6 DEBILIDAD IDEOLÓGICA
La postura adoptada por la religión revelada muestra cierta debilidad
ideológica, al menos frente a la predominante actitud científica que impera en
nuestras épocas. Al aceptarse, por la fe, todo el contenido de los libros sagrados,
cualquiera sea la interpretación que se les haya dado, da lugar a cierto
subjetivismo. Como no se toma como referencia a la realidad, para darle sentido
a tales libros, sino que, por el contrario, a éstos se los toma como referencia
para darle sentido a la realidad., el mundo pasa a ser una interpretación
subjetiva de los distintos creyentes. Habrá tantos mundos posibles como
interpretaciones de
En cambio, desde la ciencia se
toma como referencia a la realidad para darle sentido a las distintas
interpretaciones que se hacen del mundo, por lo que se trata de adoptar una
postura objetiva. Los acuerdos entre religión revelada y ciencia son poco
probables, ya que se parte desde principios distintos. Además, el religioso
parte de la verdad que cree poseer, mientras que el científico trata de llegar
a la verdad como una meta que se encuentra al final del camino y del proceso de
investigación.
Así, el pueblo judío se siente
el “pueblo elegido”, el Papa se atribuye cierta infalibilidad en cuestiones
teológicas, el Dalai Lama se considera una
reencarnación de Dios. Desde la ciencia a uno sólo le queda aceptar la derrota
desde el inicio de la discusión, ya que el hombre común es menos que alguien
elegido, o infalible, o el propio Dios. Si alguien acostumbra hablar partiendo
de que es el dueño de la verdad, en cierta forma menosprecia a quien no la
posee. Además, cuando el religioso entra en un lugar dificultoso, en una
discusión, recurre a cuestiones inaccesibles a la observación, a la verificación
y al razonamiento. Esta actitud resulta indignante al científico, de ahí que Albert Einstein haya expresado: “No hay duda de que la
ciencia no refutará nunca, en el
sentido auténtico, la doctrina de un Dios personal que interviene en los acontecimientos
naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos campos en
los que aún no ha sido capaz de afianzarse el conocimiento científico. Pero
estoy convencido de que el que los representantes de la religión adoptasen esa
conducta no sólo sería indigna sino también fatal para ellos. Creo que una
doctrina que no es capaz de mantenerse a la luz sino que ha de refugiarse en
las tinieblas, perderá inevitablemente su influencia sobre el género humano,
con un daño incalculable para el progreso de éste” (De “Contribuciones a la
ciencia” – Ediciones Orbis, SA).
Como la religión actúa como un
vehículo que lleva en su interior a la ética, cuando se la rechaza por alguna
razón, se rechaza también a la ética. Para colmo, muchos religiosos han establecido
que uno debe aceptar totalmente el contenido de los libros sagrados, o, en caso
contrario, debe rechazarlo de igual manera. De ahí que muchos optan por esta
última opción. Debe tenerse presente, además, que toda ideología o creencia que
tenga un carácter público, y que influye sobre la sociedad, da lugar y da
derechos a opinar sobre ella, de lo contrario no debe adoptar ese carácter.
Desde una postura científica,
muy pocos podrán comprender todo el contenido de
De ahí que, dado el notorio
alejamiento de la población respecto de la religión, se propone dejarla intacta
(y cada vez menos influyente en la sociedad), en lugar de lograr fortalecerla
sustentándola con algunos conocimientos derivados desde la ciencia. No se
permite que el remedio llegue al enfermo, ni que el remedio sea suministrado
por otros. Existe una férrea oposición al cambio, ya que se opta por seguir
tratando de imponer posturas filosóficas aunque la sociedad siga en camino de
una crisis creciente. Esto hace recordar cierta expresión de una
gobernante hindú (Indira Gandhi), ante un atentado
terrorista, tratando de tranquilizar a la gente: “Hay muchos muertos, pero los
lugares sagrados quedaron intactos”. También nos recuerda el caso de un
ministro de economía (Pugliese) quien, en plena época
de hiperinflación, expresó: “Todas las medidas técnicas que deben tomarse, han
sido tomadas”, en vez de reconocer su incapacidad para resolver la situación.
