6 ¿LA OCASIÓN PERDIDA?
Cuando afrontamos,
como individuos, algunos fracasos, podemos adoptar dos actitudes extremas:
culpar a los demás por nuestros males, o bien aprovechar la ocasión para
eliminar nuestras
posibles fallas y debilidades. A un nivel
colectivo pasa otro tanto. Cuando atravesamos por etapas de severa crisis moral
y social, es la ocasión adecuada para intentar un fortalecimiento individual de
toda la población.
Sin embargo, en
Debemos contemplar la posibilidad de
considerar que la crisis que padecemos depende de quien ejerce el poder y de
quienes toman las decisiones que a todos involucran. La mayoría de los
gobiernos se ha dirigido a las masas, las que han impuesto su voluntad. La
crisis se debe a la sublevación del hombre masa, fenómeno social que tan
claramente ha expuesto el filósofo José Ortega y Gasset
en su libro “La rebelión de las masas”. La otra alternativa consiste en
dirigirnos al hombre libre para instarlo a que abandone su estado de
masificación, en forma similar a lo que Gandhi hizo
en
En la actualidad predomina el hombre
“generoso con los medios ajenos”. Todos tienen la voluntad de repartir lo que
otros producen, pero casi nadie quiere producir y repartir de lo propio. A
pocos se les ha ocurrido crear una empresa para, luego, compartir sus
beneficios con los empleados. Si se trata de empresas ajenas, les parece bien
que se deba compartir la “cosecha”, pero no la “siembra”. Se acepta, como
alternativa válida, el robo directo y descarado (expropiación), antes que el
trabajo decente y sostenido.
En el caso del mejoramiento individual, pasa
otro tanto. Todos quieren mejorar el nivel ético de los demás, incluso el nivel
ético de los habitantes de los países imperialistas, pero poco hacen por
establecer un mejoramiento ético individual, lo que les dará, en cualquier
circunstancia, una inmediata elevación del grado de felicidad actual. El hombre
masa es caprichoso y exigente, de ahí que cada uno piensa siempre en sus
derechos, pero nunca en sus deberes.
Quien no comparte la actitud impuesta por la
masificación, en la cual predomina una ideología casi uniforme, será visto como
un colaboracionista del imperialismo yankee. En tal
ideología aparece la división de clases como el principal concepto que permite
describir la sociedad. Al dividirse a la gente entre ricos y pobres
(ignorándose a la predominante clase media) se favorece la violencia social. De
ahí que todo el que posee una situación económica aceptable es “sospechoso”,
hasta que demuestre lo contrario. Si dividimos a la sociedad en buenos y malos
(aceptando una gradual transición entre los extremos) es posible llegar a un
mejoramiento individual y social.
La sociedad ha comenzado a aceptar que el
delincuente no es el que no paga las deudas, sino el que presta el dinero (al
menos no debemos descartar la posibilidad de que lo sean ambos). Festejamos el
hecho de no pagar lo que hemos despilfarrado en forma irresponsable. También
gran parte de la sociedad ha “festejado” (a veces disimuladamente) el enorme
sufrimiento de las víctimas de atentados terroristas en otros países.
Ante la leve mejoría que está experimentando
la economía, se olvida que la misma es producida por el empresariado y por los
trabajadores, acompañada por las decisiones del gobierno de turno, pero no son
los políticos los que mueven a
Quienes suponen que la sociedad mejorará a
partir de una mejor legislación, olvidan que existe una tendencia generalizada
a no respetar las normas más elementales, como las que regulan al tránsito
vehicular. En realidad, debemos tratar de cumplir con las leyes éticas o
morales, aquellas que desde milenios atrás son sugeridas por la mayoría de las
religiones. De cumplirse con estas leyes elementales, se estará cumpliendo con
las leyes provenientes del Derecho.
El caos básico por el que se desliza la
sociedad proviene, esencialmente, de ignorar la voluntad de Dios, o la voluntad
implícita en las leyes que conforman el orden natural. Estas leyes, que nos
gobiernan aunque casi nunca pensemos en ellas, nos premian y nos castigan en
forma casi inmediata, según que nuestras acciones las contemplen, o no.
