Juan escribe el Apocalipsis a las siete iglesias en Asia, representadas por los siete candeleros de oro. 7 La segunda venida de Cristo. 14 Su glorioso poder y majestad.

1 LA REVELACION de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,

2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.

3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

1.

Revelación.

Gr. apokálupsis, "descubrimiento" . "La revelación de Jesucristo" puede considerarse como el título que Juan le dio a este libro. Este título niega categóricamente el concepto de que el Apocalipsis es un libro sellado y por lo tanto no puede ser entendido. Contiene un mensaje que Dios se propuso que sus "siervos" en la tierra deberían oír y guardar (vers. 3), y no podrían hacerlo a menos que primero lo entendiesen.

De Jesucristo.

Tanto en griego como en español estas palabras pueden significar que el Apocalipsis es una revelación que se origina en Jesús o que lo revela a él. El contexto parece implicar que la primera interpretación es en este caso la principal, porque es la revelación "que Dios le dio, para manifestar a sus siervos". Al mismo tiempo debe recordarse la verdad del segundo significado, porque este libro revela a Jesús en su obra celestial después de su ascensión. En este sentido el Apocalipsis en realidad complementa a los Evangelios. Estos registran el ministerio de Jesús en la tierra; el Apocalipsis revela su obra en el plan de la redención a partir de ese tiempo. Cf. cap. 19: 10.

Le dio.

Desde la entrada del pecado toda comunicación entre el cielo y la tierra ha sido por medio de Cristo .

Siervos.

Gr. dóulos, "esclavo" . Los primeros cristianos a menudo se designaban a sí mismos como "esclavos".

Que deben suceder pronto.

El pensamiento de que los diversos acontecimientos predichos en el libro del Apocalipsis debían suceder en un futuro cercano se declara específicamente siete veces: "Las cosas que deben suceder pronto" (cap. l: l; 22:6), "el tiempo está cerca" (cap. 1:3) y "He aquí [o 'ciertamente'] yo vengo pronto" (cap. 3:11; 22:7, 12, 20). También hay referencias indirectas a la misma idea (cap. 6: 11; 12:12; 17: 10). La respuesta personal de Juan a estas declaraciones del pronto cumplimiento del propósito divino fue: "Amén; sí, ven, Señor Jesús" (cap. 22:20). Por lo tanto, el concepto de la inminencia del regreso de Jesús se halla explícito e implícito a través de todo el libro.

La segunda venida de Cristo es el gran acontecimiento culminante del antiquísimo conflicto entre el bien y el mal que comenzó cuando Lucifer puso en tela de juicio el carácter y el gobierno de Dios. Las declaraciones en el Apocalipsis y en otros pasajes bíblicos respecto a la inminencia del retorno de Cristo, deben entenderse dentro de los límites de este gran conflicto. Dios podría haber aniquilado con toda justicia a Lucifer cuando con obstinada impenitencia persistió en su rebelión; pero la sabiduría divina difirió la exterminación del mal hasta que la naturaleza y los resultados del pecado se hiciesen plenamente visibles para los habitantes del universo . En cualquiera de los diversos momentos cruciales de la historia de este mundo, la justicia divina podría haber pregonado " ¡Hecho está!", y Cristo podría haber venido para inaugurar su reino de justicia. Hace mucho tiempo que podría haber culminado sus planes para la redención de este mundo. Así como se ofreció a Israel la oportunidad de preparar el camino para el reino eterno de Dios en la tierra cuando ese pueblo se estableció en la tierra prometida, y nuevamente cuando volvió de su destierro en Babilonia, así también le dio a la iglesia de los tiempos apostólicos el privilegio de completar la comisión evangélica. Otra oportunidad semejante llegó con el gran despertar del segundo advenimiento en el siglo XIX. Pero en todos esos casos, el pueblo escogido de Dios no supo aprovechar la oportunidad que le fue ofrecida con tanta bondad.