Si podemos definir al amor
dentro del marco de la psicología de las actitudes, o si podemos considerar el
concepto bíblico del Reino de Dios como el precursor del concepto científico
del proceso de adaptación cultural al orden natural, habremos hecho un gran
avance. De esa forma, en vez de “regalarle” el método de la ciencia a quienes
pretenden usarlo para predicar la violencia y el ateísmo (marxismo), la
religión se vería fortalecida de una manera significativa.
Es preferible tratar de
fortalecer a la religión cristiana aclarando algunos temas importantes (y
actualmente misteriosos) en lugar de quedarse de brazos cruzados contemplando
su debilidad ideológica. Así, pronto se la dejará de ver como un conjunto de
creencias personales y subjetivas, para ser contemplada como un conjunto de
ideas adecuadamente basadas en leyes naturales de fácil acceso o, al menos, de
una posible verificación dentro del marco de la ciencia experimental.
Es evidente que, desde una
postura científica, no pueden describirse todos los fenómenos humanos
(mentales, sociales). Ni siquiera la física ha podido encontrar una teoría que
abarque la totalidad de los fenómenos que estudia. A partir de esta evidente
realidad, se ha acusado al autor del presente escrito, en forma
malintencionada, de usurpar la religión cristiana en lugar de intentar
fundamentarla adecuadamente (especialmente en aquellos aspectos que resultan
accesibles a nuestras decisiones), como toda persona de bien puede apreciar.
En la postura de la religión
natural, no se afirma la existencia de la inmortalidad (porque escapa a toda
verificación), lo que no implica que se la niegue. Nunca se duda de la
veracidad del mensaje cristiano. En caso de que exista tal inmortalidad, se
supone que también existirá una ley natural que lo permite. De esa manera, se
pone en claro que es la actitud ética la que permitirá ese logro, antes que los
pedidos efectuados al Dios personal que premia y castiga decidiendo en cada
caso. Por algo Cristo expresó: “…porque Dios sabe que os hace falta antes de
que se lo pidáis”. Esta expresión es el “seguro” que evita la idolatría y las
actitudes paganas dentro de su religión. Con ello hace ver que es la actitud
ética, y no las decisiones divinas, la causa que determinará los efectos
posteriores.
También el amor al prójimo,
en la religión tradicional, es casi un misterio, o bien algo que ha de afrontar
la multiplicidad de interpretaciones subjetivas (como consecuencia de no
existir una adecuada definición). De esa manera, cualquiera creerá cumplir este
mandamiento tan importante. Al definírselo con toda precisión en
Con esta definición precisa
podemos casi “medir” nuestro grado de cristianización o nuestro grado de
mejoramiento individual, que ha de ser la introspección básica y fundamental que
orientará la vida del individuo. También aquí se observa claramente que la
definición del amor servirá como fundamento adicional de las prédicas
cristianas. Al cumplirse el mandamiento de una manera efectiva, se permitirá
que el individuo acceda a la vida espiritual que se propone en los Evangelios.
Si este aporte es considerado como una intromisión de alguien que está fuera
del cristianismo, como algunos lo interpretan, actúan en realidad como los
fanáticos que se sienten dueños de un
club deportivo y que alejan a la gente decente que también pretende participar.
Pretenden que quien construye
y aporta el mencionado fundamento debería quedar marginado de la religión y de
la sociedad (como varias veces se ha insinuado), ya que sólo tratan de destruir
lo que no se adapta a sus subjetivas visiones de la realidad. Esto es parte de
la actitud predominante en la que pocos se cuestionan acerca de cómo funciona
el mundo real, sino que se cuestionan las creencias que los hombres tenemos
respecto del mismo. De ahí el desprecio hacia todo lo concreto que pueda
aportarse.