7 HIPERCAPITALISMO
Supongamos que un grupo
de empresas multinacionales tiene un crecimiento explosivo. En ese periodo expansivo compra las empresas
rivales llegando a convertirse en un monopolio. Si bien existen leyes que
prohíben la existencia de monopolios, puede transgredirlas mediante sobornos y
otras formas de evasión.
Supongamos que domina la economía a una
escala mundial. Se apodera de los medios masivos de difusión, de las
editoriales, además de la producción, logrando establecer un dominio casi total
sobre las naciones del mundo. Este es el peligro que muchos ven en el proceso
de la globalización.
Podemos denominar “hipercapitalismo”
a una situación como la imaginada. Este acontecimiento al que podría
conducirnos el capitalismo privado, ha fortalecido las esperanzas en algo, aparentemente,
opuesto, que es el socialismo. Sin embargo, debe tenerse presente que, en
cuanto los revolucionarios marxistas toman el poder, lo primero que hacen es
estatizar los medios de producción. También expropian los medios masivos de
difusión, las editoriales y todo ámbito laboral. Esta sería la forma más
inmediata de llegar al hipercapitalismo.
El físico ruso, y Premio Nobel
de
“Como muchos
autores señalan, el pleno monopolio estatal conduce inevitablemente a la
represión y al conformismo coercitivo, pues todo individuo depende por entero
del Estado. En los periodos críticos de represión aparece el terror, y en las
épocas más tranquilas reina la burocracia inepta, la uniformidad y la apatía”.
“Sin duda, ni
nuestro rendimiento de la producción es el mayor del mundo, ni puede esperar
alcanzar en lo inmediato los coeficientes que a este respecto ostentan los
países capitalistas adelantados. La nuestra es una economía permanentemente
militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva
para la población y peligrosa para el resto del mundo. La nuestra es una
economía que acusa fatiga crónica y falta de recursos, a pesar de nuestras
riquezas naturales, como las tierras negras, el carbón, el petróleo o la
madera, y a despecho de otras condiciones favorables, como la variedad
climática y la baja densidad de población” (De “Mi país y el mundo” Editorial Noguer SA - Pág.
40-41)
Si bien el hipercapitalismo
es un fenómeno temido a nivel mundial, no parece ser factible, ya que son
muchos los grupos empresariales poderosos y es poco probable el total
predominio de uno sobre el resto. Sin embargo, en algunos países, como Cuba,
existe un total dominio del Estado sobre la vida y las decisiones individuales.
El Che Guevara es un personaje admirado por
las masas de muchos países, siendo un promotor indiscutido del hipercapitalismo soviético. De ahí que resulta sorprendente
que sea considerado un luchador “antiimperialista”. En realidad, es Cristo
quien se opone a un imperialismo (el Imperio Romano) que acepta finalmente sus
prédicas. También Gandhi se opone exitosamente a un
imperialismo (el Británico) liberando a su propio país
de esa dominación.
8 GLOBALIZACIÓN, DEMOCRACIA Y MERCADO
Debido al éxito
parcial que la democracia y la economía de mercado han tenido en los países occidentales,
se las ha tratado de promover en todo el mundo. De ahí que el proceso de la
globalización podría esquematizarse de la siguiente forma:
Globalización = Comunicaciones
+ Democracia +
Mercado
Las comunicaciones
están asociadas al desarrollo tecnológico en electrónica e informática. Las
posibilidades que brinda Internet permiten vincularnos en forma casi
instantánea con habitantes de países lejanos, favoreciendo y permitiendo el
proceso de la globalización.
En algunos países, sin embargo, existen
conflictos étnicos que impiden que el esquema anterior pueda aplicarse
exitosamente. De ahí que deban solucionarse previamente, de lo contrario, es
posible que la progresiva liberación de los mercados tenga poco efecto sobre la
situación existente, o bien efectos negativos.
El principal conflicto radica en las
desigualdades económicas existentes entre pequeños grupos étnicos, que dominan
gran parte de la economía de un país, y el resto de la población, que es originaria
de esa región. Cuando el grupo minoritario se desvincula del resto, aparece la
violencia. Así, muchas veces la democracia se ha utilizado para que los
políticos populistas favorezcan el odio acentuando la división previamente
existente.