Por lo tanto, es claro que aunque la segunda venida de Cristo no depende de ninguna condición, las repetidas declaraciones de las Escrituras de que su venida era inminente estaban condicionadas por la respuesta de la iglesia a la exhortación de que terminara la obra de predicar el Evangelio en su generación. No ha fallado la Palabra de Dios que declaró hace siglos que el día de Cristo "se acerca" (Rom. 13:12).De modo que las declaraciones del ángel del Apocalipsis a Juan respecto a la inminencia del regreso de Cristo para poner fin al reinado del pecado, deben ser entendidas como una expresión de la voluntad de Dios y de su propósito. Dios nunca ha pensado en demorar la consumación del plan de salvación; siempre ha expresado su voluntad de que el regreso de nuestro Señor no se retarde mucho.

Estas declaraciones no deben entenderse en términos de la presciencia de Dios de que habría una demora tal, ni tampoco a la luz de la perspectiva histórica de lo que en realidad ha sucedido en la historia del mundo desde ese tiempo. Es verdad que Dios sabía de antemano que la venida de Cristo sería demorada unos dos mil años; pero cuando envió sus mensajes a la iglesia por intermedio de los apóstoles, expresó esos mensajes en términos de su voluntad y propósito respecto a dicho acontecimiento para que su pueblo estuviese informado de que, en la providencia divina, no había necesidad de una demora. Por consiguiente, las siete declaraciones del Apocalipsis respecto a la proximidad de la venida de Cristo deben entenderse como una expresión de la voluntad y el propósito de Dios, como promesas expresadas condicionalmente, y no como declaraciones basadas en el conocimiento previo de Dios. En este hecho debe hallarse sin duda la armonía entre los pasajes que exhortan a estar preparados para la pronta venida de Cristo y aquellos períodos proféticos que revelan cuán distante se halla en realidad el día de nuestro Señor Jesucristo.

La declaró.

Gr. semáinÇ, "señalar", "indicar", "dar señal"; "declaró", "explicó".

Ángel.

Gr. ággelos, "mensajero". Los ángeles frecuentemente cumplen la función de ser portadores de revelaciones divinas (cf. Dan. 8:16; 9.21; Luc. 1: 19, 26, etc.). Este ángel ha sido identificado como Gabriel (ver Luc. l: 19).

Juan.

Es decir, Juan el apóstol . El Apocalipsis es el único libro de Juan en el que éste se identifica por nombre (ver 2 Juan l; 3 Juan l).

2.

Ha dado testimonio.

Mejor "dio testimonio". Gr. marturéÇ, "dar testimonio", "testificar". El pretérito (emartúr'sen) muestra que el autor se refiere a lo que está por escribir desde el punto de vista de sus lectores, para quienes la acción ya sería algo pasado cuando recibieran el mensaje. Las epístolas de Pablo (ver Gál. 6:11; Fil. 2:25) presentan numerosos ejemplos de este uso del pretérito; lo mismo se ve en escritos de autores griegos y romanos antiguos. Esta costumbre se consideraba como un acto de cortesía para el lector. Juan declara que es testigo, que da testimonio de todo lo que Dios te había revelado.

Palabra.

Gr. lógos, "palabra", "declaración", "mensaje", "oráculo" .

De Dios.

Es decir, que se origina en Dios, o es hablada por Dios. Juan se refiere a "la revelación de Jesucristo, que Dios le dio" (vers. l). "La palabra de Dios", "el testimonio de Jesús", y "todas las cosas que ha visto", se refieren a lo mismo: a "la revelación" del vers. 1.

El testimonio de Jesucristo.

Puede referirse a que el libro del Apocalipsis es un mensaje proveniente de Jesús o acerca de Jesús (ver com. vers. l). El contexto favorece la primera interpretación; pero, por supuesto, es ambas cosas.

Los vers. 1 y 2 tipifican un típico paralelismo invertido, en el cual las líneas primera y cuarta son paralelas, y la segunda es paralela a la tercera:

"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio...La palabra de Dios....del testimonio de Jesucristo".

Ha visto.