La actitud adoptada por las
Iglesias cristianas, respecto de la veracidad de una prédica, según la cual “no
depende de sus frutos” sino que “la conoceréis según su origen divino”, no sólo
entra en conflicto con la ciencia, sino que permite la entrada de otras
religiones reveladas (con misterios, milagros, etc., en grandes cantidades),
como es el caso del Islam, a pesar de que esta religión pueda estar en
desacuerdo con la ley natural. También se permite el afianzamiento del ateísmo
(asociado al nihilismo y al relativismo moral). De ahí que se justifica
ampliamente la posibilidad de considerar al cristianismo como una religión
natural.
No se trata de “rebajar” al
cristianismo a una religión natural, como a veces se afirma, ya que ello traerá
su triunfo definitivo y, sobre todo, el de la humanidad. Por el contrario,
debemos criticar abiertamente la tendencia a alejar a la ciencia del
cristianismo y de permitir el afianzamiento del Islam. Incluso la escritora Oriana Fallaci llega al extremo
de denominar “Eurabia” a
Las Iglesias deben tener
presente que al “rebajar” al cristianismo de esa forma, se seguirá el ejemplo
de quien murió en la cruz en beneficio de su religión y de la humanidad.
Alguien escribió alguna vez que, por muy alto que suban los científicos por la
montaña del conocimiento, en la cima estarán los teólogos esperándolos. Esta
vendría a ser la soberbia infinita, asociada a la debilidad extrema. Si alguien
es acusado de ser un “usurpador del cristianismo”, por algún adherente a esta actitud, debería
aceptarlo casi como un elogio.
En nuestras épocas, no podemos
matar a Cristo, pero sí podemos hacerlo con su religión. También podemos
revivirla en la simplicidad de las verdades eternas, a todos accesibles.
Quienes tratan de ubicar a Cristo en el lugar más alto según los valores
aceptados por los hombres (porque en realidad buscan elevarse ellos mismos como
seguidores) lo único que logran es el alejamiento de la gente respecto de la
religión, resignando a la humanidad a vivir en la esclavitud del sufrimiento.
7 MILAGRO Y LEY NATURAL
La religión revelada admite la existencia de leyes naturales y también
de interrupciones a dichas leyes desde un nivel sobrenatural. Incluso la propia
revelación implica tal tipo de interrupción. La religión natural, por otra
parte, sólo considera la existencia de leyes naturales. Al igual que la ciencia
experimental, se basa en la observación directa de la realidad. La verdad, en
este caso, es sinónimo de “exacta descripción”, aunque pocas veces podamos
alcanzarla.
El grado de veracidad
alcanzado por una descripción, se mantiene inalterable a través del tiempo.
Ello se debe a la invariabilidad de la ley natural. La religión revelada, o
sobrenatural, recibe la verdad en el acto de la revelación (desde Dios hacia el
enviado, o el elegido) y la verdad tiene un carácter definitivo (al menos hasta
que ocurra otra revelación posterior).
Si se descubre un milagro
(intervención de Dios o de seres sobrenaturales) la religión natural puede
perder algo de su eficacia, ya que dejaría de lado una parte esencial de la
realidad, mientras que resulta casi imposible comprobar la inexistencia de los
milagros. Sin embargo, dada la existencia de varias religiones reveladas, la
veracidad de las mismas será comprobada con el mismo criterio con el que se
comprueba la religión natural o la propia descripción científica, esto es, por
su grado de vinculación con la ley natural.
Desde la religión natural se
observa al milagro como una trasgresión de Dios a su propia ley, mientras que
los pecados humanos se producen justamente por trasgredirla. Para David Hume “un milagro es una violación de las leyes de
Muchos cristianos aceptan las
prédicas evangélicas sin necesidad de observar, o de creer, en los milagros. Sólo
les basta la palabra de Cristo. Sin embargo, como la creencia en lo
sobrenatural es superior, para algunos, a la postura ética, acusan de no
creyentes, o de no ser cristianos, a quienes no necesitan ser convencidos por
la existencia de milagros. Predomina la intención de imponer una postura
filosófica a lograr una actitud ética.
