1 DE LA RELIGIÓN A LA ÉTICA
La existencia del Bien y del Mal puede asociarse a las actitudes
básicas del hombre. En el caso de los grupos sociales, distinguimos fuerzas de
unión y fuerzas de disolución. La actitud
que promueve el Bien se proyecta hacia las fuerzas de unión, mientras que las
actitudes que producen el Mal se proyectan hacia las fuerzas de disolución.
A la palabra “religión” se le
asocia el significado de “unión de los adeptos”, por lo que “antireligión” será todo lo que divida a los hombres. La
actitud del amor establece el fundamento de la religión, mientras que el odio,
el egoísmo y la negligencia serán los fundamentos de la antireligión.
Es frecuente que grupos
autodenominados “religiosos” sean causantes de discordia y violencia. Ello
ocurre cuando no se tienen presentes los aspectos éticos, sino que se intenta
lograr el predominio de las propias creencias o de las propias posturas
filosóficas. El triunfo del Bien sobre el Mal deberá ser una meta prioritaria.
El atributo esencial de la
religión será su universalidad, por cuanto deberá tener validez para cualquier
habitante del planeta. Si no posee esa característica, apuntará a una humanidad
dividida en sectores antagónicos. Cuando uno se siente “ciudadano del mundo”,
no se identificará con ningún grupo, excepto con la propia humanidad. Tampoco
mirará a los demás seres humanos como pertenecientes a grupo alguno.
Su validez deberá también ser
independiente de la época, por lo que deberá fundamentarse en las leyes
naturales que rigen al individuo y a la sociedad. Tales leyes no cambian con el
tiempo. Si no se las tiene presente, se cae en un subjetivismo que impide
cualquier acuerdo.
El religioso debería observar
en los científicos la actitud que les permite poder decir, en varias ocasiones,
“no lo sé”. Así como la ausencia del número cero hace inoperable al sistema
romano de numeración, la ausencia del “no lo sé” hace inoperable a la religión
tradicional.
La vida religiosa implica un
permanente mejoramiento individual, tanto en el aspecto corporal, como en el
intelectual y el afectivo. Este último será el más importante ya que de él
derivará el comportamiento ético. A partir de individuos “mejorados” se formará
una sociedad auténtica. Por el contrario, si sólo buscamos satisfacer nuestras
pasiones, seguiremos siendo lo que siempre hemos sido. Nadie mejora si no se lo
impone como una meta para su vida.
El hombre actual, en vez de
estar motivado por la diferencia existente entre lo que es y lo que debería
ser, busca el consumo y la diversión. Busca ser aceptado por lo que tiene, y no
por sus atributos personales. Y si no tiene suficientes medios materiales,
siente que poco vale.
La felicidad ha de ser la
consecuencia de haber emprendido el camino orientado hacia la búsqueda del
mejoramiento individual, mientras que la desorientación en la vida, denotada
por la búsqueda directa de la felicidad, pocas veces logra buenos resultados.
La felicidad es el premio que el orden natural otorga a quienes buscan
adaptarse a sus leyes.
El mejoramiento individual
implica tanto reducir nuestro egoísmo, nuestro odio y nuestra negligencia como
aumentar nuestra capacidad para compartir penas y alegrías de nuestros
semejantes. Germaine Necker
escribió: “ ¿ Qué es la felicidad sino el desarrollo
de nuestras facultades ?”.
Si la felicidad es una
consecuencia de la vida asociada a la finalidad mencionada, resulta ilógico
sentir envidia por la felicidad ajena, ya que, en ese caso, deberíamos envidiar
algo que a todos resulta accesible. Ser dueño de nuestra vida implica poder
hacer que la felicidad dependa de nuestras propias decisiones.
La sociedad que surgirá como consecuencia
del predominio del sentimiento religioso, constituye un arquetipo político con
características inéditas. El Reino de Dios, imperante a nivel individual, hará
surgir una sociedad nueva que es una posibilidad compatible con la ley natural.
La mente dedicada a lo
profundo, como la religión, la ciencia y la filosofía, se siente cómoda
realizando una vida simple. De lo contrario, cuando ignoramos los aspectos
culturales del hombre, nos convertimos en esclavos del mundo material,
complicando nuestra existencia y la del propio “mundo material”.
La ética es la ciencia del
comportamiento que contempla la existencia del Bien y del Mal describiendo las
causas que los producen. Consiste en una sugerencia práctica que deriva de una
ideología previa. Tal ideología provendrá de la religión, de la filosofía o de
la ciencia.
Podemos concederles, a quienes
creen en el relativismo moral, que un hombre podrá lograr un aceptable grado de
felicidad persiguiendo cualquier meta (como el caso del burro que sigue a la
zanahoria que cuelga de la varilla que él mismo transporta), pero la felicidad
de todos los hombres sólo se logrará a partir del conocimiento de la verdad.
Podemos denominar “moral” al
grado de acatamiento que un individuo adopta respecto de una postura ética
aceptada. La diferencia entre moral y ética , en el
individuo, es la misma diferencia que existe entre lo que el hombre es y lo que
debería ser. Ello se debe a que, muchas veces, nuestros sentimientos no siguen
fielmente a nuestro razonamiento, o nuestra acción no sigue a nuestro
pensamiento.