Estos políticos han visto la posibilidad de
expropiar los bienes a los grupos dominantes, lo que ha producido, casi
siempre, una caída notoria de la economía nacional. Veamos algunos casos
(extraídos de “El mundo en llamas” de Amy Chua – Ediciones B)
“En ese momento
(década de los 30), los hindúes, junto con los colonialistas británicos,
constituían una minoría étnica con un dominio económico absoluto en Birmania y
eran objeto de antipatía colectiva. Matar hindúes era a la vez un acto de
venganza y de orgullo nacionalista para un pueblo largo tiempo oprimido”. “En
la actualidad sólo queda una pequeña comunidad de hindúes en Birmania. Cientos
de miles huyeron en la década de 1960, como respuesta a la oleada de violencia
étnica. No obstante, una nueva minoría dominante del mercado ha ocupado su
lugar, y es mucho más rica de lo que los hindúes llegaron a ser jamás”.
“Afirmar que, en cuanto a capital financiero y humano, la inmensa mayoría de
birmanos indígenas, alrededor del 69% de la población, no puede competir con el
5% que constituye la minoría china del país es quedarse corto”.
Puede observarse, en este caso, que es el
propio pueblo birmano el que no es capaz de asumir el liderazgo económico de su
propio país, y que ha sido “conquistado” sucesivamente por minorías mejor
dispuestas para el liderazgo mencionado. El predominio chino también se produce
en Filipinas y en otros países. Amy Chua escribe:
“En la actualidad,
los chinos de Filipinas, aunque sólo constituyen entre el 1 y el 2% de la
población, controlan las cadenas de almacenes más grandes y lucrativas, los
principales supermercados y los restaurantes de comida rápida del país”. “Salvo
una excepción, todos los principales bancos de Filipinas están hoy en día
controlados por chinos”. “Hasta las economías relativamente con poco mercado de
Camboya y Laos muestran signos de dominio chino del mercado. En Phnom Penh, la capital de Camboya, hay en la actualidad
miles de prósperos negocios chinos. En Laos, que apenas cuenta con cultura
comercial indígena, la minoría china, el 1% de la población, constituye la
práctica totalidad de la comunidad empresarial y se beneficia con avidez de
cualquier apertura de mercado que provoque la globalización, por pequeña que
sea”.
“Los chinos, con
sólo el 3% de la población, controlaban aproximadamente el 70% de la economía
privada. Todos los multimillonarios de Indonesia eran de etnia china, y casi
todos los conglomerados más importantes del país eran propiedad de familias sinoindonesias”.
La reacción contra
los chinos, en Indonesia, fue descripta así:
“Al final, más de
2.000 personas perdieron la vida, incluidos muchos alborotadores pribumi atrapados
en centros comerciales en llamas (ocurrido en 1998). La fuga de capital
resultante de
En Rusia, luego de la apertura del
capitalismo, el poderío económico ha pasado a manos de siete magnates, seis de
los cuales son de origen judío, por lo que ha renacido el antiguo rencor hacia
los judíos. Quienes, en la era comunista, realizaban negocios ilegales, en el
mercado negro, están actualmente mejor preparados que los demás para adaptarse
a las reglas del juego del mercado libre. También en estos casos ha existido
una estrecha colaboración entre magnates y políticos, lo que se conoce como
“capitalismo con amiguismo”; una forma bastante común de corrupción.
Se puede establecer una comparación entre el
desempeño de los judíos en Occidente y de los chinos en Oriente, capaces de
predominar con efectividad en cuestiones económicas. Justamente, se dice de los
chinos que son “los judíos de Oriente”.
En Latinoamérica existen también minorías
que dominan las economías de los distintos países y son, principalmente, de
origen europeo. También en el Africa predominan las
minorías blancas. Amy Chua
escribe: “Como en Sudáfrica, sus dos países vecinos, Namibia y Zimbabwe, tienen
una minoría blanca dominante del mercado (debido a su enorme y muy poco
merecida ventaja), que en condiciones de mercado liberal, dominaría económicamente
de modo abrumador a la mayoría negra que la rodea”.
Aunque también existen minorías de raza
negra. Amy Chua escribe al
respecto: “Los kikuyus (minoría dominante en Kenia) no son, ni con mucho, un caso
excepcional. Pueden encontrarse minorías africanas con un éxito
desproporcionado en casi todos los rincones del continente africano. Los ibos, conocidos como los «judíos de Nigeria», por ejemplo,
son famosos en todo el mundo por constituir una minoría con un inusual instinto
y una gran iniciativa «comercial»”.