Hacer que la mayoría de los
hombres acepte una postura filosófica determinada, es prácticamente imposible
de lograr, ya que tales posturas están ligadas, generalmente, al tipo
psicológico al que se pertenece. En cambio, si se trata de hacer prevalecer una
postura ética, es factible lograr coincidencias. Es un caso similar al de la
ciencia experimental: pueden haber diferentes posturas filosóficas respecto de
la interpretación de las teorías, pero ni los hechos experimentales ni las
teorías verificadas se han de poner en duda.
La debilidad lógica de la
intervención de seres sobrenaturales radica en que a veces actúan y a veces no,
o que permiten la existencia de grandes males que pudieron evitarse fácilmente.
En cuanto a las profecías, interpretadas como anuncios de Dios, cabe
preguntarse por la demora existente en la finalización de una época
caracterizada por el sufrimiento extremo cuando podría actuarse en forma mucho más
rápida.
Si existe un Dios que produce
interrupciones de la ley natural, el hombre tiende a adoptar una actitud
pasiva. Incluso trata de homenajear y de adular al causante de todos los
beneficios que le serán otorgados. Por el contrario, la existencia de una ley
natural invariante nos obliga a adoptar una actitud muy activa, ya que debemos
adaptarnos al orden natural a partir de un gran trabajo de mejoramiento
individual.
Así como alguien puede
sentirse superior a los demás por su clase social o por su origen racial,
muchos se sienten superiores a los demás por su condición de “creyentes en lo
sobrenatural”, mientras que observan al resto de los mortales como simples
seres pertenecientes al mundo biológico.
El camino de adaptación al
orden natural está muy ligado al razonamiento y a cierta intelectualidad, lo
que lo hace atractivo desde este punto de vista. Thomas Merton
escribió: “El concepto de virtud no
atrae a los hombres, porque ya no están interesados en hacerse buenos. Sin
embargo, si se les dice que Santo Tomás habla de las virtudes como hábitos del intelecto práctico quizás
presten cierta atención a esas palabras. Les agrada el pensamiento de todo
cuanto parezca hacerles inteligentes” (De “Nuevas semillas de contemplación”).
Quienes poseen poco nivel
intelectual, valoran sólo “el poder de Dios” vislumbrado en su capacidad de
actuar sobre la naturaleza. Baruch de Spinoza escribió: “De ahí que el vulgo llama milagros u
obras de Dios a las obras insólitas de la naturaleza; y, en parte por devoción,
en parte por deseos de oponerse a aquellos que cultivan las ciencias naturales
y sólo quiere oír lo que ignora y, por tanto, lo que más admira. Y es que el
vulgo sólo puede adorar a Dios y referir todas las cosas a su dominio y a su
voluntad, suprimiendo las causas naturales e imaginando las cosas fuera del
orden de la naturaleza; y nunca admira más el poder de Dios, que cuando imagina
el poder de la naturaleza como sometido por Dios” (Del “Tratado
teológico-político” – Ed. Altaya).
Según
La teología es el estudio de
Dios, o el conocimiento de Dios. Existen dos caminos posibles para ese
conocimiento: a partir de su obra, conociendo el orden natural y las leyes
naturales subyacentes, o bien a través de las interrupciones de tales leyes y
la destrucción momentánea de dicho orden. En el primer caso podemos llegar a un
conocimiento claro y concreto. En el segundo caso sólo llegamos a una gran
confusión. De ahí que Spinoza haya expresado: “Los
israelitas no lograron formar, a partir de tantos milagros, una idea correcta
de Dios, como la misma experiencia ha confirmado. Y así, cuando creyeron que
Moisés se había marchado, pidieron a Aarón divinidades visibles y, ¡ qué vergüenza !, un becerro fue la idea que ellos
formaron, finalmente, de Dios a partir de tantos milagros”.