La adaptación ética es la
parte esencial de nuestra adaptación cultural al orden natural. La ética será
la referencia, en un sistema realimentado, mientras que la respuesta será
nuestro nivel moral. La introspección, tanto psicológica como sociológica,
materializará el “lazo de realimentación” que permite comparar lo que somos con
lo que deberíamos llegar a ser.
Lo espiritual es interpretado
generalmente como el conjunto de efectos ocasionados por seres invisibles que
intervienen en el mundo real. De ahí que se asigne mayor mérito a quienes
tengan acceso a ese mundo paralelo.
La religión natural centra su
atención en la única manifestación visible de Dios: el orden natural, mientras
que la antireligión centra la atención en sus
enemigos. En el primer caso las prédicas van dirigidas a todos los hombres
buscando su unión, mientras que en el otro caso van dirigidas a un sector sin
temer favorecer algún conflicto.
La antireligión
no sólo surge de las propias religiones establecidas cuando pierden de vista la
prioridad ética. También surge de ideologías que la rechazan, por cuanto
suponen que carece de sentido hablar de la existencia del Bien y del Mal, y de
las causas que los producen.
Si bien el marxismo ha sido
dejado de lado como una posible solución a los problemas económicos, su postura
filosófica mantiene su vigencia. Respecto de la ética y del marxismo, Florencio
José Arnaldo escribió: “Afirmaciones básicas del marxismo-leninismo: 1) No hay
normas permanentes de moral. La moral es relativa. 2) La moral depende de las
condiciones económicas y es diferente para cada época histórica y para cada
clase social. 3) La verdadera moral florecerá cuando se creen óptimas
condiciones económicas, una vez que se haya establecido la sociedad comunista.
4) Mientras tanto el correcto proceder moral consiste en colaborar con la
evolución histórica y procurar por todos los medios el advenimiento de la
sociedad comunista” (De “La lucha ideológica”).
Tal lucha ideológica es la
mantenida entre el cristianismo y el marxismo. El cristianismo es
descalificado, por los marxistas, como un simple medio que las clases
dominantes disponen para ejercer su poder sobre los dominados. V. Lenín escribió: “La religión es una especie de tóxico
espiritual en el que los esclavos del capitalismo ahogan su humanidad y sus
aspiraciones a una existencia decente y humana” (De “Socialismo y religión”).
Gandhi
mostró que la “fuerza del amor y la verdad” puede ser mucho más poderosa que la
fuerza del odio y la revolución. Con su accionar pudo liberar a
La lenta y dolorosa transición
desde la religión pagana hasta la ética natural, se realiza a través de varias
etapas. Es una evolución cultural que va desde una postura en que no hay ley
alguna, sino decisiones de los dioses especializados, pasando a una etapa en
que se acepta una ley natural interrumpida ocasionalmente hasta llegar a la
aceptación de una ley natural invariante. En este caso se identifica la
religión con la ciencia.
Una de las etapas importantes
en esa transición fue la aceptación del cristianismo por parte del Imperio
Romano. Tal aceptación no tuvo, sin embargo, rasgos revolucionarios, ya que la
ética estoica, originada en Grecia y aceptada por los romanos, tenía
características similares a la ética cristiana. Los estoicos tenían presente la
idea de tratar de ser “ciudadanos del mundo”, de adaptarse al orden natural (o
a vivir en armonía con la naturaleza), de utilizar la razón como una guía para
la acción, de exaltar la vida del sabio, de concentrar la acción en lo que
resulta accesible a nuestras decisiones, etc.
Se habla de la “muerte de
Dios” como una característica de nuestro tiempo. Precisamente, al considerarse
que no existe el Bien ni el Mal absolutos, sino que estos conceptos serían
simples convencionalismos, se pierde el fundamento de la ética y la referencia
inmediata de lo que ha de alcanzarse. Sin una meta, se pierde el sentido de la
vida para caer en una masiva desorientación.
Definirse como sociedad, o
como nación, implica adoptar un rumbo determinado. Esa dirección reforzará todas
las fuerzas individuales tras un objetivo común. La idea del Reino de Dios
resulta accesible y realizable por cuanto basta con aceptar el fundamento de la
ética natural que aparece en los Evangelios, y que es posible reproducir a
partir de la observación directa de la realidad. La ética natural es la mejor
ideología de la paz.
Separar la ética de todo
subjetivismo, asociándola a la ley natural, ha de ser la culminación de la
tendencia histórica que va desde la religión pagana, siguiendo por la religión
revelada, hasta llegar a la religión natural. No hace falta una revelación de
Dios para que los hombres conozcamos algo tan simple como los fundamentos de la
ética natural; de ahí la justificación de la religión natural.
La utilidad de la religión
debe mostrarse aún en circunstancias de extrema dificultad. La creciente
violencia en las sociedades actuales, hace que muchos pretendan frenarla
sugiriendo una mejora del “sistema jurídico” o bien del “sistema económico”.
Debe tenerse presente, sin embargo, que el buen accionar individual surge de la
consciencia moral personal. Cuando falla esa
instancia, será la influencia familiar la que encauzará al individuo por el
camino del Bien. Si aún falla esta instancia, será la influencia social la que
cumplirá esa acción limitadora. Cuando han fallado estas tres instancias
previas, será la ley humana la que, como última alternativa, buscará que en el
individuo impere la actitud correcta.