Mejor "vio". Vocablos que significan comunicación y percepción visual, aparecen 73 veces en el Apocalipsis; y palabras que denotan comunicación y percepción auditiva, 38 veces. El Apocalipsis es un informe real de lo que Juan vio y oyó mientras estaba en visión.

3.

Bienaventurado.

Gr. makários, "feliz" (Gr. makárioi, cuyo singular, makários significa "feliz", "afortunado"; corresponde con el Heb. 'ashre, "feliz", "bendito" ). Las palabras 'ashre y makários se traducen por lo general "bienaventurado" en la RVR (las otras traducciones son "dichoso", que aparece en

2 Crón. 9: 7; Sal. 34: 8; 106: 3; 137: 9; Prov. 20: 7; Isa. 32: 20; Hech. 26: 2; 1 Cor. 7: 40; y "bendito", 1 Tim. 1: 11). Algunos sugieren que aquí puede haber una alusión a Luc. 11: 28.

El que lee.

Sin duda es una referencia en primer lugar a la persona que se escogía en la iglesia antigua para leer en público los escritos sagrados. Juan anticipa la lectura pública del libro que ahora dirige a "las siete iglesias que están en Asia" (vers. 4), en la presencia de los miembros reunidos de cada congregación (cf. Col. 4:16; 1 Tes. 5:27). Esta práctica cristiana refleja la costumbre judía de leer "la ley y los profetas" en la sinagoga cada sábado (Hech. 13:15, 27; 15:21). La orden implícita de que se leyera el Apocalipsis en las iglesias de Asia sugiere que sus mensajes eran aplicables a la iglesia en los días de Juan (ver com. Apoc. 1:11).

Los que oyen.

O sea los miembros de iglesia. Nótese que hay sólo un lector en cada iglesia, pero hay muchos que "oyen" lo que se lee. La bendición que acompañaba la lectura del Apocalipsis en las "siete iglesias" de la provincia romana de Asia, pertenece a todos los cristianos que leen este libro con el deseo de comprender más perfectamente las verdades que allí se registran.

Esta profecía.

La evidencia textual establece el texto "la profecía". Algunos sugieren que Juan pide aquí específicamente que se le dé igual oportunidad a la lectura del Apocalipsis como a los libros proféticos del AT, los cuales se leían en la sinagoga cada sábado. Aunque la palabra "profecía", como se usa en la Biblia, se refiere a un mensaje específico de Dios, sea cual fuere su naturaleza, el libro de Apocalipsis puede ser llamado acertadamente una profecía en el sentido más estricto porque es una predicción de acontecimientos futuros.

Guardan.

La flexión del verbo en griego implica la observancia habitual de las admoniciones de este libro como una norma de vida.

Escritas.

Mejor "han sido escritas", con el sentido de que "permanecen escritas".

Tiempo.

Gr. kairós, "tiempo", con el significado de un momento particular, una ocasión propicia, un tiempo establecido de antemano para un acontecimiento particular . Este "tiempo" que "está cerca" es el tiempo para el cumplimiento de "las cosas en ella escritas", "las cosas que deben suceder pronto" de Apoc. 1: 1 (ver este com.). La inminencia de esos acontecimientos es el motivo para observar atentamente "las palabras de esta profecía". Por lo tanto, el Apocalipsis es de importancia muy especial para los que creen que "el tiempo" de la venida de Cristo "está cerca".

Está cerca.

Como vivimos en los últimos momentos del "tiempo", las profecías del Apocalipsis tienen una importancia capital para nosotros. Especialmente Daniel y Apocalipsis deben recibir atención como nunca antes en la historia de nuestra obra. Los solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su orden, deben ocupar el primer lugar en el pensamiento de los hijos de Dios.

Al libro de Daniel se le quita el sello en la revelación que se le hace a Juan. Mientras que el libro de Daniel presenta a grandes rasgos los sucesos de los últimos días, el libro de Apocalipsis da vívidos detalles acerca de dichos sucesos, de los cuales ahora se declara que están "cerca".