

3 POLÍTICA Y CULTURA

 

 

Así como el cuerpo enfermo requiere de un diagnóstico preciso, buscando su mejoría, toda sociedad requiere de un diagnóstico similar si se busca la solución de sus problemas y falencias. El subdesarrollo económico es uno de esos problemas sociales sobre el cual se presentan diversos diagnósticos a los que les siguen varias soluciones posibles. Al igual que en el caso del médico y del enfermo, equivocarse en el diagnóstico equivale a prolongar la etapa prevaleciente de la enfermedad renunciando al logro de una buena salud.

 

Se ha dicho que una Nación marcha sobre tres ruedas principales: economía, política y cultura. De ahí que, para que el accionar sea eficaz, las tres ruedas deben girar en conjunto; aspecto en el que existe bastante coincidencia. Sin embargo, para algunos es prioritaria la economía, mientras que para otros lo es la política o la cultura. Es decir, se supone que, mejorando una de ellas, según alguna de las prioridades mencionadas, el mejoramiento de las otras dos le seguirá como una consecuencia necesaria.

 

Se ha denominado estructuralismo a la postura de quienes sugieren que la economía constituye la estructura básica de la sociedad, mientras que la política y la cultura son apenas su superestructura: “una armadura o disfraz que está al servicio de la estructura económica para protegerla o para justificarla” (según Mariano Grondona).

 

En el estructuralismo de izquierda se supone que, necesariamente, existe una explotación desde el empresario hacia sus empleados. También se supone que, en la actualidad, la explotación se produce desde los países desarrollados hacia los subdesarrollados, lo que ha sido descripto mediante la “teoría de la dependencia”. De ahí que la “solución” de los problemas sociales ha de provenir, posiblemente, del colapso económico de los países ricos (apoyado por el terrorismo internacional).

 

Esta “solución” parte de la culpabilidad exclusiva de un solo sector. De ahí que pocas intenciones de cambio y de mejora existen en las poblaciones afectadas por el atraso económico. Si la culpa es de los demás, no hay razones por las cuales uno deba mejorar. También se sugiere a todo ciudadano que adopte una postura antagónica hacia los EEUU, de lo contrario será considerado como un colaborador de ese país, negándose autenticidad a cualquier tipo de nacionalismo o patriotismo que pueda existir. Incluso podrá ser acusado de “entreguista” al que promueva la mejora social a partir de la cultura o de la religión.

 

El estructuralismo de centro (desarrollismo) afirma que es posible lograr el desarrollo, pero manteniendo la idea de la prioridad de la economía sobre la cultura y la política.

 

El estructuralismo de derecha, por otra parte, sugiere la libertad económica absoluta, con una mínima participación estatal, ya que brindará las condiciones necesarias para la solución de todos nuestros males. Incluso algunos pensadores liberales afirman que el propio mercado genera una ética que pronto abarcará los demás aspectos de la vida social. Esto es algo opuesto a lo que sucede en cualquier empresa exitosa, ya que ese éxito se debe a la existencia previa de un personal capacitado que fue seleccionado adecuadamente.

 

Mariano Grondona escribió: “El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico” – Editorial Ariel-Planeta SA).

 

En el institucionalismo predomina la política sobre la economía y la cultura. Se supone que el marco legal adecuado, junto a una democracia estable, son los requisitos básicos para lograr el desarrollo económico y cultural. Sin embargo, como todos sabemos, aun cuando existan leyes justas y precisas, de poco valdrán si en la sociedad no existe una mínima intención de respetarlas, tal como sucede frecuentemente. Publio Cornelio Tácito dijo: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”.

 

La restante postura, el culturalismo, considera prioritario el comportamiento ético individual promoviendo a la educación como elemento básico para el resurgimiento de la sociedad. Esta prioridad se hace evidente considerando que el nivel económico se establece a partir del trabajo y del ahorro productivo, aspectos que requieren de una previa base ética. También el respeto a las leyes requiere de tal atributo moral individual.