De ahí que es conveniente
tratar de remediar los males sociales a través de la religión, desprovista de
sus habituales errores, para que, a partir de ella, resurja la sociedad en todo
su esplendor.
2 HEREJES E INFIELES
La evolución cultural del hombre se produce a través de sucesivas
“mutaciones culturales”. Estos cambios, a veces aceptados y a veces rechazados,
se producen tanto en la religión como en
la filosofía y en la ciencia.
En la religión, todo cambio
implica oponerse parcialmente a lo que se viene aceptando, apareciendo
reacciones desde el tradicionalismo contra la innovación, siendo el hereje el
que propone cambios sustanciales. De ahí que Cristo reciba la muerte por querer
introducir cambios en la religión judía, mientras que Baruch
de Spinoza es expulsado de la sinangoga
por sus ideas filosóficas. También el hereje busca restaurar lo que ha sido
deteriorado, como es el caso de Martin Lucero cuando
se opone a la corrupción de
No sólo mostrará una actitud
herética quien proponga cambios en la religión, sino que así será considerado
el científico cuyos descubrimientos puedan oponerse a las creencias vigentes.
Estos fueron los casos de Copérnico, Galileo, Darwin
y otros.
Mientras que no tenemos
derecho a hablar públicamente en contra de alguien, especialmente si realiza actividades
que no afectan a los demás, tenemos amplios derechos de hacerlo respecto de
quien “se introduce en nuestro televisor”. Con un criterio similar, quienes se
dedican a la religión, o a cualquier actividad con trascendencia social, deben
aceptar el derecho que los demás tienen a cuestionar cualquiera de sus
aspectos.
El antagonismo religioso surge
de dos posturas filosóficas distintas; la de la creencia en el Dios con
atributos humanos, por una parte, y la que supone la existencia de un orden natural
con leyes invariantes (resumido en la expresión de Spinoza:
“Dios o la naturaleza”). En un primer caso, la religión se basa en la fe y en
la obediencia, mientras que en el otro caso se basa en la observación y el
razonamiento, haciéndose indistinguible de la ciencia experimental.
La religión sobrenatural
supone la existencia de seres que actúan fuera de las leyes naturales, que
hacen “contactos” con el mundo real a través de la revelación y de los
milagros. La vida religiosa se apoya en las pruebas que aportan las
materializaciones de lo espiritual en el mundo material. La religión natural,
por el contrario, trata de espiritualizar a la materia. Considera como
finalidad de la religión la de lograr la adaptación cultural del hombre al
orden natural.
En la religión revelada se
prioriza la fe a la acción, suponiendo que la fe asegura un adecuado
comportamiento ético. En la religión natural se prioriza la actitud ética antes
que cualquier postura filosófica o religiosa. La primera brinda mayor seguridad
porque se supone que Dios acudirá en nuestro auxilio cuando sea necesario,
mientras que la religión natural admite la existencia de leyes naturales
invariantes dejando la seguridad librada a nuestras propias decisiones.
La religión revelada centra su
atención en la existencia de la vida eterna. Si existe, o no, no depende de
nuestras creencias, sino de cómo funciona el mundo real. Por el contrario, la
religión natural centra su atención en la acción ética, que es accesible a
nuestras decisiones y es el camino que nos llevará a la vida eterna, en caso de
existir. En un caso, se premia o se castiga la creencia, en el otro caso se
premia o se castiga la acción, ya que el propio orden natural así lo hace.
Si bien existen cambios en la
actualidad, es oportuno citar algunas prohibiciones surgidas en
En las prohibiciones citadas
está implícita una penosa separación entre ciencia y religión. Juan G. Draper escribió: “Venimos, pues, a parar a esta conclusión:
que el cristianismo católico y la ciencia son absolutamente incompatibles,
según reconocen sus respectivos adeptos. No pueden existir juntos: uno debe
ceder ante la otra, y la humanidad tiene que elegir, pues no puede conservar
ambos”.
También en ese siglo se
decretó la “infalibilidad del Papa” en cuestiones de fe. Esta actitud contrasta
con aquella humildad que quiso transmitir el propio Cristo a sus seguidores
mediante el ejemplo del lavado de pies a un hombre cualquiera.
En la actualidad, si alguien
pretende ser un seguidor de Cristo, dejando de lado todo misterio, ya que no
necesita ninguna materialización de lo espiritual, será visto como un infiel,
ya que para el “creyente” resulta prioritaria, no la ética, sino la
legitimación de la intermediación de los que tratan de imponer su propia
postura filosófica respecto del funcionamiento del mundo real.
El filósofo Giordano Bruno, quemado vivo por
Uno de los últimos casos de
herejía fue el del paleontólogo y sacerdote católico Pierre Teilhard
de Chardin, quien buscaba la unión entre ciencia y
religión. Respecto de su obra filosófica, el Santo Oficio afirma: “Confunde el
espíritu con la materia, al reducir aquél a un simple estado superior de la
materia” (Citado en “Gigantes de
Mientras que
En cuanto al sociólogo, o al
antropólogo, que se basa en la razón y en la observación, no debería ser
considerado un infiel, por cuanto no engaña a nadie, ya que el método de la
ciencia no supone iluminación o inspiración divina alguna. Sin embargo, muchas
veces se le “prohibe” autodenominarse “cristiano” por
cuanto su razonamiento excluye lo sobrenatural.
