1 DE LA RELIGIÓN A LA ÉTICA

 

La existencia del Bien y del Mal puede asociarse a las actitudes básicas del hombre. En el caso de los grupos sociales, distinguimos fuerzas de unión y fuerzas de disolución. La  actitud que promueve el Bien se proyecta hacia las fuerzas de unión, mientras que las actitudes que producen el Mal se proyectan hacia las fuerzas de disolución.

 

   A la palabra “religión” se le asocia el significado de “unión de los adeptos”, por lo que “antireligión” será todo lo que divida a los hombres. La actitud del amor establece el fundamento de la religión, mientras que el odio, el egoísmo y la negligencia serán los fundamentos de la antireligión.

 

   Es frecuente que grupos autodenominados “religiosos” sean causantes de discordia y violencia. Ello ocurre cuando no se tienen presentes los aspectos éticos, sino que se intenta lograr el predominio de las propias creencias o de las propias posturas filosóficas. El triunfo del Bien sobre el Mal deberá ser una meta prioritaria.

 

   El atributo esencial de la religión será su universalidad, por cuanto deberá tener validez para cualquier habitante del planeta. Si no posee esa característica, apuntará a una humanidad dividida en sectores antagónicos. Cuando uno se siente “ciudadano del mundo”, no se identificará con ningún grupo, excepto con la propia humanidad. Tampoco mirará a los demás seres humanos como pertenecientes a grupo alguno.

 

   Su validez deberá también ser independiente de la época, por lo que deberá fundamentarse en las leyes naturales que rigen al individuo y a la sociedad. Tales leyes no cambian con el tiempo. Si no se las tiene presente, se cae en un subjetivismo que impide cualquier acuerdo.

 

   El religioso debería observar en los científicos la actitud que les permite poder decir, en varias ocasiones, “no lo sé”. Así como la ausencia del número cero hace inoperable al sistema romano de numeración, la ausencia del “no lo sé” hace inoperable a la religión tradicional.

 

   La vida religiosa implica un permanente mejoramiento individual, tanto en el aspecto corporal, como en el intelectual y el afectivo. Este último será el más importante ya que de él derivará el comportamiento ético. A partir de individuos “mejorados” se formará una sociedad auténtica. Por el contrario, si sólo buscamos satisfacer nuestras pasiones, seguiremos siendo lo que siempre hemos sido. Nadie mejora si no se lo impone como una meta para su vida.

 

   El hombre actual, en vez de estar motivado por la diferencia existente entre lo que es y lo que debería ser, busca el consumo y la diversión. Busca ser aceptado por lo que tiene, y no por sus atributos personales. Y si no tiene suficientes medios materiales, siente que poco vale.

 

   La felicidad ha de ser la consecuencia de haber emprendido el camino orientado hacia la búsqueda del mejoramiento individual, mientras que la desorientación en la vida, denotada por la búsqueda directa de la felicidad, pocas veces logra buenos resultados. La felicidad es el premio que el orden natural otorga a quienes buscan adaptarse a sus leyes.

 

   El mejoramiento individual implica tanto reducir nuestro egoísmo, nuestro odio y nuestra negligencia como aumentar nuestra capacidad para compartir penas y alegrías de nuestros semejantes. Germaine Necker escribió: “ ¿ Qué es la felicidad sino el desarrollo de nuestras facultades ?”.

 

   Si la felicidad es una consecuencia de la vida asociada a la finalidad mencionada, resulta ilógico sentir envidia por la felicidad ajena, ya que, en ese caso, deberíamos envidiar algo que a todos resulta accesible. Ser dueño de nuestra vida implica poder hacer que la felicidad dependa de nuestras propias decisiones.

 

   La sociedad que surgirá como consecuencia del predominio del sentimiento religioso, constituye un arquetipo político con características inéditas. El Reino de Dios, imperante a nivel individual, hará surgir una sociedad nueva que es una posibilidad compatible con la ley natural.

 

   La mente dedicada a lo profundo, como la religión, la ciencia y la filosofía, se siente cómoda realizando una vida simple. De lo contrario, cuando ignoramos los aspectos culturales del hombre, nos convertimos en esclavos del mundo material, complicando nuestra existencia y la del propio “mundo material”.

 

   La ética es la ciencia del comportamiento que contempla la existencia del Bien y del Mal describiendo las causas que los producen. Consiste en una sugerencia práctica que deriva de una ideología previa. Tal ideología provendrá de la religión, de la filosofía o de la ciencia.

 

   Podemos concederles, a quienes creen en el relativismo moral, que un hombre podrá lograr un aceptable grado de felicidad persiguiendo cualquier meta (como el caso del burro que sigue a la zanahoria que cuelga de la varilla que él mismo transporta), pero la felicidad de todos los hombres sólo se logrará a partir del conocimiento de la verdad.

 

   Podemos denominar “moral” al grado de acatamiento que un individuo adopta respecto de una postura ética aceptada. La diferencia entre moral y ética , en el individuo, es la misma diferencia que existe entre lo que el hombre es y lo que debería ser. Ello se debe a que, muchas veces, nuestros sentimientos no siguen fielmente a nuestro razonamiento, o nuestra acción no sigue a nuestro pensamiento.

 

   La adaptación ética es la parte esencial de nuestra adaptación cultural al orden natural. La ética será la referencia, en un sistema realimentado, mientras que la respuesta será nuestro nivel moral. La introspección, tanto psicológica como sociológica, materializará el “lazo de realimentación” que permite comparar lo que somos con lo que deberíamos llegar a ser.

 

   Lo espiritual es interpretado generalmente como el conjunto de efectos ocasionados por seres invisibles que intervienen en el mundo real. De ahí que se asigne mayor mérito a quienes tengan acceso a ese mundo paralelo. La Biblia, sin embargo, trae información para que el individuo logre un comportamiento ético adecuado. Nuestra adaptación debe lograrse respecto del orden natural, antes de serlo ante los espíritus imaginarios.

