6 ¿LA OCASIÓN PERDIDA?

 

Cuando afrontamos, como individuos, algunos fracasos, podemos adoptar dos actitudes extremas: culpar a los demás por nuestros males, o bien aprovechar la ocasión para eliminar nuestras posibles fallas y debilidades. A un nivel colectivo pasa otro tanto. Cuando atravesamos por etapas de severa crisis moral y social, es la ocasión adecuada para intentar un fortalecimiento individual de toda la población.

 

   Sin embargo, en la Argentina, estamos perdiendo una oportunidad de mejorar, ya que la mayoría de los políticos, y de los ciudadanos, ha optado por culpar de todos nuestros males al “imperialismo yankee”, al “sistema capitalista”, etc. Mientras tanto, sigue en pleno vigor el derroche de energía en establecimientos estatales, el desgano laboral en todos los ámbitos de la Nación, la difusión televisiva del libertinaje y del relativismo moral, la irresponsabilidad, etc. En realidad, si pretendemos fortalecernos en lo inmediato, debemos pensar que el “imperialismo yankee” es el doble de perjudicial de lo que en realidad es. De esa manera aprovecharemos esa situación, real o ficticia, para tratar de eliminar nuestros graves defectos de comportamiento.

 

   Debemos contemplar la posibilidad de considerar que la crisis que padecemos depende de quien ejerce el poder y de quienes toman las decisiones que a todos involucran. La mayoría de los gobiernos se ha dirigido a las masas, las que han impuesto su voluntad. La crisis se debe a la sublevación del hombre masa, fenómeno social que tan claramente ha expuesto el filósofo José Ortega y Gasset en su libro “La rebelión de las masas”. La otra alternativa consiste en dirigirnos al hombre libre para instarlo a que abandone su estado de masificación, en forma similar a lo que Gandhi hizo en la India del siglo XX.

 

   En la actualidad predomina el hombre “generoso con los medios ajenos”. Todos tienen la voluntad de repartir lo que otros producen, pero casi nadie quiere producir y repartir de lo propio. A pocos se les ha ocurrido crear una empresa para, luego, compartir sus beneficios con los empleados. Si se trata de empresas ajenas, les parece bien que se deba compartir la “cosecha”, pero no la “siembra”. Se acepta, como alternativa válida, el robo directo y descarado (expropiación), antes que el trabajo decente y sostenido.

 

   En el caso del mejoramiento individual, pasa otro tanto. Todos quieren mejorar el nivel ético de los demás, incluso el nivel ético de los habitantes de los países imperialistas, pero poco hacen por establecer un mejoramiento ético individual, lo que les dará, en cualquier circunstancia, una inmediata elevación del grado de felicidad actual. El hombre masa es caprichoso y exigente, de ahí que cada uno piensa siempre en sus derechos, pero nunca en sus deberes.

 

   Quien no comparte la actitud impuesta por la masificación, en la cual predomina una ideología casi uniforme, será visto como un colaboracionista del imperialismo yankee. En tal ideología aparece la división de clases como el principal concepto que permite describir la sociedad. Al dividirse a la gente entre ricos y pobres (ignorándose a la predominante clase media) se favorece la violencia social. De ahí que todo el que posee una situación económica aceptable es “sospechoso”, hasta que demuestre lo contrario. Si dividimos a la sociedad en buenos y malos (aceptando una gradual transición entre los extremos) es posible llegar a un mejoramiento individual y social.

 

   La sociedad ha comenzado a aceptar que el delincuente no es el que no paga las deudas, sino el que presta el dinero (al menos no debemos descartar la posibilidad de que lo sean ambos). Festejamos el hecho de no pagar lo que hemos despilfarrado en forma irresponsable. También gran parte de la sociedad ha “festejado” (a veces disimuladamente) el enorme sufrimiento de las víctimas de atentados terroristas en otros países.

 

   Ante la leve mejoría que está experimentando la economía, se olvida que la misma es producida por el empresariado y por los trabajadores, acompañada por las decisiones del gobierno de turno, pero no son los políticos los que mueven a la Nación. Muchas veces, el país avanza a pesar de los políticos.

 

   Quienes suponen que la sociedad mejorará a partir de una mejor legislación, olvidan que existe una tendencia generalizada a no respetar las normas más elementales, como las que regulan al tránsito vehicular. En realidad, debemos tratar de cumplir con las leyes éticas o morales, aquellas que desde milenios atrás son sugeridas por la mayoría de las religiones. De cumplirse con estas leyes elementales, se estará cumpliendo con las leyes provenientes del Derecho.