“Mientras los
hindúes son conocidos como los «judíos de Africa
oriental», los libaneses son la minoría dominante del mercado en Africa occidental”.
“El caso trágico de Ruanda ilustra la forma más extrema de los esfuerzos
efectuados con la ayuda de la democracia y el apoyo de la mayoría para
exterminar a una minoría étnica que ostenta dominio económico. Históricamente,
los hutus (alrededor del 85% de la población de
Ruanda) han sido agricultores, mientras que los tutsis
(alrededor del 14%) han sido ganaderos”. “En sólo cien días, ciudadanos hutus corrientes mataron a unos 800.000 tutsis,
la mayoría con machetes”.
Respecto al conflicto de Yugoslavia, Amy Chua escribe: “La antigua Yugoslavia constaba de seis
estados, que podían dividirse en dos grupos: los estados del norte (Croacia y
Eslovenia), más desarrollados económicamente, y los estados del sur (Bosnia,
Macedonia, Montenegro y Serbia), menos desarrollados y más pobres”. “En 1991,
Croacia y Eslovenia declararon su independencia. Bajo la dirección de Milosevic, los serbios respondieron militarmente, se
apoderaron de una tercera parte de Croacia y asesinaron a millares de personas.
En 1992, Bosnia también declaró su independencia. Pronto, toda la región estuvo
envuelta en una guerra civil, con expulsiones masivas y violencia genocida”.
“Lamentablemente,
la democracia no acaba con este resentimiento. Al contrario, la
democratización, al aumentar la voz y el poder político de la mayoría «indígena»,
ha fomentado la aparición de demagogos oportunistas –como Mugabe
en Zimbabwe, Milosevic en Serbia, Ziugánov
en Rusia, el Gran Cóndor en Bolivia y los líderes del Poder Hutu
en Ruanda- que despiertan el odio generalizado hacia la minoría y exigen que la
riqueza del país sea devuelta a los «legítimos propietarios de la nación». Como
consecuencia de ello, en su forma pura y destinada a la exportación, el intento
de establecer la democracia de libre mercado fuera de Occidente no ha
conllevado la extensión de la paz y la prosperidad, sino la confiscación, la
reacción autoritaria violenta y la matanza de cariz étnico”.
Muchos optimistas suponen que el sistema
económico imperante solucionará los conflictos en forma casi mágica. Una vez
que se descubre la superioridad de la economía de mercado respecto de la
economía planificada, se supone que se está a un paso de la solución global de
los problemas de la humanidad. Lamentablemente, la situación es mucho más
compleja. Mientras el individuo, en cualquier parte del mundo, no adquiera
valores éticos adecuados para establecer una sociedad verdaderamente humana,
seguiremos con los conflictos vigentes y con la pobreza generalizada.
9 IZQUIERDA Y DERECHA
Las tendencias
denominas “izquierda” y “derecha” pueden asociarse, respectivamente, a la
búsqueda prioritaria de la igualdad, en el primer caso, y a la libertad, en el
segundo caso, según el escritor Norberto Bobbio.
Un claro ejemplo de izquierdismo ha sido la
sociedad comunista, en donde, en la búsqueda prioritaria de la igualdad, se
restringió casi totalmente la libertad. Se dice, además, que ha sido una
igualdad en la pobreza.
La sociedad liberal, por otra parte, al
priorizar la libertad, producirá desigualdades sociales notorias. Se dice que
es una desigualdad en la riqueza (al menos riqueza para una minoría).
Es evidente que debe buscarse una solución
intermedia, ya que la falta de libertad hace desdichada la vida del hombre,
mientras que las desigualdades sociales notorias, crean tensiones que tarde o
temprano llevarán a conflictos insuperables.
La tendencia a la igualdad y a la libertad,
simultáneamente, viene implícita en el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, es
decir, compartirás las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias. Quien
busque cumplir este mandato rechazará el lujo, la superficialidad y la
ostentación, por lo que, si ha de tener una mejor situación económica,
casi no lo hará notar a los demás.
Al dejarse de lado la ostentación, todo excedente
monetario será invertido en actividades laborales que tenderán a mejorar la
situación económica de los menos favorecidos socialmente.