 

El individuo es la base de la sociedad antes que algunas de sus realizaciones, tales como la economía o la política.

 

 

 

4 MASIFICACIÓN

 

 

Algunos políticos, como Gandhi, trataban de que el individuo creciera espiritualmente y superara su estado de masificación. Otros, sin embargo, promueven tal estado e, incluso, lo alientan hacia la violencia entre sectores. Se distinguen así dos actitudes opuestas: la del que orienta a los individuos hacia un mejoramiento individual y los que se ubican al lado de los “débiles” para protegerlos de algún enemigo real o imaginario. Se supone, en este caso, que el débil siempre necesitará del líder populista que piense y decida por él.

 

   Quien mejor ha descripto el fenómeno de la masificación es el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955). A continuación se citan algunos párrafos que aparecen en su libro “La rebelión de las masas” (Editorial Planeta-De Agostini SA).

 

Ortega: “Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate-, snob

 

Comentario: Uno de los síntomas que afloran durante una crisis social profunda, es la existencia de individuos exigentes e intolerantes, que piensan sólo en sus derechos, pero casi nunca en sus deberes. Al menos a uno lo “tranquiliza” saber que este fenómeno social ha sido descripto adecuadamente bajo la denominación de “la rebelión de las masas”.

 

Ortega: “Como el snob (sin nobleza) está vacío de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable,  es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende a que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer”.

 

Comentario: La ausencia de metas implica cierta desorientación en la vida. Incluso al individuo sin aspiraciones le resulta indiferente delegar las decisiones importantes, que pudiera tener, en el político que ha de dirigir su vida desde el Estado.

 

Ortega: “La misión del llamado «intelectual» es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban”. “El politicismo integral, la absorción de todas las cosas y de todo el hombre por la política, es una y misma cosa con el fenómeno de rebelión de las masas que aquí se describe. La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento”.

 

Comentario: Resulta evidente que el fenómeno de la masificación es alentado por los políticos populistas, que vienen a ser los directores generales de tal proceso.

 

Ortega: “Cuando alguien nos pregunta qué somos en política, o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad, el Estado, el uso, el Derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos los gatos resulten pardos”.

 

Comentario: Se ha llegado al extremo de que, quien no sea izquierdista, sea tildado de estar a favor del Imperialismo yankee. Incluso se le negará la posibilidad de ser nacionalista, o partidario de su propio país.

 

Ortega: “La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aun antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar”. “Y es indudable que la división más radical que cabe hacer en la humanidad es esta en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”.

 

Comentario: Puede decirse también que hay personas que realizan sus vidas pensando en sus deberes, mientras que otras sólo piensan en sus derechos, siendo nuestros deberes los derechos de los demás. Es indudable que la primera postura es la que mejores resultados dará. En la división que hace Ortega está el germen de la desigualdad social, de la cual hay dos soluciones posibles: la primera consiste en tratar de que todos se esfuercen por cumplir con sus deberes, mientras que la otra “solución” consiste repartir equitativamente (por igual) los beneficios logrados por quienes hacen el mayor esfuerzo, es decir, se trata de repartir la cosecha sin antes haber repartido equitativamente la siembra.

 

Ortega: “Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en la que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”.

 

Comentario: El poco, o ningún, respeto a la ley, es otro de los síntomas mostrados por la sociedad en la que sus integrantes sólo piensan en sus derechos, y poco piensan (o nada) en los derechos de los demás.

 

Ortega: “En nuestro tiempo, el ingrediente terrible lo pone la arrolladora y violenta sublevación moral de las masas, imponente, indominable y equívoca como todo destino”.

 

Comentario: No sólo los políticos populistas promueven la sublevación moral, sino la televisión pública, con una gran capacidad para influir sobre las masas.

 

Ortega: “El hecho que necesitamos someter a anatomía puede formularse bajo estas dos rúbricas: primera, las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide, en gran parte, con el que antes parecía reservado exclusivamente a las minorías; segunda, al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías; no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan”.