 

   El caos básico por el que se desliza la sociedad proviene, esencialmente, de ignorar la voluntad de Dios, o la voluntad implícita en las leyes que conforman el orden natural. Estas leyes, que nos gobiernan aunque casi nunca pensemos en ellas, nos premian y nos castigan en forma casi inmediata, según que nuestras acciones las contemplen, o no.

 

 

 

 

7 HIPERCAPITALISMO

 

Supongamos que un grupo de empresas multinacionales tiene un crecimiento explosivo.  En ese periodo expansivo compra las empresas rivales llegando a convertirse en un monopolio. Si bien existen leyes que prohíben la existencia de monopolios, puede transgredirlas mediante sobornos y otras formas de evasión.

 

   Supongamos que domina la economía a una escala mundial. Se apodera de los medios masivos de difusión, de las editoriales, además de la producción, logrando establecer un dominio casi total sobre las naciones del mundo. Este es el peligro que muchos ven en el proceso de la globalización.

 

   Podemos denominar “hipercapitalismo” a una situación como la imaginada. Este acontecimiento al que podría conducirnos el capitalismo privado, ha fortalecido las esperanzas en algo, aparentemente, opuesto, que es el socialismo. Sin embargo, debe tenerse presente que, en cuanto los revolucionarios marxistas toman el poder, lo primero que hacen es estatizar los medios de producción. También expropian los medios masivos de difusión, las editoriales y todo ámbito laboral. Esta sería la forma más inmediata de llegar al hipercapitalismo.

 

   El físico ruso, y Premio Nobel de la Paz, Andrei Sajarov, escribe sobre la ex URSS: “Opino que la definición que más conviene a la sociedad soviética contemporánea es la de «sociedad de capitalismo estatal»; es decir, un sistema que, a diferencia del actual capitalismo de tipo occidental, está basado en la total nacionalización y el absoluto monopolio de la economía por el Partido y el Estado que, asimismo, ejercen pleno control sobre la cultura, la ideología y otros aspectos básicos de la vida”.

 

“Como muchos autores señalan, el pleno monopolio estatal conduce inevitablemente a la represión y al conformismo coercitivo, pues todo individuo depende por entero del Estado. En los periodos críticos de represión aparece el terror, y en las épocas más tranquilas reina la burocracia inepta, la uniformidad y la apatía”.

 

“Sin duda, ni nuestro rendimiento de la producción es el mayor del mundo, ni puede esperar alcanzar en lo inmediato los coeficientes que a este respecto ostentan los países capitalistas adelantados. La nuestra es una economía permanentemente militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva para la población y peligrosa para el resto del mundo. La nuestra es una economía que acusa fatiga crónica y falta de recursos, a pesar de nuestras riquezas naturales, como las tierras negras, el carbón, el petróleo o la madera, y a despecho de otras condiciones favorables, como la variedad climática y la baja densidad de población” (De “Mi país y el mundo” Editorial Noguer SA  - Pág. 40-41)

 

   Si bien el hipercapitalismo es un fenómeno temido a nivel mundial, no parece ser factible, ya que son muchos los grupos empresariales poderosos y es poco probable el total predominio de uno sobre el resto. Sin embargo, en algunos países, como Cuba, existe un total dominio del Estado sobre la vida y las decisiones individuales.

 

   El Che Guevara es un personaje admirado por las masas de muchos países, siendo un promotor indiscutido del hipercapitalismo soviético. De ahí que resulta sorprendente que sea considerado un luchador “antiimperialista”. En realidad, es Cristo quien se opone a un imperialismo (el Imperio Romano) que acepta finalmente sus prédicas. También Gandhi se opone exitosamente a un imperialismo (el Británico) liberando a su propio país de esa dominación.

 

 

 

8 GLOBALIZACIÓN, DEMOCRACIA Y MERCADO

 

Debido al éxito parcial que la democracia y la economía de mercado han tenido en los países occidentales, se las ha tratado de promover en todo el mundo. De ahí que el proceso de la globalización podría esquematizarse de la siguiente forma:

 

 

  Globalización =  Comunicaciones +  Democracia  +   Mercado

 

 

Las comunicaciones están asociadas al desarrollo tecnológico en electrónica e informática. Las posibilidades que brinda Internet permiten vincularnos en forma casi instantánea con habitantes de países lejanos, favoreciendo y permitiendo el proceso de la globalización.