Muchos creyentes, que esperan
la vida eterna, suponen que el principal requisito para su logro es la creencia
en lo sobrenatural. Poco les importa el sufrimiento que hay en el mundo. Por el
contrario, cuando leen que “muchos son los llamados y pocos los elegidos”
suponen que su creencia deriva de cierta elección por parte de Dios y que por
ello lograrán la vida eterna (y no por el cumplimiento de una acción ética
satisfactoria). De ahí el desprecio que sienten por quienes proponen establecer
una interpretación del cristianismo como una religión natural.
Muchas veces se ha designado
como milagro al acontecimiento que el hombre no pudo explicar a partir de las
leyes naturales, o que nunca podrá explicar debido a las limitaciones
inherentes a nuestra naturaleza. De todas formas, son fenómenos que existen y
que producen efectos sorprendentes. El médico y Premio Nobel
Alexis Carrel escribió: “Fue generalmente admitido
que no sólo no existen los milagros, sino que no podían existir. Lo mismo que
las leyes de la termodinámica hacen imposible el movimiento continuo, las leyes
fisiológicas se oponen a los milagros. Todavía es está la actitud de la mayor
parte de los fisiólogos y de los médicos. Sin embargo, en vista de los hechos
observados durante los últimos cincuenta años, no puede sostenerse esta
actitud. Los casos más importantes de curación milagrosa se han registrado en
“El milagro se caracteriza
principalmente por una extraordinaria aceleración de los procesos de reparación
orgánica. No hay duda de que el grado de cicatrización de los defectos
anatómicos es mucho más rápido que lo normal. La única condición indispensable
para que el fenómeno se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea
el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con
que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son
profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones, de
naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos.
Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los
higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de
estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo” (De “La incógnita del
hombre” – Ed. Época SA)
En el caso de que existiesen
los milagros, en el sentido estricto de la palabra, es importante resaltar que
las probabilidades de ocurrencia son muy pequeñas, al menos muchos de nosotros
podemos afirmar no haber visto ninguno durante nuestra vida. De ahí que debe
darse prioridad al predominio de la ley natural por encima de lo sobrenatural.
En cambio, quienes suponen la existencia de intervenciones cotidianas,
fundamentan sus vidas en visiones completamente subjetivas y, seguramente,
alejadas de la realidad. Es evidente que
la religión debe tener una validez general, y no particular, ya que, en ese
caso, no tendría razón de ser.
Es oportuno mencionar que la
ley natural no excluye al suceso poco probable, siendo tal tipo de
acontecimiento algo tan sorprendente como el milagro propiamente dicho. Así, no
es imposible que todas las moléculas de aire de la habitación en donde estamos
se muevan hacia un sector de la misma y tengamos dificultades para respirar. La
ocurrencia de este fenómeno es tan poco probable que nunca ha sido observado,
si bien la teoría respectiva le asigna una probabilidad muy pequeña, pero no
nula.
Debido a la abrumadora
diferencia existente entre la probabilidad de ocurrencia de los acontecimientos
regidos por la ley natural respecto de aquellos que, posiblemente, sean
motivados por las intervenciones divinas, es prioritaria la consideración de
dicha ley como una guía efectiva para nuestra vida. Quienes en sus visiones
personales alteran completamente esta prioridad, suponen la existencia de
mundos imaginarios, lo que implica una tendencia hacia la desadaptación
del hombre respecto del orden natural.
8 ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA RELIGIÓN NATURAL
La religión
natural está asociado al surgimiento de la Ilustración, o Iluminismo, durante
el siglo XVIII. Surgen los deístas, o
librepensadores, que suponen que Dios sólo actuó en el momento de la Creación,
o bien identifican a Dios con el orden natural, oponiéndose a los teístas, que
suponen que Dios sigue interviniendo en el mundo. Se citarán algunos escritos
de Federico Klimke S.J., de
su libro “Historia de la Filosofía” – Editorial Labor SA:
“El postulado de
la tolerancia y de la libertad de conciencia señala el punto culminante de
todas estas tendencias. La «iluminación» ama la tolerancia con delirio. Spinoza es uno de los primeros que intenta probar
filosóficamente la libertad de conciencia; en su “Tratado teológico-político”
quiere probar que esa libertad está fundada en el mismo Derecho natural, por lo
que el hombre no puede jamás renunciar a ella”.