Cuando se establece una teoría
sociológica, basada en la psicología de las actitudes, que permite interpretar
gran parte de la ética cristiana, como una ética natural, se tiene un indicio
de que no hace falta revelación alguna para llegar a dicho conocimiento. Uno
cree haber hecho un gran aporte a la sociedad, porque fundamenta las prédicas
cristianas en aspectos observables dejando de lado los misterios y haciendo la
religión accesible al hombre común.
Luego, uno se siente
identificado con Cristo y trata de ser un predicador más. Sin embargo, una
religión sin revelación y sin misterios es considerada una herejía. Se lo acusa
a uno de dejar de lado la creencia en la resurrección, en la vida eterna, etc.
Debe tenerse presente, sin embargo, que el científico es un buscador de la
verdad, que trata de decir la verdad, de ahí que sólo puede afirmar aquello que
puede ver y aquello que puede comprender. Sólo puede predicar con su “propio
repertorio”. Esto resulta menos riesgoso que utilizar el nombre de Cristo con
la posibilidad de predicar algo distinto, lo que puede favorecer la destrucción
de su Iglesia y del orden social.
Si alguien no puede entender
el proceso de la resurrección, o de la vida eterna, ello no implica que lo
niegue. Simplemente no necesita pruebas distintas a las propias palabras de
Cristo. Admite la enseñanza ética, que es lo único accesible a sus decisiones.
Se identifica con el Cristo vivo, que predica la existencia del Reino de Dios y
del camino para lograrlo.
El autor del presente escrito
recuerda que, en épocas pasadas, no comprendía al cristianismo, pero no dudaba
de los beneficios que podía ofrecer al individuo y a la sociedad. La religión
no podía ser una parte importante de su vida por cuanto su mente no podía
admitir una gran variedad de incoherencias lógicas provenientes de las
interpretaciones habituales de
Debido a una distinta
prioridad entre ética, creencia, fe, etc, que existe
entre las distintas variedades del pensamiento religioso, pudo apreciar una
respuesta favorable en muchos casos, aunque a veces fue mirado como un hereje.
De todas formas, si de sus escritos se borrara el nombre de Cristo, la
veracidad de los mismos permanecería inalterada, ya que la referencia de todo pensador ha de ser la propia
realidad.
El creyente, en su condición
de tal, a veces se siente eximido de cumplir con normas éticas elementales,
mientras que al hereje muy poco se le perdona. El buscador de la verdad siente
su conciencia tranquila luego de haber hecho el máximo esfuerzo intelectual
posible tratando de disminuir el sufrimiento humano. Es lo único que está a su
alcance.
Es conveniente que los
buscadores de herejes centren su interés en sus propias acciones y en sus
propias ideas, ya que gran parte de
La universalidad de la
religión se logrará dejando de lado todo subjetivismo, asociándose a la
ciencia; compartiendo su método y su actitud. Al compatibilizarse ambas, ya no
será necesario asociar el cristianismo a posturas filosóficas, políticas o
económicas ajenas a su ideología, ya que
la conversión ética implícita en el mensaje de los Evangelios es suficiente
para establecer una nueva sociedad a través de un hombre nuevo.
3 RELIGIÓN
Cada religión propuesta está constituida por una visión del mundo y,
como consecuencia de esa perspectiva, sugiere una conducta a seguir. Esto es
similar a lo que ocurre en la filosofía y en la ciencia; en donde a una teoría
del conocimiento le sigue una teoría de la acción. La ideología es el vínculo
entre el conocimiento y la acción.
Las distintas religiones nos
hacen recordar a las teorías científicas que aparecen en una época; si bien
algunas han de ser dejadas de lado cuando no se adaptan a la realidad. En
cambio, los adeptos aceptan como punto de partida el origen “verdadero” de su
religión, por lo que tienden a ser sistemas rígidos. De ahí que la solución de
los conflictos religiosos se podrán solucionar cuando
se adopte la actitud tomada por los “buscadores de la verdad”.
Varias religiones coinciden en
que existen leyes eternas y en que debe buscarse la salvación, aunque difieren
en los puntos de partida adoptados y en las conclusiones prácticas sugeridas.
Así, en el relato bíblico de
El vínculo entre ciencia y
religión surge al identificar las leyes naturales, estudiadas por la ciencia,
con las leyes de Dios, estudiadas por la religión. De ahí que la adaptación del
hombre a la ley natural ha de tener el mismo significado que el acatamiento del
hombre a la ley de Dios. Incluso nos parece ver en la religión una simbología
que se hará completamente accesible con el continuo progreso de la ciencia. La
identidad mencionada nos lleva a una religión natural que sigue los
lineamientos de la ciencia experimental.
El cristianismo puede ser
considerado como una religión natural, en donde su veracidad y efectividad son
su fortaleza. Sin embargo, muchos creen que la forma de ubicar a Cristo en el
lugar más alto consiste en afirmar que se trata de una religión revelada; lo
que permite descalificar a las religiones no reveladas. Por algo en
Otro aspecto a considerar es
el vínculo entre Dios y el mundo. En un caso se supone que existe un Dios
personal exterior al mundo (trascendente), mientras que en el otro caso se
identifica a Dios con la naturaleza (Dios inmanente). La primera postura admite
que el Creador a veces interrumpe la ley natural (para producir un milagro o
para hablarle a los hombres); también se supone que puede cambiar las
condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos, lo que resulta
incompatible con la existencia de una ley natural invariante, que es el
fundamento de la ciencia experimental. En la segunda postura se supone que sólo
existe la ley natural que rige todo lo existente.