Se atribuye al sociólogo Fernando Cardoso (ex – presidente de Brasil) la siguiente expresión:
“Quien no es socialista de joven, no tiene corazón. Quien no es liberal de
adulto, no tiene cerebro”.
10 LA ENVIDIA IGUALITARIA
Del libro “La envidia igualitaria” de Gonzalo F. de la Mora – Ed.
Sudamericana-Planeta.
CONCLUSION
“La envidia es el malestar que se siente ante una felicidad ajena,
superior, deseada, inalcanzable e inasimilada. La
causa de envidia no es ni la voluntad de poder, ni la limitación de bienes; es
la insatisfacción apoyada en un complicado razonamiento. El origen histórico de
la envidia acaso esté en el instinto de supervivencia de los no cazadores del
clan primitivo. Hay la envidia existencial, la social y la patrimonial, que,
respectivamente, nacen del orgullo, del ansia de dominación y de la codicia;
hay también la envidia individual y la compartida”.
“El envidioso estima los valores, pero le duele que los posea otro y le
hagan más feliz. En cambio, el resentido llega a negar los valores y aun a
considerarlos contravalores”.
“La envidia es el único vicio capital que nadie confiesa para maniobrar
mejor contra el envidiado y para autoengañarse, pues
el hombre tiene espontánea conciencia de que es un sentimiento maligno”.
“El envidioso disimula su afección mediante infinidad de tácticas
encubridoras. La hipercrítica, la difamación y la calumnia son recetas para
rebajar al envidiado, y el silencio es un modo de eliminarlo socialmente. Este
hábito negativo llega a ocasionar daltonismo y miopía mentales”.
“La envidia es un sentimiento de todos los tiempos y lugares. Este
universalismo no se explica por un instinto innato, sino porque el hombre
conoce mediante comparaciones y, por tanto, se forja una idea de sí mismo
parangonándose con los demás, y forzosamente ha de sentirse inferior a muchos
en numerosos aspectos”.
“Sólo se envidia lo previamente conocido, que suele ser lo prójimo,
pero no necesariamente. También se puede envidiar la felicidad de alguien
distante a través de una descripción real o ficticia. Los transmisores de
imágenes envidiables e instigadores del sentimiento suministran a sus
clientelas una envidia prefabricada; así los medios de comunicación
demagógicos”.
“La envidia no es un sentimiento provocado de modo relativamente
reflejo por una sensación, sino por el razonamiento mismo que lleva a la envidia;
por eso es un sentimiento intrínsecamente autopunitivo.
El envidioso se castiga a sí mismo, necesaria e involuntariamente. No hay
placer en envidiar”.
“La envidia no desempeña ninguna función útil en la economía vital. No
proporciona agrado, sino desagrado; no suministra información exacta, sino
deformada acerca del entorno; y no mueve a acciones remuneradoras y adecuadas,
sino a comportamientos negativos. La envidia no es el motor de la sociabilidad;
es separadora y aislante. Apenas sirve para el mutuo control de los miembros de
una comunidad. Tampoco es un impulso directamente justiciero porque su
igualitarismo no es altruista y equitativo, sino egoísta y rencoroso”.
“El complejo proceso mental inherente a la envidia consiste en una
serie de juicios hipotéticos, inverosímiles o falsos, y en unas deducciones
incorrectas. El sentimiento envidioso está asociado a una serie de errores de
hecho, de estimación y de raciocinio. Un análisis riguroso del correlato mental
la desmonta radicalmente”.
“Aunque la envidia es antisocial puede ser manipulada como aglutinante
de los envidiosos contra los envidiados. Tales alianzas no se producen
espontáneamente y son promovidas por los demagogos, quienes subrayan las
inferioridades de unos grupos respecto de otros, las califican de inicuas y
prometen utopías igualitarias. Una interpretación ad hoc de la justicia distributiva sirve
de pseudolegitimación
a tales movilizaciones sociales. Cuando los líderes de los envidiosos
llegan al poder aplican políticas expropiatorias
mediante nacionalizaciones o a través de impuestos progresivos y
discriminatorios e imponen ideologías oficiales para establecer la igualdad de
pensamiento. Los programas igualitarios son incompatibles con la libertad y
exigen intervencionismos económicos crecientes, hipertrofia de la burocracia y,
en último término, métodos totalitarios. Luego, la utopía igualitaria no se
cumple y aparece una nueva clase que, al monopolizar el poder político y el
económico, alcanza una superioridad mayor que ninguna otra en una situación liberal y, finalmente, se
reanuda la inevitable dialéctica de la envidia dentro de la clase dirigente
–las purgas- y en los restantes niveles sociales”.
