6 DEBILIDAD IDEOLÓGICA

 

La postura adoptada por la religión revelada muestra cierta debilidad ideológica, al menos frente a la predominante actitud científica que impera en nuestras épocas. Al aceptarse, por la fe, todo el contenido de los libros sagrados, cualquiera sea la interpretación que se les haya dado, da lugar a cierto subjetivismo. Como no se toma como referencia a la realidad, para darle sentido a tales libros, sino que, por el contrario, a éstos se los toma como referencia para darle sentido a la realidad., el mundo pasa a ser una interpretación subjetiva de los distintos creyentes. Habrá tantos mundos posibles como interpretaciones de la Biblia haya.

 

   En cambio, desde la ciencia se toma como referencia a la realidad para darle sentido a las distintas interpretaciones que se hacen del mundo, por lo que se trata de adoptar una postura objetiva. Los acuerdos entre religión revelada y ciencia son poco probables, ya que se parte desde principios distintos. Además, el religioso parte de la verdad que cree poseer, mientras que el científico trata de llegar a la verdad como una meta que se encuentra al final del camino y del proceso de investigación.

 

   Así, el pueblo judío se siente el “pueblo elegido”, el Papa se atribuye cierta infalibilidad en cuestiones teológicas, el Dalai Lama se considera una reencarnación de Dios. Desde la ciencia a uno sólo le queda aceptar la derrota desde el inicio de la discusión, ya que el hombre común es menos que alguien elegido, o infalible, o el propio Dios. Si alguien acostumbra hablar partiendo de que es el dueño de la verdad, en cierta forma menosprecia a quien no la posee. Además, cuando el religioso entra en un lugar dificultoso, en una discusión, recurre a cuestiones inaccesibles a la observación, a la verificación y al razonamiento. Esta actitud resulta indignante al científico, de ahí que Albert Einstein  haya expresado: “No hay duda de que la ciencia no refutará nunca, en el sentido auténtico, la doctrina de un Dios personal que interviene en los acontecimientos naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos campos en los que aún no ha sido capaz de afianzarse el conocimiento científico. Pero estoy convencido de que el que los representantes de la religión adoptasen esa conducta no sólo sería indigna sino también fatal para ellos. Creo que una doctrina que no es capaz de mantenerse a la luz sino que ha de refugiarse en las tinieblas, perderá inevitablemente su influencia sobre el género humano, con un daño incalculable para el progreso de éste” (De “Contribuciones a la ciencia” – Ediciones Orbis, SA).

 

   Como la religión actúa como un vehículo que lleva en su interior a la ética, cuando se la rechaza por alguna razón, se rechaza también a la ética. Para colmo, muchos religiosos han establecido que uno debe aceptar totalmente el contenido de los libros sagrados, o, en caso contrario, debe rechazarlo de igual manera. De ahí que muchos optan por esta última opción. Debe tenerse presente, además, que toda ideología o creencia que tenga un carácter público, y que influye sobre la sociedad, da lugar y da derechos a opinar sobre ella, de lo contrario no debe adoptar ese carácter.

 

   Desde una postura científica, muy pocos podrán comprender todo el contenido de la Biblia, incluso pocos podrán distinguir las simbologías de sus significados plenos, por lo que pronto serán tildados de ateos, no creyentes, o simples ignorantes. Esto pasa principalmente cuando uno trata de asociar las verdades científicas a los temas básicos de la religión.

 

   De ahí que, dado el notorio alejamiento de la población respecto de la religión, se propone dejarla intacta (y cada vez menos influyente en la sociedad), en lugar de lograr fortalecerla sustentándola con algunos conocimientos derivados desde la ciencia. No se permite que el remedio llegue al enfermo, ni que el remedio sea suministrado por otros. Existe una férrea oposición al cambio, ya que se opta por seguir tratando de imponer posturas filosóficas aunque la sociedad siga en camino de una crisis creciente. Esto hace recordar cierta expresión de una gobernante hindú (Indira Gandhi), ante un atentado terrorista, tratando de tranquilizar a la gente: “Hay muchos muertos, pero los lugares sagrados quedaron intactos”. También nos recuerda el caso de un ministro de economía (Pugliese) quien, en plena época de hiperinflación, expresó: “Todas las medidas técnicas que deben tomarse, han sido tomadas”, en vez de reconocer su incapacidad para resolver la situación.