 

Comentario: Los populistas pregonan que no debe haber desigualdad de clases ni minorías privilegiadas (algo aceptado por todos). Sin embargo, lo que buscan las masas (y quienes las dirigen) es reemplazar las minorías dominantes suplantándolas por el poder de las masas. Así, se hablaba del peronismo como la “nueva oligarquía analfabeta”. Incluso Andrei Sajarov se refería a la clase privilegiada en la ex -URSS expresando: “..atrincheradas en su bienestar las minorías satisfechas”. Marx alentaba a reemplazar el poder de la burguesía por la “dictadura del proletariado”.

 

Ortega: “Los derechos niveladores de la generosa inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos inconscientes”. “Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces no extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria; son algunos de los atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa”.

 

Comentario: Quienes estamos indignados por la sublevación de la gente inculta, somos los que pertenecemos a la clase media, que nunca hemos pretendido sentirnos, ni ser, aristócratas ni oligarcas y que actualmente debemos padecer la agresividad, la irrespetuosidad, y otras actitudes negativas, por parte de las masas instigadas por las ideologías del odio, como el peronismo y el marxismo.

 

Ortega: “No somos disparados sobre la existencia como la bala de un fusil, cuya trayectoria está absolutamente predeterminada. La fatalidad en que caemos al caer en este mundo –el mundo es siempre este, este de ahora- consiste en todo lo contrario. En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza….a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercer la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión. Inclusive cuando desesperados nos abandonamos a lo que quiera venir, hemos decidido no decidir.

   Es, pues, falso decir que en la vida «deciden las circunstancias». Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.

   Todo esto también vale para la vida colectiva. También en ella hay, primero, un horizonte de posibilidades, y luego, una resolución que elige y decide el modo efectivo de la existencia colectiva. Esta resolución emana del carácter que la sociedad tenga, o, lo que es lo mismo, del tipo de hombre dominante en ella. En nuestro tiempo domina el hombre-masa; es él quien decide. No se diga que esto era lo que acontecía ya en la época de la democracia, del sufragio universal. En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas presentaban sus «programas» -excelente vocablo. Los programas eran, en efecto, programas de vida colectiva. En ella se invitaba a la masa a aceptar un proyecto de decisión.

   Hoy acontece una cosa muy diferente. Si se observa la vida pública de los países donde el triunfo de las masas ha avanzado más –son los países mediterráneos- sorprende notar que en ellos se vive políticamente al día. El fenómeno es sobremanera extraño. El Poder público se halla en manos de un representante de masas. Estas son tan poderosas, que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del Poder público en forma tan incontrastable y superlativa, que sería difícil encontrar en la historia situaciones de gobierno tan prepotentes como éstas. Y, sin embargo, el Poder público, el Gobierno, vive al día; no se presenta como un porvenir franco, no significa un anuncio claro de futuro, no aparece como comienzo de algo cuyo desarrollo o evolución resulte imaginable. En suma, vive sin programa de vida, sin proyecto. No sabe dónde va porque, en rigor, no va, no tiene camino prefijado, trayectoria anticipada. Cuando este Poder público intenta justificarse, no alude para nada el futuro, sino, al contrario, se recluye en el presente y dice con perfecta sinceridad: «Soy un modo anormal de gobierno que es impuesto por las circunstancias». Es decir, por la urgencia del presente, no por cálculos del futuro. De aquí que su actuación se reduzca a esquivar el conflicto de cada hora; no a resolverlo, sino a escapar de él por el pronto, empleando los medios que sean, aun a costa de acumular con su empleo mayores conflictos sobre la hora próxima. Así ha sido siempre el Poder público cuando lo ejercieron directamente las masas; omnipotente y efímero. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes”.

 

Comentario: Esta excelente descripción, que se ha incluido en libros de Psicología Social, no debe pasar inadvertida por ninguna sociedad, especialmente la que vive en una etapa de profunda crisis moral.