Estas posturas, en realidad,
no son tan distintas como parece, ya que, si se supone, en el primer caso, que
Dios actúa de igual manera en iguales circunstancias, será un Dios personal con
una definida actitud característica, es decir, regido por una ley natural
similar a la que rige a los seres humanos. Al incluir al propio Creador bajo su
ley, decimos que “todo está regido por alguna ley natural”, que es justamente
el punto de partida de la postura del “Dios naturaleza”. Aún así, la existencia
de sufrimiento fácilmente evitable nos hace pensar en esta segunda postura,
como la que mejor describe la realidad. La desigual distribución de sufrimiento
implica que Dios no interviene en los acontecimientos humanos.
El cristianismo sugiere el
amor al prójimo; actitud que exige establecer un vínculo afectivo con los
demás. También nos exige un elevado nivel intelectual que ha de permitir dedicar
parte de nuestros pensamientos a otras personas. Cada uno prolonga su propia
vida en cuanto puede existir en la mente de los demás. Además, la idea de Dios,
antes que sus posibles intervenciones, nos permite hacerlo vivir en cada uno de
nosotros. William James escribió: “Dios es real porque produce efectos reales”.
Una de las ventajas de
identificar la ley natural con la ley de Dios consiste en que permite valorar y
analizar las distintas posturas religiosas. Por ejemplo, el islamismo admite
hasta cuatro esposas por cada hombre. Si nace, aproximadamente, la misma
cantidad de hombres que de mujeres, muchos hombres se quedarán sin ninguna
mujer. Vemos que no se tiene en cuenta un aspecto tan elemental. Si no se tiene
en cuenta la ley natural, se está en camino del gobierno del hombre sobre el
hombre a través de “leyes artificiales”, lo que aleja al hombre de la ley de
Dios. Se atribuye a Mahoma lo siguiente: “La espada es la llave del cielo y del
infierno: todos los que la sacan en defensa de la fe serán recompensados con
beneficios temporales; cada gota de sangre que derramen, cada peligro y
tribulación que padezcan quedarán registrados en lo alto y se les atribuirá más
mérito que el ayuno y la oración”. Puede decirse que, si esa es la voluntad de
Dios, a la humanidad le espera un futuro violento.
Si en cada especie viviente
existe una mayor tasa de nacimientos que de mortalidad (de lo contrario dichas
especies se habrían extinguido), no tiene sentido la idea de la
“reencarnación”, ya que habrían seres vivientes originales y también
reencarnados, con leyes y características distintas. Además, el conocimiento
preciso que actualmente disponemos respecto de la genética, lo hace más
confiable que las creencias mantenidas por la fuerza de la tradición. Una de
las consecuencias de adoptar esta supuesta ley natural, es el complicado
sistema de castas vigente en
La superstición y el paganismo
son las más comunes de las distorsiones de la religión. No se tiene en cuenta
la ley natural, sino que se inventa una “ley artificial”. Se supone que Dios
nos beneficia luego de haber efectuado algún ritual. Es un proceso en el cual
se busca que Dios cambie sus leyes adaptándose a los deseos humanos, en vez de
ser el hombre quien se ha de adaptar al orden natural.
Cuando el hombre supone que
todos los actos de su vida son determinados previamente (fatalismo), optará por
el camino del mínimo esfuerzo, ya que, de una u otra forma se cumplirá su
destino. También la creencia en la reencarnación puede determinar la vida de un
hombre cuando supone ser la reencarnación de tal o cual persona. El destino
debe estar asociado al sentido que hemos dado a nuestra vida, y ese sentido ha
de asociarse al espíritu de la ley natural. La vida humana es demasiado
importante como para ser orientada sólo por creencias fundamentadas sólo en la
tradición.
No es posible establecer
acuerdos en base a conceptos aceptados unilateralmente, por cuanto son de
dudosa validez. De esto surge la “tolerancia religiosa”, como una forma de
evitar entrometerse en aquello que no se acepta. Ello está lejos del logro de
una religión universal que tendrá como objetivo sugerir una acción emergente
del conocimiento universal. Así como las pasiones humanas pueden conducir al
hombre tanto al Bien como al Mal, y el razonamiento al Bien, las religiones
desvinculadas de la ciencia pueden conducir tanto al Bien como al Mal, mientras
que las que son compatibles con ella, están más cerca del Bien y de la verdad.
En la religión natural, lo
espiritual es lo moral y lo moral es acción. Toda propuesta religiosa debe
consistir esencialmente en una ideología de adaptación. Se dice que uno de los
colaboradores de Satanás, alarmado, le comunica que el hombre llegó a conocer
la verdad, por lo que Satanás le dice: “No te preocupes, lo tentaré para que la
institucionalice”.
La duda del que piensa
científicamente surge de una actitud responsable, porque conoce las
limitaciones humanas. Al identificar la ley natural
con la ley de Dios, podemos llegar a una verdad
única. De ahí que no puede haber una verdad científica y una verdad religiosa
diferente, si se refieren a un mismo hecho. Y lo que
es falso en la ciencia ha de ser falso en religión.