 

   La religión natural centra su atención en la única manifestación visible de Dios: el orden natural, mientras que la antireligión centra la atención en sus enemigos. En el primer caso las prédicas van dirigidas a todos los hombres buscando su unión, mientras que en el otro caso van dirigidas a un sector sin temer favorecer algún conflicto.

 

   La antireligión no sólo surge de las propias religiones establecidas cuando pierden de vista la prioridad ética. También surge de ideologías que la rechazan, por cuanto suponen que carece de sentido hablar de la existencia del Bien y del Mal, y de las causas que los producen.

 

   Si bien el marxismo ha sido dejado de lado como una posible solución a los problemas económicos, su postura filosófica mantiene su vigencia. Respecto de la ética y del marxismo, Florencio José Arnaldo escribió: “Afirmaciones básicas del marxismo-leninismo: 1) No hay normas permanentes de moral. La moral es relativa. 2) La moral depende de las condiciones económicas y es diferente para cada época histórica y para cada clase social. 3) La verdadera moral florecerá cuando se creen óptimas condiciones económicas, una vez que se haya establecido la sociedad comunista. 4) Mientras tanto el correcto proceder moral consiste en colaborar con la evolución histórica y procurar por todos los medios el advenimiento de la sociedad comunista” (De “La lucha ideológica”).

 

   Tal lucha ideológica es la mantenida entre el cristianismo y el marxismo. El cristianismo es descalificado, por los marxistas, como un simple medio que las clases dominantes disponen para ejercer su poder sobre los dominados. V. Lenín escribió: “La religión es una especie de tóxico espiritual en el que los esclavos del capitalismo ahogan su humanidad y sus aspiraciones a una existencia decente y humana” (De “Socialismo y religión”).

 

   Gandhi mostró que la “fuerza del amor y la verdad” puede ser mucho más poderosa que la fuerza del odio y la revolución. Con su accionar pudo liberar a la India, que estaba dominada por el Imperio Británico, mientras que Lenín y sus seguidores sólo consiguieron establecer un imperio opresivo aún con su propio pueblo.

 

   La lenta y dolorosa transición desde la religión pagana hasta la ética natural, se realiza a través de varias etapas. Es una evolución cultural que va desde una postura en que no hay ley alguna, sino decisiones de los dioses especializados, pasando a una etapa en que se acepta una ley natural interrumpida ocasionalmente hasta llegar a la aceptación de una ley natural invariante. En este caso se identifica la religión con la ciencia.

 

   Una de las etapas importantes en esa transición fue la aceptación del cristianismo por parte del Imperio Romano. Tal aceptación no tuvo, sin embargo, rasgos revolucionarios, ya que la ética estoica, originada en Grecia y aceptada por los romanos, tenía características similares a la ética cristiana. Los estoicos tenían presente la idea de tratar de ser “ciudadanos del mundo”, de adaptarse al orden natural (o a vivir en armonía con la naturaleza), de utilizar la razón como una guía para la acción, de exaltar la vida del sabio, de concentrar la acción en lo que resulta accesible a nuestras decisiones, etc.

 

   Se habla de la “muerte de Dios” como una característica de nuestro tiempo. Precisamente, al considerarse que no existe el Bien ni el Mal absolutos, sino que estos conceptos serían simples convencionalismos, se pierde el fundamento de la ética y la referencia inmediata de lo que ha de alcanzarse. Sin una meta, se pierde el sentido de la vida para caer en una masiva desorientación.

 

   Definirse como sociedad, o como nación, implica adoptar un rumbo determinado. Esa dirección reforzará todas las fuerzas individuales tras un objetivo común. La idea del Reino de Dios resulta accesible y realizable por cuanto basta con aceptar el fundamento de la ética natural que aparece en los Evangelios, y que es posible reproducir a partir de la observación directa de la realidad. La ética natural es la mejor ideología de la paz.

 

   Separar la ética de todo subjetivismo, asociándola a la ley natural, ha de ser la culminación de la tendencia histórica que va desde la religión pagana, siguiendo por la religión revelada, hasta llegar a la religión natural. No hace falta una revelación de Dios para que los hombres conozcamos algo tan simple como los fundamentos de la ética natural; de ahí la justificación de la religión natural.

 

   La utilidad de la religión debe mostrarse aún en circunstancias de extrema dificultad. La creciente violencia en las sociedades actuales, hace que muchos pretendan frenarla sugiriendo una mejora del “sistema jurídico” o bien del “sistema económico”. Debe tenerse presente, sin embargo, que el buen accionar individual surge de la consciencia moral personal. Cuando falla esa instancia, será la influencia familiar la que encauzará al individuo por el camino del Bien. Si aún falla esta instancia, será la influencia social la que cumplirá esa acción limitadora. Cuando han fallado estas tres instancias previas, será la ley humana la que, como última alternativa, buscará que en el individuo impere la actitud correcta.

 

   De ahí que es conveniente tratar de remediar los males sociales a través de la religión, desprovista de sus habituales errores, para que, a partir de ella, resurja la sociedad en todo su esplendor.

 

 

2 HEREJES E INFIELES

 

La evolución cultural del hombre se produce a través de sucesivas “mutaciones culturales”. Estos cambios, a veces aceptados y a veces rechazados, se producen  tanto en la religión como en la filosofía y en la ciencia.

 

   En la religión, todo cambio implica oponerse parcialmente a lo que se viene aceptando, apareciendo reacciones desde el tradicionalismo contra la innovación, siendo el hereje el que propone cambios sustanciales. De ahí que Cristo reciba la muerte por querer introducir cambios en la religión judía, mientras que Baruch de Spinoza es expulsado de la sinangoga por sus ideas filosóficas. También el hereje busca restaurar lo que ha sido deteriorado, como es el caso de Martin Lucero cuando se opone a la corrupción de la Iglesia a la que pertenece.