 

   En algunos países, sin embargo, existen conflictos étnicos que impiden que el esquema anterior pueda aplicarse exitosamente. De ahí que deban solucionarse previamente, de lo contrario, es posible que la progresiva liberación de los mercados tenga poco efecto sobre la situación existente, o bien efectos negativos.

 

   El principal conflicto radica en las desigualdades económicas existentes entre pequeños grupos étnicos, que dominan gran parte de la economía de un país, y el resto de la población, que es originaria de esa región. Cuando el grupo minoritario se desvincula del resto, aparece la violencia. Así, muchas veces la democracia se ha utilizado para que los políticos populistas favorezcan el odio acentuando la división previamente existente.

 

    Estos políticos han visto la posibilidad de expropiar los bienes a los grupos dominantes, lo que ha producido, casi siempre, una caída notoria de la economía nacional. Veamos algunos casos (extraídos de “El mundo en llamas” de Amy Chua – Ediciones B)

 

“En ese momento (década de los 30), los hindúes, junto con los colonialistas británicos, constituían una minoría étnica con un dominio económico absoluto en Birmania y eran objeto de antipatía colectiva. Matar hindúes era a la vez un acto de venganza y de orgullo nacionalista para un pueblo largo tiempo oprimido”. “En la actualidad sólo queda una pequeña comunidad de hindúes en Birmania. Cientos de miles huyeron en la década de 1960, como respuesta a la oleada de violencia étnica. No obstante, una nueva minoría dominante del mercado ha ocupado su lugar, y es mucho más rica de lo que los hindúes llegaron a ser jamás”. “Afirmar que, en cuanto a capital financiero y humano, la inmensa mayoría de birmanos indígenas, alrededor del 69% de la población, no puede competir con el 5% que constituye la minoría china del país es quedarse corto”.

 

   Puede observarse, en este caso, que es el propio pueblo birmano el que no es capaz de asumir el liderazgo económico de su propio país, y que ha sido “conquistado” sucesivamente por minorías mejor dispuestas para el liderazgo mencionado. El predominio chino también se produce en Filipinas y en otros países. Amy Chua escribe:

 

“En la actualidad, los chinos de Filipinas, aunque sólo constituyen entre el 1 y el 2% de la población, controlan las cadenas de almacenes más grandes y lucrativas, los principales supermercados y los restaurantes de comida rápida del país”. “Salvo una excepción, todos los principales bancos de Filipinas están hoy en día controlados por chinos”. “Hasta las economías relativamente con poco mercado de Camboya y Laos muestran signos de dominio chino del mercado. En Phnom Penh, la capital de Camboya, hay en la actualidad miles de prósperos negocios chinos. En Laos, que apenas cuenta con cultura comercial indígena, la minoría china, el 1% de la población, constituye la práctica totalidad de la comunidad empresarial y se beneficia con avidez de cualquier apertura de mercado que provoque la globalización, por pequeña que sea”.

 

“Los chinos, con sólo el 3% de la población, controlaban aproximadamente el 70% de la economía privada. Todos los multimillonarios de Indonesia eran de etnia china, y casi todos los conglomerados más importantes del país eran propiedad de familias sinoindonesias”.

 

La reacción contra los chinos, en Indonesia, fue descripta así:

 

“Al final, más de 2.000 personas perdieron la vida, incluidos muchos alborotadores pribumi atrapados en centros comerciales en llamas (ocurrido en 1998). La fuga de capital resultante de 40.000 a 100.000 millones de dólares, casi todo bajo control chino, sumió a la economía en una crisis de la que el país no se ha recuperado. En aquel momento, sin embargo, la opinión imperante entre la mayoría pribumi fue que «valía la pena perder diez años de crecimiento para librarse del problema chino de una vez por todas»”.

 

   En Rusia, luego de la apertura del capitalismo, el poderío económico ha pasado a manos de siete magnates, seis de los cuales son de origen judío, por lo que ha renacido el antiguo rencor hacia los judíos. Quienes, en la era comunista, realizaban negocios ilegales, en el mercado negro, están actualmente mejor preparados que los demás para adaptarse a las reglas del juego del mercado libre. También en estos casos ha existido una estrecha colaboración entre magnates y políticos, lo que se conoce como “capitalismo con amiguismo”; una forma bastante común de corrupción.