Si consideramos que el hombre está
caracterizado por el cuerpo, la mente y los sentimientos, vemos que toda
postura ideológica debe contemplarlos en una
forma equilibrada. Las religiones de
El sentido práctico, en religión,
debe recaer en la acción, ya que no es posible ni necesario conocerlo
absolutamente todo. Buda dijo: “No es de la opinión de que el mundo sea eterno,
que sea finito, que el alma y el cuerpo sean distintos o que Buda exista
después de la muerte, de lo que depende la vida religiosa. Ya sea que se tengan estas opiniones u otras
opuestas, aún existe la resurrección, existe la vejez, existen la muerte y la
pena, el lamento, el sufrimiento, la tristeza y la desesperación. No he hablado
sobre estas opiniones porque no conducen a la ausencia de la pasión, ni a la
tranquilidad ni al Nirvana. ¿ Y qué es lo que he explicado . El sufrimiento he explicado,
la causa del sufrimiento, la destrucción del sufrimiento y el camino que
conduce al sufrimiento he explicado, porque esto es
útil”.
Podemos decir que,
independientemente de las creencias y de las posturas filosóficas adoptadas,
existen cuatro actitudes básicas (amor, odio, egoísmo, negligencia) quedando a
cada uno la posibilidad de “elegir” a una de ellas. La ley de Dios se ha ido
revelando mediante el progreso del conocimiento humano. Su divulgación
y posterior aceptación conforman una etapa importante en el proceso de la
adaptación del hombre a dicha ley.
4 CRISTIANISMO
Cuando describimos las distintas tendencias políticas y económicas, tomamos
como referencias los dos extremos entre los que podremos encontrarlas. Uno de
los extremos lo constituye el Estado totalitario (socialismo) y el otro lo
constituye el Estado liberal. En forma semejante, cuando describimos las
distintas posturas religiosas, también pensamos en los dos extremos posibles;
uno está constituido por el Dios trascendente que interviene en los
acontecimientos cotidianos (como lo hace el Estado totalitario) y el otro
extremo lo constituye el Dios inmanente (que sólo establece las “reglas del
juego”). La primera postura da al hombre la posibilidad de sentirse protegido
ante situaciones extremas, ya que piensa en un poder concreto a quien recurrir,
mientras que la segunda postura da al hombre la garantía de leyes invariantes,
dejando en la previsión del futuro la autoprotección ante posibles
adversidades.
Es importante saber si estamos
en un universo “totalitario”, o bien en uno “liberal”, ya que la religión nos
prepara para uno de ellos, y nos acercará o alejará del mundo real en cuanto su
visión de la realidad coincida, o no, con el universo existente. Así, muchos
ven en el cristianismo una religión en la que el Dios trascendente “envía a su
Hijo para que muera por la salvación de los hombres”; o, si Cristo es el propio
Dios, se envía a sí mismo para morir como un hombre. Los “misterios de la fe”
también pueden considerarse como contradicciones o inconsistencias lógicas que
impiden al hombre razonar sobre religión, alejando a muchos por esa
imposibilidad. Quinto Tertuliano dijo: “Lo creo porque es absurdo”.
Otra forma de interpretar al
cristianismo deriva del actual conocimiento de la evolución biológica adaptativa. Tal tendencia ha de ser continuada por la
evolución cultural a través de nuestra propia inteligencia buscando niveles más
elevados de adaptación. El propio hombre se hace partícipe en la actividad
creadora y así desaparecen los misterios y las inconsistencias lógicas. Es
posible encontrar en las expresiones de Cristo una postura compatible con esta
tendencia, es decir, si tenemos en cuenta lo que él dijo a los hombres (la
“religión de Cristo”), encontraremos diferencias esenciales respecto de lo que
los hombres dicen sobre él (la “religión acerca de Cristo”).
La religión de Cristo busca lo
simple y lo efectivo; actitud que contrasta con la religión acerca de Cristo,
que la ha desplazado casi totalmente. Recordemos que dijo: “
¿ Acaso se saca la luz para ponerla debajo de un cacharro o debajo de la
cama . ¿ No es
para que se ponga en la lámpara . Pues no hay nada oculto que no se manifieste;
no ocurre nada en secreto que no salga a lo visible”.
Cuando dice: “Primeramente
buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”,
toma como referencia a la propia ley de Dios, tal como lo hace la ciencia
experimental. Sin embargo, es muy común que cada individuo adapte la religión a
su propio criterio dejando así de tener sentido el significado que le dio su
iniciador. Las prédicas cristianas apuntan a que el individuo adopte una nueva
forma de ver al mundo, de manera que el cumplimiento de los mandamientos se dé
como una consecuencia inmediata. Para ello ha de abandonar su anterior visión
de la realidad. La religión pública ha de desplazar a las religiones
individuales.
Cuando dice: “El Reino de Dios
está dentro de vosotros”, “..porque Dios sabe qué os
hace falta antes que se lo pidáis”, nos sugiere la existencia de un Dios
inmanente del cual puede entender su voluntad aparente y por ello expresa: “Yo
nací y vine al mundo para esto, para atestiguar sobre la verdad”, “Quien a mí
me ve, ve al Padre”. Se autodenominó el “Hijo de Dios” porque el Dios inmanente
requiere de hombres que sepan entender y divulgar sus leyes eternas, logrando
la adaptación cultural del hombre al orden natural establecido.