“Los hombres, en su inmensa mayoría, tratan de no ser envidiados porque
temen la hostilidad del envidioso. Unos recurren a la huida, es decir, al
aislamiento y por eso ensanchan y amurallan el área de su «intimidad». Otros
simulan que son poco o nada felices. Y los hay que se
humillan y piden perdón a los
envidiosos. Los grupos, en vez de huir, se enclaustran en ámbitos reservados a
sus miembros y, en ocasiones, recurren también a la simulación. La cortesía no
se explica como un sistema de usos para desarmar a los envidiosos, aunque en la
medida en que lubrica las relaciones sociales puede desestimular
algunas reacciones envidiosas. Tampoco el envidioso se aplaca con los favores
que le hace el envidiado”.
“No toda inferioridad felicitaria da lugar a
la envidia, lo cual demuestra que el sentimiento es superable. Un recurso es la
emulación que consiste en no dolerse de la felicidad ajena, sino en tratar de
alcanzarla. Otro es especializarse vocacionalmente y
compensar ciertas inferioridades con la superioridad en la personal actividad
elegida según el ideal de la obra bien hecha”.
“Los valores no dejan de ser estimables por el hecho de pertenecer a
otros; son valiosos siempre. Cuando el entendimiento asiste a este juicio
verdadero se posibilita la fruición indirecta de lo ajeno y la envidia pierde
su apoyo axial.”
“Los hombres superiores suelen ser los más creadores, y toda creación
humana es bien común porque enriquece al patrimonio de la humanidad. En la
medida en que la envidia frena a los mejores, empobrece a todos. Un «egoísmo»
razonable lleva a estimular a los superdotados. Convencerse de la real
solidaridad de la especie humana es un seguro contra la envidia”.
“El orgullo hace que, entre los hispanos, la envidia sea más extensa y
profunda que en otros pueblos. Por eso infrautilizar a sus aristocracias
naturales y tienden a la insolidaridad. De ahí que sólo sean colectivamente
creadores cuando los mejores les proponen un ideal nacional y les dotan de un
orden jerárquico.”
“En suma, la envidia es un dolor general, profundo y estéril; pero es
uno de los pocos absolutamente erradicables. Se
padece por simple miopía mental, y una pedagogía inteligente puede curarla,
incluso en España” (Pág. 158-160)
LA ENVIDIA IGUALITARIA
“El hombre es, como los primates, un animal imitativo. La niñez es una
copia permanente del lenguaje, del acento, de los gestos y de los demás usos
sociales. Gracias a este fortísimo mecanismo plagiario, el infante asimila la
tradición, y se pone con poco esfuerzo a la altura del tiempo para reanudar la
marcha ascendente de la especie. En el adulto, la permanencia de intenciones
puramente imitativas es un rasgo de infantilismo. Es siempre el menos maduro el
que desea poseer el mismo artefacto que acaba de adquirir su vecino. La
sociedad de consumo, mediante la saturación publicitaria, reverdece las
tendencias copiadoras de la niñez: «Hágalo usted igual».”
“Si el humano adulto continuara siendo estrictamente imitativo, la
especie se estabilizaría como la de otros animales superiores, y no habría
progreso. Cada generación repetiría la anterior. Pero lo propio de la madurez
es ir más allá de lo visto y oído; es crearse a sí mismo, asumir e innovar.
Esta es la causa de la aceleración de la Historia.”
“En la raíz del sentimiento igualitario hay un primer momento mimético
que enlaza con las tendencias infantiles: tener, hacer o ser lo mismo que el
otro. El fenómeno se articula perfectamente con la evolución natural. Lo
patológico es que el instinto de imitación degenere en expropiatoria
voluntad de hurto o en destructor deseo de que el otro no sea más, no haga más
o no tenga más. En este último caso, el objetivo no es igualarse copiando, sino
rebajando al prójimo. Tal igualitarismo, que es el producto típico de la
envidia, constituye una corriente social que no ha cesado de crecer desde la
aparición del marxismo y cuyo vero perfil no se puede captar sin
desenmascararla, porque la envidia es subrepticia, hipócrita y simuladora”.