 

   No sólo mostrará una actitud herética quien proponga cambios en la religión, sino que así será considerado el científico cuyos descubrimientos puedan oponerse a las creencias vigentes. Estos fueron los casos de Copérnico, Galileo, Darwin y otros.

 

   Mientras que no tenemos derecho a hablar públicamente en contra de alguien, especialmente si realiza actividades que no afectan a los demás, tenemos amplios derechos de hacerlo respecto de quien “se introduce en nuestro televisor”. Con un criterio similar, quienes se dedican a la religión, o a cualquier actividad con trascendencia social, deben aceptar el derecho que los demás tienen a cuestionar cualquiera de sus aspectos.

 

   El antagonismo religioso surge de dos posturas filosóficas distintas; la de la creencia en el Dios con atributos humanos, por una parte, y la que supone la existencia de un orden natural con leyes invariantes (resumido en la expresión de Spinoza: “Dios o la naturaleza”). En un primer caso, la religión se basa en la fe y en la obediencia, mientras que en el otro caso se basa en la observación y el razonamiento, haciéndose indistinguible de la ciencia experimental.

 

   La religión sobrenatural supone la existencia de seres que actúan fuera de las leyes naturales, que hacen “contactos” con el mundo real a través de la revelación y de los milagros. La vida religiosa se apoya en las pruebas que aportan las materializaciones de lo espiritual en el mundo material. La religión natural, por el contrario, trata de espiritualizar a la materia. Considera como finalidad de la religión la de lograr la adaptación cultural del hombre al orden natural.

 

   En la religión revelada se prioriza la fe a la acción, suponiendo que la fe asegura un adecuado comportamiento ético. En la religión natural se prioriza la actitud ética antes que cualquier postura filosófica o religiosa. La primera brinda mayor seguridad porque se supone que Dios acudirá en nuestro auxilio cuando sea necesario, mientras que la religión natural admite la existencia de leyes naturales invariantes dejando la seguridad librada a nuestras propias decisiones.

 

   La religión revelada centra su atención en la existencia de la vida eterna. Si existe, o no, no depende de nuestras creencias, sino de cómo funciona el mundo real. Por el contrario, la religión natural centra su atención en la acción ética, que es accesible a nuestras decisiones y es el camino que nos llevará a la vida eterna, en caso de existir. En un caso, se premia o se castiga la creencia, en el otro caso se premia o se castiga la acción, ya que el propio orden natural así lo hace.

 

   Si bien existen cambios en la actualidad, es oportuno citar algunas prohibiciones surgidas en la Iglesia Católica del siglo XIX. Los anatemas son maldiciones que pueden llevar a la excomunión: “Sea anatema: Quien niegue el único Dios verdadero creador y señor de todas las cosas visibles e invisibles. Quien afirme sin rubor que sólo existe materia. Quien diga que la substancia o esencia de Dios y de todas las cosas es única e igual”. “Quien diga que el hombre puede y debe por sus propios esfuerzos y por progresos constantes llegar al cabo de la posesión de toda verdad y virtud. Quien rehuse aceptar como sagrados y canónicos los libros de la Sagrada Escritura íntegros, con todas sus partes, según fueron enumerados por el santo Concilio de Trento, o niegue que son inspirados por Dios”. “Quien diga que la razón es tan sabia e independiente, que Dios no puede pedirle la fe. Quien diga que la revelación divina no puede hacerse creíble por pruebas exteriores. Quien diga que no pueden hacerse milagros o que nunca pueden conocerse con certeza, y que el origen divino del cristianismo no puede probarse por ellos. Quien diga que la revelación divina no incluye misterios, sino que todos los dogmas de la fe pueden comprenderse y demostrarse por la razón debidamente comprobada. Quien diga que la ciencia humana debe proseguirse con tal espíritu de libertad que puedan considerarse sus afirmaciones como verdaderas, aun cuando se opongan a la verdad revelada. Quien diga que llegará un tiempo en el progreso de las ciencias en que las doctrinas enseñadas por la Iglesia deban tomarse en otro sentido que aquel que la Iglesia les dio y les da todavía” (Citado en “Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia” de Juan G. Draper).

 

   En las prohibiciones citadas está implícita una penosa separación entre ciencia y religión. Juan G. Draper escribió: “Venimos, pues, a parar a esta conclusión: que el cristianismo católico y la ciencia son absolutamente incompatibles, según reconocen sus respectivos adeptos. No pueden existir juntos: uno debe ceder ante la otra, y la humanidad tiene que elegir, pues no puede conservar ambos”.

 

   También en ese siglo se decretó la “infalibilidad del Papa” en cuestiones de fe. Esta actitud contrasta con aquella humildad que quiso transmitir el propio Cristo a sus seguidores mediante el ejemplo del lavado de pies a un hombre cualquiera.

 

   En la actualidad, si alguien pretende ser un seguidor de Cristo, dejando de lado todo misterio, ya que no necesita ninguna materialización de lo espiritual, será visto como un infiel, ya que para el “creyente” resulta prioritaria, no la ética, sino la legitimación de la intermediación de los que tratan de imponer su propia postura filosófica respecto del funcionamiento del mundo real.

 

   El filósofo Giordano Bruno, quemado vivo por la Inquisición, repetía antes de morir, dirigiéndose a sus captores: “Ustedes tienen más miedo que yo”. En la actualidad cabe la pregunta acerca de quién debe tener miedo respecto de una posible condena eterna: el que tiene una conducta ética adecuada (ignorando los misterios) o el que predica el cristianismo alejando de la Iglesia a gran parte de la población, a pesar de la imperiosa necesidad de orientación que existe en épocas de crisis.