“La «iluminación»
no reconoce como fuente de verdad la autoridad y la tradición, sino sólo la
razón humana; además, únicamente admite la Religión natural”.
“La «iluminación»
tan sólo reconoce tres verdades religiosas: Dios, la virtud, o sea, la
libertad, y la inmortalidad, porque esas tres ideas son obvias a la razón
natural y comunes a todas las religiones. Conviene con la doctrina católica en
el concepto de religión natural, pero el valor y el significado de ese concepto
en ambas es distinto. Según la doctrina de la Iglesia, la Religión meramente
natural nunca existió como tal, sino que ya desde los orígenes del género
humano ha sido elevada y perfeccionada por la Religión sobrenatural; en cambio,
según los filósofos empiristas y racionalistas, la única religión verdadera y
cierta es la Religión natural; destruyendo cada vez más con su escepticismo la
Religión sobrenatural”.
“Algunos que
todavía admiten la Revelación, o bien afirman que sobreañade nuevas verdades a
las de la Religión natural, o bien creen que sólo comprueba las verdades
naturales; otros, yendo mucho más lejos, defienden que todas las doctrinas
reveladas no son más que una corrupción de la Religión natural, un efecto de la
superstición, de la ignorancia o del deseo de dominar de algunos”.
“De este modo
naturalista y escéptico de interpretar las cosas de la Religión se siguió la
desaparición de la fe en los milagros. De la ciencia natural
matemático-mecánica nació la persuasión de que en el cosmos las leyes naturales
rigen de una manera inviolable, y que todos los fenómenos que hasta el presente
no han sido descifrados, con el progreso de la ciencia hallarán su explicación
natural”.
“Así, toda la
religión cristiana ya no se considera como una institución sobrenatural, sino
como un suceso meramente natural sujeto a las mismas causas que todos los demás
acontecimientos históricos. Spinoza es el primero que
niega los milagros apoyado en los principios de su filosofía”.
“Otros, como
Newton y Leibniz, al desarrollar con el mayor rigor
posible el aspecto mecánico de la Naturaleza, se esfuerzan en demostrar la
existencia de una causa inteligente y suprema, deduciéndola precisamente del
admirable orden del mecanismo cósmico, con lo que el argumento teleológico
viene a ser uno de los más usados. Pero de esta misma consideración se sacan
argumentos contra los milagros: un mundo tan bien ordenado, requiere de suyo la
existencia y grandeza de Dios, pero los milagros derogarían esta grandeza
divina y además son superfluos”.
“Esa misma
conciliación de la religión con la mentalidad moderna, hizo que la esencia de
la religión se colocara en la simple moralidad y que se negaran todos los
dogmas. El fin del hombre no se pone en la salvación del alma y la
bienaventuranza después de la muerte, sino en la presente felicidad interna que
brota espontáneamente de la vida honesta. De aquí que los dogmas y el culto o
se rechacen o se menosprecien; por lo mismo la fe inquebrantable en los dogmas
como absolutamente imprescindible para la salvación, es atacada como
«intolerancia»; el afecto y sentimiento religioso son mirados con desprecio y
tenidos como «misticismo» y «fanatismo»”.
“La persuasión
optimista de que el hombre es bueno por naturaleza está en pugna con el dogma
del pecado original, por lo que despreciado este dogma, se da poca importancia
al pecado en general”.
“Nuestro Señor
Jesucristo se considera cada vez más como mero hombre que enseñó únicamente la moralidad
y restauró la Religión natural. De ahí viene aquella distinción entre religión
de Jesús y la religión cristiana, que como corrupción humana de la primera es
condenada y rechazada; de ahí nace aquel pesimismo en el juzgar la historia de
la Iglesia; de ahí también la crítica racionalista de libros sagrados, que ya
no se tienen como divinamente inspirados, sino como una simple obra humana”.