“La experiencia ha demostrado de modo irrefragable que la gestión
estatal es menos eficaz que la privada ¿Qué sentido tienen, pues, las nacionalizaciones?
Principalmente el de desposeer, o sea, el de satisfacer la envidia igualitaria.
También es un hecho que la inversión particular es mucho más rentable e
innovadora y crea más puestos de trabajo que la pública no subsidiaria.
Entonces ¿por qué se insiste en incrementar la participación estatal en la
economía? En gran medida, para despersonalizar la propiedad, o sea, para
satisfacer la envidia igualitaria. Es evidente que la mayor parte del gasto
público no crea capital social, sino que se destina al consumo. ¿Por qué,
entonces, arrebatar con una fiscalidad creciente a la inversión privada
fracciones cada vez mayores de sus ahorros? También para que no haya ricos, es
decir, para satisfacer la envidia igualitaria. Lo justo es que cada ciudadano
tribute en proporción a sus rentas. Esto supuesto, ¿por qué, mediante la
imposición progresiva, se hace pagar a unos hasta un porcentaje diez veces
superior al de otros por la misma cantidad de ingresos? Para penalizar la
superior capacidad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria. Lo
equitativo es que las remuneraciones sean proporcionales a los rendimientos. En
tal caso, ¿por qué se insiste en aproximar los salarios? Para que nadie gane
más que otro y, de este modo, satisfacer la envidia igualitaria. El supremo
incentivo para estimular la productividad son las primas de producción. ¿Por
qué, entonces, se exige que los incrementos salariales sean lineales? Para
castigar al más laborioso y preparado, con lo que se satisface la envidia
igualitaria. Y así sucesivamente.”
“El igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada; es una pesadilla
imposible. Lo que sí cabe es satisfacer transitoria y localmente la envidia
igualitaria al precio de la involución cultural y económica. Cuanto más caiga
una sociedad en la incitación envidiosa, más frenará su marcha. La envidia
igualitaria es el sentimiento social reaccionario por excelencia. Y es una
irónica falsificación semántica que se autodenominen «progresistas» las
corrientes políticas que estimulan tal flaqueza de la especie humana. La
deletérea envidia igualitaria dicta las páginas oscuras de la Historia; la
jerárquica emulación creadora escribe las de esplendor” (Pág.230-232)
EPILOGO
“Ya en el primer párrafo nuncupatorio del Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad (1734), Rousseau se apresuró a enunciar su tesis: «La naturaleza ha
puesto la igualdad entre los hombres, y ellos han instituido la desigualdad».
El revolucionario mensaje se mitificó y se elevó a dogma. En Juan Jacobo, que
es una de las expresiones más genuinas del cinismo universal, casi todo es
deliciosa ficción; pero acaso la más falaz de sus predicaciones sea la
igualitaria. Lo cierto es exactamente lo contrario: la Naturaleza, que es
jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, y la sociedad, que es
homogeneizadora, trata de asemejarlos y de guillotinar sus peculiaridades
individuales.”
“Hay recién nacidos prematuros y retrasados, voraces y desganados,
silenciosos y gritadores. Cada ser humano es un microcosmos de potencialidades
distintas, con un código genético irrepetible que, al desarrollarse, manifiesta
aptitudes y vocaciones variadísimas. Todos nacen desiguales y, tan pronto como
en la escuela de párvulos se efectúan las primeras evaluaciones, resulta que
unos son fuertes y otros débiles, unos tenaces y otros abúlicos, unos geniales
y otros subnormales. Casi todas las cualidades superiores del hombre se
distribuyen en una curva gaussiana donde nadie ocupa
el mismo punto. La desigualdad natural entre los hombres es absoluta y se
escalona entre extremos de trágica contradicción, como la que separa al
mogólico del superdotado y al deforme del atleta. Dos hijos de los mismos
padres, criados en idéntico hogar, tan pronto como empiezan a manifestarse
revelan personalidades dispares y, a veces, antípodas. Y estas diferencias se
complican aunque tengan los mismos libros y maestros. Es absolutamente falso
que la Naturaleza engendre a los hombres iguales; la verdad es que los pone en
el mundo con capacidades disímiles y obviamente jerarquizables.