 

 

 

5 MEDIOCRIDAD

 

 

Mientras que, en España, Ortega y Gasset describía al “hombre-masa”, en la Argentina, José Ingenieros (1877-1925) describía al “hombre-mediocre”. Sin duda que ambos describen un mismo hecho social, el cual es el punto de partida que podemos adoptar para comprender muchos de los movimientos políticos del siglo XX, que se proyectan sobre el siglo XXI.

 

   La rebelión, sublevación o subversión del hombre-masa, o del hombre-mediocre, no apunta a una pretendida (y legítima) igualdad social, a la que toda sociedad debe aspirar, sino que, esencialmente, esta actitud generalizada busca reemplazar a la clase predominante, o bien a la clase media, para ejercer su dominio y, a veces, su venganza antes supuestos, y reales, agravios y desprecio recibidos.

 

Ortega: “Si ese tipo humano sigue dueño de Europa y es definitivamente quien decide, bastarán treinta años para que nuestro continente retroceda a la barbarie”.

 

Comentario: Luego de la vigencia de los movimientos de masas (fascismo, nazismo, comunismo), la barbarie llegó a Europa en una manera nunca vista, tal el caso de la Segunda Guerra Mundial. Recordemos que el libro de Ortega apareció en la década de los 20.

 

Ortega: “Lo que antes se hubiera considerado como un beneficio de la suerte que inspiraba humilde gratitud hacia el destino, se convirtió en un derecho que no se agradece, sino que se exige”. “Esto nos lleva a apuntar en el diagrama psicológico del hombre-masa actual dos primeros rasgos: la libre expansión de sus deseos vitales, por tanto, de su persona, y la radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo componen la conocida psicología del niño mimado. Y, en efecto, no erraría quien utilice ésta como una cuadrícula para mirar a su través el alma de las masas actuales.”

 

Comentario: También podemos decir que el “niño caprichoso” es el que piensa sólo en sus derechos, siendo exigente e intolerante con los demás si se trata del incumplimiento de algún derecho que cree poseer. Incluso nunca va a sentirse agradecido por la ciencia moderna que, con sus logros, ha permitido el alargamiento de la vida promedio en varios años. Por el contrario, utiliza las ventajas de la ciencia, pero la critica severamente por cualquier motivo.

 

Ortega: “Mi tesis es, pues, ésta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como una organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautela se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fueren derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en más vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre”.

 

Comentario: Teniendo presente que la sociedad funciona como un edificio sustentado en las empresas (que producen bienes y servicios, y que dan empleo), si uno desea derribar ese edificio, debe colocar bombas justamente en sus columnas. Así, la mayoría de la sociedad (al menos en la Argentina) opina en forma adversa respecto de todo empresario, que es “altamente sospechoso hasta que demuestre lo contrario”. También sueñan con que el terrorismo derribe definitivamente a EEUU, incluso a Europa, sin tener en cuenta que ambos, con el 11 o 12% de la población mundial, producen un 80% de lo que se produce en todo el mundo. Siguiendo la lógica de las masas, podemos escuchar insinuaciones que afirman que, tanto EEUU como Europa, no son perfectos y son bastante egoístas, y por ello estaría justificado el terrorismo que han recibido y que deberían recibir.

 

Ortega: “Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por él Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura, o simplemente algún fuerte apetito, es una gran tentación para ella ese permanente y segura posibilidad de conseguirlo todo –sin esfuerzo, lucha, duda ni riesgo- sin más que tocar el resorte y hacer funcionar la portentosa máquina. La masa dice: «El Estado soy yo», lo cual es un perfecto error. El Estado es la masa solo en el sentido en que puede decirse de dos hombres que son idénticos porque ninguno de los dos se llama Juan. Estado contemporáneo y masa coinciden sólo en ser anónimos. Pero el caso es que el hombre-masa cree, en efecto, que él es el Estado, y tenderá cada vez más a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe –que lo perturbe en cualquier orden: en política, en ideas, en industria.