 

   Se puede establecer una comparación entre el desempeño de los judíos en Occidente y de los chinos en Oriente, capaces de predominar con efectividad en cuestiones económicas. Justamente, se dice de los chinos que son “los judíos de Oriente”.

 

    En Latinoamérica existen también minorías que dominan las economías de los distintos países y son, principalmente, de origen europeo. También en el Africa predominan las minorías blancas. Amy Chua escribe: “Como en Sudáfrica, sus dos países vecinos, Namibia y Zimbabwe, tienen una minoría blanca dominante del mercado (debido a su enorme y muy poco merecida ventaja), que en condiciones de mercado liberal, dominaría económicamente de modo abrumador a la mayoría negra que la rodea”.

 

   Aunque también existen minorías de raza negra. Amy Chua escribe al respecto: “Los kikuyus (minoría dominante en Kenia) no son, ni con mucho, un caso excepcional. Pueden encontrarse minorías africanas con un éxito desproporcionado en casi todos los rincones del continente africano. Los ibos, conocidos como los «judíos de Nigeria», por ejemplo, son famosos en todo el mundo por constituir una minoría con un inusual instinto y una gran iniciativa «comercial»”.

 

“Mientras los hindúes son conocidos como los «judíos de Africa oriental», los libaneses son la minoría dominante del mercado en Africa occidental”.  “El caso trágico de Ruanda ilustra la forma más extrema de los esfuerzos efectuados con la ayuda de la democracia y el apoyo de la mayoría para exterminar a una minoría étnica que ostenta dominio económico. Históricamente, los hutus (alrededor del 85% de la población de Ruanda) han sido agricultores, mientras que los tutsis (alrededor del 14%) han sido ganaderos”. “En sólo cien días, ciudadanos hutus corrientes mataron a unos 800.000 tutsis, la mayoría con machetes”.

 

   Respecto al conflicto de Yugoslavia,  Amy Chua escribe: “La antigua Yugoslavia constaba de seis estados, que podían dividirse en dos grupos: los estados del norte (Croacia y Eslovenia), más desarrollados económicamente, y los estados del sur (Bosnia, Macedonia, Montenegro y Serbia), menos desarrollados y más pobres”. “En 1991, Croacia y Eslovenia declararon su independencia. Bajo la dirección de Milosevic, los serbios respondieron militarmente, se apoderaron de una tercera parte de Croacia y asesinaron a millares de personas. En 1992, Bosnia también declaró su independencia. Pronto, toda la región estuvo envuelta en una guerra civil, con expulsiones masivas y violencia genocida”.

 

“Lamentablemente, la democracia no acaba con este resentimiento. Al contrario, la democratización, al aumentar la voz y el poder político de la mayoría «indígena», ha fomentado la aparición de demagogos oportunistas –como Mugabe en Zimbabwe, Milosevic en Serbia, Ziugánov en Rusia, el Gran Cóndor en Bolivia y los líderes del Poder Hutu en Ruanda- que despiertan el odio generalizado hacia la minoría y exigen que la riqueza del país sea devuelta a los «legítimos propietarios de la nación». Como consecuencia de ello, en su forma pura y destinada a la exportación, el intento de establecer la democracia de libre mercado fuera de Occidente no ha conllevado la extensión de la paz y la prosperidad, sino la confiscación, la reacción autoritaria violenta y la matanza de cariz étnico”.

 

    Muchos optimistas suponen que el sistema económico imperante solucionará los conflictos en forma casi mágica. Una vez que se descubre la superioridad de la economía de mercado respecto de la economía planificada, se supone que se está a un paso de la solución global de los problemas de la humanidad. Lamentablemente, la situación es mucho más compleja. Mientras el individuo, en cualquier parte del mundo, no adquiera valores éticos adecuados para establecer una sociedad verdaderamente humana, seguiremos con los conflictos vigentes y con la pobreza generalizada.

 

 

9 IZQUIERDA Y DERECHA

 

Las tendencias denominas “izquierda” y “derecha” pueden asociarse, respectivamente, a la búsqueda prioritaria de la igualdad, en el primer caso, y a la libertad, en el segundo caso, según el escritor Norberto Bobbio.

 

   Un claro ejemplo de izquierdismo ha sido la sociedad comunista, en donde, en la búsqueda prioritaria de la igualdad, se restringió casi totalmente la libertad. Se dice, además, que ha sido una igualdad en la pobreza.