 

   Si podemos definir al amor dentro del marco de la psicología de las actitudes, o si podemos considerar el concepto bíblico del Reino de Dios como el precursor del concepto científico del proceso de adaptación cultural al orden natural, habremos hecho un gran avance. De esa forma, en vez de “regalarle” el método de la ciencia a quienes pretenden usarlo para predicar la violencia y el ateísmo (marxismo), la religión se vería fortalecida de una manera significativa.

 

   Es preferible tratar de fortalecer a la religión cristiana aclarando algunos temas importantes (y actualmente misteriosos) en lugar de quedarse de brazos cruzados contemplando su debilidad ideológica. Así, pronto se la dejará de ver como un conjunto de creencias personales y subjetivas, para ser contemplada como un conjunto de ideas adecuadamente basadas en leyes naturales de fácil acceso o, al menos, de una posible verificación dentro del marco de la ciencia experimental.

 

   Es evidente que, desde una postura científica, no pueden describirse todos los fenómenos humanos (mentales, sociales). Ni siquiera la física ha podido encontrar una teoría que abarque la totalidad de los fenómenos que estudia. A partir de esta evidente realidad, se ha acusado al autor del presente escrito, en forma malintencionada, de usurpar la religión cristiana en lugar de intentar fundamentarla adecuadamente (especialmente en aquellos aspectos que resultan accesibles a nuestras decisiones), como toda persona de bien puede apreciar.

 

   En la postura de la religión natural, no se afirma la existencia de la inmortalidad (porque escapa a toda verificación), lo que no implica que se la niegue. Nunca se duda de la veracidad del mensaje cristiano. En caso de que exista tal inmortalidad, se supone que también existirá una ley natural que lo permite. De esa manera, se pone en claro que es la actitud ética la que permitirá ese logro, antes que los pedidos efectuados al Dios personal que premia y castiga decidiendo en cada caso. Por algo Cristo expresó: “…porque Dios sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis”. Esta expresión es el “seguro” que evita la idolatría y las actitudes paganas dentro de su religión. Con ello hace ver que es la actitud ética, y no las decisiones divinas, la causa que determinará los efectos posteriores.

 

    También el amor al prójimo, en la religión tradicional, es casi un misterio, o bien algo que ha de afrontar la multiplicidad de interpretaciones subjetivas (como consecuencia de no existir una adecuada definición). De esa manera, cualquiera creerá cumplir este mandamiento tan importante. Al definírselo con toda precisión en la Teoría de la Acción Ética, se habrá justificado plenamente el fundamento que proviene de la religión natural. Sin embargo, algunos lo rechazan por ser algo demasiado simple y demasiado claro, algo que pareciera no formar parte de la religión acerca de Cristo.

 

   Con esta definición precisa podemos casi “medir” nuestro grado de cristianización o nuestro grado de mejoramiento individual, que ha de ser la introspección básica y fundamental que orientará la vida del individuo. También aquí se observa claramente que la definición del amor servirá como fundamento adicional de las prédicas cristianas. Al cumplirse el mandamiento de una manera efectiva, se permitirá que el individuo acceda a la vida espiritual que se propone en los Evangelios. Si este aporte es considerado como una intromisión de alguien que está fuera del cristianismo, como algunos lo interpretan, actúan en realidad como los fanáticos que se sienten  dueños de un club deportivo y que alejan a la gente decente que también pretende participar.

 

   Pretenden que quien construye y aporta el mencionado fundamento debería quedar marginado de la religión y de la sociedad (como varias veces se ha insinuado), ya que sólo tratan de destruir lo que no se adapta a sus subjetivas visiones de la realidad. Esto es parte de la actitud predominante en la que pocos se cuestionan acerca de cómo funciona el mundo real, sino que se cuestionan las creencias que los hombres tenemos respecto del mismo. De ahí el desprecio hacia todo lo concreto que pueda aportarse.

 

   La actitud adoptada por las Iglesias cristianas, respecto de la veracidad de una prédica, según la cual “no depende de sus frutos” sino que “la conoceréis según su origen divino”, no sólo entra en conflicto con la ciencia, sino que permite la entrada de otras religiones reveladas (con misterios, milagros, etc., en grandes cantidades), como es el caso del Islam, a pesar de que esta religión pueda estar en desacuerdo con la ley natural. También se permite el afianzamiento del ateísmo (asociado al nihilismo y al relativismo moral). De ahí que se justifica ampliamente la posibilidad de considerar al cristianismo como una religión natural.