   El resultado de esta tendencia será fatal. La espontaneidad social quedará violentada una vez y otra por la intervención del Estado; ninguna nueva simiente podrá fructificar. La sociedad tendrá que vivir para el Estado; el hombre, para la máquina del Gobierno. Y como a la postre no  es sino una máquina cuya existencia y mantenimiento dependen de la vitalidad circundante que la mantenga, el Estado, después de chupar el tuétano a la sociedad, se quedará hético, esquelético, muerto con esa muerte herrumbrosa de la máquina, mucho más cadavérica que la del organismo vivo”.

 

Comentario: Quizás la mayor simplicidad, en la descripción de las tendencias políticas, surja al tenerse presentes los escritos de Ortega y Gasset. De ellos se extrae que, al existir el hombre-masa, los populismos lo orientarán hacia el dominio del Estado (totalitarismo). Así se explica el surgimiento del fascismo, del nazismo, del comunismo y del peronismo. Como oposición al totalitarismo existirán las tendencias democráticas liberales. La oposición mayor será la de las tendencias que buscan el resurgimiento del individuo, desde un punto de vista ético.

 

Ortega: “Una sociedad dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. Y como a la Naturaleza le horripila el vacío, ese hueco que deja la fuerza ausente de la opinión pública se llena con la fuerza bruta”.

 

Comentario: Podemos decir que la causa por la que un país entra en una severa crisis, radica en la toma del poder (en forma directa o indirecta) por parte de las masas. También la solución vendrá de la toma del poder por parte de la gente moralmente apta.

    Debe aclararse que la definición de hombre-masa no involucra el nivel económico o social de los individuos, sino su nivel cultural amplio, que incluye aspectos éticos.

 

Ortega: “En los capítulos anteriores he intentado filiar un nuevo tipo de hombre que hoy predomina en el mundo: le he llamado hombre-masa, y he hecho notar que su principal característica consiste en que sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él. Era natural que si ese modo de ser predomina dentro de cada pueblo, el fenómeno se produzca también cuando miramos el conjunto de las naciones. También hay, relativamente, pueblos-masas resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas que han organizado la historia. Es verdaderamente cómico contemplar cómo esta o la otra republiquita, desde su perdido rincón, se pone sobre la punta de sus pies e increpa a Europa y declara su cesantía en la historia universal”.

 

Comentario: Los que adhieren a las tendencias totalitarias, culpan a EEUU y a Europa de todos los males existentes sobre la Tierra, incluso del hambre existente. Se culpa más a los que realizan que a los que poco o nada hacen, ni por ellos ni por los demás. Cuando predomina el hombre-masa, incluso los países poderosos se convierten en “republiquitas”, que hacen y promueven guerras, tratando de dominar a los demás países. Como en el caso de una sociedad, también la decadencia mundial puede describirse en base a la masificación descripta por Ortega y Gasset.

 

José Ingenieros: “El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de que no se vive como simple reflejo de los demás. La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora. El mediocre aspira a confundirse en los que le rodean; el original tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta  a pensar con la cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales; nada parece tan peligroso como un hombre que aspira a pensar con su cabeza” (De “El hombre mediocre” – Editorial Época SA).

 

Comentario: Pareciera que Ingenieros valora excesivamente el aspecto intelectual del hombre, aún sobre su aspecto ético. De ahí que su opinión trasunta cierta dureza. Aun así, complementa la visión de Ortega y Gasset.

 

José Ingenieros: “Considerando a cada individuo con relación a su medio, tres elementos concurren a formar su personalidad: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual”.

 

   El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución humana. Es original e imaginativo, desadaptándose del medio social en la medida de su propia variación. Ésta se sobrepone a atributos hereditarios del «alma de la especie» y de las adquisiciones imitativas del «alma de la sociedad», constituyendo las aristas singulares del «alma individual», que le distinguen dentro de la sociedad. Es precursor de nuevas formas de perfección, piensa mejor que el medio en que vive y puede sobreponer ideales suyos a las rutinas de los demás”.

 

Comentario: En este caso distingue la esencia biológica de la esencia cultural, mostrando cómo el aspecto cultural debe imperar sobre la actitud biológica que tan sólo busca imitar lo que está generalizado.