 

   Uno de los últimos casos de herejía fue el del paleontólogo y sacerdote católico Pierre Teilhard de Chardin, quien buscaba la unión entre ciencia y religión. Respecto de su obra filosófica, el Santo Oficio afirma: “Confunde el espíritu con la materia, al reducir aquél a un simple estado superior de la materia” (Citado en “Gigantes de la Filosofía” de Oriol Fina).

 

   Mientras que la Iglesia mira hacia el pasado, Teilhard mira hacia el futuro. La postura estática y tradicional se opone a la actitud dinámica y futurista. Georges Crespy escribe: “Al final de este proceso, es evidente que el Cristo de Teilhard se presenta a nuestros ojos fundamentalmente hacia delante, absolutamente igual que el Cristo de la parusía” (De “Ensayo sobre Teilhard de Chardin”).

 

   En cuanto al sociólogo, o al antropólogo, que se basa en la razón y en la observación, no debería ser considerado un infiel, por cuanto no engaña a nadie, ya que el método de la ciencia no supone iluminación o inspiración divina alguna. Sin embargo, muchas veces se le “prohibe” autodenominarse “cristiano” por cuanto su razonamiento excluye lo sobrenatural.

 

   Cuando se establece una teoría sociológica, basada en la psicología de las actitudes, que permite interpretar gran parte de la ética cristiana, como una ética natural, se tiene un indicio de que no hace falta revelación alguna para llegar a dicho conocimiento. Uno cree haber hecho un gran aporte a la sociedad, porque fundamenta las prédicas cristianas en aspectos observables dejando de lado los misterios y haciendo la religión accesible al hombre común.

 

   Luego, uno se siente identificado con Cristo y trata de ser un predicador más. Sin embargo, una religión sin revelación y sin misterios es considerada una herejía. Se lo acusa a uno de dejar de lado la creencia en la resurrección, en la vida eterna, etc. Debe tenerse presente, sin embargo, que el científico es un buscador de la verdad, que trata de decir la verdad, de ahí que sólo puede afirmar aquello que puede ver y aquello que puede comprender. Sólo puede predicar con su “propio repertorio”. Esto resulta menos riesgoso que utilizar el nombre de Cristo con la posibilidad de predicar algo distinto, lo que puede favorecer la destrucción de su Iglesia y del orden social.

 

   Si alguien no puede entender el proceso de la resurrección, o de la vida eterna, ello no implica que lo niegue. Simplemente no necesita pruebas distintas a las propias palabras de Cristo. Admite la enseñanza ética, que es lo único accesible a sus decisiones. Se identifica con el Cristo vivo, que predica la existencia del Reino de Dios y del camino para lograrlo.

 

   El autor del presente escrito recuerda que, en épocas pasadas, no comprendía al cristianismo, pero no dudaba de los beneficios que podía ofrecer al individuo y a la sociedad. La religión no podía ser una parte importante de su vida por cuanto su mente no podía admitir una gran variedad de incoherencias lógicas provenientes de las interpretaciones habituales de la Biblia. Hasta que un día puso asociar la idea del Reino de Dios con la existencia de la adaptación cultural del hombre al orden natural. Desde ese momento, la religión pasó a tener un sentido claro y, por lo tanto, quiso compartir sus ideas y conocimientos con los demás. De esa forma eliminó todo antagonismo entre ciencia y religión con la optimista suposición de que sus ideas podrían ser útiles a los demás.

 

   Debido a una distinta prioridad entre ética, creencia, fe, etc, que existe entre las distintas variedades del pensamiento religioso, pudo apreciar una respuesta favorable en muchos casos, aunque a veces fue mirado como un hereje. De todas formas, si de sus escritos se borrara el nombre de Cristo, la veracidad de los mismos permanecería inalterada, ya que la referencia  de todo pensador ha de ser la propia realidad.

 

   El creyente, en su condición de tal, a veces se siente eximido de cumplir con normas éticas elementales, mientras que al hereje muy poco se le perdona. El buscador de la verdad siente su conciencia tranquila luego de haber hecho el máximo esfuerzo intelectual posible tratando de disminuir el sufrimiento humano. Es lo único que está a su alcance.

 

   Es conveniente que los buscadores de herejes centren su interés en sus propias acciones y en sus propias ideas, ya que gran parte de la Iglesia de Cristo ha caído a un simple y vulgar paganismo en el que sólo se busca el intercambio de ofrendas y pedidos concedidos. Ello poco tiene que ver con el cambio ético que Cristo buscaba en los hombres.

 

   La universalidad de la religión se logrará dejando de lado todo subjetivismo, asociándose a la ciencia; compartiendo su método y su actitud. Al compatibilizarse ambas, ya no será necesario asociar el cristianismo a posturas filosóficas, políticas o económicas ajenas a su ideología, ya  que la conversión ética implícita en el mensaje de los Evangelios es suficiente para establecer una nueva sociedad a través de un hombre nuevo.

 

 

 

3 RELIGIÓN

 

Cada religión propuesta está constituida por una visión del mundo y, como consecuencia de esa perspectiva, sugiere una conducta a seguir. Esto es similar a lo que ocurre en la filosofía y en la ciencia; en donde a una teoría del conocimiento le sigue una teoría de la acción. La ideología es el vínculo entre el conocimiento y la acción.

 

   Las distintas religiones nos hacen recordar a las teorías científicas que aparecen en una época; si bien algunas han de ser dejadas de lado cuando no se adaptan a la realidad. En cambio, los adeptos aceptan como punto de partida el origen “verdadero” de su religión, por lo que tienden a ser sistemas rígidos. De ahí que la solución de los conflictos religiosos se podrán solucionar cuando se adopte la actitud tomada por los “buscadores de la verdad”.