 

   La sociedad liberal, por otra parte, al priorizar la libertad, producirá desigualdades sociales notorias. Se dice que es una desigualdad en la riqueza (al menos riqueza para una minoría).

 

   Es evidente que debe buscarse una solución intermedia, ya que la falta de libertad hace desdichada la vida del hombre, mientras que las desigualdades sociales notorias, crean tensiones que tarde o temprano llevarán a conflictos insuperables.

 

   La tendencia a la igualdad y a la libertad, simultáneamente, viene implícita en el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, es decir, compartirás las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias. Quien busque cumplir este mandato rechazará el lujo, la superficialidad y la ostentación, por lo que, si ha de tener una mejor situación económica, casi  no lo hará notar a los demás.

 

   Al dejarse de lado la ostentación, todo excedente monetario será invertido en actividades laborales que tenderán a mejorar la situación económica de los menos favorecidos socialmente.

 

   Se atribuye al sociólogo Fernando Cardoso (ex – presidente de Brasil) la siguiente expresión: “Quien no es socialista de joven, no tiene corazón. Quien no es liberal de adulto, no tiene cerebro”.

 

 

 

10 LA ENVIDIA IGUALITARIA

  

Del libro “La envidia igualitaria” de Gonzalo F. de la Mora  Ed. Sudamericana-Planeta.

 

CONCLUSION

 

“La envidia es el malestar que se siente ante una felicidad ajena, superior, deseada, inalcanzable e inasimilada. La causa de envidia no es ni la voluntad de poder, ni la limitación de bienes; es la insatisfacción apoyada en un complicado razonamiento. El origen histórico de la envidia acaso esté en el instinto de supervivencia de los no cazadores del clan primitivo. Hay la envidia existencial, la social y la patrimonial, que, respectivamente, nacen del orgullo, del ansia de dominación y de la codicia; hay también la envidia individual y la compartida”.

 

“El envidioso estima los valores, pero le duele que los posea otro y le hagan más feliz. En cambio, el resentido llega a negar los valores y aun a considerarlos contravalores”.

 

“La envidia es el único vicio capital que nadie confiesa para maniobrar mejor contra el envidiado y para autoengañarse, pues el hombre tiene espontánea conciencia de que es un sentimiento maligno”.

 

“El envidioso disimula su afección mediante infinidad de tácticas encubridoras. La hipercrítica, la difamación y la calumnia son recetas para rebajar al envidiado, y el silencio es un modo de eliminarlo socialmente. Este hábito negativo llega a ocasionar daltonismo y miopía mentales”.

 

“La envidia es un sentimiento de todos los tiempos y lugares. Este universalismo no se explica por un instinto innato, sino porque el hombre conoce mediante comparaciones y, por tanto, se forja una idea de sí mismo parangonándose con los demás, y forzosamente ha de sentirse inferior a muchos en numerosos aspectos”.

 

“Sólo se envidia lo previamente conocido, que suele ser lo prójimo, pero no necesariamente. También se puede envidiar la felicidad de alguien distante a través de una descripción real o ficticia. Los transmisores de imágenes envidiables e instigadores del sentimiento suministran a sus clientelas una envidia prefabricada; así los medios de comunicación demagógicos”.

 

“La envidia no es un sentimiento provocado de modo relativamente reflejo por una sensación, sino por el razonamiento mismo que lleva a la envidia; por eso es un sentimiento intrínsecamente autopunitivo. El envidioso se castiga a sí mismo, necesaria e involuntariamente. No hay placer en envidiar”.

 

“La envidia no desempeña ninguna función útil en la economía vital. No proporciona agrado, sino desagrado; no suministra información exacta, sino deformada acerca del entorno; y no mueve a acciones remuneradoras y adecuadas, sino a comportamientos negativos. La envidia no es el motor de la sociabilidad; es separadora y aislante. Apenas sirve para el mutuo control de los miembros de una comunidad. Tampoco es un impulso directamente justiciero porque su igualitarismo no es altruista y equitativo, sino egoísta y rencoroso”.

 

“El complejo proceso mental inherente a la envidia consiste en una serie de juicios hipotéticos, inverosímiles o falsos, y en unas deducciones incorrectas. El sentimiento envidioso está asociado a una serie de errores de hecho, de estimación y de raciocinio. Un análisis riguroso del correlato mental la desmonta radicalmente”.