 

   No se trata de “rebajar” al cristianismo a una religión natural, como a veces se afirma, ya que ello traerá su triunfo definitivo y, sobre todo, el de la humanidad. Por el contrario, debemos criticar abiertamente la tendencia a alejar a la ciencia del cristianismo y de permitir el afianzamiento del Islam. Incluso la escritora Oriana Fallaci llega al extremo de denominar “Eurabia” a la Europa que incluso ha omitido el nombre de Dios en su nueva constitución.

 

   Las Iglesias deben tener presente que al “rebajar” al cristianismo de esa forma, se seguirá el ejemplo de quien murió en la cruz en beneficio de su religión y de la humanidad. Alguien escribió alguna vez que, por muy alto que suban los científicos por la montaña del conocimiento, en la cima estarán los teólogos esperándolos. Esta vendría a ser la soberbia infinita, asociada a la debilidad extrema. Si alguien es acusado de ser un “usurpador del cristianismo”,  por algún adherente a esta actitud, debería aceptarlo casi como un elogio.

 

 

   En nuestras épocas, no podemos matar a Cristo, pero sí podemos hacerlo con su religión. También podemos revivirla en la simplicidad de las verdades eternas, a todos accesibles. Quienes tratan de ubicar a Cristo en el lugar más alto según los valores aceptados por los hombres (porque en realidad buscan elevarse ellos mismos como seguidores) lo único que logran es el alejamiento de la gente respecto de la religión, resignando a la humanidad a vivir en la esclavitud del sufrimiento.

 

 

7 MILAGRO Y LEY NATURAL

 

La religión revelada admite la existencia de leyes naturales y también de interrupciones a dichas leyes desde un nivel sobrenatural. Incluso la propia revelación implica tal tipo de interrupción. La religión natural, por otra parte, sólo considera la existencia de leyes naturales. Al igual que la ciencia experimental, se basa en la observación directa de la realidad. La verdad, en este caso, es sinónimo de “exacta descripción”, aunque pocas veces podamos alcanzarla.

 

   El grado de veracidad alcanzado por una descripción, se mantiene inalterable a través del tiempo. Ello se debe a la invariabilidad de la ley natural. La religión revelada, o sobrenatural, recibe la verdad en el acto de la revelación (desde Dios hacia el enviado, o el elegido) y la verdad tiene un carácter definitivo (al menos hasta que ocurra otra revelación posterior).

 

   Si se descubre un milagro (intervención de Dios o de seres sobrenaturales) la religión natural puede perder algo de su eficacia, ya que dejaría de lado una parte esencial de la realidad, mientras que resulta casi imposible comprobar la inexistencia de los milagros. Sin embargo, dada la existencia de varias religiones reveladas, la veracidad de las mismas será comprobada con el mismo criterio con el que se comprueba la religión natural o la propia descripción científica, esto es, por su grado de vinculación con la ley natural.

 

   Desde la religión natural se observa al milagro como una trasgresión de Dios a su propia ley, mientras que los pecados humanos se producen justamente por trasgredirla. Para David Hume “un milagro es una violación de las leyes de la Naturaleza”.  Otras expresiones similares son: “es un hecho producido contrariamente a la Naturaleza”, “que se sale del orden de la Naturaleza”, etc. José María Rieza Morales escribe: “La creencia en Dios no presupone necesariamente la admisión de milagros. Científicos se encontrarán convencidos de la existencia de Dios y vacilantes o escépticos delante de todo fenómeno de tipo maravilloso. Más si es verdad que existe el Autor del universo, habremos de reconocerle la posibilidad de que, cuando lo estime conveniente, intervenga en su obra” (De “Azar, ley, milagro” – La Editorial Católica SA).

 

   Muchos cristianos aceptan las prédicas evangélicas sin necesidad de observar, o de creer, en los milagros. Sólo les basta la palabra de Cristo. Sin embargo, como la creencia en lo sobrenatural es superior, para algunos, a la postura ética, acusan de no creyentes, o de no ser cristianos, a quienes no necesitan ser convencidos por la existencia de milagros. Predomina la intención de imponer una postura filosófica a lograr una actitud ética.