 

   Varias religiones coinciden en que existen leyes eternas y en que debe buscarse la salvación, aunque difieren en los puntos de partida adoptados y en las conclusiones prácticas sugeridas. Así, en el relato bíblico de la Creación, aparece la expresión: “Y vio (Dios) que era bueno”, es decir, si el hombre sufre, no se debe a que el mundo esté mal hecho, sino a que el hombre no se supo adaptar adecuadamente. Los mandamientos buscan una mejor adaptación del hombre a la realidad. Además, la idea de la Creación implica que el mundo tiene una finalidad implícita en las leyes que lo sustentan. Por otro lado, Buda establece que: “La vida es dolor. La causa del dolor es el deseo. La cesación del dolor se obtiene con la cesación del deseo”. Albert Schweitzer escribió: “El pensamiento brahmán y budista sólo puede ofrecer algo a quienes están en condiciones de alejarse del mundo y vivir en el inactivo autoperfeccionamiento”.

 

   El vínculo entre ciencia y religión surge al identificar las leyes naturales, estudiadas por la ciencia, con las leyes de Dios, estudiadas por la religión. De ahí que la adaptación del hombre a la ley natural ha de tener el mismo significado que el acatamiento del hombre a la ley de Dios. Incluso nos parece ver en la religión una simbología que se hará completamente accesible con el continuo progreso de la ciencia. La identidad mencionada nos lleva a una religión natural que sigue los lineamientos de la ciencia experimental.

 

   El cristianismo puede ser considerado como una religión natural, en donde su veracidad y efectividad son su fortaleza. Sin embargo, muchos creen que la forma de ubicar a Cristo en el lugar más alto consiste en afirmar que se trata de una religión revelada; lo que permite descalificar a las religiones no reveladas. Por algo en la Biblia leemos la predicción de un gran cambio para el futuro, sugiriendo que la interpretación actual no es la adecuada. Y si se ha de producir un cambio, la única alternativa es la religión natural: y así la humanidad quedará en el lugar más alto.

 

   Otro aspecto a considerar es el vínculo entre Dios y el mundo. En un caso se supone que existe un Dios personal exterior al mundo (trascendente), mientras que en el otro caso se identifica a Dios con la naturaleza (Dios inmanente). La primera postura admite que el Creador a veces interrumpe la ley natural (para producir un milagro o para hablarle a los hombres); también se supone que puede cambiar las condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos, lo que resulta incompatible con la existencia de una ley natural invariante, que es el fundamento de la ciencia experimental. En la segunda postura se supone que sólo existe la ley natural que rige todo lo existente.

 

   Estas posturas, en realidad, no son tan distintas como parece, ya que, si se supone, en el primer caso, que Dios actúa de igual manera en iguales circunstancias, será un Dios personal con una definida actitud característica, es decir, regido por una ley natural similar a la que rige a los seres humanos. Al incluir al propio Creador bajo su ley, decimos que “todo está regido por alguna ley natural”, que es justamente el punto de partida de la postura del “Dios naturaleza”. Aún así, la existencia de sufrimiento fácilmente evitable nos hace pensar en esta segunda postura, como la que mejor describe la realidad. La desigual distribución de sufrimiento implica que Dios no interviene en los acontecimientos humanos.

 

   El cristianismo sugiere el amor al prójimo; actitud que exige establecer un vínculo afectivo con los demás. También nos exige un elevado nivel intelectual que ha de permitir dedicar parte de nuestros pensamientos a otras personas. Cada uno prolonga su propia vida en cuanto puede existir en la mente de los demás. Además, la idea de Dios, antes que sus posibles intervenciones, nos permite hacerlo vivir en cada uno de nosotros. William James escribió: “Dios es real porque produce efectos reales”.

 

   Una de las ventajas de identificar la ley natural con la ley de Dios consiste en que permite valorar y analizar las distintas posturas religiosas. Por ejemplo, el islamismo admite hasta cuatro esposas por cada hombre. Si nace, aproximadamente, la misma cantidad de hombres que de mujeres, muchos hombres se quedarán sin ninguna mujer. Vemos que no se tiene en cuenta un aspecto tan elemental. Si no se tiene en cuenta la ley natural, se está en camino del gobierno del hombre sobre el hombre a través de “leyes artificiales”, lo que aleja al hombre de la ley de Dios. Se atribuye a Mahoma lo siguiente: “La espada es la llave del cielo y del infierno: todos los que la sacan en defensa de la fe serán recompensados con beneficios temporales; cada gota de sangre que derramen, cada peligro y tribulación que padezcan quedarán registrados en lo alto y se les atribuirá más mérito que el ayuno y la oración”. Puede decirse que, si esa es la voluntad de Dios, a la humanidad le espera un futuro violento.

 

    Si en cada especie viviente existe una mayor tasa de nacimientos que de mortalidad (de lo contrario dichas especies se habrían extinguido), no tiene sentido la idea de la “reencarnación”, ya que habrían seres vivientes originales y también reencarnados, con leyes y características distintas. Además, el conocimiento preciso que actualmente disponemos respecto de la genética, lo hace más confiable que las creencias mantenidas por la fuerza de la tradición. Una de las consecuencias de adoptar esta supuesta ley natural, es el complicado sistema de castas vigente en la India, que crea desigualdades discriminatorias y hace evidente el gobierno mental del hombre sobre el hombre.

 

   La superstición y el paganismo son las más comunes de las distorsiones de la religión. No se tiene en cuenta la ley natural, sino que se inventa una “ley artificial”. Se supone que Dios nos beneficia luego de haber efectuado algún ritual. Es un proceso en el cual se busca que Dios cambie sus leyes adaptándose a los deseos humanos, en vez de ser el hombre quien se ha de adaptar al orden natural.

 

   Cuando el hombre supone que todos los actos de su vida son determinados previamente (fatalismo), optará por el camino del mínimo esfuerzo, ya que, de una u otra forma se cumplirá su destino. También la creencia en la reencarnación puede determinar la vida de un hombre cuando supone ser la reencarnación de tal o cual persona. El destino debe estar asociado al sentido que hemos dado a nuestra vida, y ese sentido ha de asociarse al espíritu de la ley natural. La vida humana es demasiado importante como para ser orientada sólo por creencias fundamentadas sólo en la tradición.