 

“Aunque la envidia es antisocial puede ser manipulada como aglutinante de los envidiosos contra los envidiados. Tales alianzas no se producen espontáneamente y son promovidas por los demagogos, quienes subrayan las inferioridades de unos grupos respecto de otros, las califican de inicuas y prometen utopías igualitarias. Una interpretación ad hoc de la justicia distributiva sirve de pseudolegitimación  a tales movilizaciones sociales. Cuando los líderes de los envidiosos llegan al poder aplican políticas expropiatorias mediante nacionalizaciones o a través de impuestos progresivos y discriminatorios e imponen ideologías oficiales para establecer la igualdad de pensamiento. Los programas igualitarios son incompatibles con la libertad y exigen intervencionismos económicos crecientes, hipertrofia de la burocracia y, en último término, métodos totalitarios. Luego, la utopía igualitaria no se cumple y aparece una nueva clase que, al monopolizar el poder político y el económico, alcanza una superioridad mayor que ninguna otra  en una situación liberal y, finalmente, se reanuda la inevitable dialéctica de la envidia dentro de la clase dirigente –las purgas- y en los restantes niveles sociales”.

 

“Los hombres, en su inmensa mayoría, tratan de no ser envidiados porque temen la hostilidad del envidioso. Unos recurren a la huida, es decir, al aislamiento y por eso ensanchan y amurallan el área de su «intimidad». Otros simulan que son poco o nada felices. Y los hay que se humillan  y piden perdón a los envidiosos. Los grupos, en vez de huir, se enclaustran en ámbitos reservados a sus miembros y, en ocasiones, recurren también a la simulación. La cortesía no se explica como un sistema de usos para desarmar a los envidiosos, aunque en la medida en que lubrica las relaciones sociales puede desestimular algunas reacciones envidiosas. Tampoco el envidioso se aplaca con los favores que le hace el envidiado”.

 

“No toda inferioridad felicitaria da lugar a la envidia, lo cual demuestra que el sentimiento es superable. Un recurso es la emulación que consiste en no dolerse de la felicidad ajena, sino en tratar de alcanzarla. Otro es especializarse vocacionalmente y compensar ciertas inferioridades con la superioridad en la personal actividad elegida según el ideal de la obra bien hecha”.

 

“Los valores no dejan de ser estimables por el hecho de pertenecer a otros; son valiosos siempre. Cuando el entendimiento asiste a este juicio verdadero se posibilita la fruición indirecta de lo ajeno y la envidia pierde su apoyo axial.”

 

“Los hombres superiores suelen ser los más creadores, y toda creación humana es bien común porque enriquece al patrimonio de la humanidad. En la medida en que la envidia frena a los mejores, empobrece a todos. Un «egoísmo» razonable lleva a estimular a los superdotados. Convencerse de la real solidaridad de la especie humana es un seguro contra la envidia”.

 

“El orgullo hace que, entre los hispanos, la envidia sea más extensa y profunda que en otros pueblos. Por eso infrautilizar a sus aristocracias naturales y tienden a la insolidaridad. De ahí que sólo sean colectivamente creadores cuando los mejores les proponen un ideal nacional y les dotan de un orden jerárquico.”

 

“En suma, la envidia es un dolor general, profundo y estéril; pero es uno de los pocos absolutamente erradicables. Se padece por simple miopía mental, y una pedagogía inteligente puede curarla, incluso en España” (Pág. 158-160)

 

 

LA ENVIDIA IGUALITARIA

 

“El hombre es, como los primates, un animal imitativo. La niñez es una copia permanente del lenguaje, del acento, de los gestos y de los demás usos sociales. Gracias a este fortísimo mecanismo plagiario, el infante asimila la tradición, y se pone con poco esfuerzo a la altura del tiempo para reanudar la marcha ascendente de la especie. En el adulto, la permanencia de intenciones puramente imitativas es un rasgo de infantilismo. Es siempre el menos maduro el que desea poseer el mismo artefacto que acaba de adquirir su vecino. La sociedad de consumo, mediante la saturación publicitaria, reverdece las tendencias copiadoras de la niñez: «Hágalo usted igual».”

 

“Si el humano adulto continuara siendo estrictamente imitativo, la especie se estabilizaría como la de otros animales superiores, y no habría progreso. Cada generación repetiría la anterior. Pero lo propio de la madurez es ir más allá de lo visto y oído; es crearse a sí mismo, asumir e innovar. Esta es la causa de la aceleración de la Historia.”