 

   Hacer que la mayoría de los hombres acepte una postura filosófica determinada, es prácticamente imposible de lograr, ya que tales posturas están ligadas, generalmente, al tipo psicológico al que se pertenece. En cambio, si se trata de hacer prevalecer una postura ética, es factible lograr coincidencias. Es un caso similar al de la ciencia experimental: pueden haber diferentes posturas filosóficas respecto de la interpretación de las teorías, pero ni los hechos experimentales ni las teorías verificadas se han de poner en duda.

 

   La debilidad lógica de la intervención de seres sobrenaturales radica en que a veces actúan y a veces no, o que permiten la existencia de grandes males que pudieron evitarse fácilmente. En cuanto a las profecías, interpretadas como anuncios de Dios, cabe preguntarse por la demora existente en la finalización de una época caracterizada por el sufrimiento extremo cuando podría actuarse en forma mucho más rápida.

 

   Si existe un Dios que produce interrupciones de la ley natural, el hombre tiende a adoptar una actitud pasiva. Incluso trata de homenajear y de adular al causante de todos los beneficios que le serán otorgados. Por el contrario, la existencia de una ley natural invariante nos obliga a adoptar una actitud muy activa, ya que debemos adaptarnos al orden natural a partir de un gran trabajo de mejoramiento individual.

 

   Así como alguien puede sentirse superior a los demás por su clase social o por su origen racial, muchos se sienten superiores a los demás por su condición de “creyentes en lo sobrenatural”, mientras que observan al resto de los mortales como simples seres pertenecientes al mundo biológico.

 

    El camino de adaptación al orden natural está muy ligado al razonamiento y a cierta intelectualidad, lo que lo hace atractivo desde este punto de vista. Thomas Merton escribió: “El concepto de virtud no atrae a los hombres, porque ya no están interesados en hacerse buenos. Sin embargo, si se les dice que Santo Tomás habla de las virtudes como hábitos del intelecto práctico quizás presten cierta atención a esas palabras. Les agrada el pensamiento de todo cuanto parezca hacerles inteligentes” (De “Nuevas semillas de contemplación”).

 

   Quienes poseen poco nivel intelectual, valoran sólo “el poder de Dios” vislumbrado en su capacidad de actuar sobre la naturaleza. Baruch de Spinoza escribió: “De ahí que el vulgo llama milagros u obras de Dios a las obras insólitas de la naturaleza; y, en parte por devoción, en parte por deseos de oponerse a aquellos que cultivan las ciencias naturales y sólo quiere oír lo que ignora y, por tanto, lo que más admira. Y es que el vulgo sólo puede adorar a Dios y referir todas las cosas a su dominio y a su voluntad, suprimiendo las causas naturales e imaginando las cosas fuera del orden de la naturaleza; y nunca admira más el poder de Dios, que cuando imagina el poder de la naturaleza como sometido por Dios” (Del “Tratado teológico-político” – Ed. Altaya).

 

   Según la Biblia, el “milagro” también puede ser asociado a los falsos profetas, de ahí que, finalmente, ha de ser la compatibilidad con la ley natural lo que garantizará la verdad. Baruch de Spinoza escribió: “En primer lugar, del hecho de que Moisés (Deuteronomio, 13) manda que condenen a muerte al profeta seductor, aunque haga milagros. Pues se expresa así: aunque se produzca la señal o el portento que te predijo, etc., no quieras (sin embargo) dar crédito a las palabras de ese profeta, etc., porque vuestro Dios os tienta, etc. Que aquel profeta sea pues condenado a muerte, etc. De donde se sigue claramente que los milagros también pueden ser realizados por falsos profetas y que, a menos que los hombres estén provistos del verdadero conocimiento y amor de Dios, por los milagros pueden ser inducidos con la misma facilidad a abrazar dioses falsos o el Dios verdadero” (Del “Tratado teológico-político”).

 

   La teología es el estudio de Dios, o el conocimiento de Dios. Existen dos caminos posibles para ese conocimiento: a partir de su obra, conociendo el orden natural y las leyes naturales subyacentes, o bien a través de las interrupciones de tales leyes y la destrucción momentánea de dicho orden. En el primer caso podemos llegar a un conocimiento claro y concreto. En el segundo caso sólo llegamos a una gran confusión. De ahí que Spinoza haya expresado: “Los israelitas no lograron formar, a partir de tantos milagros, una idea correcta de Dios, como la misma experiencia ha confirmado. Y así, cuando creyeron que Moisés se había marchado, pidieron a Aarón divinidades visibles y, ¡ qué vergüenza !, un becerro fue la idea que ellos formaron, finalmente, de Dios a partir de tantos milagros”.

