Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)
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Nació en la alquería de San Miguel
Neplanta, con el nombre baustimal de Juana de Asbaje, hasta que al ingresar
a la orden de las monjas Carmelitas Descalzas, escoge, hasta su muerte por una
epidemia de peste, el que la hizo célebre hasta la actualidad: Sor Juana
Inés de la Cruz. Fue niña precoz como lo señala ella misma
en sus escritos, específicamente en su "Respuesta a Sor Filotea de la
Cruz". Se la consideró la décima musa de México. En un
fragmento de aquellas escrituras, dice muy gustosa de sí: "Volví
(mal dije, pues nunca cesé); proseguí, dijo, a la estudiosa tarea
(que para mí era descanso en todos los ratos que sobraban a mi obligación)
de leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más
maestros que los mismos libros. Ya se ve cuán duro es estudiar aquellos
caracteres sin alma, careciendo de la voz viva y explicación del maestro;
pues todo este trabajo sufría yo muy gustosa por amor a las letras".
Ha escrito multitud de obras de las cuales muchas se han perdido. Sin embargo
se conservan: un auto sacramental, Auto
del Divino Narciso; el extenso poema
Primero Sueño,
además de sus Obras Completas.

En Lecturas
Literarias (1919), del poeta mexicano Amado Nervo, encontramos
recopilados anecdotarios acerca de la décima musa: "la insigne poetisa
Sor Juana Inés de la Cruz, monja de México, tenía una priora
de poco saber, y como se ofende tanto el entendimiento de la ignorancia, oprimida
en una ocasión, le dijo:
- Calle, madre, que es una tonta.
Agravióse sumamente la priora, y escribió
un papel en forma de querella contra su subdita, que remitió al arzobispo
Don Fray Payo de Ribera, varón tan sabio, que puso como decreto al margen
del billete:
"Pruebe la madre superiora lo contrario y se
le administrará justicia".
Al margen del texto, hay una nota reflexiva
del autor de La Amada Inmóvil que también copiamos: "dice tanto
esta anécdota contada en un suave estilo añejo, dice tanto, tanto
revela de esa divina monja rodeada de pobres madres mediócres, atenaceada
continuamente por las estupideces de las ideas de la época, obligada
casi a vender su biblioteca como si ser sabia fuese un pecado; dice tanto esa
anécdota que os la copio a pesar de su exigüidad y de lo baladí
de su argumento."
AUNQUE ERES TERESILLA, TAN MUCHACHA
unque
eres, Teresilla, tan muchacha
le das quehacer al pobre de
Camacho,
porque dará tu disimulo
un chacho
a aquel que pintare más
sin tacha.
De los empleos que tu amor despacha
anda el triste cargado como
un macho,
y tiene tan crecido ya el penacho
que ya no puede entrar si no
se agacha.
Estás a hacerle burlas
ya tan ducha,
y a salir de ellas bien estás
tan hecha,
que de lo que tu vientre desembucha
sabes darle a entender, cuando
sospecha,
que has hecho, por hacer su
hacienda mucha,
de ajena siembra, suya la cosecha.

ESMERA SU RESPETUOSO AMOR, HABLA
CON EL RETRATO,
Y NO CALLA CON ÉL, DOS
VECES DUEÑO
opia
divina en quien veo
desvanecido al pincel,
de ver que ha llegado él
donde no pudo el deseo;
alto, soberano empleo
de más que humano talento,
exenta de atrevimiento,
pues tu beldad increíble,
como excede a lo posible,
no la alcanza el pensamiento.

¿Qué pincel tan soberano
fue a copiarte suficiente?
¿Qué numen movió
la mente?
¿Qué virtud rigió
la mano?
No se alabe el arte vano
que te formó peregrino;
pues en tu beldad convino,
para formar un portento,
fuese humano el instrumento
pero el impulso divino.

Tan espíritu te admiro,
que cuando deidad te creo
hallo el alma que no veo
y dudo el cuerpo que miro:
todo el discurso retiro,
admirada en tu beldad;
que muestra con realidad,
dejando el sentido en calma,
que puede copiarse el alma,
que es visible la deidad.

Mirando perfección tal,
cual la que en ti llego a ver,
apenas puedo creer
que puedes tener igual:
y a no haber original
de cuya perfección rara
la que hay en ti se copiara,
perdida por tu afición,
segundo Pigmaleón
la animación te impetrara.

Toco, por ver si escondido
lo viviente en ti parece.
¿Posible es que de él
carece,
quien roba todo el sentido?
¿Posible es que no ha sentido
esta mano que le toca?
¿Y a que atiendas te provoca
a mis rendidos despojos?
¿Qué no hay luz en esos
ojos?
¿Qué no hay voz en esa
boca?

Bien puedo formar querella,
cuando me dejas en calma,
de que me robas el alma
y no te animas con ella;
y cuando altivo atropella
tu rigor mi rendimiento,
apurando el sufrimiento
tanto tu piedad se aleja,
que se me pierde la queja
y se me logra el tormento.

Tal vez pienso que piadoso
respondes a mi afición,
y otras teme el corazón
que te esquivas desdeñoso:
ya alienta el pecho dichoso,
ya infeliz al rigor muere;
pero, como quiera, adquiere
la dicha de poseer,
porque al fin en mi poder
serás lo que yo quisiere.

Y aunque ostentes el rigor
de tu original fiel,
a mí me ha dado el pincel
lo que no puede el amor:
dichosa vivo al favor
que me ofrece un bronce frío;
pues aunque muestres desvío,
podrás, cuando más
terrible,
decir que eres imposible,
pero no que no eres mío.