 

“En la raíz del sentimiento igualitario hay un primer momento mimético que enlaza con las tendencias infantiles: tener, hacer o ser lo mismo que el otro. El fenómeno se articula perfectamente con la evolución natural. Lo patológico es que el instinto de imitación degenere en expropiatoria voluntad de hurto o en destructor deseo de que el otro no sea más, no haga más o no tenga más. En este último caso, el objetivo no es igualarse copiando, sino rebajando al prójimo. Tal igualitarismo, que es el producto típico de la envidia, constituye una corriente social que no ha cesado de crecer desde la aparición del marxismo y cuyo vero perfil no se puede captar sin desenmascararla, porque la envidia es subrepticia, hipócrita y simuladora”.

 

“La experiencia ha demostrado de modo irrefragable que la gestión estatal es menos eficaz que la privada ¿Qué sentido tienen, pues, las nacionalizaciones? Principalmente el de desposeer, o sea, el de satisfacer la envidia igualitaria. También es un hecho que la inversión particular es mucho más rentable e innovadora y crea más puestos de trabajo que la pública no subsidiaria. Entonces ¿por qué se insiste en incrementar la participación estatal en la economía? En gran medida, para despersonalizar la propiedad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria. Es evidente que la mayor parte del gasto público no crea capital social, sino que se destina al consumo. ¿Por qué, entonces, arrebatar con una fiscalidad creciente a la inversión privada fracciones cada vez mayores de sus ahorros? También para que no haya ricos, es decir, para satisfacer la envidia igualitaria. Lo justo es que cada ciudadano tribute en proporción a sus rentas. Esto supuesto, ¿por qué, mediante la imposición progresiva, se hace pagar a unos hasta un porcentaje diez veces superior al de otros por la misma cantidad de ingresos? Para penalizar la superior capacidad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria. Lo equitativo es que las remuneraciones sean proporcionales a los rendimientos. En tal caso, ¿por qué se insiste en aproximar los salarios? Para que nadie gane más que otro y, de este modo, satisfacer la envidia igualitaria. El supremo incentivo para estimular la productividad son las primas de producción. ¿Por qué, entonces, se exige que los incrementos salariales sean lineales? Para castigar al más laborioso y preparado, con lo que se satisface la envidia igualitaria. Y así sucesivamente.”

 

“El igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada; es una pesadilla imposible. Lo que sí cabe es satisfacer transitoria y localmente la envidia igualitaria al precio de la involución cultural y económica. Cuanto más caiga una sociedad en la incitación envidiosa, más frenará su marcha. La envidia igualitaria es el sentimiento social reaccionario por excelencia. Y es una irónica falsificación semántica que se autodenominen «progresistas» las corrientes políticas que estimulan tal flaqueza de la especie humana. La deletérea envidia igualitaria dicta las páginas oscuras de la Historia; la jerárquica emulación creadora escribe las de esplendor” (Pág.230-232)

 

 

EPILOGO

 

“Ya en el primer párrafo nuncupatorio del Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad (1734), Rousseau se apresuró a enunciar su tesis: «La naturaleza ha puesto la igualdad entre los hombres, y ellos han instituido la desigualdad». El revolucionario mensaje se mitificó y se elevó a dogma. En Juan Jacobo, que es una de las expresiones más genuinas del cinismo universal, casi todo es deliciosa ficción; pero acaso la más falaz de sus predicaciones sea la igualitaria. Lo cierto es exactamente lo contrario: la Naturaleza, que es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, y la sociedad, que es homogeneizadora, trata de asemejarlos y de guillotinar sus peculiaridades individuales.”

 

“Hay recién nacidos prematuros y retrasados, voraces y desganados, silenciosos y gritadores. Cada ser humano es un microcosmos de potencialidades distintas, con un código genético irrepetible que, al desarrollarse, manifiesta aptitudes y vocaciones variadísimas. Todos nacen desiguales y, tan pronto como en la escuela de párvulos se efectúan las primeras evaluaciones, resulta que unos son fuertes y otros débiles, unos tenaces y otros abúlicos, unos geniales y otros subnormales. Casi todas las cualidades superiores del hombre se distribuyen en una curva gaussiana donde nadie ocupa el mismo punto. La desigualdad natural entre los hombres es absoluta y se escalona entre extremos de trágica contradicción, como la que separa al mogólico del superdotado y al deforme del atleta. Dos hijos de los mismos padres, criados en idéntico hogar, tan pronto como empiezan a manifestarse revelan personalidades dispares y, a veces, antípodas. Y estas diferencias se complican aunque tengan los mismos libros y maestros. Es absolutamente falso que la Naturaleza engendre a los hombres iguales; la verdad es que los pone en el mundo con capacidades disímiles y obviamente jerarquizables. La hipotética homogeneidad anunciada por Rousseau está en contradicción con los datos más evidentes de la genética, la fisiología y la psicología. Es una ficción para uso de demagogos y consumo de frustrados.”