 

   Muchos creyentes, que esperan la vida eterna, suponen que el principal requisito para su logro es la creencia en lo sobrenatural. Poco les importa el sufrimiento que hay en el mundo. Por el contrario, cuando leen que “muchos son los llamados y pocos los elegidos” suponen que su creencia deriva de cierta elección por parte de Dios y que por ello lograrán la vida eterna (y no por el cumplimiento de una acción ética satisfactoria). De ahí el desprecio que sienten por quienes proponen establecer una interpretación del cristianismo como una religión natural.

 

   Muchas veces se ha designado como milagro al acontecimiento que el hombre no pudo explicar a partir de las leyes naturales, o que nunca podrá explicar debido a las limitaciones inherentes a nuestra naturaleza. De todas formas, son fenómenos que existen y que producen efectos sorprendentes. El médico y Premio Nobel Alexis Carrel escribió: “Fue generalmente admitido que no sólo no existen los milagros, sino que no podían existir. Lo mismo que las leyes de la termodinámica hacen imposible el movimiento continuo, las leyes fisiológicas se oponen a los milagros. Todavía es está la actitud de la mayor parte de los fisiólogos y de los médicos. Sin embargo, en vista de los hechos observados durante los últimos cincuenta años, no puede sostenerse esta actitud. Los casos más importantes de curación milagrosa se han registrado en la Oficina Médica de Lourdes. Nuestro concepto actual de la influencia de la oración sobre las lesiones patológicas está basado en la observación de pacientes que han sido curados casi instantáneamente de diversas afecciones, tales como tuberculosis peritoneal, abscesos fríos, osteítis, heridas supurantes, lupus, cáncer, etc. El proceso de la curación varía poco de unos individuos a otros. A menudo, un dolor agudo. Luego, una sensación instantánea de estar curado. En unos segundos, unos minutos, todo lo más unas horas, se cicatrizan las heridas, desaparecen los síntomas patológicos, vuelve el apetito”.

    “El milagro se caracteriza principalmente por una extraordinaria aceleración de los procesos de reparación orgánica. No hay duda de que el grado de cicatrización de los defectos anatómicos es mucho más rápido que lo normal. La única condición indispensable para que el fenómeno se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones, de naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos. Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo” (De “La incógnita del hombre” – Ed. Época SA)

 

   En el caso de que existiesen los milagros, en el sentido estricto de la palabra, es importante resaltar que las probabilidades de ocurrencia son muy pequeñas, al menos muchos de nosotros podemos afirmar no haber visto ninguno durante nuestra vida. De ahí que debe darse prioridad al predominio de la ley natural por encima de lo sobrenatural. En cambio, quienes suponen la existencia de intervenciones cotidianas, fundamentan sus vidas en visiones completamente subjetivas y, seguramente, alejadas de la realidad. Es  evidente que la religión debe tener una validez general, y no particular, ya que, en ese caso, no tendría razón de ser.

 

   Es oportuno mencionar que la ley natural no excluye al suceso poco probable, siendo tal tipo de acontecimiento algo tan sorprendente como el milagro propiamente dicho. Así, no es imposible que todas las moléculas de aire de la habitación en donde estamos se muevan hacia un sector de la misma y tengamos dificultades para respirar. La ocurrencia de este fenómeno es tan poco probable que nunca ha sido observado, si bien la teoría respectiva le asigna una probabilidad muy pequeña, pero no nula.

 

   Debido a la abrumadora diferencia existente entre la probabilidad de ocurrencia de los acontecimientos regidos por la ley natural respecto de aquellos que, posiblemente, sean motivados por las intervenciones divinas, es prioritaria la consideración de dicha ley como una guía efectiva para nuestra vida. Quienes en sus visiones personales alteran completamente esta prioridad, suponen la existencia de mundos imaginarios, lo que implica una tendencia hacia la desadaptación del hombre respecto del orden natural.

