Resumen
En las
conferencias 16 y 17, incluídas en "Introducción al Psicoanálisis"
(1916-1918), Sigmund Freud muestra porqué la teoría psicoanalítica afirma que
los síntomas obsesivos, en contraposición a la psiquiatría clásica, tienen un
sentido que es preciso encontrar a través de su interpretación.
Breuer y
Janet fueron algunos de los pioneros que creyeron que los síntomas neuróticos
tenían un sentido, es decir que eran manifestaciones del inconciente. En esta
conferencia Freud cita algunos ejemplos tomados de casos de neurosis obsesivas.
A
diferencia de la histeria, la neurosis obsesiva tiene síntomas netamente psíquicos,
y no orgánicos o somáticos.
El
neurótico obsesivo presenta tres síntomas básicos: a) tiene una idea (o
representación) fija, generalmente absurda; b) experimenta impulsos extraños a
él; y c) realiza ciertos actos contra su voluntad y desprovistos de placer,
actos que son huídas de tentaciones sexuales o agresivas (como matar) y que
adoptan la forma de rituales. Según cada enfermo, podrá predominar la idea, el
impulso o el acto.
El
enfermo no puede suprimir la obsesión, pero sí puede desplazarla. Por ejemplo
de la certeza pasa a la duda (y por ello las polaridades se agudizan). La
explicación que da la psiquiatría sobre los obsesivos es simplemente que se
trata de individuos "degenerados", explicación insatisfactoria y
además peyorativa.
Freud
cita entonces dos ejemplos clínicos de síntomas obsesivos, para ilustrar cómo
es posible llegar a encontrar sus sentidos.
CASO 1:
Una paciente de 30 años tenía un acto obsesivo que repetía una y otra vez:
corría hacia una habitación, se ponía frente a una mesa, llamaba a su doncella
y le daba una orden cualquiera (o ninguna) y luego la despedía, volviendo la
mujer a su propio cuarto.
Fue la
misma paciente quien encontró sentido a su acto. Se trataba de una repetición
de su noche de bodas donde su marido, impotente, hizo varias tentativas yendo
desde otra pieza a la habitación de casados, y después, para que la criada no
advirtiera la penosa situación, echó tinta roja en la cama. Efectivamente, en
la mesa donde luego la paciente se colocaba había una gran mancha roja: se
había identificado con la conducta de su marido y la repetía siempre. Fue
'perfeccionando' la escena para rectificar la penosa experiencia real, y el
sentido del acto obsesivo resultó que expresaba un deseo: "mi marido no
tiene que avergonzarse ante nadie, pues él no es impotente". Al
rehabilitar a su marido, además, se obligaba a serle fiel y resistir otras
tentaciones. De paso, también nadie sospechaba la causa real de la separación.
CASO 2:
Se trata de una bella e inteligente joven de 19 años, hija única. Todos tenemos
ceremoniales antes de acostarnos, pero podemos modificarlos si las
circunstancias lo exigen (por ejemplo suprimirlos si tenemos mucho sueño). Pero
esta joven no: antes de acostarse sacaba primero de la pieza todo lo que
pudiera hacer ruido (relojes, jarrones que pudieran caerse, etc). Pero
paradójicamente también se aseguraba de tener la puerta entreabierta. Además
colocaba la almohada de determinado modo, ajustándola al milímetro. Como
siempre dudaba de todo lo que hacía, su ritual solía durar como una o dos
horas.
A medida
que fue enlazando el síntoma con recuerdos, el primero fue disminuyendo hasta
desaparecer. Alejaba los relojes pues su pulsación estaba vinculada con la
pulsación de su clítoris, es decir con su excitación. Asimismo relacionaba la
posible caída de jarrones con la hemorragia de la primera relación sexual, ya
que una vez se había sangrado cuando se le cayó uno de esos objetos. De esta
forma los ruidos y su evitación, no tenían nada que ver. Con la obsesiva
posición de la almohada buscaba separar a ésta (su madre) de la cabecera de la
cama (su padre), vale decir evitar la unión sexual de ambos debido a un intenso
amor incestuoso hacia el padre. La puerta entreabierta le permitía espiar a sus
padres para controlarlos. Es así que en el conjunto de todo el ceremonial
confluyen varias fantasías. El sentido de dicho ritual era por un lado expresar
sus deseos, pero también defenderse contra ellos.
Los casos
1 y 2 muestran que los síntomas, al igual que los actos fallidos y los sueños,
poseen un sentido, que guarda relación con la vida íntima del enfermo y con una
situación del pasado. En las neurosis, por último, podemos encontrar: a)
síntomas típicos, que encuentran su sentido en situaciones pretéritas también
típicas (por ejemplo la manía por la limpieza), y b) síntomas individuales,
propios de cada paciente, derivados de situaciones pretéritas y vivencias
únicas y personales.
Fuente
consultada: Freud S., Introducción al psicoanálisis", Obras Completas,
Tomo II, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1968.