 

“Y tampoco es verdad que la sociedad institucionalice las desigualdades. Al contrario, cada sociedad realiza un denodado esfuerzo igualatorio. Comienza imponiendo un idioma  con rígidas reglas morfológicas, fonéticas y sintácticas. La corrección consiste en aceptar unas normas lingüísticas comunes y si alguien se obstina en escribir un vocablo con ortografía disidente o en utilizar un acusativo en lugar de un dativo, la sociedad reacciona punitivamente. La equiparación idiomática suele implicar la de pensar, con una serie de básicos criterios, entre los que ocupa lugar preferente el cuestionabilísimo principio de causalidad. De hecho, en el fondo de cada idioma hay una tácita concepción del mundo. Paralelamente se van imponiendo una serie de pautas de comportamiento: cómo hay que alimentarse, saludar, vestirse, rezar, etc. A medida que el adolescente se desarrolla, la educación nacional le va suministrando una idea de la Historia y una definición de lo que es bello, bueno y verdadero. El que se separa de estos criterios sociales se convierte en un extravagante, en un rebelde y, en el límite, en un delincuente. La sociedad tiene un calificativo revelador para el que se resiste a la coacción niveladora ambiental: es un inadaptado.”

 

“Al contrario de lo que predicaba Rousseau y han tratado de realizar sus epígonos, especialmente los socialistas, pienso que el gran quehacer social de nuestro tiempo no consiste en aumentar las potencialidades igualatorias de la sociedad y del Estado, sino en individualizar más”.

 

“A medida que el género humano ha ido interrelacionándose por el perfeccionamiento de las comunicaciones, y a medida que el Estado ha ido ampliando el ámbito de su acción coactiva, el poder uniformador de la sociedad se ha extendido hasta los dilatados límites actuales. La autarquía es cada vez más difícil y, consiguientemente, la personalidad individual está más amenazada cada día. La uniformidad por la que avanzan los países socialistas ha aniquilado ya masivamente algunas de las más nobles virtualidades creadoras de la especie: en el área de las humanidades y del arte, el Este es mediocridad, repetición, monotonía. Y la escuela estatal única, la censura y la propaganda masiva han estandarizado las ideas y han proscrito la libertad de pensar. Pero incluso en Occidente los países rectores aspiran a imponer sus modas y hasta sus modos políticos a los demás. El movimiento «hippy» fue una reacción irracional contra la nivelación. La melena y el descamisamiento son, aunque muy rudimentarios, recursos liberadores a los que apelan los menos imaginativos frente a una sociedad progresivamente laminadora”.

 

“La riqueza de la especie humana es la variedad de sus individuos. Las posibilidades filogenéticos se multiplican por la desigualdad personal. Cualquier descubrimiento es siempre una innovación y, por tanto, algo distinto de lo habitual. Los protagonistas del progreso de la Humanidad no son las masas uniformes, sino los espíritus superiores, los más diferentes”.

 

“Los corruptores tratan de explotar la envidia y el resentimiento para asentar sobre tan negativas pulsiones la dictadura igualitaria. Juan Ramón Jiménez la denunció en un verso famoso: «Lo querían matar porque era distinto». Y Saint-Exupéry respondió: «Si difiero de ti, en lugar de lesionarte, te aumento». Dio en la diana el poeta romántico Young: «Todos nacemos originales y casi todos morimos copias». Al revés de lo que propugnaban Rousseau y Marx, la gran tarea del humanismo moderno es lograr que la persona sea libre de ser ella misma, y que el Estado no la obligue a ser un plagio”.

 

“No hay que cultivar el odio, sino el respeto al mejor; no el rebajamiento de los superiores, sino la autorealización propia. La igualdad implica siempre despotismo, y la desigualdad es el fruto de la libertad. En lugar de molturación, individuación; y en vez de confusión, gradación. Que la sociedad sea promotora de mutaciones personales y no una matriz clónica o un gigantesco rasero. En lugar de la tóxica envidia igualitaria, la creadora emulación jerárquica”. (Pág.233-235)