 

 

 

8 ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA RELIGIÓN NATURAL

 

La religión natural está asociado al surgimiento de la Ilustración, o Iluminismo, durante el siglo XVIII.  Surgen los deístas, o librepensadores, que suponen que Dios sólo actuó en el momento de la Creación, o bien identifican a Dios con el orden natural, oponiéndose a los teístas, que suponen que Dios sigue interviniendo en el mundo. Se citarán algunos escritos de Federico Klimke S.J., de su libro “Historia de la Filosofía” – Editorial Labor SA:

 

“El postulado de la tolerancia y de la libertad de conciencia señala el punto culminante de todas estas tendencias. La «iluminación» ama la tolerancia con delirio. Spinoza es uno de los primeros que intenta probar filosóficamente la libertad de conciencia; en su “Tratado teológico-político” quiere probar que esa libertad está fundada en el mismo Derecho natural, por lo que el hombre no puede jamás renunciar a ella”.

 

“La «iluminación» no reconoce como fuente de verdad la autoridad y la tradición, sino sólo la razón humana; además, únicamente admite la Religión natural”.

 

“La «iluminación» tan sólo reconoce tres verdades religiosas: Dios, la virtud, o sea, la libertad, y la inmortalidad, porque esas tres ideas son obvias a la razón natural y comunes a todas las religiones. Conviene con la doctrina católica en el concepto de religión natural, pero el valor y el significado de ese concepto en ambas es distinto. Según la doctrina de la Iglesia, la Religión meramente natural nunca existió como tal, sino que ya desde los orígenes del género humano ha sido elevada y perfeccionada por la Religión sobrenatural; en cambio, según los filósofos empiristas y racionalistas, la única religión verdadera y cierta es la Religión natural; destruyendo cada vez más con su escepticismo la Religión sobrenatural”.

 

“Algunos que todavía admiten la Revelación, o bien afirman que sobreañade nuevas verdades a las de la Religión natural, o bien creen que sólo comprueba las verdades naturales; otros, yendo mucho más lejos, defienden que todas las doctrinas reveladas no son más que una corrupción de la Religión natural, un efecto de la superstición, de la ignorancia o del deseo de dominar de algunos”.

 

“De este modo naturalista y escéptico de interpretar las cosas de la Religión se siguió la desaparición de la fe en los milagros. De la ciencia natural matemático-mecánica nació la persuasión de que en el cosmos las leyes naturales rigen de una manera inviolable, y que todos los fenómenos que hasta el presente no han sido descifrados, con el progreso de la ciencia hallarán su explicación natural”.

 

“Así, toda la religión cristiana ya no se considera como una institución sobrenatural, sino como un suceso meramente natural sujeto a las mismas causas que todos los demás acontecimientos históricos. Spinoza es el primero que niega los milagros apoyado en los principios de su filosofía”.

 

“Otros, como Newton y Leibniz, al desarrollar con el mayor rigor posible el aspecto mecánico de la Naturaleza, se esfuerzan en demostrar la existencia de una causa inteligente y suprema, deduciéndola precisamente del admirable orden del mecanismo cósmico, con lo que el argumento teleológico viene a ser uno de los más usados. Pero de esta misma consideración se sacan argumentos contra los milagros: un mundo tan bien ordenado, requiere de suyo la existencia y grandeza de Dios, pero los milagros derogarían esta grandeza divina y además son superfluos”.

 

“Esa misma conciliación de la religión con la mentalidad moderna, hizo que la esencia de la religión se colocara en la simple moralidad y que se negaran todos los dogmas. El fin del hombre no se pone en la salvación del alma y la bienaventuranza después de la muerte, sino en la presente felicidad interna que brota espontáneamente de la vida honesta. De aquí que los dogmas y el culto o se rechacen o se menosprecien; por lo mismo la fe inquebrantable en los dogmas como absolutamente imprescindible para la salvación, es atacada como «intolerancia»; el afecto y sentimiento religioso son mirados con desprecio y tenidos como «misticismo» y «fanatismo»”.

 

“La persuasión optimista de que el hombre es bueno por naturaleza está en pugna con el dogma del pecado original, por lo que despreciado este dogma, se da poca importancia al pecado en general”.

 

“Nuestro Señor Jesucristo se considera cada vez más como mero hombre que enseñó únicamente la moralidad y restauró la Religión natural. De ahí viene aquella distinción entre religión de Jesús y la religión cristiana, que como corrupción humana de la primera es condenada y rechazada; de ahí nace aquel pesimismo en el juzgar la historia de la Iglesia; de ahí también la crítica racionalista de libros sagrados, que ya no se tienen como divinamente inspirados, sino como una simple obra humana”.