BRUJOS DE TOCONCE .-

EL ADIÓS DE DOÑA JUANITA
Eran sus últimos días, postrada en una cama, muy anciana ya, estaba Doña Juanita. Vivía en Toconce y  su vida entera la había dedicado al cuidado de sus hijos, nietos y bisnietos que sumaban 33, el número que ella había pensado para abandonar este mundo. Su fama en las artes de la sanación eran reconocidas en toda la Región. Quien no acudió alguna vez a golpear su puerta en busca de saber en que lugar exactamente estaba algún animal extraviado. Ella lo sabía con sólo lanzar unos pequeños huesos bendecidos de vacuno  sobre una mesa, no importaba donde se encontraba la llama, ella encontraba el lugar exacto.
Sus manos estaban envejecidas y curtidas por el sol y el trabajo, pero bastaba sentir una de sus manos en la frente para sentir un extraño calor que sanaba hasta los mas incurables males, decían.

El día estaba nublado, era martes.  Un pequeño acudió a avisar al sacerdote del pueblo que Doña Juanita...había fallecido. La gente decía que muchos del pueblo habían sentido como alguien les tocaba la espalda como a las 3 de la tarde, al voltear nadie había en el lugar. Era Doña Juanita, quien precisamente había dejado este mundo a esa hora. Se encargó de avisar a muchos...de su partida. Naturalmente el pueblo entró en un período de duelo sobrecogedor.

Su velatorio se prolongó por muchas horas, ocurrieron cosas extrañas aquella noche, pero todos daban por sabido que solamente se trataba de Doña Juanita que talvez no deseaba que la olvidaran tan pronto. Al día siguiente la gente del pueblo se congregó masivamente para despedir sus restos.

Como es tradición en Toconce, familiares y amigos de la fallecida, cumplieron la  tradicional "Quema de la Ropa", para ello reunieron sus pertenencias y se dirigieron al cerro al atardecer donde procedieron a hacer una hoguera y echar al fuego, zapatos, vestimenta y enseres. Estando presente todos sus familiares comenzaron a echar las prendas al fuego bajo solemne ceremonia de origen ancestral como se ha acostumbrado desde tiempos inmemoriales. Dentro del fuego  llamó la atención de muchos algo que poco a poco iba creciendo y tomando forma. Finalmente aquello creció y según coinciden quienes presenciaron la hoguera era la imagen de un enorme perro negro que silenciosamente se paseaba dentro de la ardiente fogata hasta salir de ella para luego  perderse en la distancia.

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