 

   No es posible establecer acuerdos en base a conceptos aceptados unilateralmente, por cuanto son de dudosa validez. De esto surge la “tolerancia religiosa”, como una forma de evitar entrometerse en aquello que no se acepta. Ello está lejos del logro de una religión universal que tendrá como objetivo sugerir una acción emergente del conocimiento universal. Así como las pasiones humanas pueden conducir al hombre tanto al Bien como al Mal, y el razonamiento al Bien, las religiones desvinculadas de la ciencia pueden conducir tanto al Bien como al Mal, mientras que las que son compatibles con ella, están más cerca del Bien y de la verdad.

 

   En la religión natural, lo espiritual es lo moral y lo moral es acción. Toda propuesta religiosa debe consistir esencialmente en una ideología de adaptación. Se dice que uno de los colaboradores de Satanás, alarmado, le comunica que el hombre llegó a conocer la verdad, por lo que Satanás le dice: “No te preocupes, lo tentaré para que la institucionalice”.

 

   La duda del que piensa científicamente surge de una actitud responsable, porque conoce las limitaciones humanas. Al identificar la ley natural con la ley de Dios, podemos llegar a una verdad única. De ahí que no puede haber una verdad científica y una verdad religiosa diferente, si se refieren a un mismo hecho. Y lo que es falso en la ciencia ha de ser falso en religión.

 

   Si consideramos que el hombre está caracterizado por el cuerpo, la mente y los sentimientos, vemos que toda postura ideológica debe contemplarlos en una forma equilibrada. Las religiones de la India tienden a hacer prevalecer lo mental sobre lo corporal y lo afectivo, lo que conduce generalmente a un reducido nivel económico de la población. El cristianismo realza el aspecto afectivo, pero sin relegar los demás atributos humanos. En las sociedades poco religiosas, prevalece el cuerpo sobre lo intelectual y lo afectivo. Las religiones originadas en la China tienen un pensamiento cercano a lo que actualmente denominamos “religión natural”. Mitsé, en el siglo V a.C. escribió: “Debe hacerse lo que desea el cielo y prescindir de lo que el cielo no desea. Ahora bien, ¿ qué desea y qué odia el cielo  . Desea que los hombres se amen los unos a los otros, que unos sean útiles a otros y no desea que se roben”.

 

   El sentido práctico, en religión, debe recaer en la acción, ya que no es posible ni necesario conocerlo absolutamente todo. Buda dijo: “No es de la opinión de que el mundo sea eterno, que sea finito, que el alma y el cuerpo sean distintos o que Buda exista después de la muerte, de lo que depende la vida religiosa. Ya sea que se tengan estas opiniones u otras opuestas, aún existe la resurrección, existe la vejez, existen la muerte y la pena, el lamento, el sufrimiento, la tristeza y la desesperación. No he hablado sobre estas opiniones porque no conducen a la ausencia de la pasión, ni a la tranquilidad ni al Nirvana. ¿ Y qué es lo que he explicado . El sufrimiento he explicado, la causa del sufrimiento, la destrucción del sufrimiento y el camino que conduce al sufrimiento he explicado, porque esto es útil”.

 

   Podemos decir que, independientemente de las creencias y de las posturas filosóficas adoptadas, existen cuatro actitudes básicas (amor, odio, egoísmo, negligencia) quedando a cada uno la posibilidad de “elegir” a una de ellas. La ley de Dios se ha ido revelando mediante el progreso del conocimiento humano. Su divulgación y posterior aceptación conforman una etapa importante en el proceso de la adaptación del hombre a dicha ley.

 

 

 

4 CRISTIANISMO

 

Cuando describimos las distintas tendencias políticas y económicas, tomamos como referencias los dos extremos entre los que podremos encontrarlas. Uno de los extremos lo constituye el Estado totalitario (socialismo) y el otro lo constituye el Estado liberal. En forma semejante, cuando describimos las distintas posturas religiosas, también pensamos en los dos extremos posibles; uno está constituido por el Dios trascendente que interviene en los acontecimientos cotidianos (como lo hace el Estado totalitario) y el otro extremo lo constituye el Dios inmanente (que sólo establece las “reglas del juego”). La primera postura da al hombre la posibilidad de sentirse protegido ante situaciones extremas, ya que piensa en un poder concreto a quien recurrir, mientras que la segunda postura da al hombre la garantía de leyes invariantes, dejando en la previsión del futuro la autoprotección ante posibles adversidades.

 

   Es importante saber si estamos en un universo “totalitario”, o bien en uno “liberal”, ya que la religión nos prepara para uno de ellos, y nos acercará o alejará del mundo real en cuanto su visión de la realidad coincida, o no, con el universo existente. Así, muchos ven en el cristianismo una religión en la que el Dios trascendente “envía a su Hijo para que muera por la salvación de los hombres”; o, si Cristo es el propio Dios, se envía a sí mismo para morir como un hombre. Los “misterios de la fe” también pueden considerarse como contradicciones o inconsistencias lógicas que impiden al hombre razonar sobre religión, alejando a muchos por esa imposibilidad. Quinto Tertuliano dijo: “Lo creo porque es absurdo”.

 

   Otra forma de interpretar al cristianismo deriva del actual conocimiento de la evolución biológica adaptativa. Tal tendencia ha de ser continuada por la evolución cultural a través de nuestra propia inteligencia buscando niveles más elevados de adaptación. El propio hombre se hace partícipe en la actividad creadora y así desaparecen los misterios y las inconsistencias lógicas. Es posible encontrar en las expresiones de Cristo una postura compatible con esta tendencia, es decir, si tenemos en cuenta lo que él dijo a los hombres (la “religión de Cristo”), encontraremos diferencias esenciales respecto de lo que los hombres dicen sobre él (la “religión acerca de Cristo”).