La actitud pagana e idólatra
contrasta con la actitud racional y científica, ya que no contempla la idea de
la adaptación mencionada. Quienes, desde el racionalismo, pretendemos describir
al cristianismo de una manera muy simple, buscamos acercarlo a la gente
suponiendo que en él se encuentra la solución para la actual crisis del hombre
y de la sociedad. Además, los Evangelios llevan impreso cierto magnetismo que
proviene de la personalidad del propio Cristo y que se pierde cuando aparecen los
“emisores secundarios”.
La religión de Cristo supone
un Dios inmanente y de ahí que la salvación provendrá de la conducta (acción)
de cada uno. En cambio, la religión acerca de Cristo supone un Dios
trascendente y de ahí que la salvación vendrá de la fe de cada uno. Así como la
religión del Dios inmanente tiene algo en común con el ateísmo, la religión del
Dios trascendente tiene algo en común con el paganismo y la superstición. La
“evidencia” de los milagros (prueba de lo trascendente) queda compensada con la
aleatoriedad de los accidentes fortuitos (prueba de lo inmanente).
Cristo no descarta la
posibilidad de que existan hombres justos antes de recibir sus prédicas, por lo
que dijo: “No he venido por los justos, sino por los pecadores”. Es posible que
la “Iglesia invisible”, constituida por quienes no comparten el ritualismo y la
idolatría de la “Iglesia visible”, esté más cerca de la idea de la adaptación
ya mencionada. Para la Iglesia invisible existe el problema del predomino del
Mal sobre el Bien, mientras que para la Iglesia visible existe el problema del
predominio de los ateos sobre los creyentes. El Papa Pío IX dijo: “Quienes
están impedidos por un desconocimiento insuperable de nuestra Santa Religión y,
observando la ley natural, cuyos mandatos están escritos por Dios en todos los
corazones humanos, y estando dispuestos a obedecerle, llevan una vida honorable
y recta, pueden, con la ayuda del poder de la luz y la gracia Divinas, lograr
la vida eterna” (Citado en “Las religiones del mundo” de Huston
Smith).
La Iglesia visible a veces
adopta una postura intermedia aceptando la existencia de leyes naturales
invariantes, pero también acepta la posibilidad de lo sobrenatural (milagros e
intervenciones). Adopta una postura intermedia entre la adaptación a las leyes
de Dios y la adulación hacia quien supuestamente decide los acontecimientos
cotidianos.
El atractivo personal, que
intensifica los vínculos humanos, se debe a tres causas principales; atributos
espirituales o afectivos (promovidos por la religión), atributos intelectuales
(promovidos por la ciencia y la filosofía) y atributos físicos (promovidos por
el deporte). Para el cristianismo es esencial favorecer las condiciones para
que exista el amor, y ello implica aumentar nuestra capacidad para compartir
las penas y las alegrías de los demás. Por ello, el camino y el objetivo se
identifican y se dan simultáneamente. Blaise Pascal
escribió: “Es curioso que muchas veces amar a otro es amar ciertas cualidades
que pueden perderse. Nunca se ama a la persona, se aman sus cualidades”.
Buscar el sentido de la vida
es haberle dado previamente una significación y un valor. La misión principal
de la religión es dar una orientación respecto de ese sentido que, en última
instancia, busca ubicarla en armonía con el orden natural y las leyes eternas
que lo rigen. El sentimiento religioso surge desde el momento en que el hombre
trasciende su esencia biológica y descubre su esencia cultural.
Cristo da una respuesta al sentimiento
religioso y lo promueve, por lo que dijo: “Yo soy la verdad, el camino y la
vida”, en donde puede apreciarse la secuencia conocimiento (verdad), ideología
(camino) y acción (vida). Lo fundamental es la acción, ya que las posturas
filosóficas asociadas a la religión ocasionan, a veces, divisiones
irreconciliables. Gabriela Mistral escribió: “Todo el bien que hoy día puede
hacerse al catolicismo y al cristianismo en general, es un sacrificio de
intereses materiales. O se da eso, o se declara lealmente que la doctrina de
Cristo la aceptamos sólo como una lectura bella, en el Evangelio, o como una
filosofía trascendente que eleva la dignidad humana, pero que no es para
nosotros una religión, es decir, una conducta para la vida” (De “Cristianismo
con sentido social”).
La mentalidad que prevalece en
las sociedades de consumo tiende a legitimar el deseo egoísta, producto de las
pasiones y desvinculado de toda actitud afectiva, y que lleva a vínculos poco
duraderos. El amor, por el contrario, se caracteriza por ser eterno. Cristo
dijo: “Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha
adulterado con ella en su corazón”.
No sólo se acepta el deseo
egoísta, sino todo lo que resulte usual y generalizado. (“Abandonando el
mandato de Dios, observáis la tradición de los hombres”). Así, es notoria la
total falta de intimidad, lo que lleva a la grosería generalizada. Si buscamos
la anulación de las cualidades humanas, tendemos a anular el atractivo de las
personas y las aspiraciones afectivas de todo individuo, lo que ha de llevar
hacia una falta de interés por la propia vida. Cristo dijo: ”Os
doy mi palabra de que si no os convertís y no os hacéis como los niños, no
entraréis en el Reino de los Cielos”.