La hipotética homogeneidad anunciada por Rousseau
está en contradicción con los datos más evidentes de la genética, la fisiología
y la psicología. Es una ficción para uso de demagogos y consumo de frustrados.”
“Y tampoco es verdad que la sociedad institucionalice las
desigualdades. Al contrario, cada sociedad realiza un denodado esfuerzo
igualatorio. Comienza imponiendo un idioma
con rígidas reglas morfológicas, fonéticas y sintácticas. La corrección
consiste en aceptar unas normas lingüísticas comunes y si alguien se obstina en
escribir un vocablo con ortografía disidente o en utilizar un acusativo en
lugar de un dativo, la sociedad reacciona punitivamente. La equiparación
idiomática suele implicar la de pensar, con una serie de básicos criterios,
entre los que ocupa lugar preferente el cuestionabilísimo
principio de causalidad. De hecho, en el fondo de cada idioma hay una tácita
concepción del mundo. Paralelamente se van imponiendo una serie de pautas de
comportamiento: cómo hay que alimentarse, saludar, vestirse, rezar, etc. A
medida que el adolescente se desarrolla, la educación nacional le va
suministrando una idea de la Historia y una definición de lo que es bello,
bueno y verdadero. El que se separa de estos criterios sociales se convierte en
un extravagante, en un rebelde y, en el límite, en un delincuente. La sociedad
tiene un calificativo revelador para el que se resiste a la coacción niveladora
ambiental: es un inadaptado.”
“Al contrario de lo que predicaba Rousseau y
han tratado de realizar sus epígonos, especialmente los socialistas, pienso que
el gran quehacer social de nuestro tiempo no consiste en aumentar las
potencialidades igualatorias de la sociedad y del Estado, sino en
individualizar más”.
“A medida que el género humano ha ido interrelacionándose por el
perfeccionamiento de las comunicaciones, y a medida que el Estado ha ido
ampliando el ámbito de su acción coactiva, el poder uniformador de la sociedad
se ha extendido hasta los dilatados límites actuales. La autarquía es cada vez
más difícil y, consiguientemente, la personalidad individual está más amenazada
cada día. La uniformidad por la que avanzan los países socialistas ha
aniquilado ya masivamente algunas de las más nobles virtualidades creadoras de
la especie: en el área de las humanidades y del arte, el Este es mediocridad,
repetición, monotonía. Y la escuela estatal única, la censura y la propaganda
masiva han estandarizado las ideas y han proscrito la libertad de pensar. Pero
incluso en Occidente los países rectores aspiran a imponer sus modas y hasta
sus modos políticos a los demás. El movimiento «hippy»
fue una reacción irracional contra la nivelación. La melena y el descamisamiento son, aunque muy rudimentarios, recursos
liberadores a los que apelan los menos imaginativos frente a una sociedad
progresivamente laminadora”.
“La riqueza de la especie humana es la variedad de sus individuos. Las
posibilidades filogenéticos se multiplican por la desigualdad personal.
Cualquier descubrimiento es siempre una innovación y, por tanto, algo distinto
de lo habitual. Los protagonistas del progreso de la Humanidad no son las masas
uniformes, sino los espíritus superiores, los más diferentes”.
“Los corruptores tratan de explotar la envidia y el resentimiento para
asentar sobre tan negativas pulsiones la dictadura igualitaria. Juan Ramón
Jiménez la denunció en un verso famoso: «Lo querían matar porque era distinto».
Y Saint-Exupéry respondió: «Si difiero de ti, en
lugar de lesionarte, te aumento». Dio en la diana el poeta romántico Young: «Todos nacemos originales y casi todos morimos
copias». Al revés de lo que propugnaban Rousseau y Marx, la gran tarea del humanismo moderno es lograr que la
persona sea libre de ser ella misma, y que el Estado no la obligue a ser un
plagio”.
“No hay que cultivar el odio, sino el respeto al mejor; no el
rebajamiento de los superiores, sino la autorealización
propia. La igualdad implica siempre despotismo, y la desigualdad es el fruto de
la libertad. En lugar de molturación, individuación; y en vez de confusión,
gradación. Que la sociedad sea promotora de mutaciones personales y no una
matriz clónica o un gigantesco rasero. En lugar de la tóxica envidia
igualitaria, la creadora emulación jerárquica”. (Pág.233-235)