 

   La religión de Cristo busca lo simple y lo efectivo; actitud que contrasta con la religión acerca de Cristo, que la ha desplazado casi totalmente. Recordemos que dijo: “ ¿ Acaso se saca la luz para ponerla debajo de un cacharro o debajo de la cama  . ¿ No es para que se ponga en la lámpara . Pues no hay nada oculto que no se manifieste; no ocurre nada en secreto que no salga a lo visible”.

 

    Cuando dice: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”, toma como referencia a la propia ley de Dios, tal como lo hace la ciencia experimental. Sin embargo, es muy común que cada individuo adapte la religión a su propio criterio dejando así de tener sentido el significado que le dio su iniciador. Las prédicas cristianas apuntan a que el individuo adopte una nueva forma de ver al mundo, de manera que el cumplimiento de los mandamientos se dé como una consecuencia inmediata. Para ello ha de abandonar su anterior visión de la realidad. La religión pública ha de desplazar a las religiones individuales.

 

   Cuando dice: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”, “..porque Dios sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis”, nos sugiere la existencia de un Dios inmanente del cual puede entender su voluntad aparente y por ello expresa: “Yo nací y vine al mundo para esto, para atestiguar sobre la verdad”, “Quien a mí me ve, ve al Padre”. Se autodenominó el “Hijo de Dios” porque el Dios inmanente requiere de hombres que sepan entender y divulgar sus leyes eternas, logrando la adaptación cultural del hombre al orden natural establecido.

 

   La actitud pagana e idólatra contrasta con la actitud racional y científica, ya que no contempla la idea de la adaptación mencionada. Quienes, desde el racionalismo, pretendemos describir al cristianismo de una manera muy simple, buscamos acercarlo a la gente suponiendo que en él se encuentra la solución para la actual crisis del hombre y de la sociedad. Además, los Evangelios llevan impreso cierto magnetismo que proviene de la personalidad del propio Cristo y que se pierde cuando aparecen los “emisores secundarios”.

 

   La religión de Cristo supone un Dios inmanente y de ahí que la salvación provendrá de la conducta (acción) de cada uno. En cambio, la religión acerca de Cristo supone un Dios trascendente y de ahí que la salvación vendrá de la fe de cada uno. Así como la religión del Dios inmanente tiene algo en común con el ateísmo, la religión del Dios trascendente tiene algo en común con el paganismo y la superstición. La “evidencia” de los milagros (prueba de lo trascendente) queda compensada con la aleatoriedad de los accidentes fortuitos (prueba de lo inmanente).

 

   Cristo no descarta la posibilidad de que existan hombres justos antes de recibir sus prédicas, por lo que dijo: “No he venido por los justos, sino por los pecadores”. Es posible que la “Iglesia invisible”, constituida por quienes no comparten el ritualismo y la idolatría de la “Iglesia visible”, esté más cerca de la idea de la adaptación ya mencionada. Para la Iglesia invisible existe el problema del predomino del Mal sobre el Bien, mientras que para la Iglesia visible existe el problema del predominio de los ateos sobre los creyentes. El Papa Pío IX dijo: “Quienes están impedidos por un desconocimiento insuperable de nuestra Santa Religión y, observando la ley natural, cuyos mandatos están escritos por Dios en todos los corazones humanos, y estando dispuestos a obedecerle, llevan una vida honorable y recta, pueden, con la ayuda del poder de la luz y la gracia Divinas, lograr la vida eterna” (Citado en “Las religiones del mundo” de Huston Smith).

 

   La Iglesia visible a veces adopta una postura intermedia aceptando la existencia de leyes naturales invariantes, pero también acepta la posibilidad de lo sobrenatural (milagros e intervenciones). Adopta una postura intermedia entre la adaptación a las leyes de Dios y la adulación hacia quien supuestamente decide los acontecimientos cotidianos.

 

   El atractivo personal, que intensifica los vínculos humanos, se debe a tres causas principales; atributos espirituales o afectivos (promovidos por la religión), atributos intelectuales (promovidos por la ciencia y la filosofía) y atributos físicos (promovidos por el deporte). Para el cristianismo es esencial favorecer las condiciones para que exista el amor, y ello implica aumentar nuestra capacidad para compartir las penas y las alegrías de los demás. Por ello, el camino y el objetivo se identifican y se dan simultáneamente. Blaise Pascal escribió: “Es curioso que muchas veces amar a otro es amar ciertas cualidades que pueden perderse. Nunca se ama a la persona, se aman sus cualidades”.

 

   Buscar el sentido de la vida es haberle dado previamente una significación y un valor. La misión principal de la religión es dar una orientación respecto de ese sentido que, en última instancia, busca ubicarla en armonía con el orden natural y las leyes eternas que lo rigen. El sentimiento religioso surge desde el momento en que el hombre trasciende su esencia biológica y descubre su esencia cultural.

 

   Cristo da una respuesta al sentimiento religioso y lo promueve, por lo que dijo: “Yo soy la verdad, el camino y la vida”, en donde puede apreciarse la secuencia conocimiento (verdad), ideología (camino) y acción (vida). Lo fundamental es la acción, ya que las posturas filosóficas asociadas a la religión ocasionan, a veces, divisiones irreconciliables. Gabriela Mistral escribió: “Todo el bien que hoy día puede hacerse al catolicismo y al cristianismo en general, es un sacrificio de intereses materiales. O se da eso, o se declara lealmente que la doctrina de Cristo la aceptamos sólo como una lectura bella, en el Evangelio, o como una filosofía trascendente que eleva la dignidad humana, pero que no es para nosotros una religión, es decir, una conducta para la vida” (De “Cristianismo con sentido social”).

