En una tarde de primavera, un gato caminaba por la calle feliz y contento. Nunca pensó que podría ser más feliz que en ese momento, hasta que sus hermosos ojos divisaron en el horizonte una esplendorosa y jugosa chuleta. El la vio, se detuvo por unos segundos y luego…

...se dio vuelta y echo a correr .Corría y corría el pequeño animal, alejándose cada vez más del jugoso pedazo (::cuak::), mientras miles de flashbacks acosaban su perturbada y coronada con hermosas orejitas capocha. Ese momento era tan bello, tan bello así como estaba…

Que el sólo pensar en que pudiera ser mejor era demasiado, demasiado hermoso, demasiado perfecto, hasta dolía pensarlo…

No podía correr el riesgo de que esa felicidad que le daba el sólo hecho de estar vivo fuera opacada por el placer de saborear un trozo de otro ser vivo, que su esencia de vitalidad, que lo que lo conmoviera en ese momento fuera algo tan banal, tan hasta morboso como comerse algo que podría ser él mismo. No podía, no podía hacerlo…

          ö Deja de correr

          ö Cambia el rumbo