Quien lo acepta por la verdad
de sus palabras, no necesita aceptarlo por medio de milagros o misterios. Sin
embargo, siempre recibirá críticas y será despreciado por “no creer” en tales
misterios. Quien no cree en la religión acerca de Cristo, no comparte las
creencias de quienes han usurpado su religión utilizando su nombre. Cristo
dijo: “No todo el que me dice ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los
Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”.
La competencia predomina
cuando se persiguen objetivos individuales, mientras que la solidaridad
predomina cuando se persiguen objetivos colectivos. Además, poner la otra
mejilla es una muestra de debilidad en los débiles y una muestra de fortaleza
en los fuertes. Sólo es fuerte el que puede perdonar, ya que ese aspecto es la
medida de la fortaleza humana.
El Reino de Dios es un
objetivo social, y no individual, si bien debe lograrse a partir de cada
hombre. Es un proyecto accesible a todos los hombres, siendo la empresa más
grande y difícil que nos presenta el desarrollo humano. Se establecerá cuando
el propio hombre lo decida; cuando se convenza de que debemos acatar las leyes
de Dios y así cumplir con la voluntad implícita en el espíritu de la ley
natural. De una esperanza difusa, debemos pasar a una realidad posible que
materializará los ideales más simples y profundos de la especie humana.
5 CRISTIANISMO Y CIENCIA
Nuestra época se caracteriza por el masivo alejamiento del hombre
respecto de la religión, al menos en muchos países de Occidente. Se dice que
ello ocurre por un mayor predominio de
la ciencia, aunque, en realidad, se debe a un acercamiento al nihilismo y al
relativismo moral. El problema del nihilismo es la ausencia de una finalidad
para la vida y para el universo. Paul Chauchard escribió: “…en nombre del absurdo niegan
todo sentido a la historia y no saben qué hacer de su libertad, y los
totalitarios, nos privan de nuestra libertad en nombre de un sentido deificado
de la historia”.
Muchos ven a la ciencia como
algo opuesto a la religión. Sin embargo, aquélla ha contado, entre sus
principales fundadores, a muchos hombres para quienes la religión ocupaba un
lugar importante en sus vidas. Entre ellos podemos citar a Copérnico,
Galileo, Kepler, Newton, Faraday,
Maxwell, Darwin, Mendel, etc. Incluso dos de ellos (Copérnico y Mendel) eran
sacerdotes, mientras que Kepler y Darwin estudiaron
teología para convertirse en predicadores protestantes, si bien luego se
dedicaron por entero a la ciencia.
Si consideramos al hombre a
partir de sus necesidades básicas de afecto, de conocimientos y de alimentos,
asociados tradicionalmente al “corazón”, la mente y el cuerpo, vemos que en la
actualidad existe una búsqueda preponderante de las comodidades del cuerpo.
Incluso la competencia y la ostentación de riquezas están asociadas al éxito
logrado en esa búsqueda.
Como la religión cristiana se
basa en los sentimientos humanos, que derivan en una ética natural, se la deja
de lado alegando que “está fuera de la época”. Sin embargo, incluso en la
neurociencia, se han detectado ciertas funciones de la mente humana que están
asociadas al comportamiento ético del hombre.
Los seres humanos que han
perdido su capacidad afectiva, ya sea porque no la tuvieron desde nacimiento, o
porque algún accidente les afectó cierta parte del cerebro, o por la influencia
social recibida, muestran un comportamiento puramente racional exento de todo
tipo de emociones, que los puede llevar a comportamientos crueles y brutales.
De ahí que los opositores al cristianismo hayan sido personajes tales como
Nerón, Lenín, Stalin, Trotski, Hitler, etc. El
psiquiatra H. Baruk escribió: “..Vimos
en líneas anteriores que ciertas enfermedades afectan realmente estos
sentimientos humanitarios y transforman al hombre en una máquina lógica y
pensante. Pero existen también en ciertos individuos trastornos del desarrollo
que producen los mismos resultados”.
“Se trata de personas que son incapaces de sentir simpatía por el medio
humano. Su afectividad muy viva está dirigida exclusivamente hacia la
naturaleza, los árboles, los bosques, los animales, sin poderse aplicar al
hombre. También, a primera vista, estos sujetos se nos presentan con un aire de
sensibilidad, poético, romántico, artístico, que los hace simpáticos, pero se
descubre en seguida que esta sensibilidad artística oculta un vacío profundo
por lo que toca al hombre. También nos sorprende ver que estos sujetos de
apariencia dulce y sensible, a los que conmovía
el menor sufrimiento infligido a un pollito, no vacilaron, si tuvieran los medios de hacerlo, en
sacrificar, o en mandar asesinar o torturar a seres humanos sin el menor
escrúpulo y sin el menor sentimiento”.
“Todo el que se siente extraño a su medio o no puede vivir con él,
padece. También encontramos en estos sujetos un sufrimiento agudo, que se
vuelve a menudo rencor y odio. Sintiéndose extraños al medio de sus prójimos,
tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, y de esa manera conciben una
violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a
la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de
compensación y de venganza y, en caso de necesidad, de exterminio” (De
“Psiquiatría moral experimental” – Editorial Fondo de Cultura Económica)