 

   La mentalidad que prevalece en las sociedades de consumo tiende a legitimar el deseo egoísta, producto de las pasiones y desvinculado de toda actitud afectiva, y que lleva a vínculos poco duraderos. El amor, por el contrario, se caracteriza por ser eterno. Cristo dijo: “Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha adulterado con ella en su corazón”.

 

   No sólo se acepta el deseo egoísta, sino todo lo que resulte usual y generalizado. (“Abandonando el mandato de Dios, observáis la tradición de los hombres”). Así, es notoria la total falta de intimidad, lo que lleva a la grosería generalizada. Si buscamos la anulación de las cualidades humanas, tendemos a anular el atractivo de las personas y las aspiraciones afectivas de todo individuo, lo que ha de llevar hacia una falta de interés por la propia vida. Cristo dijo: ”Os doy mi palabra de que si no os convertís y no os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.

 

   Quien lo acepta por la verdad de sus palabras, no necesita aceptarlo por medio de milagros o misterios. Sin embargo, siempre recibirá críticas y será despreciado por “no creer” en tales misterios. Quien no cree en la religión acerca de Cristo, no comparte las creencias de quienes han usurpado su religión utilizando su nombre. Cristo dijo: “No todo el que me dice ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”.

 

   La competencia predomina cuando se persiguen objetivos individuales, mientras que la solidaridad predomina cuando se persiguen objetivos colectivos. Además, poner la otra mejilla es una muestra de debilidad en los débiles y una muestra de fortaleza en los fuertes. Sólo es fuerte el que puede perdonar, ya que ese aspecto es la medida de la fortaleza humana.

 

   El Reino de Dios es un objetivo social, y no individual, si bien debe lograrse a partir de cada hombre. Es un proyecto accesible a todos los hombres, siendo la empresa más grande y difícil que nos presenta el desarrollo humano. Se establecerá cuando el propio hombre lo decida; cuando se convenza de que debemos acatar las leyes de Dios y así cumplir con la voluntad implícita en el espíritu de la ley natural. De una esperanza difusa, debemos pasar a una realidad posible que materializará los ideales más simples y profundos de la especie humana.

 

 

 

5 CRISTIANISMO Y CIENCIA 

 

Nuestra época se caracteriza por el masivo alejamiento del hombre respecto de la religión, al menos en muchos países de Occidente. Se dice que ello ocurre por  un mayor predominio de la ciencia, aunque, en realidad, se debe a un acercamiento al nihilismo y al relativismo moral. El problema del nihilismo es la ausencia de una finalidad para la vida y para el universo. Paul Chauchard escribió: “…en nombre del absurdo niegan todo sentido a la historia y no saben qué hacer de su libertad, y los totalitarios, nos privan de nuestra libertad en nombre de un sentido deificado de la historia”.

 

   Muchos ven a la ciencia como algo opuesto a la religión. Sin embargo, aquélla ha contado, entre sus principales fundadores, a muchos hombres para quienes la religión ocupaba un lugar importante en sus vidas. Entre ellos podemos citar a Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Faraday, Maxwell, Darwin, Mendel, etc. Incluso dos de ellos (Copérnico y Mendel) eran sacerdotes, mientras que Kepler y Darwin estudiaron teología para convertirse en predicadores protestantes, si bien luego se dedicaron por entero a la ciencia.

 

   Si consideramos al hombre a partir de sus necesidades básicas de afecto, de conocimientos y de alimentos, asociados tradicionalmente al “corazón”, la mente y el cuerpo, vemos que en la actualidad existe una búsqueda preponderante de las comodidades del cuerpo. Incluso la competencia y la ostentación de riquezas están asociadas al éxito logrado en esa búsqueda.

 

    Como la religión cristiana se basa en los sentimientos humanos, que derivan en una ética natural, se la deja de lado alegando que “está fuera de la época”. Sin embargo, incluso en la neurociencia, se han detectado ciertas funciones de la mente humana que están asociadas al comportamiento ético del hombre.

 

   Los seres humanos que han perdido su capacidad afectiva, ya sea porque no la tuvieron desde nacimiento, o porque algún accidente les afectó cierta parte del cerebro, o por la influencia social recibida, muestran un comportamiento puramente racional exento de todo tipo de emociones, que los puede llevar a comportamientos crueles y brutales. De ahí que los opositores al cristianismo hayan sido personajes tales como Nerón, Lenín, Stalin, Trotski, Hitler, etc. El psiquiatra H. Baruk escribió: “..Vimos en líneas anteriores que ciertas enfermedades afectan realmente estos sentimientos humanitarios y transforman al hombre en una máquina lógica y pensante. Pero existen también en ciertos individuos trastornos del desarrollo que producen los mismos resultados”.

 

“Se trata de personas que son incapaces de sentir simpatía por el medio humano. Su afectividad muy viva está dirigida exclusivamente hacia la naturaleza, los árboles, los bosques, los animales, sin poderse aplicar al hombre. También, a primera vista, estos sujetos se nos presentan con un aire de sensibilidad, poético, romántico, artístico, que los hace simpáticos, pero se descubre en seguida que esta sensibilidad artística oculta un vacío profundo por lo que toca al hombre. También nos sorprende ver que estos sujetos de apariencia dulce y sensible, a los que conmovía  el menor sufrimiento infligido a un pollito, no vacilaron, si  tuvieran los medios de hacerlo, en sacrificar, o en mandar asesinar o torturar a seres humanos sin el menor escrúpulo y sin el menor sentimiento”.

 

“Todo el que se siente extraño a su medio o no puede vivir con él, padece. También encontramos en estos sujetos un sufrimiento agudo, que se vuelve a menudo rencor y odio. Sintiéndose extraños al medio de sus prójimos, tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, y de esa manera conciben una violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de compensación y de venganza y, en caso de necesidad, de exterminio” (De “Psiquiatría moral experimental” – Editorial Fondo de Cultura Económica)